La Iglesia no necesite estos nuncios El Nuncio Fratini se fue a la guerra ¡ay si volverá!

Fin de esas nunciaturas, otro nombramiento de obispos

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 El nuncio R. Fratini se acaba de ir de la guerra de Madrid a la del Vaticano de Roma, donde el Papa Francisco deberá iniciar la reforma y/despedida. De todas formas, Fratini ya no volverá, pues estas golondrinas vienen sólo una vez en la vida… pero volverá pronto otro, y esperamos que con él empezarán a cambiar las cosas.

Las palabras del título evocan la más famosa canción de infancia de millones de niños franceses e hispano‒parlantes, desde Argentina a Zaragoza: Mambrú se fue a la guerra…, unas palabras que tienen (al menos en castellano) docenas de finales: ¿Cuándo volverá?  Ne sait quand reviendra. ¿No se sabe si vendrá…? ¡Ay si volverá! (¿y qué pasará si vuelve…?).

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Mambrú se fue a la guerra, ¡qué dolor, qué dolor, qué pena! ‒ Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá” (Malbrough s’en va-t-en guerre, mironton, mironton, mirontaine, Malbrough s’en va-t-en guerre, on n’ sait quand il reviendra).

Pero el que se ha ido no es Mambrú, el famoso general británico Marlborough, en la guerra de sucesión española, con Austrias, Borgones e Ingleses en liza (tras la batalla de  Malplaquec  (1709), conforme a un tema cantado y popularizado más tarde en las guerras napoleónicas por Beethoven, y después por miles y miles de niños  y niñas, como los que yo escuchaba en mi infancia.

El que acaba de irse, ha sido ido un hombre más llano llamado Renzo Fratini, Nuncio de Su Santidad en España a lo largo de 10 años (2009‒2019), un hombre que según su título debía traer noticias buenas (¡el evangelio es Buen Anuncio!)… Pero la palabra nuncio ha tomado en lenguaje jurídico/eclesiástico el sentido de embajador de la Santa Sede, que ha puesto nunciaturas/embajadas permanente en casi todos los países del mundo, como si Jesús hubiera mandado su embajador a Tiberio en Capri, vestido de púrpura o rojo, para arreglar mano a mano, con aquel depresivo, temas de evangelio.

            De todas formas, esto del nuncio papal no es un invento antiguo sino de tiempos recientes de Iglesia, de principios del siglo XVI. Antes no había nunciaturas permanentes: Las iglesias (y en especial la de Roma) se relacionaban entre sí y con otras gentes a través de cartas, delegados particulares, contactos personales y viajes de ocasión o programados para tratar de asuntos comunes. En ese sentido, la Iglesia ha sido quizá el mayor ejemplo de comunicación social, religiosa y cultural (e incluso económica) del mundo occidental, sin necesidad de nunciaturas‒permanentes.

            Pero a principios del siglo XVI (es decir, “ayer”) la Iglesia Romana sintió la necesidad de establecer contactos (nunciaturas fijas) de tipo político y carácter permanente, en los “grandes” países cristianos, en Castilla‒Aragón, en Francia, luego en Austria etc. Hasta cubrir en el siglo XXI el mundo entero. Hoy los nuncios suelen ser “decanos” del cuerpo diplomático, por más antiguos, con más experimentados en conversaciones, convenios y tratados… (Imagen singuiente, Madrid: Nunciatura).

            Este sistema se ratificó y completó tras el Concilio de Trento (1545‒1563) hasta el Vaticano II (1963‒1965) y ha realizado sin duda servicios a la Iglesia como institución socio‒religiosa al servicio del movimiento mesiánico de Jesús. Pero esos servicios, siendo en parte buenos, han sido ambiguos, y quizá (¡seguro!) deben terminar, más pronto que tarde, por tres razones principales.

1. Porque la iglesia es un movimiento mesiánico, no un “Estado entre estados”, de forma que ella no se “defiende” ni instaura con nunciaturas ante los jefes de Estado y con tratados de tipo político (¡que muchas veces han podido ser buenos!), sino pos ósmosis de evangelio.

En esa línea se debe recordar que no es el evangelio para las “nunciaturas” (pactos políticos), sino que las nunciaturas son (¡si pueden!) para el evangelio; y quizá ellas ya han cumplido su función… y pueden poco, y deben desaparecer. Más que signo de Jesús y de su movimiento de reino, los nuncios han sido los “pares” de los magnates de ese mundo, en la línea de reyes, presidentes y embajadores (con nobilísimas excepciones).

2. Porque las iglesias de cada lugar (siendo católicas) no son delegaciones de la Iglesia de Roma, sino comunidades autónomas de evangelio… Pero en la actualidad (es decir, en los últimos siglos) ellas no han sido “autónomas”, no han brotado del evangelio, con libertad, en cada país, en cada ciudad o campo, sino que han sido “delegaciones subordinadas” de la Iglesia de Roma, como una especie de “protectorados” o colonias del Vaticano, con libertad vigilada. Los nuncios han tenido tres funciones básicas:

(a) una función económica: en el principio, siglo XVI, empezaron sirviendo para recaudar dinero para la Iglesia de Roma, que estaba empeñada en gastos y construcciones que no podía sufragar por sí misma (gastos que en parte estuvieron en el comienzo del Protestantismo);

(b) una función administrativa: Roma, a través de los nuncios, ha tomado el poder universal de crear y dirigir iglesias, y de nombrar a todos los obispos del mundo, que de hecho (siendo ministros de Jesús, así se dice) son funcionarios del Papa, de forma que muchas veces han mirado más al Vaticano que a Dios (corría en mi tiempo el dicho de obispos con tortícolis, de tanto mirar sólo en una dirección);

(c) una función judicial: A través de los nuncios (ojos y oídos del Papa, como los sátrapas persas), el Vaticano controla la “ortodoxia” de las doctrinas de cada iglesia, con sus teólogos y movimientos “carismáticos”…

3) Porque en la actualidad está terminando o tiene que cambiar muchos el modelo de Iglesia “sociedad perfecta”, con sus funciones administrativas centralizadas… La Iglesia católica no es un “Estado”, ni vaticano ni católico, sino un movimiento mesiánico, un impulso de espiritualidad, un camino de evangelio, que se ha concretado desde el principio en cien cientos de itinerarios, en muchas lenguas (como dice Hch 2). En esa línea, la Iglesia no se unifica ni controla por nunciaturas, sino que crea la unidad desde dentro, desde las mil iglesias, por diálogo entre iguales y por fraternidad (¡una sola señor, una sola fe, una sólo bautismo, un solo Dios y Padre, Efesios 4, 5‒6) a iglesia. De aquí surgen dos consecuencias:

 ‒ No se necesitan nuncios, y por eso no los había en el primer milenio (en los mil quinientos años del principio) sino diálogo de amor, de comprensión mutua, de ayuda,  con los medios actuales de comunicación inmediata. No se trata de obedecer a los de arriba (es decir al Papa, como si la iglesia fuera obediencia‒sometimiento a un Dios que se revela por el Papa, no por Jesucristo…). Los nuncios han podido tener otras funciones, pero en principio han surgido por falta de evangelio.

No se trata de menor diálogo y unidad, sino de más, de mucha más… Si las iglesias empiezan a dialogar entre sí, de igual a igual, todas con todas y en especial las más cercanas, si las iglesias suscitan desde sí mismas su estructura ministerial, no harán falta ya este tipo de nuncios… Ciertamente, seguirá el Papa, pero con otra función: No la de Mandar (Imponerse) sobre las iglesias, sino la de ser signo de comunicación, de ayuda mutua, de búsqueda común de todas las iglesias.

Se fue a Roma, ay si volverá

             En ese sentido he dicho que el nuncio se ha ido a Roma ¡ay si volverá! Se acaba de ir Fratini, y es claro que volverá otro, en pocos días. Por ahí andan las quinielas y cábalas de nombres… Volverá, y espero que lo haga mejor que Fratini,  que terminó despidiéndose de Franco en su tumba…

Vendrá un nuevo nuncio pero deseo que sea de los últimos, de manera que la “reforma franciscana” de la iglesia desemboque en un tipo de fraternidad de Iglesias, con más diálogo que antes, es decir, simplemente con diálogo, porque en la era de los nuncios (siglo XVI‒XX) no ha habido diálogo, sino imposición de buena o mala tinta, desde arriba, desde Roma, interpretando muy mal una frase famosa, que tuvo al principio un sentido distinto: Roma locuta, causa finita (es decir, en román paladino): Habla Roma, los demás se callan).

    Roma no está para hablar y que los demás se callen, sino para hablar y dejar que todos hablen, para procurar que haya espacio de juego para todos, siendo cada iglesia lo que es, en madurez, en independencia, procurando que todas las iglesias puedan mutuamente ayudarse. De pronto, las iglesias se descubrirán responsables de todas las demás iglesias (en plano espiritual, económico, humano), dialogando entre sí, de un modo directo, las iglesias de Castilla con las de Aragón, las de Castilla y Aragón con las de Francia y Alemania, etc., de forma que si no dialogan así, en comunión de amor y responsabilidad no son iglesias, sino delegaciones eclesiales de una jefatura superior de roma.

Así lo decía ya un libro de hace 20 años, del que copio algunos párrafos:

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 Por eso, la visión de una iglesia romana como pequeño Estado, con su poder y pompa, sus embajadores (nuncios), su administración y jerarquía sacral (de monseñores a cardenales), resulta contraria al evangelio, pues supone querer asegurar humanamente en clave de sistema aquello que no tiene seguridad. Dios es distinto, infinito, y ninguna jerarquía mundana refleja su brillo; es creador y su presencia sólo puede captarse en los pobres y excluidos del sistema, aquellos que normalmente no llegan a una iglesia bien organizada…

El Vaticano mantiene una actitud tradicional, como "estado religioso unificado", con nuncios ante las naciones, nombramiento directo de obispos, formación presbiteral en seminarios separados, celibato, exclusión de mujeres etc. Mirado de un modo exclusivista, este modelo se encuentra a mi entender ya seco (al menos en occidente)… La forma actual de preparar ministros de la Iglesia en abstracto, con obispos y nuncios  y para todo (celebración y enseñanza, dirección comunitaria y servicios sociales...), elevándoles de nivel al ordenarles presbíteros (e incluso obispos), sin referencia a una comunidad concreta en la que puedan recibir y compartir la fe, me parece carente de sentido (o vale sólo para casos excepcionales, de posibles misioneros).

 La vieja situación en que los cardenales eran príncipes de la iglesia, los nuncios embajadores, los obispos señores de su territorio y los párrocos autoridad del pueblo ha pasado ya o debe pasar. Los ministros de la iglesia han de ser lo que siempre debían haber sido: simples creyentes, que se sienten llamados por Jesús y a quienes la comunidad confiere un encargo de evangelio…  (Cf. Sistema, libertad, Iglesia, Trotta, Madrid 2000)

 Adiós, nuncio Fratini.  Nuncios y nombramiento de obispos 

 Le digo a-Dios a Fratini porque quiero que se vaya, no para echarle, ni porque lo haya hecho mal (cosa que es siempre discutible), sino porque pienso que su función de Nuncio, en España o en otro lugar,  debe acabar pronto (¡aunque el “pronto” de la Iglesia puede tardar decenios!). Quiero que se vaya porque pienso que los obispos se deben nombrar de otra manera y los asuntos de la iglesia de España, de Euskadi o Cataluña, deben resolverse desde esas mismas iglesias, en comunión con las otras iglesias (y con Roma), pero no bajo vigilancia o dirección romana. En esa línea, siguiendo los posts de ayer y anteayer seguiré hablando del nombramiento de obispos, en la historia y en la actualidad.

  En este contexto quiero insistir en el nombramiento de obispos en la historia, retomando el motivo de la postal anterior sobre Iglesia samaritana o Iglesia de templo (templaria, identificando el templo con un tipo de Vaticano clerical y jerárquico) 

Círculo 1. Jesús, al principio… Al principio de esta marcha de iglesia sigue estando Jesús con sus primeros seguidores, con muchos ministerios y/o carismas al servicio del Reino de Dios, es decir, de la vida de los hombres. Sólo apartir de la segunda mitad del siglo II, los obispos (y entre ellos el de Roma) han empezado a ser las figuras centrales de la institución católica, porque se han creído (y así han sido aceptados), como sucesores de los apóstoles, dentro de una Iglesia que es toda apostólica (todos somos sucesores de los apóstoles, en el sentido de la palabra). Sin ellos, los buenos obispos, no seríamos hoy lo que somos, no existiría esta iglesia concreta. Lógicamente, el nombramiento de obispos ha sido y sigue siendo una de las funciones básicas de la Iglesia y la forma de hacerlo ha cambiado mucho (y podrá cambiar):

Círculos dos, desde mediados del siglo II. Los obispos (que han empezado a ser ya “sólo” varones, no por ley evangélica, sino por costumbre social que bien puede cambiar) solían ser nombrados por las comunidades cristianas, a través de la votación directa de los interesados o por propuesta y aclamación. Nadie podía ser obispo sin que la comunidad lo aceptara y acogiera. El de Roma por la de Roma y el Tarraco por la de Tarraco.

Círculo III, siglo IV. Los obispos se han convertido en figuras políticas centrales, con gran autoridad. Es normal que el poder político haya empezado a nombrarlos, queriendo actuar así como representante de la comunidad cristiana del lugar. De esa forma se mantiene el principio básico de la intervención del pueblo cristiano. El poder político se toma a sí mismo como representante de todo el pueblo de Dios y de esa manera, en nombre del pueblo, empieza a nombrar a los obispos. De todas maneras, según lugares y circunstancias, las costumbres varían y en general sigue interviniendo el mismo pueblo, a través de los reyes y nobles. La autoridad civil y religiosa tienden a confundirse.

Círculo IV, edad media (del siglo X al XV). Hubo muchos nuncios, pero no había nunciaturas permanentes. En ese tiempo se elevaron dos autoridades, ambas cristianas y representantes de Dios. (a) El “Sagrado emperador” del imperio cristiano, guardián de la Iglesia. (b) Y el “Sagrado y Sumo pontífice” de toda la Iglesia, vicario de Cristo. Los partidarios de uno y otro poder lucharon medio siglo (desde el 1073 hasta el 1122) y al fin pactaron en el Concordato de Worms (Imagen: Catedral).

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(a) El Emperador y sus reyes o nobles feudales nombrarían a los obispos en cuanto poder político/religioso.

(b) Pero el Papa les daría la “investidura” eclesial, de manera que aparecerían así como delegados suyos (delegados del rey por un lado, delegados del papa por otro). El buen pueblo cristiano se convirtió en espectador de una lucha entre los dos gigantes. Fue muy bueno: el Emperador no pudo presentarse como representante supremo y único de Dios. Tampoco el Papa. Hubo dos poderes. De aquel pacto y concordato de Worms seguimos viviendo.

Círculo quinto: Siglo XVI. Nunciaturas permanentes. Se mantuvo el modelo imperial del Concordato de Worms, con el Papa con un tipo de emperador de la Iglesia… A los obispos los nombraba (o proponía) el pueblo (emperadores y reyes, en su nombre) y los confirmaba el Papa (en nombre de Jesús)… Roma se convierte ya en autoridad centralizada, como “dirigente única” de todas las iglesias. Por eso, el Papa necesita nuncios, que guíen en su nombre las iglesias nacionales. Ésta ha sido la situación que ha dominado del siglo XVI al XX. Parecía lógico: si los obispos son un “poder político” esencial en los reinos cristianos (si son de alguna forma “príncipes”) tienen que estar bien relacionados con los poderes políticos, y en la cabeza de ellos, en cada país, se va creando una nunciatura papal, como signo y concreción de la autoridad del Papa sobre todas las iglesias.  La Iglesia se estableció de esa manera como autoridad esencial, junto al poder de los reyes.

Círculo sexto. Siglo XX. Poco a poco, desde el siglo XIX, se han separado los poderes. El poder civil se ha separado de la Iglesia y la Iglesia se ha independizado del poder civil, y sólo en este momento los nuncios tomaron plena autoridad, como presencia del Papa en cada nación cristiana. De esa manera, la Iglesia ha ido tomando el “único poder” de nombrar a los obispos, pero ese poder no recae en el pueblo de Dios (ni en sus gobernantes “cristianos”), sino el Papa como única autoridad  religiosa, a través de los nuncios. Los viejos del lugar recordamos que en España este círculo se ha cerrado e impuesto con el Concordato del 1979 (¡ayer!). En tiempos anteriores, Franco (y anteriormente los reyes y sus ministros de Culto y Clero) nombraban con el Papa a los obispos… y las cosas iban bastante reglar (casi tan bien o lal como ahora). Pero con el Concilio Vaticano II, aplicado en España a partir del 1979, los poderes civiles perdieron el poder de nombrar (con-nombrar, proponer etc.) a los obispos. Por ver primera en más de mil/mil años la Iglesia esa autónoma para nombrar a sus obispos, sin injerencias del poder civil. Esa es una buena noticia: ¡hurra, hurra, hurra!.

Séptimo círculo, nuncio y nombramiento de obispos

             Estamos en el mejor momento eclesial quizá desde el tiempo del emperador Constantino y Teodosio (siglo IV d.C.). En este momento, la Iglesia puede y debe separarse de los poderes civiles, volver al origen, dedicarse al evangelio, sin necesidad de estar realizando funciones del poder civil!. Pero esta buena noticia implica una gran dificultad: la Iglesia tiene que aprender a vivir desde el Evangelio y no en referencia al poder.

Desde ese fondo se plantea de nuevo la necesidad de “suscitar” ministerios, desde la misma vida de las iglesias. Son ellas, las comunidades concretas de cristianos, las que son responsables de sus obispos y presbíteros, a quienes nombran mediadores de la Palabra y del Amor comunitario. ¡Felices y exigentes estos tiempos nuestros,  en el año 2019!  Ahora puede comenzar la verdadera reforma de la Iglesia y uno de sus momentos importantes será el nombramiento de obispos, desde dentro, desde las mismas comunidades, en comunión con todas las iglesias.

Ahora se puede y se debe abrir para la Iglesia un tiempo nuevo, pues hemos descubierto que todos los cristianos somos ministros de la Humanidad reconciliada, sacerdotes de Jesús, de maneras diferentes pero verdaderas, dentro de una iglesia que se encuentra llena de tensiones pero de inmensos valores, en este tiempo de crisis, que puede y debe ser una crisis creadora.  

El nuncio Fratini, que acaba de marcharse, parecía representar un tiempo ya pasado, que no era el de Francisco, ni siquiera el del Vaticano II. Se ha ido ya, pero no debería haberse ido sólo él, sino el espíritu que él ha representado, el de Juan Pablo II y Benedicto XVI, un tiempo pre‒vaticano II, tiempo de dominio “político‒sacral” de un tipo de Iglesia de Roma sobre toda las iglesias.

Por eso queremos que no vuelva un neo‒fratini, para que todo siga igual, con unos leves revoques de fachada. El nuncio que ha de venir ha de hacerlo no de la “Escuela diplomática de Roma”, sino de la escuela mesiánica del evangelio, no como signo de un poder central (Roma), sino como impulso de una autoridad mesiánica (el evangelio).

El nuevo nuncio no estará encargado de aflojar la unidad de la Iglesia católica, para dinamitar así el “sistema vaticano” (como se dinamitó la URSS hace unos decenios), sino para impulsar un tipo de unidad más grande, más directa, no en forma de dirección o dictado desde arriba, sino de comunicación directa de todas las iglesias… No se trata de decir “Roma resuelve los temas de la Iglesia en China o Conchinchina”, sino que esos temas y problemas son de todos los cristianos (en plano económico, social, cultura…). No se trata de ayudar desde arriba (dominando así un tipo de conciencias….), sino de compartir con más fuerza, desde abajo, los temas comunes de fraternidad, de esperanza de Reino, de pan compartido.

Así acabo. El Nuncio Fratini se acaba de ir a la Guerra de Roma, donde, según dicen, no le harán “cardenal” (como ha sido costumbre con los nuncios de Francia, España y alguno más…, como premio de consolación)…Esperamos que el que venga se sitúa en línea de evangelio más directo y claro (sin glosa canónica)… para que dentro de pocos años ya no sean necesarios este tipo de nuncios que vienen de Roma, como ojos, oídos y correas de transmisión de un poder sobre las iglesias.

RENZO FRATINI


Nuncio apostólico en España y Andorra20 de agosto de 2009 - 4 de julio de 2019

PredecesorManuel Monteiro de Castro
Arzobispo titular de Botriana7 de agosto de 1993

PredecesorJean-Baptiste Musty

Otros títulosPro-nuncio apostólico en Pakistán (1993 - 1998)
Nuncio Apostólico en Indonesia(1998 - 2004)
Nuncio Apostólico en Timor Oriental (2003 - 2004) 
Nuncio Apostólico en Nigeria(2004 - 2009)

Información religiosa

Ordenación sacerdotal6 de septiembre de 1969 porErsilio Tonini 

Ordenación episcopal2 de octubre de 1993 por Angelo Sodano

Información personalNacimiento25 de abril de 1944 en MacerataItalia

Bandera de Italia

(75 años)ProfesiónJuristaAlma máterAcademia Pontificia Eclesiástica

Spiritvs Sancti Virtvte
(Po virtud  del Espíritu Santo)
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