Dinero de Jesús, dinero de la Iglesia Las cuentas del Administrador  Injusto (Lc 16, 1‒9) y las del Vaticano

La primera "llaga" de la Iglesia es el dinero (Beato Rosmini)

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Conforme al evangelio del domingo 22.9.19, que ayer comenté largamente, el “amo” de la parábola de Lc 16, 1‒7 alabó al administrador injusto de la gran “empresa” porque “desvió” su dinero  y lo empleó para ganar amigos “para un tipo de reino distinto”.

            Pues bien, conforme al comunicado emitido hoy (18.9.19) por la Curia, el Papa Francisco ha convocado a los responsables de los Dicasterios/Ministerios romanos, presididos por R. Marx, para el próximo viernes (20.9.19), para celebrar una cumbre sobre el dinero del Vaticano. Parece que la administración no ha sido buena, que han crecido las deudas y que debe resolverse el tema. No es que los casos sean iguales, pero en algo se parecen.

-- El Vaticano tiene un presupuesto anual de unos 300 millones de euros, del que en torno al 45% se destina a salarios para sus 3.000 empleados. Las deudas son grandes y parece que el "Estado de la Iglesia"  puede mantenerse su ritmo actual de gastos. Hace falta un cambio "evangélico" y económico de "Roma".

-- La solución del administrador de la parábola fue en el fondo la de “cerrar” el negocio (la empresa), poniendo el dinero del "amo" al servicio de sus “amigos”  (los del administrador,  que podían ser “amiguetes”, un tipo de mafia económica…)... o al servicio de todos los pobres del mundo, como dijo al fin Jesús. La solución del Papa Francisco y de sus cardenalespodría ser la de reestructurar de forma radical el Vaticano, cerrando para siempre lo que tiene de Estado-Empresa, con 3000 funcionario, poniendo todos sus bienes al servicio de los pobres.

Evidentemente, ni el tema  es nuevo ni las cosas se pueden resolver de un modo  sencillo. Recordarán los lectores de mi blog que el pasado 10 publiqué una postal tituladas, Las cinco llagas de la Santa Iglesia, tal como las había presentado el año 1847 el Beato Antonio Rosmini. Pues bien, a su juicio, la primera llaga de la iglesia era su riqueza.

          Publiqué el mismo tema ese también en FB, donde mi amiga y colega intelectual Tamara Donatello, de Argentina, introdujo un comentario que quiero recoger en parte: 

 Tan grave la situación que una amigan con el candor de los humildes, me dijo: sólo un milagro nos puede salvar. Dicho esto, no me parece que las inmensas riquezas arquitectónicas y artísticas del Vaticano sean "el problema". Esos tesoros deben resguardarse como patrimonio de la humanidad. Ni se solucionaría nada vendiéndolos.

            El problema creo es el individualismo de la Iglesia Católica…Durante el siglo XX la Iglesia batalló con alma y vida contra el comunismo, no fue Jesús y sus apóstoles. La ética cristiana está más allá del capitalismo y del comunismo y será siempre una lucha…

 Amo a la Iglesia y su belleza extraordinaria. Sus cánticos gregorianos, la recitación de los Salmos, los Evangelios que recrean una historia infinita. Pero falta convicción y emoción en las lecturas... confiando en el misterio. Ese misterio que hará comunidad, pues lo excelso se comparte, son de alguna manera los peces que repartió Jesús, y que tenían otro símbolo además del cometido de aplacar el hambre...creo que a pesar de todo el pesimismo hay y habrá personas que darán otra dirección. Las jerarquías enquistadas que sólo dan órdenes telefónicas sin querer mojarse los pies sólo son arrogantes que buscan un modo de vida pero de ninguna manera "la vida… (Hasta aquí Tamara Donatella, de Venado Tuerto, cuyo FB  recomiendo a todos mis lectores).

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Así (me) escribía Tamara i FB del pasado 10/11. Pues bien, ayer volví a presentar en mi blog un largo estudio  sobre la parábola del Administrador Injusto de Jesús, que podría ayudarnos a entender el tema de los administradores de las riquezas del Vaticano, de las que tratará el Papa con sus  cardenales, que ya no están presididos por G. Pell (encausado en Australia), sino por hombre que tiene un nombre de mucho simbolismo: R. Marx,  como verá quien lesa la prensa de estos días.   

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Ese de ayer comentario ha sido largo (un “capítulo” de mi libro sobre Dios o el dinero)… y tres amigos me han pedido que lo resume, pues no tienen tiempo para leerlo entero, con notas y todo.  Por eso, y porque ahora es la ocasión (cuando los cardenales y el Papa van a ocuparse el viernes 20, día de dolores,  de los dolores/dólares del Vaticano) ofreceré a continuación una versión breve del evangelio del domingo 22.

Es muy posible que el Papa y los Cardenales no puedan aplicar al pie de la letra el evangelio de Jesús (¿es verdad que no pueden?), pero la “doctrina fundamental” de ese “capítulo base” de Jesús con el que termina ese evangelio (no podéis servir a Dios y al dinero/mammona) podría iluminarles.

Así dejo el tema, tomado de un libro con un curso de conferencias que pronuncié sobre el tema hace año y medio en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México y de Guadalajara Mx. Sólo me queda dar gracias a los amigos que me han llamado para decirme que “condense” el tema (así lo hago) y para pedir al Señor sin dineros que ayude al Papa y Cardenales de los dineros del Vaticano para que acierten a enfocar el tema.

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No se trata de pagar las deudas que tiene el Vaticano, sino de cambiar de raíz (de invertir) el tipo de economía del Vaticano. Si Dios quiere trataré más directamente del tema dentro de dos días. Un saludo a todos.

DIOS Y EL DINERO EN LC 16, 1‒13 

            Este pasaje incluye una parábola enigmática, unas aplicaciones posteriores y una sentencia fundamental, con la oposición, ya conocida, entre Dios y Mamón.

El Papa saluda al cardenal Marx

  1. Enigmática parábola (Lc 16, 1-7).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: ¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. " Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite. Él le dijo: Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Él contestó: Cien fanegas de trigo." Le dijo: Aquí está tu recibo, escribe ochenta (Lc 16, 1-7).

Normalmente se piensa que ese hombre rico es Dios, pero el texto le presenta como dueño de una gran hacienda, con un administrador a su servicio. En principio, tendemos a suponer que ese hombre rico tiene razón, y que su riqueza era buena y justa, de manera que tiene derecho a mantenerla asegurado su capital. Pero, el contexto de Lucas (con la parábola siguiente de Epulón y Lázaro: Lc 16, 19-31), puede hacernos pensar que ese hombre rico es injusto, digno de reprobación, porque no pone su riqueza al servicios de los lázaros hambrientos, dejando así abierto el tema de su posible justicia (o injusticia):  

‒ Un hombre rico tenía un administrador al que denunciaronNo sabemos si la denuncia se funda en hechos reales o falsos, pues el administrador podía tener enemigos, que le envidiaban y querían quitarle de su puesto. No sabemos, pues, si era ya un corrupto o no, sino sólo que se porta de un modo corrupto (e inteligente) cuando sabe que su amo va a expulsarle, y así cambia la documentación mercantil de la empresa, a favor de los deudores del amo, para que ellos le ayuden cuando él haya caído ya en desgracia.

La parábola nos sitúa así ante un caso normal de corrupción, tanto en los tiempos antiguos como en los modernos, un caso en que el mismo dueño de la empresa alaba la sabiduría de su administrador, por la forma en que le ha engañado, asegurando su futuro. Ciertamente, Jesús no alaba la “moral” del administrador, ni se pronuncia sobre la justicia de su gesto, sino sólo la astucia ha respondido y actuado en un caso de crisis.

            Este administrador utiliza a su favor las normas del sistema económico, que posiblemente son también injustas, de manera que podemos preguntarnos: ¿Quién es más corrupto, el dueño del negocio o su administrador sagaz?   De todas formas, el tema no es que el administrador sea justo o injusto, sino que haya logrado romper un sistema de dinero cerrado en sí mismo, de tal forma que el mismo dinero injusto le sirve para crear redes de solidaridad personal entre los deudores del amo.

Dentro de su espacio de trabajo “legal”, como dependiente (criado) del sistema, en el último momento en que ejerce su cargo, el administrador (a quien el amo elogiará) utiliza el dinero injusto para crear unas redes de solidaridad subversiva (a su servicio), poniendo los valores del compartir, la hospitalidad y la reducción de la deuda por encima de los intereses del capital acumulado[1].

Primeras aplicaciones (Lc 16, 8-12).

 Son tres, y han de verse desde la perspectiva de conjunto de Lucas, de manera que pueden relacionarse entre sí:

 1. Y el señor felicitó al administrador injusto (de la injusticia: tês adikias), porque había actuado de un modo astuto (inteligente) porque los hijos de este siglo son más astutos que los hijos de la luz para sus cosas (Lc 16, 8). El mismo señor descubrió y ensalzó la astucia de su administrador, pues ella le capacitaba para resolver a su favor problemas de este mundo.

Este señor no se hace ilusiones, pues sabe que sus administradores pueden engañarle. A pesar de eso, o quizá por eso mismo, no ha creado un sistema “blindado” de seguridad económica, porque está convencido de que donde hay tesoros materiales habrá ladrones (cf. Lc 12, 34: Mt 6, 19), y porque allí donde hay formas de administración injusta surgirán “corruptos” como este administrador, que le está robando/engañando al servicio de sí mismo (o de otros). Por más astuta e inteligente que sea la ley del amo, siempre podrá haber administradores que le engañen, y que lo hagan con inteligencia.

   2. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas (Lc 16, 9). Aquí ya no habla el administrador, como en el caso anterior, sino el mismo Jesús, que nos invita a comportarnos en un plano como administradores injustos, engañando al mismo sistema injusto, para bien de los hombres concretos (=de los pobres). En esta línea se puede hablar de una “corrupción buena”, en contra del orden económico, al servicio de los hombres concretos.

 ‒ Jesús afirma que los bienes del amo (el sistema) son Mammón injusto (o de injusticia: tês adikias), un tema que aparece claro en la oposición de Mt 6, 24: No podéis servir a Dios y a Mammón). Jesús afirma así que el dinero de este mundo es inicuo, es Mammón de injusticia, pues está al servicio de sí mismo y no de los necesitados. Eso significa que la propiedad del Gran Amo de la parábola es signo y medio de injusticia[2].

Con este dinero injusto, ganaos amigos, para que os reciban en la morada eterna. Éste es un texto de condena radical del dinero, pero no para destruirlo, sino para re-utilizarlo “para ganar amigos”. El dinero en cuanto capital (Mammón) no tiene amigos, pues sólo se quiere a sí mismo, pero un hombre astuto, como este administrador, puede “blanquearlo”, poniéndolo al servicio de los amigos, que, en esta palabra de Jesús, no son ya los beneficiarios corruptos de la parábola (los que deben al amo una cantidad de trigo o aceite), sino los pobres como tales. Esta es la doctrina de Mc 10, 21 (vender los bienes, darlos a los pobres) y la de Lc 12, 33-35: Limpiar el dinero significa ponerlo al servicio de los pobres.

Jesús reinterpreta la parábola del administrador injusto, haciendo que ella aparezca como ejemplo para aquellos que quieren “transformar” el dinero del amo (Mammón), poniéndolo al servicio de los pobres, en gesto de gratuidad. Este Jesús de la parábola y de su interpretación no niega el dinero, sino que lo transforma (=convierte) en medio para crear amistad, es decir, comunión, entre los hombres.

3.  “El que es fiel en lo poco será también fiel en lo mucho y el que es infiel en lo poco será infiel en lo mucho. Si no sois fieles en el Mammón injusto ¿quién os confiará el bien verdadero. Si no sois fieles en lo ajeno ¿quién os confiará lo vuestro?” (Lc 16, 10-12). Este pasaje vincula la lealtad en el dinero con la fidelidad en los valores más hondos de la vida, pues ambos planos son inseparables.

 ‒ La lealtad en lo poco (dinero) no consiste en ponerlo al servicio del capital, defendiendo los principios y valores del sistema, sino todo lo contrario. Para ser fiel en lo poco (dinero) hay que ponerse en contra del sistema económico del “amo” (hombre rico), actuando así de un modo económicamente infiel (en la línea del administrador de la parábola), saboteando el sistema corrupto, al servicio de los pobres, no del capital.

Ser fieles en la línea de Jesús es ser infieles a Mammón. El camino de Dios no va en la línea del amo del dinero (sistema), sino del administrador injusto, que es capaz de engañar al amo, es decir, es decir, de sabotear al sistema, para poner el dinero al servicio de la fraternidad. En esa línea, el administrador ha de ser infiel, pues sólo siendo infiel a su amo podrá ser fiel a los deudores, a los pobres, para suscitar un mundo distinto de fraternidad por encima de la Mammón injusta del dinero…

Oposición fundamental: Dios y el dinero (Lc 16, 13)

             Interpretando y ratificando las reflexiones anteriores, Lucas añade la palabra clave de la oposición entre Dios y Mammón, que Mt 6, 24 situaba en el Sermón de la Montaña:

 Ningún siervo (oikêtes, criado de casa) puede servir a dos señores, porque,

o bien aborrecerá a uno y amará al otro,

o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo.

No podéis servir a Dios y a Mammón (16, 13).

           Esta sentencia se entiende a la luz de la paráboladel administrador humanamente injusto, para mostrar que en el fondo ese administrador puede volverse justo, porque utiliza el dinero malo, que es Mammón de injusticia (tês adikias), para ganar amigos... Evidentemente esos amigos que este administrador “gana” pueden ser también amigos injustos (creando así una red de corrupción generalizada…), o pueden ser los hombres en general, los necesitados.

A fin de servir a Dios hay que abandonar (superar y en el fondo convertir) el sistema de injusticia del dinero. (a) Lucas destaca su origen injusto, y lo define como Mammón de injusticia, dinero negro y malo, que el administrador emplea para robar a su amo. (b) Pero Jesús (narrador de la parábola) dice que el mismo “gran amo” felicitó al administrador injusto, porque supo emplear el mal dinero para servicio propio (y de sus amigos; cf. Lc 12, 33).

‒ No se trata solo de un cambio interior(poniendo amor donde había deseo egoísta de bienes), sino de un cambio externo: En lugar de la economía actual, al servicio de los poderosos (sistema), ha de construirse una economía humana, de manera que el dinero deje de ser Mammón, ídolo que mata y destruye, para convertirse en medio de ayuda a los pobres y de encuentro interhumano.  Lucas sabe que, a partir del mensaje de gracia de Cristo, la misma economía puede y debe transformarse en línea de evangelio, superando una visión apocalíptica y malvada de todo lo que existe.

En la línea del texto paralelo de Mt 6, 24, se puede afirmar que Jesús propone un cambio económico radical, tanto en la forma de entender como en la de aplicar el dinero, no para condenar sin más el mundo, sino para recrearlo en línea de fidelidad humana. En esta perspectiva han de entenderse algunos textos económicos fundamentales de la tradición de Lucas, desde el Canto de María (sacia de bienes a los hambrientos, despide vacíos a los ricos: Lc 1, 46-53) hasta los consejos de Juan Bautista a los soldados y publicanos (3, 10-14; cf. 19, 10). A diferencia del Apocalipsis, que se opone frontalmente a Roma, Lucas acepta en principio su economía, no para defenderla, sino para transformarla.

[1] En general, como herederos del Derecho Romano, nosotros solemos ponernos de parte del Orden Social, es decir, del Capital del Amo Rico, identificándole con Dios, y condenando sin más al administrador “injusto”. Por el contrario, el derecho "bíblico" tiende a pensar desde las "víctimas", interesándose en proteger a los deudores. Según eso, la cuestión central de esta parábola no está en saber si el administrador es "inocente o culpable", sino en ver si lo que él hace resulta bueno o malo para las víctimas.

[2] Esta afirmación parece ir en contra de ciertas tesis de la doctrina social de la Iglesia Católica, que ha venido defendiendo la propiedad privada no sólo de los bienes de consumo, sino de los bienes de producción y del mismo capital.

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