Oración fúnebre de una nieta

¿De dónde has podido llegar, abuelo? Mientras otros, gastaban el tiempo en cantinelas, tu, viejo y grave, dulce y triunfal, tu bondad ennoblecía la vileza y nublaba la misma belleza, convertías mis faltas en dulces secretos. En tu cara, las arrugas eran arañazos del amor, destellos de sabiduría y carrozas de mis sueños. Pero la ley de la tumba convirtió lo más dulce en lo más amargo, y así se hizo verdad lo que dice el poeta: lo hermoso es el inicio de lo terrible. O tal vez, abuelo, pensaste sencillamente que alguna vez podrías causarme empalago con tus canciones de pájaro, que barrían todas las nubes de tristeza, y te fuiste. Hasta ahora, abuelo.
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