Buscad el Reino de Dios y su justicia Gratuidad, providencia en una mujer sencilla, Antonia

Presencia providente...Andariegas por esas calles de Dios, familia de los más pobres, compañía de los más solos, luz de los más perdidos, visita de los enfermos, pan de los hambrientos, defensoras de los inocentes… pero siendo unas más en el barrio, en la calle. Así son las religiosas de la Providencia, así es Antonia.

Antonia y la Providencia

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Me recojo en la tarde de un día tranquilo pero profundo. En la mañana un taller con preadolescentes en la parroquia con una programación diseñada por Fínibus, la animadora de la tropa solidaria, que nos ha dejado impactados a todos. Tres horas intensas trabajando sobre un tema poco común: “la gratuidad”. El texto evangélico de referencia es aquél que se nos invita a dar gratis lo que hemos recibido gratis, o sea, todo lo que es esencial como la vida, respirar, la luz, la familia…


Impresiona descubrir la gratuidad de la vida y la grandeza del agradecimiento. Una palabra tan sencilla “gracias”, cómo la hacemos tan compleja. Entre las tareas para casa nos ponen una que me parece muy acertada, se llama el diario de la gratitud. Cada día hemos de apuntar un gesto recibido por el que estamos agradecidos, por el que tenemos que dar gracias, se pide que sea muy sencillo y diario.

Ahora en este silencio orante, pienso en mi día y salen mil detalles para agradecer, pero elijo uno para profundizar. He visitado a Antonia, bastante enferma, y me ha transmitido fuerza, equilibrio y serenidad, lo agradezco en el alma y me detengo en ella.

Entre los cristianos hablar de la providencia es poner nuestra confianza en Dios, aquello de “buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”. Pero en los colorines –antigua cuestas de orinaza-, gurugú, moreras y en el barrio de la estación la providencia está unida a una presencia ya histórica de unas mujeres que viven en comunidad y que se llaman religiosas de la Providencia. Profesionales de la salud especialmente, que han vivido siempre de su trabajo como todo ciudadano, pero que tenían como claves de vida, ser y hacer desde la providencia evangélica. Andariegas por esas calles de Dios, familia de los más pobres, compañía de los más solos, luz de los más perdidos, visita de los enfermos, pan de los hambrientos, defensoras de los inocentes… pero siendo unas más en el barrio, en la calle.

Y entre ellas, hoy destaco a Antonia, sencilla y callada, firme y fiel. Recuerdo los años en que mi madre estuvo postrada, sin salir de casa, nunca le faltó la cercanía, la presencia, alegre, sencilla y humilde de esta mujer. Llegaba yo y notaba que mi madre estaba animada, enseguida me preguntaba si me imaginaba quién había estado a verla. Yo observaba sobre la mesa camilla un sencillo bote de colonia, con el olor que a mi madre más le gustaba, y lo adivinaba enseguida, había estado Antonia. Para ella como un ángel. Hoy he sido yo quien he ido a verla, en esta larga enfermedad que la va debilitando en ultimidad, quería transmitirle algo con mi presencia recordando la suya con mi madre. Y el milagro ha sido de ella para mí, en su debilidad me ha mostrado un equilibrio, una serenidad y una paz admirables. Me comentaba que lo estaba viviendo como algo muy natural, que no se sentía perturbada en estos momentos y lo agradecía a Dios, saber vivir y saber morir. Me confiesa que nunca le ha faltado la providencia divina y ahora menos, que se ve rodeada y querida de esta comunidad de hermanas. Yo me vengo iluminado, tengo que confesar abiertamente que allí donde encuentro personas que viven desde la Providencia, siempre hallo una humanidad poco común, extraordinaria. Por eso, no puedo separar a Antonia de la Providencia, hoy doy gracias por ella y su fe, por su humanidad tan sencilla y tan fuera de lo común. .
José Moreno Losada

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