El Sínodo de la Amazonía "generará mucha novedad en la Iglesia", asegura el Secretario de Cáritas Ecuador Josetxo García: "La Iglesia es mucho más que lo que ocurre dentro de un templo"

(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- Nacido en San Sebastián, Josetxo García, pertenece al Movimiento Adsis, y desde junio es Secretario Ejecutivo de Caritas Ecuador, país al que llegó a principios de 2016, después de casi 15 años de misionero en Uruguay.

En este tiempo en el país andino, ha descubierto que el pueblo ecuatoriano "tiene unas raíces espirituales muy vinculadas a la Iglesia católica", que es una sociedad profundamente desigual y muy marcada por la corrupción, en que muchas familias y comunidades viven en condiciones muy infrahumanas. Sobre Ecuador se cierne la amenaza de las grandes empresas extractivistas, que expulsan a los pueblos y arrasan el medio ambiente.

Ante esta realidad, el sacerdote donostiarra reconoce que "la Iglesia, en muchos momentos, no ha estado a la altura de lo que las problemáticas estaban pidiendo de ella", lo que se manifiesta, por ejemplo, en la poca presencia de Caritas en muchas diócesis, pues "venimos de unos tiempos en los que los sacerdotes en su formación, en gran medida, no tuvieron la oportunidad de hacer experiencia real de acercamiento a las realidades de las personas y comunidades en situación de pobreza o de exclusión", según Josetxo García, quien muestra que eso se está intentando paliar en los últimos años, desde "la animación a crecer en la conciencia, tanto de los creyentes como de las comunidades, de cómo ir construyendo una Iglesia que sale, que sirve, que es samaritana".

Al hablar del Sínodo de la Pan Amazonía, el Secretario Ejecutivo de Caritas Ecuador, lo ve como un acontecimiento que está removiendo la Iglesia, que debe ayudar a estar en permanente búsqueda y apertura, a descubrir que la Iglesia es mucho más que lo que ocurre dentro de un templo, a tomar conciencia de la historia de la evangelización y de las experiencias transformadoras de tantos misioneros y misioneras, que han ido descubriendo en estos pueblos las semillas del Verbo encarnado.

Junto con eso, tiene que ayudar a hacer más visible esta experiencia evangelizadora, otras formas de vivir y de experimentar la fe, de celebrar, de vincularnos unos con otros, de vivir los ministerios, así como a denunciar el drama de todos estos pueblos perseguidos, expulsados, amenazados y asesinados.

¿Cuál es la realidad social del Ecuador?

Un rasgo que es muy definitorio es la enorme diversidad, tiene muy poquito que ver la zona de la costa, con pueblos afro descendientes, con la sierra, que son mestizos y muchas comunidades indígenas, que viven a 3.000, 3.500, 4.500 metros de altura, y los seis vicariatos de la Amazonía. En el Ecuador hay 22 pueblos indígenas, cada uno con su cultura, lengua, religiosidad. En Ecuador también, la diversidad se nota en que hay dos grandes ciudades, y las demás ya son mucho más chiquitas. Es también una historia en la que políticamente tuvieron tiempos muy complicados, de dictaduras o de presidentes y golpes de estado que se iban sucediendo uno detrás de otro. Los diez años que gobernó Correa fueron años de estabilidad, por lo menos, pero ahora estamos descubriendo que la corrupción estaba metida en todos los organismos del estado y muy metida en la sociedad también.

Un pueblo que tiene unas raíces espirituales muy vinculadas a la Iglesia católica. Conocer el centro histórico de Quito te asombra y te sorprende, pero a la vez te ayuda a entender de donde viene este pueblo y de donde viene la religiosidad tan arraigada que hay por todas partes. Desde los pueblos más chiquitos, yo voy los fines de semana a una parroquia en Riobamba, donde estuvo Leónidas Proaño, y a mí me asombra la religiosidad, la espiritualidad de esos pueblos campesinos.

Lógicamente también con una gran iniquidad, ves personas que con mucha dificultad llegan al final del día y justito tienen para poder cenar algo y otros, sin embargo, ves la ciudad de Quito con unos niveles de vida, unas empresas, unos edificios, unos hoteles, muy de primer mundo.

¿Cuáles son las problemáticas que la sociedad ecuatoriana está enfrentando actualmente, sociales, políticas, económicas?

Desde luego la problemática más fuerte que está explotando todos los días es la corrupción, como algo que se ha metido en todos los organismos del estado, y eso genera mucha desafección y mucha impotencia. No estamos hablando de unos miles de dólares, estamos hablando de muchos cientos de millones de dólares. Eso está muy a la orden del día, cada día en las noticias salta una nueva realidad, una nueva situación. Otra problemática para mí muy dolorosa es la fuerza que tienen las empresas extractivistas, petroleras, mineras, los que cultivan la palmera africana para sacar el aceite, porque pareciera como que les dieron mano ancha, luz verde, pueden hacer lo que les dé la gana.

Desde Esmeraldas a los seis vicariatos de la Amazonía estas empresas están empujando a las comunidades indígenas y apropiándose, expulsándolos, arrasando y no pasa nada. La contaminación que están dejando es inimaginable, sólo en una provincia, en Esmeraldas, hay más de 3.000 piscinas. Una piscina es como la mitad de un campo de futbol, donde han sacado toda la tierra, la han removido con mercurio para sacar el oro. Pero esa agua queda ahí y eso ya no tiene solución. Esa es una problemática muy fuerte, y que el gobierno está como atado de pies y manos. Las petroleras han vendido a China, Correa vendió a China, el petróleo para no sé cuántos años.

Otra problemática también, en el ámbito más social, a pesar de que en los años de Correa hubo cosas en las que se avanzó, en lo social, la salud, la educación, pero todavía hay muchas familias, muchas comunidades en condiciones muy infrahumanas, muy indignas, muy lejos de los centros donde podrían recibir la ayuda o los servicios sociales que necesitarían.

¿Cómo se posiciona la Iglesia católica ante esa realidad?

Yo tengo la impresión de que la Iglesia, en muchos momentos, no ha estado a la altura de lo que las problemáticas estaban pidiendo de ella. Sí es verdad que hay lugares y diócesis en los que se trabajó mucho acompañando a las comunidades y generando espacios de mucho protagonismo de los laicos, de las pequeñas comunidades de base, y lo notamos. Caritas Nacional no está arraigada en la Iglesia, tenemos muy poquitos espacios en los que realmente se nos da la posibilidad de generar proyectos y servicios desde Caritas. Los mismos obispos no han posibilitado, no han promovido, no han apoyado, no han favorecido, que Caritas pudiera entrar e ir impregnando la vida de la Iglesia.

Como Secretario Ejecutivo de Caritas Ecuador, ¿qué es lo que Caritas podría hacer para realmente estar presente en la vida de las Iglesia, sobretodo en la vida de las comunidades?

Lo que estamos haciendo es apostar mucho por todo lo que favorezca nuestra relación con las Caritas diocesanas y los espacios de encuentro, de retiro, de asambleas, donde podamos generar conciencia, experiencia e ir formulando el camino que queremos proponerles. En segundo lugar, estamos posibilitando que en algunas diócesis se puedan desarrollar proyectos de economía social y solidaria que son como emblemáticos y que estamos pudiendo decir a otras diócesis que se pueden generar proyectos. Por ejemplo, en Riobamba hay más de 30 comunidades, unas mil familias, que están en un proceso de desarrollo agroecológico de trabajo de la tierra de manera ecológica, produciendo alimentos, vendiendo alimentos, en mercados de comercio justo, y sanos.

También estamos, desde la Red de Ecología Integral, tratando de ir sensibilizando y promoviendo conciencia para que todas estas realidades de contaminación y de contaminación de la tierra, podamos sacarlas a la luz, podamos denunciarlas, y que sobre todo que las comunidades tomen conciencia de las consecuencias que tiene toda esa realidad de contaminación.

En esa dinámica, en ese propósito, es importante el papel del clero y de los obispos. ¿Resulta difícil hacerles entender eso que el Papa Francisco dice que sin Caritas no hay Iglesia?

Sí les resulta difícil, porque venimos de unos tiempos en los que los sacerdotes en su formación, en gran medida, no tuvieron la oportunidad de hacer experiencia real de acercamiento a las realidades de las personas y comunidades en situación de pobreza o de exclusión. Entonces, generar esa conciencia no es fácil, y no es fácil también cuando hay obispos que no quieren promover Caritas en sus diócesis. Pero por otro lado, nos vamos encontrando que sí que hay sacerdotes que están como que muy implicados en general en sus comunidades, yo le llamo la trenza, en ir trabajando de manera conjunta la dimensión del anuncio de la Palabra, de la celebración y del compromiso social evangelizador. Con estos tres elementos sí hay sacerdotes que van haciendo esta trenza, que van engarzando los tres y que eso se nota y ahí hay comunidades que van abriéndose y teniendo una conciencia y una sensibilidad mucho mayor.

Hay obispos que también lo están promoviendo y lo están favoreciendo. Por nombrar, el Presidente de la Conferencia Episcopal, el obispo del Vicariato de Esmeraldas, desde lo que él lleva viviendo como misionero, que lleva 40 años allí en Esmeraldas, desde lo que a él le ha tocado vivir, acompañando a las comunidades afro descendientes y comunidades indígenas, él habla hoy con una libertad y con un conocimiento, desde su propia experiencia, denunciando la minería extractiva, las petroleras, y promoviendo comunidades que vivan y sean como más sensibles a toda la realidad social.

Caritas ni es una empresa con ánimo de lucro, ni una ONG o fundación que busca recursos para realizar proyectos. Caritas es, por encima de todo y de manera prioritaria, la comunidad cristiana que sirve, que acompaña, que apoya, que acoge, que abre espacios para la escucha y para que las personas predilectas del Señor tengan su lugar donde puedan sentirse bien tratadas, respetadas y amadas. Por eso la expresión del Papa Francisco me parece tan lúcida, Caritas es la caricia de la Iglesia hacia los predilectos del Señor.

Por eso nuestro servicio desde la Caritas Nacional a las Caritas diocesanas, a los obispos, a las diócesis, a las Iglesias particulares, quiere ser la animación a crecer en la conciencia, tanto de los creyentes como de las comunidades, de cómo ir construyendo una Iglesia que sale, que sirve, que es samaritana, a crecer en solidaridad y en gratuidad, en generosidad y también a sentir que la presencia del Señor Jesús está vivo y encarnado en las personas que están tan necesitadas.

El pueblo ecuatoriano es un pueblo muy solidario, muy abierto. Soy testigo del mejor ejemplo, que fue el acontecimiento del terremoto, que produjo un terrible drama en todo el país, pero a la vez también produjo un enorme caudal de solidaridad, de apoyo, de ayuda, de generosidad, de compartir incluso lo que no se tiene. En la parroquia en la que yo estaba, el terremoto fue el sábado 16 de abril, y el domingo en la Eucaristía de las 7 de la mañana muchas familias venían ya con fundas de plástico llenas de alimentos y diciéndome donde dejamos esto. A esa hora no sabía muy bien y la gente me decía que era para sus hermanos, los manabitas, los que habían sufrido el terremoto. Es muy de destacar, es un pueblo muy solidario, aunque también hay racismo y hay brotes de xenofobia.

¿En qué se percibe ese racismo y esos brotes de xenofobia, cómo se combate desde la Iglesia católica y desde Caritas Ecuador?

El drama de los refugiados venezolanos en los dos o tres últimos años ha ido como in crescendo. Conozco algunas personas venezolanas que han podido encontrar trabajos y viven de una manera segura, muy asentados con trabajos y con buenos recursos. Otros, y son muchos los que llegan sin recursos, sin capacitación y sin medios para poder conseguir la posibilidad de un trabajo digno. Por eso, esta realidad también ha generado que en la Iglesia ecuatoriana pongamos en marcha la Red Clamor Ecuador con la misión scalabriniana, el Servicio Jesuita para los Refugiados, la Conferencia de Religiosos y Religiosas y Caritas Nacional.

Esta realidad nos está llevando a inventar, a crear, a buscar medios y recursos para poner en marcha espacios de acogida, hogares, comedores, lugares donde pueden descansar, servicios de acompañamiento, de escucha, de ayuda psico-espiritual, de apoyo legal y en derechos humanos, de ayuda humanitaria. Son muchas las parroquias, que por inciativa del párroco o de la comunidad, han puesto en marcha o han transformado alguna de las salas de la parroquia en espacios de acogida, en comedores. Hay casas parroquiales que los párrocos las han transformado en casas de acogida donde cuatro, seis, ocho venezolanos están pudiendo sentirse seguros y bien tratados.

Es verdad que muchos vienen y en la medida en que pueden van caminando, vienen desde Colombia y van hacia Perú porque parece que allá tienen como mejores condiciones de acogida. Pero muchos miles están ya inundando todo el país, muchísimos en la costa, pero también en Quito, en Cuenca, en Riobamba y en tantos otros lugares. Esta realidad del drama del pueblo venezolano es también un clamor que está gritando con mucha fuerza y que nos está pidiendo a la Iglesia realizar gestos y signos de acogida y de servicio, porque son los que en este momento encarnan a los exiliados del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Hablas mucho sobre el tema de la contaminación, de los indígenas, que están muy presentes en el Sínodo de la Pan-Amazonía. Inclusive Caritas Ecuador es uno de los socios fundadores de la REPAM, que es uno de los articuladores del Sínodo. ¿Cómo el Sínodo de la Pan-Amazonía puede ayudar a reflexionar y encontrar caminos para la ecología integral y para mejorar la vida de los pueblos indígenas?

Yo todavía no he podido acercarme a conocer mucho de las realidades de estos vicariatos, pero algo sí lo he hecho. Para mí fue un gran descubrimiento acercarme a una comunidad suhar y conocer a un sacerdote salesiano con más de 70 años, que lleva más de 45 años con esa comunidad. Él habla perfectamente el suhar, celebra la Eucaristía con esas comunidades y tiene un seminario de formación para ministros de la Palabra, ministros de la Eucaristía, exorcistas, diáconos permanentes, en suhar. Para mí el conocer a este sacerdote salesiano y conocer la labor de los salesianos en la evangelización de este vicariato, fue un gran descubrimiento.

Creo que el Sínodo, lo primero que nos tiene que ayudar es como a tomar conciencia de la historia de la evangelización de todos estos pueblos, de las experiencias transformadoras de tantos misioneros y misioneras que fueron, vieron y se quedaron con ellos. También de los aprendizajes que de estas comunidades indígenas ellos han ido haciendo para su propia experiencia de la fe. Como decía Monseñor Labaka e Irene, los mártires, en estos pueblos yo descubrí las semillas del Verbo encarnado, en estos pueblos yo he reconocido la presencia de Jesús vivo.

El Sínodo nos tiene que ayudar a hacer más visibles estos procesos, esta experiencia evangelizadora, pero también el drama de todos estos pueblos que están siendo tan perseguidos, tan expulsados, tan amenazados y, en algunos casos, tan asesinados. La Iglesia en el Sínodo, podemos descubrir otras formas de vivir y de experimentar la fe, otras formas de celebrar, otras formas de vincularnos unos con otros, otras formas de vivir los ministerios. Ante una realidad nueva, habrá que descubrir otras formas nuevas de desarrollar los ministerios. Sin duda eso es un gran desafío, y ojala seamos capaces de abrirnos a la novedad que trae este acontecimiento, y que la Iglesia sea realmente, en la línea de lo que el Papa Francisco está promoviendo, una Iglesia que está permanente transformándose, encarnándose.

La encarnación supone, por principio, procesos nuevos, transformaciones, descubrimientos, adaptaciones, creatividad. La forma de celebrar en estas comunidades, por lo que yo he podido ver, genera otra forma de experimentar la fe y el seguimiento de Jesús.

¿Y por qué ese miedo a las transformaciones, a esos nuevos caminos que el Papa Francisco propone, a esa nueva forma de entender nuestra relación con Dios, que se vislumbra en buena parte del clero e inclusive en buena parte del episcopado?

Por principio, por nuestra condición humana, lo nuevo nos produce temor, lo desconocido nos produce como cierta inseguridad, lo que no controlamos o lo que nos conocemos, nos cuesta entrar en esa nueva realidad. Pero ahí es donde también se mide la fortaleza de la fe. Si viviéramos la experiencia de una fe profunda en la acción del Espíritu de Jesús, en esta hora y en este tiempo, tendríamos la capacidad para creer que Él va llevando adelante, también en esta hora, este caminar de la Iglesia, y que Él es el que sabe, Él es el que nos orienta. Nuestras resistencia tienen que ver, yo estoy convencido, con nuestra falta de fe, que nos parece que si yo no lo veo o yo no lo estudié, o yo no lo conozco, como que no es.

El Papa Francisco, en ese sentido, siendo un anciano, nos está dando una gran lección de que es alguien que, como normalmente los ancianos suelen mirar hacia atrás, él por el contrario, está permanentemente mirando hacia adelante y abriéndose a lo nuevo. Otro anciano que, también en esa línea, es un gran testimonio es el que fue Presidente del Uruguay, Pepe Mujica, otro anciano, con una sabiduría impresionante y que si algo está soñando, es el futuro de los jóvenes, de nuestro pueblo, de nuestro continente. Y no mira hacia atrás, y mucho menos con rencor, como decía la canción, sino que está mirando hacia adelante y soñando, pensando y apostando por un futuro en el que nos podamos sentir como más protagonistas y abiertos a lo que vaya viniendo, a lo que vayamos construyendo.

Pero entiendo que hay personas que les cuesta vivir esa apertura a la novedad. Por eso, me parece que éste es tiempo recio para fundamentar en el Señor Jesús y en que su Espíritu está actuando y todo es providencial.

¿Será posible que el Sínodo traiga algún cambio real para la vida de la Iglesia?

Creo que el Sínodo va a ser, está siendo ya, un acontecimiento que está removiendo la Iglesia. En este removimiento hay quienes están resistiendo y quienes están actuando para contrarrestar, lo cual también es una señal de que algo está cambiando. Pero a la vez también, para otros sin embargo, el acontecimiento del Sínodo nos está ayudando como a estar en esa permanente búsqueda y apertura de lo que va viniendo. Creo que ya es un acontecimiento en la Iglesia, eso ya es incuestionable, y creo que va a ser un acontecimiento que va a generar mucha novedad en la Iglesia, porque nos va a ayudar a descubrir que la Iglesia es mucho más que lo que ocurre dentro de un templo, que la Iglesia de este tiempo está encarnándose, está actuando, está viva, en lugares tan lejanos, donde está ayudando a tantas personas a dar sentido pleno y alegría a su vida desde el seguimiento del Señor Jesús. Yo creo que sí.

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