¿Una manera de sobrevivir? “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” Fe y experiencia

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Hoy cada persona invente su camino y cada camino puede ser una contemplación en movimiento. Tal vez en situación de crisis y de cambios, las nuevas experiencias sean una manera de sobrevivir

En una época como esta la espiritualidad, como la filosofía, la vida y hasta el trabajo, está hecha de agregados

Asistimos a una valoración de las experiencias generalizada, también en religión. Las experiencias conectan, acercan a lo profundo, al misterio de la vida: la finitud, la trascendencia, la otredad; pueden ser una respuesta a la tensión existencial entre la sociedad y el individuo, entre el saber constituido y la busca constante de conocimiento. No hay nada religioso que no esté fundado y anhelante de lo maravilloso, de lo sagrado y del misterio. El resto no puede calificarse de experiencia religiosa sino, en todo caso, de vivencia, tal vez y en la mayoría de los casos, de evasiones. La experiencia de cada uno es fruto de la ruleta del tiempo y espacio, naturaleza y tecnología, herencia y educación. La construcción de nuestra fe conlleva siempre elementos diversos. “El cristianismo desnuminiza el mundo y lo hace sujeto material de subjetividad humana, ya que solo así llega a ser sujeto libre, responsable ante Dios de así mismo y del ámbito de su mundanidad expuesta a una naturaleza”, escribió Rahner.

Las diversas experiencias, que liberan deseos, incertidumbres, angustias personales, remiten a la pluralidad y a la multiplicidad del yo, yo soy muchos yo y él es muchos él. La identidad monolítica sexual, ideológica, profesional, familiar, ha estallado en pedazos y se enfrenta a su propia pluralización interna. El resultado puede calificarse de mestizaje, hibridación, como en todos los dominios de la existencia humana. El caminante puede verlo y hacerlo de diferente manera cada vez que lo hace; cada vez una nueva experiencia. Jesús, eje del pensamiento, vertebra la narración de la vida del creyente, narración que está tejida por mil experiencias. Hoy cada persona invente su camino y cada camino puede ser una contemplación en movimiento.

Tal vez en situación de crisis y de cambios, las nuevas experiencias sean una manera de sobrevivir, una protesta y un empeño de escapar y evadirse del individualismo, del materialismo, de la monotonía de la cotidianidad, un desafío a la tradición, un intento de demostrarse a sí mismo que, sin abandonar la fe se puede ser religioso de otra manera, una protesta contra el anquilosamiento canónico de la vida espiritual, una busca de una mayor espontaneidad en el trato con Dios, la expresión de un desprecio velado a la opresión de las instituciones. Muchas experiencias de meditación zen o budista pueden ser la expresión de miedos occidentales que, al no ser aceptadas por la Iglesia, los que las viven se postulan al margen de la ortodoxia. Entre las experiencias hay muchas que responden al lado oscuro de la persona y de la sociedad asociado al caos, y otras pueden ser fruto de la moda por contagio afectivo de la tribu.

Lo popular no es un concepto sino una serie de prácticas. A pesar de las aportaciones individuales, la experiencia religiosa busca y es deudora de una imagen común porque siempre hay formas que subsisten a las experiencias individuales porque preexisten a ellas: servir al otro, hambre de absoluto, incertidumbre sobre el más allá. Una espiritualidad lineal no se da a no ser que sea impuesta y, en este caso, sólo será lineal exteriormente porque interiormente seguirá siendo múltiple. Una fe sin fisuras solo se da en los libros. El mismo Jesús fue sujeto de incertidumbres y dudas. La vida humana no es totalmente lineal en nada y tampoco en sus creencias.

Experiencia religiosa

Esta pluralidad no permite hablar de un cierto politeísmo, como piensan algunos, sino de variaciones sobre lo mismo, distintas maneras de ver al mismo Dios y de acercarse a él. Es una condición de vida, una traducción experiencial del pluralismo que cada creyente vive en su interior. Es evidente que se dan, al menos aparentemente, yuxtaposiciones, confusión entre culturas y géneros. Parafraseando a se puede decir: cada experiencia religiosa es como una sombra de las otras que pasan o viven al lado, “cada monada es como la sombra de las otras sobre ella”. La teología a de armonizar y fusionar las diferentes experiencias religiosas y poner más corazón que argumentos intelectuales, sin olvidar los contenidos, a la hora de predicar la Buena Nueva. La mayor parte de las veces, los conflictos entre la heterodoxia y la ortodoxia son más afectivos que racionales. Muchas separaciones y alejamientos de la Iglesia, equivalente en lo religioso a las revueltas contra los tiranos en lo civil y político, no son fruto de un ateísmo ni falta de fe sino reacciones contra una saturación de dirigismo y ortodoxia asfixiantes.

Las nuevas experiencias cumplen una función personal, individual y, al mismo tiempo, una función heurística de la sociedad. En esta sociedad hibrida atomizada, la era de las fusiones, mucha gente lo mezcla todo, también las experiencias religiosas, con el único criterio excluyente de la ética, “nada que no sea ético”. En una época como esta la espiritualidad, como la filosofía, la vida y hasta el trabajo, está hecha de agregados. Muchas veces la gente no sabe poner nombre a la experiencia, otras no tienen nombre porque son la pura exteriorización de deseos y sueños interiores y se conforma con hacer descripciones.

El hombre moderno se acerca a Dios desde la jungla de cristal, los campos de asfalto, los estadios de los conciertos y los partidos de fútbol, mil variaciones personales sobre lo mismo. Desde hace mucho tiempo, aún desde antes del “ego cogito ergo sum” que acelero el proceso, una heterogeneidad galopante contamina todas las actividades humanas. Mucha gente multiplica las experiencias en busca de la felicidad que pone en la novedad por eso no saciará nunca el hambre de novedades, de vivencias.

fe y razón

Hablando de creencias y ateismo, alguien dijo: “Si se pudiera hablar con Dios por whats, Dios hubiera necesitado una buena cantidad de secretarias para contestar” los mensajes de los ateos clericales. Lo inútil puede se uno de los caminos para llegar a Dios y una manera de liberarse de la saturación y la decadencia. Dijo el poeta: “Para cada uno tiene un camino virgen Dios”. Muchos santos son una especie de vintage, gente adelantada a su tiempo, que arrastran el amor y la caridad de siempre, encarnándolos en formas variadas, accesibles a sus contemporáneos. ¿Con que criterios cada uno escoge las experiencias que quiere hacer para vivir la fe, profundizarla o encontrarla? Depende de la personalidad, del ambiente, del momento histórico, el ambiente social, de su relación con la Iglesia.

Muchas experiencias son como la traducción a la espiritualidad de las tendencias del tiempo presente, se trata de experiencias de situaciones más vividas que pensadas, una especie de “carpe diem” espiritual. Muchas de las experiencias se transforman y dejan lugar a las convicciones, muchas se agotan en sí mismas como un puro presentismo sin más consecuencias que la epifanización de las mil caras de la relación del hombre con lo sagrado.

“El misterio siempre antiguo y siempre nuevo, utopía absurda desde el punto de vista puramente humano, ya se ha realizado en la esperanza para el que cree”, escribió Balthasar. Ante las crisis y las situaciones fuertes, a veces desesperantes y desalentadoras, sobreviene el anonadamiento del creyente que deja que las cosas acontezcan en la fe, sabe que Jesús sabe desde el principio lo que va a acontecer y no se amilana porque acontezca lo que no esperaba que aconteciera.

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