Lagrinas de los bosques

Cuando los primeros gallos abren rendijas en la oscuridad de la noche y el día comienza a crecer, las columnas de humo de las chimeneas, lágrimas de los bosques, emergen para lentamente alzarse como follaje al cielo, hoy claro como una plancha de acero inoxidable. Lentamente, el día se hizo grande y solo allá en lo alto unas nubes solitarias, como naufragaos en alta mar, se tendían sobre el lecho de rocas de las cumbres del Cebreiro. Al atardecer, el sol fugitivo puso fuego al monte y un inmenso incendio silencioso devoró el día y lo sumió todo en absoluta oscuridad.
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