Por azares y recovecos del calendario, me tocó administrar la Confirmación por primera vez en mi vida, y realmente fue algo excepcional por inusual y por espléndido Un momento extraordinario

Un momento extraordinario
Un momento extraordinario Mario

Soy una raya en el agua, dueño de nada. Solo unas manos que Diosito toma prestadas para bendecir, para consolar, para preferir, para consagrar. Un aceite que contiene misteriosamente la plenitud de su presencia y el perfume de su amor.

Por azares y recovecos del calendario, me tocó administrar la Confirmación por primera vez en mi vida, y realmente fue algo excepcional por inusual y por espléndido. Siento que, después de esta experiencia, las confirmaciones “normales” que vendrán (en las que no seré yo el ministro), las viviré sin la menor traza de rutina, si es que alguna vez la hubo.

Cuántas veces he ensayado con los muchachos en España y en Mendoza el rito de la Confirmación interpretando yo el papel de obispo, y nos hemos reído con las equivocaciones de un@s y los nervios de otr@s... pues en esta ocasión mi entrenamiento era de verdad, varias veces trabuqué las palabras y me gané alguna burla probando de mi propia medicina. Jaja.

Hay en este sacramento un orgullo ya conocido, el del pastor que ha caminado un tiempo con los jóvenes y llega el momento de recoger un peculiar fruto. Mal que bien se han preparado, los has visto crecer, conoces batallas y algún trauma, son tuyos de alguna manera, y poderlos presentar como capaces de dar con libertad y conciencia el paso de seguir a Jesús es un íntimo regocijo, la contemplación de la acción de Diosito y su promesa de futuro.

Pero ahora, además de acompañarlos hacia la fuente de la Gracia, era yo el instrumento para que ellos la recibieran. Saboreé mucho la impresión de ser un mero sustituto, de tener entre mis manos algo que no me pertenece y que me desborda; era a la vez testigo y canal de la elección del Espíritu, elemento ocasional y tan precario como privilegiado.

¿Acaso no es siempre así? Sí, y nunca lo había visto con esa claridad. Soy una raya en el agua, dueño de nada, solo herramienta provisional, “una palabra vacía en un poema… un segundo en tu sueño”. Solo unas manos que Diosito toma prestadas para bendecir, para consolar, para preferir, para consagrar. Un aceite que contiene misteriosamente la plenitud de su presencia y el perfume de su amor.

Pensé que los confirmandos estarían decepcionados porque claro, el Obispo tiene otra categoría, ¿no? Pues creo que la emoción de compartir algo nuestro superó esa contrariedad. Los vi muy metidos en la celebración, a ellos y a las dos profesoras que también recibían el Crisma. Y yo, a pesar de las imprecisiones del novato, disfruté enormemente y durante la homilía me noté seguro e inspirado como pocas veces.

- Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo.

- Amén.

- La paz sea contigo. Y acá les ponía la mano sobre el hombro como tantas veces he visto hacer, y es un instante hermoso, entrañable y muy personal. Para ellos y para mí.

No sé si se volverá a presentar la oportunidad, pero para mí la Confirmación de 2019 será siempre única. Un momento verdaderamente extraordinario.

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