Pobreza, capital y vida humana. ¿Sigue valiendo el marxismo? (F. Mateo Acín)

He venido tratando estos días sobre el sentido (causas y expresiones) de la pobreza, en sus diversas dimensiones económicas (materiales), personales, culturales y espirituales, insistiendo en el mensaje cristiano.

Había ya expuesto hace tiempo ese tema, en un libro titulado Evangelio de Jesús y Praxis marxista (Marova,Madrid 1977), en un momento en que el marxismo parecía aún muy vivo (sobre todo en España), capaz de ofrecer una respuestas y soluciones a los grandes temas políticos, sociales e incluso culturales de nuestro país...

Pero pasaron los años, la "democracia hispa" tomó nuevos derroteros,el marxismo "histórico" fracasó, y parece que hemos llegado al pensamiento único del neo-capitalismo,vinculado al "fin de la historia" (Fkuyama): No vendrá a nada nuevo, no hay alternativa al capitalismo libera.

Pero somos muchos los que seguimos pensando que el camino de un tipo de democracia de "mercado común" europeo,vinculado al neocapitalismo no ha sabido plantear bien algunos temas, de manera que hay aspectos del marxismo que quizá podrían recuperarse, una vez que han caído los comunismos históricos (o al menos así parece).

En ese contexto, he pedido a mi amigo filósofo, Francisco Mateo Acín que me (nos diga) lo que actualmente se sabe de la aportación de K. Marx en este campo, una vez que el “marxismo político” parece haber entrado en una crisis que bien pudiera ser irreversible.

Pues bien, tras decir que “el marxismo ha muerto”, él ha podido añadir (al menos de un mdo subterráneo) “viva/vive el marxismo”, quizá en otra línea, pero más activo que nunca, desde una perspectiva nueva, y lo ha dicho dialogando con KARL POLANYI. LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Crítica del liberalismo económico (año 1944), que es quizá la última obra clásica (¡y ya va tiempo!) sobre el marxismo y la transformación humana.



Desde entonces se han movido mucho las cosas en un plano de técnica económica, de neo-liberalismo y de capitalismo universal. Pero los grandes principios siguen siendo los mismos.

Entre sus grandes ocupaciones, F. Mateo Acín ha encontrado tiempo para ofrecer su ayuda a mis lectores, diciéndoles por dónde va el tema de la pobres (del valor, de la alienación, del materialismo y de la filosofía de la historia…), en el contexto de la cultura actual.

El trabajo que sigue es “fuerte” en el mejor sentido del término, y su lectura puede ser algo más difícil para los menos entrenados, pero lo recomiendo con especial interés. Está escrito por un autor que no es marxista,pero tampoco esanti-marxista, y o que está enormemente interesado en el tema de los pobres, desde una perspectiva intelectual y social, personal y política.

Gracias, Paco, por tu aportación, como otras veces,en temas de filosofía y de humanismo. Mis lectores te lo agradecen.


Introducción

En los últimos años, se ha hecho acuciante, ante la dura crisis que ha sufrido el mundo neoliberal, de plantearse alternativas a este modelo o de revisar sus planteamientos, e incluso de reformarlo, según otras voces venidas del mundo de la política menos conservadora. La cuestión es si, dada la situación de crisis y precariedad laboral que hemos padecido, existe un regreso a las tesis marxistas, para solventar el presente y bosquejar un nuevo tipo de economía política ya no basada en una economía de mercados autorregulados, como le gustaba llamarlos a Polanyi, sino guiado por otras fórmulas de regir la economía, que no den prioridad al puro y duro capital. Desde esta perspectiva, trataré de exponer los temas clave del marxismo, para desde aquí reflexionar sobre su aportación a los conflictos, que durante estos años, se han mostrado en nuestra economía neoliberal.

1/ Teoría del valor.

En una sociedad de mercados libres autorregulados mediante la oferta y la demanda, era necesario el establecimiento de un mercado de trabajo liberalizado, es decir, considerar el tiempo que un trabajador dedica a la producción como una mercancía más que se compra. No hubiera sido posible el liberalismo, tal como surgió en el Reino Unido en la segunda mitad del siglo XVIII, sin establecer un mercado para la mano de obra. La revolución industrial del siguiente siglo solo se pudo llevar a término mediante una masa de población, que procedía del campo en su mayor parte, necesitada de vender su mano de obra para subsistir.

El liberalismo se explicaba a sí mismo como una visión del mundo basada en la ganancia o revalorización del capital, de modo que, sólo la dimensión del mundo económico, bastaba para explicar la historia y el desarrollo de los pueblos; todos los conflictos de la sociedad tenían su arraigo en los flujos económicos y sus derivaciones sociales, y era esta dimensión de la existencia la que iría a definir todos los retos, que la historia tenía planteados en ese tiempo, y en lo sucesivo. O sea que la economía política, que había nacido como ciencia a fines del siglo XVIII, iba a ser junto con el utilitarismo quienes iban a explicar los fundamentos morales y sociales de aquel tiempo.

No en vano Polanyi criticará más tarde al liberalismo diciendo que su mayor contradicción es considerar todos sus conflictos y tensiones como únicamente económicas. Adam Smith y J. S. Mill así como Bentham y otros, pusieron la moral y el utilitarismo nacido en esa época en Reino Unido al servicio de la teoría económica. O, dicho de otro modo, justificaron el liberalismo poniendo en su base la moral social y las reflexiones utilitaristas en boga en ese momento tan decisivo para la historia de occidente. Todos los filósofos apostaban por deducir la economía política de sus consideraciones morales, o las que procuraban mayor utilidad a la sociedad.

En estos trámites del pensamiento, fueron Malthus y Ricardo quienes entraron en consideraciones sobre el valor del trabajo. Ambos intentaban no intervenir lo más mínimo en la economía de mercado autorregulado, lo único a lo que se limitaban era a ampararla desde las instituciones democráticas; se limitaban a alentar el proceso de la evolución del liberalismo con sus reflexiones, eso era todo. Pero de todas ellas, la que más tuvo influencia en Marx fue la teoría del valor, según la cual, el valor de las mercancías que circulan por el mercado, es debido al trabajo antes que a la revalorización o incremento del valor, que se les atribuye mediante el intercambio, o la puesta en la escena de los mercados.

El trabajador por lo tanto es quien tiene poder para investir de valor las mercancías, la plusvalía que el capitalista obtiene de ellas es en detrimento suyo, lo que indujo a pensar a Marx que, si el verdadero valor de las mercancías se fundamenta en el trabajo, el coste o valor que adquiere en el mercado es ficticio, (las mercancías se convierten en fetiche en el sistema liberal) y sólo conlleva la explotación del trabajador, quien no obtiene para si las ventajas de la plusvalía. Prevalece en él el interés de conceder a la fuerza de trabajo la capacidad de engendrar el valor de las mercancías, como venimos diciendo.

En consecuencia, el valor que las mercancías obtienen en el mercado, sólo benefician, al industrial o poseedor del capital, evitando así entrar en un análisis profundo de la actividad de los mercados como modo de generar dinero, aunque Marx, por su parte, no ignorara que el mismo capital, ya desde los comienzos del liberalismo, se considerara una mercancía en sí misma, que está destinada a incrementar su valor, mediante la actividad de los mercados y la actividad crediticia.

Si bien, Marx, no trató de analizar en su economía política ( Das Kapital, Tratado de economía política y Grundisse) las finanzas a gran escala, lo que hoy denominamos globalización- a nuestro juicio, siempre la economía desde los comienzos del liberalismo estuvo globalizada a través de los estados, que siempre necesitaron del crédito para financiarse, o para fortalecer el mercado interior y su equilibrio monetario; no vamos a entrar aquí en este análisis-lo que a él le interesaba era demostrar que la fuerza de trabajo era prioritaria para fundamentar sus análisis económicos, era para él necesario que quienes activaban la economía también activaran la historia en la dirección apropiada. Era prioritario desplazar hacia las fuerzas de producción el peso de la actividad económica, y por lo tanto, el mérito de la generación de la riqueza, es decir, del valor del trabajo frente a la actividad especulativa del dinero considerado como mercancía, esto siempre según su enfoque o punto de vista. Y desde aquí pasamos al segundo punto de apoyo de sus teorías.

2/ Materialismo dialéctico.

El materialismo de Marx toma y elabora las tesis de Feuyerbach transformándolas, para sus propósitos; alguien ha llegado a decir que las tergiversa, pero eso, no entra dentro de nuestro comentario. Sin embargo, en Marx, el materialismo está dotado de la fuerza de la dialéctica, lo sitúa al mismo nivel que Hegel haría con el Espíritu. Todo procede de la materia, según estas tesis, y, el impulso dialéctico que la alimenta, la hace transformarse en su contrario reabsorbiendo lo anterior en nuevas síntesis, que impelidas por nuevas totalizaciones dialécticas, engendran los procesos de la historia siempre mediados por la actividad de la economía.

Se podría decir que la economía ha surgido mediante procesos dialécticos de la materia. Es materia la actividad de la praxis, que transforma el mundo mediante la fuerza de trabajo, es materia lo que la historia suscita, para elevarse a nuevas síntesis dialécticas. Nunca Marx explica si la fuerza dialéctica de la materia reside en la materia misma, por identificarla con la naturaleza, o en la dialéctica misma como propiedad de la razón que trasciende la historia. No se sabe si Marx identifica la materia con su propiedad dialéctica, o si la razón que mueve la historia dialéctica a su vez, queda reducida a la vida, vida que la materia parece tener por sí misma. Discernir esto no nos interesa ahora, baste con mencionarlo, si se me permite.

En todo este devenir, el trabajo y los trabajadores, a través de la praxis ejecutan los pasos dialécticos a fin de generar los acontecimientos históricos. Pero el salto dialéctico, injustificado ontológicamente, que hace que la historia sea un proceso material, Marx nunca lo explica en sus obras, y lo da por sentado con sólo darlo por supuesto. Las ideas de Feuerbach gozaban de suficiente prestigio en su época como para no cuestionar sus posicionamientos. Como Feuerbach todo el mundo cultural, inclusive lo divino, deriva de la materia y de sus proyecciones, Marx incluye la economía entre sus constelaciones, sin deducirla de la naturaleza humana por otro lado. Por todo ello, las fuerzas de producción mediante la praxis, provocan estados dialécticos que entran en contradicción, de forma que la historia avanza en ese proceso mediante revoluciones inevitables.

3/ La alienación.

El proceso de producción en una sociedad de mercado, no puede llevarse a cabo sin que los trabajadores pierdan su esencia en ello, de manera que el tenerse que vender como fuerza de trabajo conlleve alienarse ejercitándose al producir las mercancías-no debe olvidarse el estado del liberalismo en el momento en que Marx escribe su obra-Esta pérdida de su conciencia de explotación es parte de la alienación; el trabajador se aliena en el producto de su trabajo, del cual se beneficia el empleador, y se aliena colectivamente como clase social al perder su derecho a decidir sobre su existencia; es de este modo como el sentido de la justicia y de la equidad toman un giro inesperado en la interpretación de la actividad económica.

Es mediante el concepto de alienación como Marx explica la pérdida de identidad de la clase trabajadora, así como la pérdida de la conciencia de su valor en la toma de decisiones sobre la marcha de la historia. Es obvio concluir que la praxis de la clase trabajadora adolece un mal provocado por su posición en la producción de mercancías, que el mercado de trabajo del liberalismo recién instituido, lo sitúa en el nivel de la materia, que al ser privada de su verdadera significación, pierde libertad y derechos. Es cierto concluir que, desde la perspectiva de Marx, la praxis que el liberalismo instituye, rompe la equidad, algo que haría de la clase trabajadora dueña de su destino histórico, de una parte, y libre de su dependencia del capital de otra.

En todo caso, Marx no menospreciaba el valor del trabajo sino el hecho de haberlo convertido en un medio de proporcionar plusvalías o ganancias, creía que el mercado de trabajo había hecho de las fuerzas de producción una mercancía que tiene un valor únicamente material. El trabajador, pues, se enajena trabajando, y enajena el producto de su trabajo o mercancía cosificándose y cosificando los objetos materiales, por tener un valor exclusivamente material.

La praxis del trabajador es la forma alienada de incidir en la historia, historia que viene enajenando desde sus comienzos a quienes no disponen de la riqueza que generan. En todo caso las relaciones de producción, (las que se dan entre asalariados y empresarios) es una relación enmascarada que oculta mediante una ideología de clase la explotación, y en definitiva, la infelicidad de la clase dominada. No sé si decir que Marx trataba de liberar al hombre de la economía a través de sus análisis económico políticos exclusivamente, y que no era consciente de su unilateralidad; su ansia liberadora se centra en demostrar que existe una ideología alienante que privaba a los asalariados de su verdadera conciencia, de su verdadero ser, o de una existencia más ajustada a su esencia natural. La ideología pervierte la visión de una realidad, en la que las relaciones de producción, no reflejan el desajuste equitativo, que mediante la legalidad establecida, mantenía a los asalariados ajenos a su libertad, y en definitiva a su destino en la historia.

4/ Filosofía de la historia.

Marx dejo claras sus intenciones al comentar sus tesis sobre Feuyerbach: desplazar la filosofía del ámbito de lo meramente especulativo hacia el lugar en donde se dirimía la historia; él pensaba que la historia era la misma vida, y además, la hizo depender exclusivamente de la economía, en eso no se diferenciaba del liberalismo de su tiempo. Tematizó filosóficamente la praxis, pero únicamente reduciéndola a su dimensión económica. Y, al juego de relaciones entre los medios de producción. No por eso dejaron sus teorías de tener pretensiones de ciencia estricta con los parámetros vigentes en la ciencia natural.

Es posible que Marx creyera que la economía fuera una ciencia más de la naturaleza, no estamos seguros, pero en la Crítica a la ideología alemana, Marx, trató de desvincularse de Hegel para instalar la reflexión fuera de la metafísica. En lo que si estaba de acuerdo con Hegel era en que la dialéctica de la historia había entrado en contradicción consigo misma, de modo que el derecho y su legitimación, encubrían la verdadera razón de la marcha de la historia. Marx critica la legalidad del momento que le toca vivir, para descubrir que está justificando un estado de contradicción en el que el derecho ampara una situación de injusticia y explotación.

Es el estado mismo el que justifica una ideología engañosa, que hace que los procesos económicos, se vicien, y mantengan mediante leyes interesadas una situación ilegitima, por no decir ilegal. Por lo tanto, la reflexión de Marx se mueve en dos niveles simultáneamente: el ideológico y el económico. Mediante el ideológico critica o supera la filosofía del derecho de Hegel, y trata de desmontar la justificación que tiene la legalidad, para encubrir una dialéctica económica contraria a la razón. Mediante el análisis económico, hace un viraje para demostrar que, los movimientos de la economía liberal, están fuera de la verdadera ciencia y que sólo un montaje ideológico puede legitimarlos. Se sirve de todo ello para hacer una crítica del momento histórico que le toca vivir, y de ello deduce que, mediante la revolución, la historia puede hallar su verdadera razón de ser.

Marx, había tomado contactos con la llamada izquierda hegeliana, y pensaba, lo mismo que algunos economistas de su tiempo, que la dialéctica del logos de la historia pasaba por la contradicción de tener una teoría económica ilegítima y mal fundamentada. Marx, quiso dar una respuesta filosófica a los desequilibrios que una economía de mercados autorregulados provocaba con su implantación durante la revolución industrial británica. Creía que, solventando las contradicciones económicas, ponía la historia en sus verdaderos raíles; surgiría de ello una sociedad libre donde los individuos estarían libres de sus condicionantes vitales.

Es por eso que algunos afirman que Das Kapital es en definitiva una teoría social y una filosofía de la historia. Lo cierto es que Marx pensaba que la revolución sería inminente, provocada por las contradicciones que el sistema liberal albergaba en su seno, y, que la historia, daría un vuelco. Sólo hacía falta dotarla de una base filosófica y moral para suscitarlo; en la conciencia del revolucionario, se iban a dar cita todas las tensiones filosóficas, que la historia había contraído consigo por sus contradicciones. Esta conciencia la suponía privilegiada. La historia seguía los pasos de la dialéctica material de la naturaleza, cuyos pasos, eran previsibles para la ciencia, o para el tipo de reflexión que Marx consideraba filosófico.

No se apartó Marx del positivismo de las ciencias ni del tipo de reflexión que estaba vigente en los momentos en los que escribió su obra de economía política, creyendo que, la reflexión, hacía avanzar a la humanidad por nuevos derroteros. Tenía la misma fe en la ciencia de Comte o sus contemporáneos positivistas; no resultaba extraño para él que quisiera reconducir la filosofía por los cauces de un tipo de ciencia, ciencia que tenía la presunción de ser liberadora en casi todos los pensadores del momento histórico.

5. Sobre la economía neo-liberal

Tal vez fue por eso que pensó en la economía política como razón liberadora, en el sentido en el que Hegel había concebido su filosofía de la historia: momentos del Espíritu absoluto que se iba haciendo concreto en las distintas formalizaciones filosóficas de cada época. A la economía política le había llegado el momento.

Así vistas las cosas, la economía neoliberal se basa en la instauración de mercados libres, que se autorregulan por sí mismos, o dicho en palabras de Adams Smith mediante una mano ciega y oculta, que guía la dialéctica de los mercados hacia su fin último, o sea la generación de riqueza, sin que nadie sepa dar explicación racional de cómo puede ser posible.

Polanyi calificó esta forma de articular la economía como utópica, en la medida en que se confía a los mercados exclusivamente, la única manera de engendrar capital. Polanyi creía que sin la intervención externa bien sea del estado, bien sea mediante alguna institución mediadora, la economía de mercados no puede funcionar. Sobran ejemplos a lo largo de la historia que no vamos a detenernos en analizar, pero basta con mencionar, que, sin la institución de las grandes finanzas, y amparadas por algún tipo de institución internacional, en las que directa o indirectamente intervenían los estados, la actividad económica sería un acto fallido.

Marx tenía conciencia de ello, y sostenía que, la actividad económica, debía ser puesta en manos de las fuerzas de producción y estas debatir democráticamente su planificación. Creía en la asociación de productores libres dentro de un estado comunista, algo no menos utópico que el desarrollo implacable de los mercados dotados de una actividad que escapa a todo calculo racional, esto pese a que Marx estudió su funcionamiento, explicando sus implicaciones en los trabajadores.

La economía de mercados, según sus convicciones, conlleva un tipo de contradicción en su base, que una vez desenmascarada, deja abierta las soluciones mediante la revolución. Las justificaciones con las que la sociedad capitalista engendra leyes tienen una injusticia latente en su contenido y en su aplicación, que sólo analizando su génesis ideológica se podría desentrañar su contradicción con la verdadera solución económica, o una solución económica que lleva al verdadero progreso, tal como lo entiende Marx, en el sentido de una liberación.

Marx tenía previsto por otra parte, que, la crisis de la sociedad industrial del Reino Unido, trajera por su misma impotencia el advenimiento de la sociedad comunista. Marx estudia las crisis económicas como si fueran deficiencias del sistema liberal, y, por lo tanto, como si fueran fenómenos inevitables, algo a lo que el capitalismo está condenado por mantener un tipo de producción basada en desviaciones de lo que debería ser la verdadera génesis de la riqueza. En Das kapital da a entender, que los excesos de producción en un periodo de tiempo mínimo, romperían la cadena de la oferta y la demanda, de manera que las crisis serían justificadas por las carencias estructurales del sistema liberal. El sobre exceso de capital invertido sería la otra forma de provocar la crisis.

En consecuencia, tal y cómo explica Marx, de las contradicciones del sistema liberal, se puede colegir que existen masas de trabajadores que son quienes llevan el peso de la actividad económica, quienes se alienan y generan plusvalías, y a la vez, quienes quedan desprotegidos de sus injustas apariencias de legalidad y progreso. Es por eso que él pone la liberación de los condicionantes económicos como base para el verdadero logro de la humanidad en cuanto naturaleza humana.

Sólo en la sociedad de productores libres asociados en igualdad de condiciones, es decir, sin propiedad privada, se logra establecer la verdadera forma de producción, y, por lo tanto, de la libertad. Este principio, que resulta evidente para Marx, no supone un salto utópico hacia lo insospechado, sino que resulta evidente por la misma dialéctica de la historia. Esto es utopía dado que las vecciones que mueven la historia son de esa índole, dialéctica y material únicamente.

Algunos pensadores, han expresado su disconformidad con éstas fórmulas, aduciendo que, sólo tergiversándola, se manifiesta la lógica de la utopía. O sea que, explicar la dialéctica de la historia mediante la actividad económica, supone un reduccionismo tal, que la historia queda mutilada de sus verdaderas dimensiones, así como la actividad de la razón, que activa la historia, dado que es una rarefacción de la materia. En esto adolece de los mismos defectos que el liberalismo que pretende combatir, también el liberalismo intentaba explicar el avance de la historia mediante la razón.

En cuanto al materialismo dialéctico, se podría colegir que la materia, no puede proceder por si misma elevándose hasta convertirse en historia sin cometer una petición de principio, o dotar a la materia- como sucedía en la antigüedad, no en vano Marx hizo su tesis doctoral sobre la materia en Lucrecio-de una razón o vitalidad que no puede justificarse sin cometer un verdadero fraude óntico, algo que por otro lado, Marx, no analiza, sino que lo da por válido en el transcurso de sus pensamientos. Pero que el campo de la realidad económica lo dé como material, supone al menos, desde nuestro punto de vista, una aproximación ideológica sobre la naturaleza, que necesita a su vez, de crítica. De lo contrario, se podría afirmar que el Marxismo carece de la suficiente base filosófica, y que, por lo tanto, es una creencia más entre otras de tipo colectivista; eso sin considerarlo suficientemente imbuido del materialismo de arraigo estoicista o epicúreo.

6. Una historia abierta, la historia no ha terminado

Se ha de constatar, que la actividad de los mercados incide sobre valores materiales, pero eso no explica el motivo por el que Marx considera la praxis humana como algo que incide en la materia desde la materia. Como cabe imaginar existen realidades que no se pueden reducir a la expansión dialéctica de la materia, entendida como fuerza de la naturaleza omnipresente en cada versión humana de la cultura, y de la historia.

Marx ha sustituido lo que en Hegel era el Espíritu absoluto, por la expresividad material de la naturaleza, algo que en principio no explica las realidades al nivel de lo psíquico y cultural; en lo tocante a este punto no podemos darle nuestro apoyo, resulta fundamentado más en lo ideológico que en cualquier estrategia especulativa, y además, no explica el salto dialéctico mediante el cual la cultura procedería de la materia. (Sartre, lo dará por válido más tarde en su obra, “El Marxismo es un humanismo” o en su “ Crítica de la razón dialéctica” convencido de este comportamiento de la materia).

En lo que respecta a la teoría del valor, nada tenemos que objetar, solo que en el liberalismo no se valora el trabajo por sí mismo, sino por la cantidad de riqueza que es capaz de engendrar, es decir, por la plusvalía que genera. Marx no deshace el mismo mal entendido que ya había instalado el liberalismo, tan sólo lo transforma, le da una nueva vertiente alienándolo por su comportamiento en la praxis económica. Adolece del mismo mal de enfoque que en Ricardo, pero, le da un nuevo giro hacia la puesta en escena de la alienación, lugar donde se dirime el resultado social del trabajo.

En lo que respecta al marxismo, como respuesta a las desviaciones y estragos, que podría producir el liberalismo, según las tesis de Polanyi, este preludia un estado utópico donde la sociedad de mercados libres autorregulados desaparece para dar paso a un capitalismo de estado o de un estado autárquico; se establece una praxis dónde el estado sustituye al empleador, y el capital, no redunda en beneficio de los trabajadores sino que fortalece al estado; estado que no puede sustraerse a la interacción con los otros, quienes le imponen a nivel global, una economía de mercado a gran escala.
Por otra parte, Marx, analizó las situaciones de crisis dentro del capitalismo, pero no vislumbró el comportamiento del capital a gran escala, como de hecho sucede en la actualidad.

Las crisis no las produce una desviación en la producción, ni los excedentes, ni la acumulación de capital que no puede ponerse en circulación, sino la alteración del sistema de las altas finanzas, donde el capital cobra vida propia y supera las estructuras de control de los estados. En estas crisis el valor del trabajo no depende del tiempo que emplea el trabajador en producir las mercancías, tal como interpretaba Marx el mecanismo, sino que dependen del valor que los activos del capital van cobrando en un mercado en el que el dinero tiene que revalorizarse indefinidamente, esto es, mediante su uso como mercancía, valga la paradoja.

Se instituye por lo tanto un mercado para el capital, algo que Marx no entrevió, o en su tiempo no era del todo visible, puesto que en su obra “Das Kapital” no viene a ser entendido en su verdadera magnitud. Marx responde a los conflictos de una economía de mercados, sintiendo la necesidad de otorgar al estado la regulación de la economía mediante procedimientos democráticos, cosa que no termina de explicar en su justa medida, ni en qué consisten esos procedimientos. Lo cierto es que el desajuste o desarraigo que el capitalismo provoca en las masas, no lo explica de ningún modo, limitándose a desenmascarar un proceso de la economía donde el trabajador se libere de sus condicionamientos del capital, y en definitiva, de las anomalías, que la historia habría introducido en la economía de mercado.

Es por todo ello, que, en nuestra opinión, Marx, no resuelve los conflictos de la economía de mercado, a no ser eliminando el mercado autorregulado y así llevar a la sociedad sin clases a una asociación de asalariados libres, que hipotéticamente, decidirían ellos mismos las líneas de producción y el valor de las mercancías. En este tipo de sociedad desaparece la oferta y la demanda y sólo cuenta el valor de uso de las mercancías. O en todo caso, se debe equiparar la actividad económica con el simple intercambio de bienes, donde el capital ya no cuenta como mercancía.

Desde la ley de pobres en el Reino Unido y las leyes de Speenhanland, además de la versión socialista de Owen no se había postulado una alternativa al liberalismo, de modo que, este, pueda reformarse o reformularse disminuyendo los efectos deshumanizantes de la economía de mercado. Sólo Marx dio en el siglo XIX una respuesta alternativa dotándola de base ideológica, pero en nuestra opinión deja sin resolver las grandes cuestiones que el liberalismo tenía planteados en su época, y así, los desfavorecidos no superan el pauperismo. Es en este punto donde más coincidimos con Polanyi en su obra “La gran transformación”: Marx, no resuelve los problemas del capitalismo porque sigue viendo todas las dimensiones del hombre y de la historia en su única dimensión económica. Y desde el punto de vista de la reflexión, su obra, no supera ni con mucho, los grandes problemas que el positivismo científico tenía planteados en el momento en el que al él le toco pensar.

No es tanto el avance que supuso el Marxismo en su momento, según nuestro punto de vista, tan sólo se limitó a eliminar la economía de mercado, pero sin aportar algo definitivamente distinto. No vamos a dilucidar en este punto si Lenin y la revolución Bolchevique siguieron las ideas de Marx o si se desviaron en algo, o si el propio Marx hubiera sido un disidente en la URRSS. Esto no es el tema de nuestra reflexión. Lo cierto es que Marx deseaba vivir en el Reino Unido porque esperaba que, la revolución, se diera allí donde había nacido el liberalismo.

En cuanto a la liberación que el marxismo quiso aportar no podemos afirmar que de hecho se dieran grandes logros. Como ya hemos dicho éste se limita a considerar en el hombre su única dimensión material reduciéndolo todo eso, y de ese modo, la intimidad humana queda en barbecho, pese a que Marx esperaba que, con la desalienación de la clase trabajadora, surgiera un hombre nuevo en la misma dimensión que los cambios que introdujo la fe cristiana. En este punto pensamos que el marxismo distorsiona ideológicamente la esperanza en algo distinto de la naturaleza humana, pero tampoco vamos a tocar este punto, baste con señalarlo. El ser humano no cobra más valor en la sociedad sin clases del marxismo, que el que le imbuye el liberalismo, para revalorizar el capital.

Como consecuencia de todo, del ímpetu con el que el marxismo surgió, sólo nos queda el ideal crítico, con el que Marx trató, con los medios que tenía a su alcance, de desenmascarar el liberalismo para reconducir la historia por otros derroteros utópicos; deseaba formular un nuevo marco para la justicia. Esta es su gran aportación desde nuestro punto de vista, además de situar las grandes especulaciones filosóficas en el ámbito de la praxis, que es donde se resuelven los grandes conflictos humanos.
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