Reuniuón con los antepasados

A noche, el mundo me pareció la cabellera de un sauce en el ojo del huracán. Los crujidos de las maderas del viejo caserón semejaban susurros y murmullos de los antepasados que se paseaban por los corredores. Cuando me quedé dormido, asistí a la tertulia que todos hicieron en torno al fuego de la lareira (hogar). Una muchedumbre inmensa, tal vez invitada por los antepasados de casa, había encontrado paz y refugio en el viejo caserón. La lareira me pareció un espacio sin fondo, y aquellas horas tiempo más allá del tiempo y se lamentaban de  los cambios y de lo diferente que es todo de cuando entonces. No había luces, solo las llamas del fuego reverberaban en aquellos rostros sin identidad definida, pero todo era claro como a plena luz de un mediodía soleado. Me apareció entender que hablaban, sin pronunciar palabras inteligibles a mis oídos, de la gente se su época. En todo el tiempo que estuve con ellos no oí sollozos ni vi sonrisas. Su felicidad, creo haber percibido, consiste en la total ausencia de necesidades y de cosas.

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