Juan Miguel Díaz Ródelas, un biblista de raza y un buen sacerdote

Tenía muy claro que el acercamiento intelectual a la Biblia terminaba necesariamente en el Pueblo de Dios. Sabía que la Sagrada Escritura no es sólo para el gozo personal, sino para ofrecerla a la comunidad eclesial...

Hace apenas unas horas fallecía en Valencia, uno de los mejores biblistas de nuestro país. Un “whatsapp” que nunca me hubiera gustado recibir, había certificado apenas unos minutos antes su defunción, la terrible noticia y sus circunstancias. A pesar de la Incrédulidad, la noticia se confirmaba. El misterio de la muerte y de la vida, una vez más aparece con toda su crudeza. ¡Bendito sea el Señor de la Resurrección y la Vida! 

Juan Miguel era un biblista de raza. Tenía muy claro que el acercamiento intelectual a la Biblia terminaba necesariamente en el Pueblo de Dios. Sabía que la Sagrada Escritura no es sólo para el gozo personal, sino para ofrecerla a la comunidad eclesial, que la espera como “tierra reseca agostada sin agua”, como nos recuerdan los salmos. Por eso era capaz de investigar el significado último del aoristo en cualquier texto neotestamentario, y de explicarlo posteriormente con gran pedagogía a las numerosas generaciones de sacerdotes que se han formado en la Facultad de Teología de Valencia y a los miles de alumnos, que han pasado por sus clases en el Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas.  También en muchas parroquias ejercía su ministerio mediante numerosas conferencias, siempre muy sugerentes, porque ahí estaba su disponibilidad para acercar la Palabra de Dios a los fieles.

Coincidimos en la Facultad de Teología de Valencia.  Era un buen compañero, siempre dispuesto a echar una mano y facilitar las tareas. Él me adelantaba en años de experiencia, y me ayudó a situarme en aquella Facultad, repleta de grandes profesores. También en los inicios del Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas, creado por el hoy obispo auxiliar de Valencia, Esteban Escudero. Las síntesis que Juan Miguel nos facilitaba como Responsable del Departamento al profesorado para las clases, eran realmente magistrales. Nos preparaba enormemente la tarea.

Su calurosa pertenencia a los equipos de Nuestra Señora (ENS) ponen de relieve también su dimensión pastoral. Su preocupación por estar en la vida real de la Iglesia. Últimamente, nos cruzábamos con frecuencia en los actos de este movimiento, y recordábamos aquellos tiempos. 

Una de sus características personales es que tenía siempre la sonrisa en su boca y rezumaba esperanza en sus bien preparadas homilías. 

Otra faceta importante de Juan Miguel era su participación en las peregrinaciones a Tierra Santa y otros lugares Bíblicos, en las que la explicación de la Palabra en los lugares enriquecía poderosamente la vivencia de los peregrinos. 

Juan Miguel Diaz Rodelas nació en 1950 en la localidad tinerfeña de Arico Nuevo y se trasladó a Valencia donde cursó Teología. Por eso, en estas tierras, cariñosamente se le conocía como  “el canari”. Hablaba el valenciano a la perfección, haciéndose uno de los nuestros.

Estoy convencido que el misterio de la Resurrección que habrá explicado a sus alumnos durante años, lo estará viviendo en este momento con toda profundidad. Y, seguro que Pablo, cuya teología amaba y dominaba,  le habrá ayudado a situarse en los caminos de la eternidad.

Este sábado por la tarde la noticia de su muerte recorría los móviles de todos los sacerdotes de la Archidiócesis. Una pérdida en unas circunstancias muy particulares: la celebración de una boda. -¡Cómo no recordar la presencia del Señor en Caná!- y a pesar de estar rodeado de un buen grupo de médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida. Un sacerdote, testigo de su muerte,  nos relata: “antes de morir y viendo la gravedad, he pedido a un seminarista, que fuese a la cocina y pidiera aceite; le he podido dar la unción, la indulgencia plenaria y la absolución…rodeado por el cariño de los novios, de sus familias, de amigos acompañados por la oración de su grupo de ENS!”. ¡Ha  muerto en medio de la fiesta, de la sorpresa, de la angustia, de la impotencia!

Un biblista de raza y un buen pastor se nos ha ido de forma inusitada, como Elías. Pero su huella, todo lo que ha ido marcando, señalando, enseñando, no desaparece. Su recuerdo, su afecto, su cercanía, su magisterio pervivirá en muchos de nosotros, compañeros, amigos, equipistas, alumnos. Descanse en paz.

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