03.11.19. Dom 31, ciclo C. Lc 19, 1-10 La iglesia de Zaqueo el publicano (Lc 19, 1-10)

Baja pronto de la higuera, quiero comer en tu casa

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Con este evangelio culmina el tema de la riqueza y justicia de la Iglesia que ha de bajar de la Higuera, como hizo Zaqueo publicano,  signo de una iglesia enredada en el árbol del dinero, que ve pasar  a Jesús, como si fuera un extraño; pero Jesús  le ve en el árbol y le dice:  Baja pues  quiero comer en tu casa,  tengo algunas cosas que arreglar contigo (cosas de dinero). 

Este Zaqueo es el signo de la Iglesia Publicana,  enredada en impuestos, dirigida por un oficial de publicanos, encaramada en su higuera... Es un hombre de dinero (administrador de hacienda), hombre rico, pero tiene curiosidad por Jesús, que pasa, le mira y le invita, para que él pueda ser publicano de iglesia de amor, de perdón y comunión, sobre el dinero.  

Texto. Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más. Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido." 

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Claudio Castro Paradela, publicano (Delegado de Hacienda en Pontevedra)

   Claudio influyó mucho en mi vida, sin él haberlo querido ni advertido, cuando volví  a Poio/Pontevedra el año 1969, donde estuve unos años como profesor de Biblia y Teología. Él era por entonces Delegado de Hacienda,cristiano de a pie, un inmenso creyente, que organizaba y dirigía cursos de Cristianismo. Yo un simple profesor de Biblia... Pero  un día me dijo "soy el publicano" de este pueblo, y Jesús me ha llamado para que bajé de la higuera; tenemos un grupo cristiano, y me gustaría que vinieras algún día y nos dijeras  cosas de Biblia".  

  Era Delegado de Hacienda, y se murmuraba que podía ser Ministro en Madrid. Pero no quiso (o no fue elegido) y quedó en Pontevedra,  como "publicano bajado de la higuera",  al servicio del dinero público, que ha de ser para todos.  Un día le expliqué la parábola de Zaqueo, y él me contestó resumiendo el tema  en tres puntos:

  1. Zaqueo era un inspector o delegado de hacienda de Jericó, con una función como la mía en Pontevedra. Andaba a su negocio... Parece que se aprovechaba del cargo, haciéndose rico, utilizando los impuestos de Hacienda a su servicio.
  2. A mí gustaría ser un publicano justo, en esta  España dominada por  una  "injusticia económica estructural": Los que más pueden se enriquecen a costa de los otros, diciendo que Dios les ayuda e incluso dan limosnas de lo que han robado, para aparecer como buenos fieles de la Iglesia. En contra de eso, hace falta una economía de justicia al servicio de todos. No se trata de dar/regalar bienes de lo robado, sino de hacer justicia, de manera que la Hacienda (los impuestos) estén al servicio de  todos.
  3. Quiero ser un Zaqueo  convertido... Estaba en la higuera,  y Jesús me ha llamado, no para que deje mi trabajo en Hacienda, sino para utilizar los bienes del Estado (los impuestos) para bien de todos. Eso es lo que Jesús le pidió en el fondo a Zaqueo... Esto es lo que yo debo hacer, mejorando para ello las leyes de este Estado, y contribuyendo a la igualdad y justicia entre todos...

  Ese era el centro de mis conversaciones con Don Claudio Castro, durante algunos años, del 1969 al 1974,  cuando se estaba gestando un nuevo modelo de economía en España. Como buen gallego, él era un poco pesimista, desde su despacho de la Delegación de Hacienda de Pontevedra (viejo convento franciscano). Sabía que la era Franco debía terminar, pero tenía miedo de que lo pudiera venir después, con un capitalismo  dominante, en contra del Estado social, de los buenos impuestos para bien de todos. 

    Murió D. Claudio hace años, y aún le sigo añorando, pues me (nos) decía "mi casa es tuya, vuestra",  casa simple de un hombre que administró muchos dineros del Estado para bien de todos, sin aprovecharse de nada, como buen Zaqueo bajado de la higuera.

   Así re recuerdo, amigo Claudio  Tuyas son las ideas que seguiré exponiendo sobre la bajada de Zaquel de la higuera.  Sí, ya sé que final quedaste decepcionado por el mal ejemplo que a tu juicio (y al de muchos) siguió ofreciendo la Iglesia oficial (no el pueblo cristiano) en contra de la enseñanza de Zaqueo. Tu me dijiste, en la última conversación,  hacia el  2006, poco antes de morir: ¡No, no se han bajado de la higuera de Zaqueo, y no tienen intención de hacerlo!.

Tienes razón, amigo  Claudio, no se han (no nos hemos bajado) de la higuera del dinero. Pero estamos aquí. Todo lo que sigue lo digo en tu memoria de administrador honesto de los bienes de todos.(Imagen: delegación de Hacienda de Pontevedra,  donde trabajaba Claudio. Año 1970)

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Un texto simbólico, la parábola de Zaquel (Lc 19)

Ha sido creado posiblemente por el mismo Lucas, para visualiza  el mensaje de Jesús sobre la pobreza, desde la perspectiva de los publicanos. Evidentemente, ha recogido y transformado tradiciones anteriores sobre los publicanos y sobre Jesús que comía con ellos ofreciéndoles el Reino de Dios (cf. Mc 2, 15-16 par; Lc 5, 27). De un modo especial, ha retomado el tema del publicano de la parábola anterior de Lc 18, 11-13. Se trata de un texto simbólico, tanto por el nombre como por el lugar y las circunstancias:

 Nombre: Zaqueo es una abreviatura popular de Zacarías, que significa “Dios se acuerda” (Dios tiene misericordia). También parece vinculado la terminología de la justicia (zedaka), de manera que se suele tomar como equivalente a Justo (hombre limpio). Es evidente que “Dios se ha recordado de él”, ha entrado en su casa.

 Lugar: Jericó es la última etapa de la subida de Jesús a Jerusalén. En el camino de Jericó han sucedido grandes cosas, como las que indica la parábola del buen Samaritano. Aquí, en Jericó, se hallaba una de las “aduanas” y oficinas de impuestos más importantes de la zona oriental de Judea; por aquí pasaban caravanas y caminos. Era un lugar apropiado para señalar la última exigencia del evangelio de Jesús en torno a la pobreza.

 Detalles: Todos son significativos… Zaqueo es pequeño y tiene que subirse a la higuera (que es signo de la mala Jerusalén que corre el riesgo de no dar frutos: Mc 11, 13-21). Parece tener mucho dinero, pero es pequeño y probablemente tiene complejo de inferioridad... Pero subiéndose a la higuera, por encima de ella, Zaqueo logra ver a Jesús, que se invita a su casa. Jerusalén recibirá a Jesús sin cambiar, sin convertirse y le matará… Zaqueo, en cambio, le recibirá para cambiar.

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Anotación primera. Todo es dinero

             Zaqueo recibe a Jesús, le ofrece de comer, escucha su palabra… y como resultado ellos dos (Jesús y Zaqueo, o mejor dicho Zaqueo) terminan hablando sólo de dinero. Aquí se explicita lo que debía hacer el “publicano justificado”  de Lc 18, 9-14: cambiar de conducta en torno al uso del dinero.

De manera clásica, el fariseo de Lc 18, 9-14 aparecía realizando   los tres gestos religiosos tradicionales de la piedad israelita: oraba, ayunaba y daba el diezmo o limosna requerida según ley (son los tres gestos centrales de la conversión que aparecen en Mt 6, 1-18, la catequesis central sobre el tema).

Los tres gestos se condensan ahora en el de la "justicia del dinero":   orar y ayunar quedan en segundo plano, pues en realidad todo se centra y culmina en el dinero. Jesús no le dice a Zaqueo que ore más, que ayune, sino sólo que "atienda" al dinero. Lo que Jesús le pide y él ofrece es dinero, no para Jesús (o para la Iglesia), sino para la humanidad.

 Anotación segunda: La conversión del publicano

             La gente acusa a Jesús diciendo que “ha entrado en casa de un pecador”. De esa forma, la gente supone que Zaqueo no puede convertirse (es mal publicano y mal publicano permanecerá); de esa forma indica que Jesús es un mal Mesías, pues no se ocupa de las cosas de la religión, sino que se mezcla con los ladrones oficiales, dejándose invitar por ellos.

Jesús come con el publicano… Come, evidentemente, alimentos que provienen de la ganancia injusta, como si se solidarizara con ladrones… Quizá Juan Bautista no lo hubiera hecho, quizá muchos puristas actuales no lo hubieran hecho. Jesús ha entrado en el “antro” del dinero injusto, en la casa del jefe le publicanos de Jericó…  y lo ha hecho para que todos los zaqueos del mundo pongan el dinero al servicio de la vida.

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 Jesús no ha entrado en casa de Zaqueo simplemente para saludarle, dejando las cosas como estaban, sino para solidarizarse con él como persona… (¡también éste es hijo de Abrahán, objeto del cuidado y recuerdo de Dios!) y para cambiarle de un modo profundo (pues lo más profundo de un publicano son siempre sus dineros).  El relato de Lucas no conserva oras posiblesconversaciones y saludos anteriores, a lo largo de la comida, sino sólo la palabra final de Zaqueo que dice: ¡doy la mitad de mis bienes, restituyo cuatro veces…!

Zaqueo habla en presente (doy, restituyo), pero está evocando, sin duda, un gesto futuro, que marcará su pasado: dice lo que está empezando a hacer, lo que hará de inmediatas, lo que cambiará su vida ya vivido.

El encuentro con Jesús ha hecho cambiar al publicano. Jesús entra en la casa de ese hombre que “estaba perdido”, aunque era hijo de Abrahán (israelita). Con Jesús entra la salvación, que se expresa en el cambio económico. Éste es un publicano que pone su casa (su administración del dinero) en la línea del mensaje de Jesús.

 Anotación tercera: El publicano ¿es un particular… o un servidor del Estado?

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 No se puede separar ambas facetas. Es evidente que Zaqueo habla como un particular, un hombre que ha empezado a creer en las implicaciones del Dios de Israel, tal como Jesús se lo ha mostrado. Pero, al mismo tiempo, es un “hombre público” (=publicano, en nuestras lenguas), un administrador de los bienes del Estado: recaudador de impuestos, delegado de Hacienda en Galilea, para el servicio del procurador romano, que manda en Jericó. Forma parte del sistema de la administración oficial romana (hoy diríamos del ministerio de economía).

A partir de aquí se entiende la iglesia de Zaqueo. Él no puede realizar su gesto de un modo puramente privado, sino como signo y representante de una Iglesia que se pone al servicio de la comunión privada y pública de los bienes de la vida y del dinero. 

Los dos planos (privado y público) son inseparables. El evangelio nos sitúa ante la conducta de un hombre público… que declara ante Jesús su compromiso de cambio en la administración de sus bienes, que son los bienes de poder publico.Esto implica unos problemas y consecuencias que el texto no ha explicitado, pero que son esenciales para comprender la parábola, para entender el compromiso cristiano.

Esta parábola de Zaquel nos sitúa ante un compromiso económico (social, político) de gran envergadura, como quiso Claudio, queriendo transformar la misma administración de la Hacienda del Estado.  En esa línea podemos recordar que Jesús no convirtió Pilato o Caifás, pero pudo convertir (cambiar) a sus subordinados como Zaqueo, Delegado de Hacienda de Jericó, iniciando de esa forma lo que en lo que podría llamarse una “revolución de publicanos”, que será una “revolución de funcionarios económicos del Estado”.

    No se puede cambiar normalmente a la gente por arriba (desde arriba: convertir a los grandes sacerdotes y a los reyes, a los procuradores…). Pero se puede convertir a los funcionarios intermedios, como este publicano, que un tipo de “Ministro de Hacienda” de segunda categoría, un inspector provincial de Aduanas o de Hacienda. Por lo que nos dice que hará (que está empezando a hacer) sospechamos que lo tendrá duro (¿podrá seguir siendo Publicano Jefe de Jericó? ¿le echarán de su cargo?). Dejemos por ahora el tema abierto.

Conversión primera: doy la mitad de mis bienes…

 El publicano es por principio un hombre que está encargado de poner el dinero del pueblo (y en especial el de los pobres) al servicio de la administración (que suele representar a los ricos). Por eso le critican y odian los pobres de Israel: porque trabaja al servicio de la economía imperial (con lo que eso implica de imposición económica y de pacto con los poderes establecidos). Este Zaqueo no es pobre (como otros pobres publicanos), pues tiene un cargo importante en la ciudad fronteriza de Jericó. Lo que él haga influirá en la forma de entender el dinero en la zona (y en la Iglesia).

 Doy (=voy a dar) la mitad de mis bienes…No va a dar el 0,7% que se pide a favor de los países pobres (y que no se cumple, ni en España…). No, no va a dar una “limosna menor y cicatera” como la que dicen dar los países del primer mundo a los del tercero (para después sacarles, en general, más dinero). No va a dar ni siquiera el 5%, ni el 20%, sino la mitad, el 50%...

Evidentemente, la mitad es el 50%, el fifty fifty que, en el fondo, implica: “repartimos a medias” (“erdi-bana”). Este repartir a medias formas parte de de la simbología económica y afectiva del mundo oriental y así aparece en la misma Biblia, donde ha tomado el ese “signo” nuestro texto.

El lugar más significativo es quizá el de Ester 7, 2, donde el Gran Rey promete a su favorita “hasta la mitad de mi reino”. Es lo mismo que promete Herodes Antipas a su bailarina favorita: “te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino” (Mc 6, 23). Todo a medias, la mitad para cada uno, empezando por el mas valiente (¡este Zaqueo!) algo de eso han soñado casi todos los pueblos de la tierra.

Dar la mitad significa, según eso, compartir… Es tenerlo todo a medias, Zaqueo y los pobres…, unos con otros, de un modo particular y público. Éste es el ideal de los amigos verdaderos (¡de los reyes y sus favoritas bailarinas!), el ideal de los hombres y mujeres de justicia: que todo sea a medias, que todo sea, en el fondo, común. Es un ideal que nos llega desde las raíces utópicas de la historia humana, allí donde los hombres y mujeres han descubierto el valor de la fraternidad y la justicia han querido “vivir a medias”, compartiendo trabajos y fortunas.

            En esta línea se sitúa la “conversión de Zaqueo”… Ha entrado Jesús en la casa del publicano… y cambia su forma de entender el dinero. Ciertamente, ha tenido que cambiar su corazón y su cabeza… Pero eso se ve menos. Lo que se ve y se dice es el cambio de economía. No hará falta preguntar si Jesús ha entrado alguna vez en un Estado como el de España o en la la Iglesia del Dinero Vaticano, para hablar de cuentas...   No quiero insistir en ello, dejo el tema abierto. 

Repararé cuatro veces… (tema de fondo de mi libro sobre el dinero)

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            No parecía necesaria esta añadidura: «Y si de alguno me he aprovechado, le restituyo cuatro veces más». El texto nos sitúa ante el robo económico, que se debe reparar “con creces”. Según la tradición judicial judía (marcada por el talión) había que reparar con lo mismo: ojo por ojo, diente por diente… Pero existían casos de delito económico en los que el “violador” estaba obligado a “devolver” cuatro o cinco veces lo robado. Así lo declara la ley más solemne del Código de la Alianza, en el corazón del Sinaí, después de los mandamientos.

  Cuando alguien robe un buey o una oveja y lo degüelle o venda, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja, pagará cuatro ovejas…Al ladrón le corresponde hacer restitución, y si no tiene con qué, será vendido por lo que ha robado. Si lo robado es hallado vivo en su poder, sea buey, asno u oveja, pagará el doble (cf. Ex 21, 1-6).

          Es evidente que el ladrón tenía que restituir lo robado. Normalmente, tenía que dar el doble (cuando lo robado se hallaba todavía en sus manos…); pero cuando había matado o vendido lo robado… debía dar cuatro o cinco veces más… Esa es la “ley” a la que apela Zaqueo: evidentemente, él ha podido robar, él ha robado… y se compromete a restituir, no por caridad, sino por justicia… y si no lo hace pierde el derecho a la libertad, pierde el derecho a la “honestidad”

            El fifty fifty sólo es posible y verdadero allí donde primero se ha devuelto lo robado, allí donde se pone en marcha un camino de justicia y solidaridad, por deber originario, no por caridad secundaria. Estamos ante un ideal de justicia radical (restitución) y de comunicación de bienes (¡todo a medias!)….

Voy a dejar el texto aquí, no voy a hacer aplicaciones. Las hará cada lector, si quiere y puede… La tendrá que hacer teniendo en cuenta su situación particular, la economía del Estado (y de la sociedad capitalista en la que vive), la forma de administración de bienes de la Iglesia… Y recuerde que Zaqueo no es un hombre de Iglesia, sino un publicano, un servidor del Estado (es decir, de la sociedad). No se trata, por tanto, de hacer un programa eclesial de piedad, sino de ofrecer un camino social de justicia.

Imagen final: Zaqueo, un hombre que tiene que bajar de su árbol, una iglesia llamada también a bajar...  

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