En Loureses, el otoño que acaba de nacer es tiempo propicio para recordar las ciudades, los árboles, los ríos, las montañas que hemos visto, las personas que hemos conocido; como nacen las plantas y brotar las flores. Hay tiempo para repensar los caminos misteriosos que hemos recorrido, los encuentros inesperados que nos han sorprendido y los deseados que nunca tuvieron lugar, las despedidas que siempre temimos que llegaran y llegaron, los días de la infancia cuyo misterio nadie nos aclaró nunca; horas pasadas al pie del lecho del hermano, del amigo, moribundo; las noches pasadas velando al muerto que nos acompañaba con la misma intensidad que nos había acompañado. Hace falta saber aparcarlos los recuerdos para no dejarse engullir y convertirlos en carne de nuestra carne. Así nuestra vida será una continuidad. El olvido, si fuera posible, causa rotura y vacío.