La infancia de Jesús. Revisión crítica (XIII) Jesús como “Hijo de David” según Marcos (661)

Escribe Antonio Piñero


Como sabemos, el evangelista Marcos es el primero de entre los cuatro cronológicamente. Y como sabemos también, la fecha de composición de su evangelio oscila entre los estudiosos, pero poco. Unos cuantos siguen situando su fecha de composición antes del 70. Pero creo que cada vez son menos, salvo ciertos investigadores que se sienten movidos según los movimientos pendulares de la investigación. La mayoría de los investigadores y comentaristas sostiene que el evangelio marcano vio la luz entre el 71 y el 75 d.C. Y el argumento depende de cómo se interpreten las “noticias” marcanas (Parábola de los “viñadores homicidas” Mc 12,1-11, o el discurso de Jesús en Mc 13) sobre la posible destrucción de Jerusalén, y según se vea que su mención de la Decápolis apunta simplemente a una región conocida por la gente y denominada así popularmente, o bien que Marcos se refiera a la Decápolis como distrito administrativo romano ya plenamente constituido…, cosa que no tuvo lugar hasta el 74 por un decreto expreso de Vespasiano destinado a dar fuerza a las ciudades griegos que rodeaban Israel. Por tanto, Marcos sería posterior al 74.


Creo, y otros muchos conmigo, que Marcos está transido de teología paulina. Pero que es una una cosa que puede percibirse –siempre de un modo indirecto, porque el evangelista escribe sobre Jesús y sus ideas sobre él en los enfoques y en los más o menos leves comentarios redaccionales– si se lee con calma su evangelio y se compara con la teología de las cartas del Pablo auténtico.

Marcos transmite, sin queja ni anotación negativa alguna, que parte del pueblo israelita tenía a Jesús como mesías hijo de David. La prueba está en varios pasajes de Marcos. El primero es 10,46-52:

6 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» 48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» 49 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.» 50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. 51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!» 52 Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

Obsérvese que Jesús no protesta ni recrimina al ciego porque lo denomine Hijo de David, sino todo lo contrario: lo premia con la curación de la ceguera.

El segundo pasaje es la entrada en Jerusalén, Mc 11,7-10:

7 Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. 8 Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. 9 Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: « ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! 10 ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!»

Según Marcos, Jesús tampoco protesta porque la plebe que le seguía –fuera de las murallas de Jerusalén y probablemente galileos la mayoría– lo aclamaran como anunciador y portador del reino de David. Que Jesús no protesta, o más bien que lo aprueba, aparece más claro aún en el paralelo de Lucas (aunque este escamotea sin duda el contenido davídico del pasaje; no el regio, que lo indica claramente) en 19,37-40:

“Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. 38 Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.» 39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» 40 Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras»”.

Marcos, que es el primero de los evangelio en emplear para Jesús el título mesiánico de Hijo del Hombre (y probablemente también en la historia de la teología del judaísmo en utilizarlo como título mesiánico expreso, antes incluso que el autor del “Libro de las Parábolas de Henoc”, cuy empleo de “Hijo de Hombre” como título es muy oscuro), cree que ese Hijo del Hombre tiene prerrogativas divinas (aquí se transparenta la teología paulina y la retroproyección de la cualidades/características divinas del Resucitado/Exaltado ya en su vida terrenal), pues puede en la tierra hacer milagros prodigiosos, perdonar los pecados e interpretar obligatoriamente la ley de Moisés en tiempo mesiánico (el funcionamiento de la Ley cambia en la época mesiánica y el Mesías, consecuentemente, indica cómo se debe entender en ese tiempo). He aquí uno de los pasajes más claros:

5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» 6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: 7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» 8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda?” 10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: 11 “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”» 12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

Distingamos aquí claramente lo que ve la crítica en este pasaje (un Jesús terreno que emplea el sintagma “hijo de hombre”, con minúscula, como ser humano, cuya vida, y su conservación está por encima del estricto y puntilloso cumplimiento del precepto del sábado, cosa que Dios no quiere) y lo que piensa el evangelista del Jesús terreno como “Hijo del Hombre”, con mayúsculas, trasunto ya de la potencia, sabiduría y poder de Dios acá en la tierra.

Podemos ilustrar esta idea con dos textos de Mateo y de Lucas en los que se ve claramente que ensalzan a Jesús, de manera clara pero indirecta, como manifestación de la Sabiduría divina en la tierra. Son los siguientes:

Mateo 11,18-19:


«Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Demonio tiene”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.»


Lc 7,34-35: Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.” Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».


El Mesías hace o bien las obras de la Sabiduría divina, o bien es un “hijo” de la Sabiduría divina. De cualquier modo es la encarnación de la Sabiduría divina en la tierra. Así ven a Jesús en vida… pero idealizado después de muerto y resucitado.


Equipados así mentalmente, podemos entender el difícil pasaje de Mc 12,35-37:

35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?».

Se ha interpretado este texto como que

• Jesús mismo duda de que el mesías tenga que ser hijo de David
• El fariseísmo del momento duda igualmente
• Marcos duda de que el mesías sea en realidad hijo de David

Pero –opino– la solución a este oscuro pasaje marcano es pensar que el evangelista es paulino y que en su mente tiene una idea (idea; no sabemos si formulación exacta) parecida a lo que expresa Pablo en Romanos 1,4:

Su evangelio… 3 acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, 4 constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro,

Es decir, un mesías meramente humano, pero que después de haber sido resucitado por Dios Padre y haber recibido la potencia de su Espíritu = Dios actúa como Espíritu (en el lenguaje bíblico esta expresión significa que el espíritu divino capacita a alguien para una obra o función especial) es ya divino, ocupa un trono más pequeño a la derecha del Padre (hay ya “dos Poderes” en el cielo, no uno solo), y esta cualidad divina se retrotrae a la actuación terrena del Mesías, que es ya en la tierra un reflejo de la Sabiduría divina.

Por tanto: como hombre es hijo de David; como Resucitado y Exaltado no es “hijo de David” sino señor de David. Por ello también el texto debe entenderse: “Dijo el Señor (Dios Padre) a mi Señor (el Mesías como hijo de David/entidad divina) siéntate a mi diestra…”

En consecuencia,

• Marcos no niega que el mesías como ser humano sea Hijo de David
• Marcos afirma a la vez que el Mesías es una entidad divina después de la resurrección, pero esa entidad se refleja ya en la tierra.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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