Beato Antonio Rormini: una iglesia herida Las cinco llagas de la Santa Iglesia

De Rosmini (1846) a Francisco (2019). Cinco variaciones de un mismo tema

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Presenté hace ya hace tiempo (10.2.10) una postal sobre un libro de A. Rosmini (1797‒1855), titulado Las cinco llagas de la Iglesia. Retomo aquel motivo y, vuelvo a ocuparme de unos tema que Rosmini presentó de un modo profético, hace 173  años, completando mi reflexión con nuevas reflexiones sobre la situación actual de la Iglesia. De cuando en cuando me siento impulsado a volver al Beato Rosmini, para profundizar con él sobre el sentido y las llagas de la Iglesia.

Antonio Rosmini (1797- 1855).

Escritor, filósofo, teólogo y sacerdote católico italiano. Fue quizá el más significativo de los pensadores cristianos de Italia  en el siglo XIX. Escribió diversas obras de espiritualidad, filosofía y eclesiología: Máximas de perfección cristiana, Nuevo ensayo sobre el origen de las ideas, Filosofía de la política, Tratado de la conciencia moral y, sobre todo, Las cinco llagas de la santa Iglesia, un obra del año 1846 en la que denunciaba los peligros que amenazaban al cristianismo de su tiempo.

Fue hombre de gran capacidad intelectual y de inmensa autoridad y hubiera sido el más adecuado para ser Papa y dirigir las duras negociaciones entre el nuevo Estado italiano y la Santa Sede. Pero cayó en desgracia y dos de sus libros  (Las cinco llagas de la santa Iglesia y La constitución civil según la justicia social¸ fueron puestos en el Índice de libros prohibidos. La iglesia jerárquica rechazaba su visión liberal de la política, que se fundada a su juicio en la libertad moral de los hombres (no en un orden sobrenatural, regulado por la Iglesia). Pero lo que más le preocupaba era la crítica incluida en el libro sobre las cinco llagas, que, a juicio de Rosmini, eran las siguientes (unas llagas que el Papa Francisco ha vuelto a encontrar en la Iglesia Vaticana, 170 años después).

Cinco llagas

(1) La primera era a su juicio la separación entre el pueblo cristiano y el clero, es decir, el clericalismo (como sigue diciendo el Papa Francisco), un clericalismo que sigue dividiendo a los cristianos y que se expresa sobre todo en la liturgia. Rosmini criticaba, especialmente, el hecho de que las celebraciones católicas resultaban con frecuencia incomprensibles para el pueblo. Además, la distancia existente entre el clero y los laicos no respondía al evangelio. La liturgia era del clero, no del pueblo de Dios de Dios, como debía ser.

Frente a la llega de la liturgia separada de la vida está vida hecha liturgia, como sabía Pablo cuando habla de la liturgia de la vida entera hecha celebración del misterio de Dios en la existencia entera, la oración personal, el amor mutuo, la cena que recrea, descansa y enamora. Pero ahora, pasados casi 200 años desde Rosmini escribió aquel libro seguimos con la misma “llaga: La liturgia sigue siendo extraña al conjunto del pueblo de Dios, que participa como observador extraño, de algo que hacen otros, una liturgia separa de la vida concreta de los hombres y mujeres, de los niños, de los pobres…, de la comunión social, de la justicia social y de la esperanza de los creyentes. Miles de años separan nuestras liturgias de la celebración originaria de la vida de Jesús, con el “ágape” (amor de los creyentes) renovado, actualizado en la liturgia de la vida. 

(2) La segunda llaga era la insuficiente formación cultural y espiritual del clero, pues a juicio de Rosmini, los clérigos eran incapaz de dialogar con la nueva cultura de su tiempo. Se había abierto un foso entre el clero y el pueblo en la forma de pensar y de vivir, entre el pueblo cristiano y la nueva humanidad naciente. El pueblo iba por un lado, el clero por otro, y todos lejos de Jesús... Un tipo de teología y de derecho eclesial ha vuelto la espalda a Jesús. Esto lo sabe bien el papa Francisco.

Frente a esa llaga surge hoy la necesidad de volver al conocimiento Jesús, a su historia concreta, a su forma de sentir, de esperar, de compartir, pues en parte la teología y la cultura social de la iglesia ha venido a ser contraria al mensaje y vida de Jesús… En general, hoy, 2019, el clero conoce bien un tipo de teología, pero no conoce personalmente a Jesús, se siente ajeno al movimiento que inició Jesús, al sentido más hondo de su proyecto mesiánico. Pues bien, en contra de esa llaga, hoy se requiere una buena formación cultural y espiritual, un conocimiento personal del misterio de Dios, en libertad, en identificación con Jesús, clero y pueblo, todos juntos, exploradores de la buena nueva, caminando, como quería Juan de la Cruz por “ínsulas extrañas”, por vías nuevas de conocimiento personal, de cálido amor compartido.

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(3) La tercera llaga era la desunión de los obispos entre si y de los obispos con el clero y con el papa, una iglesia dividida en búsqueda de poderes, de influjos externos…El problema era a Juicio de Rosmini la falta de fraternidad y diálogo en el conjunto del clero, pues obispos y presbíteros buscaba su parcela de poder, de manera que unos se enfrenaban con otros. La unión de la Iglesia en el misterio arriba no se reflejaba en la caridad entre los obispos y entre los obispos y el clero.

Frente a esa llega de la desunión la respuesta no es hoy la reunificación impuesta, sino el diálogo en fraternidad, desde la diferencia, desde las diversas perspectivas que abre el evangelio. Es preciso ser distintos, muy distintos, pero no para luchar o imponerse unos sobre otros, sino para dialogar y compartir, no sólo el pan, sino toda palabra que viene de la boca de Dios. Una iglesia de transparencia queremos, sin secretismos y sin miedos, en libertad de amor, sin imponer, sin obligar, cien estrellas, miles de flores para formar así comunidades sanadas y frescas de amor cada mañana… Todo el mundo sabe que hay actualmente en la iglesia una fuerte división entre ciertos obispos y representantes del alto clero, pero no una división para el mejor diálogo, sino para el enfrentamiento y la crítica destructiva.

(4) La cuarta llaga era la injerencia política en el nombramiento de los obispos, que se habían convertido en funcionarios del poder establecido, monarcas ricos de una iglesia rica, dominando con su dictadura (y a veces con su terrorismo) espiritual sobre el conjunto de los fieles… Esta es la llaga de la política episcopal, que a juicio de Rosmini era contraria al evangelio. En un primer momento, él deseaba que el papa tuviera libertad para nombrar a los obispos (sin injerencia del poder divil); pero inmediatamente después quería que se volviera al uso antiguo de la Iglesia, de manera que fueran los propios sacerdotes y el pueblo de cada diócesis los que nombraran a sus obispos. El nombramiento de los obispos por parte de los reyes o del papa le parecía contrario a la fraternidad y libertad del evangelio y de la Iglesia.

Hoy sigue el tema pendiente. Los obispos y presbíteros se nombres y “colocan” desde fuera, desde un arriba extraño a la comunión de los creyentes. Por eso es necesario volver a la práctica primera, que obispos y presbíteros surgen de la misma Iglesia, y eso significa que ha de existir iglesia, creyentes capaces de vincularse en amor, de compartir en camino de Jesús en libertad, con sus propios animadores, en comunión con las demás iglesia, sin más poder y riqueza que la riqueza y poder de la vida en amor. Un tipo de alta iglesia quiere seguir teniendo un alto poder social y político, ése es un poder llagada, contrario al evangelio.

(5) La quinta y última llaga era para Rosmini la riqueza de la Iglesia, es decir, los bienes temporales que esclavizan a los eclesiásticos... Una iglesia que se había hecho rica, y vivía esclavizada defendiendo su riqueza frente a otros poderes que deseaban hacerse dueños de ella. Una vez que había entrado en la iglesia la riqueza se introducía en ella la falta de transparencia en su administración, la búsqueda de puestos de honor, una pirámide de cargos…

              Esta es la iglesia que, según el evangelio de Lucas, se empeñaba en ganar guerras y construir torres, mientras que Jesús había dicho que sólo aquel que se desprende de todo puede ser su discípulos de Cristo (Lc 14, 25‒33). Desprenderse no significa no tener, sino tener para compartir… Compartir la vida, buscar juntos los amores, para enriquecerse unos a otros, sabiendo que sólo tenemos aquello que damos, que sólo vivimos en le medida en que compartimos lo que somos, teniéndolo todo, sin tener egoístamente nada, dándolo todo para así tenerlo todo… Es claro que la riqueza sigue siendo la llaga mayor de la iglesia (riqueza económica, deseo de poder...).

Estas eran las cinco llagas de la iglesia, según un Rosmini condenado por la misma Iglesia

 Condenado por la forma de entender al Verbo, Palabra de Dios, que es Jesucristo… condenado por su forma de entender la presencia de Jesús en la vida de los fieles,  por su forma de entender la eucaristía y el carácter fraterno de la Iglesia.

Revocación de la condena y beatificación

Pero esa condena fue revocada en el año 2001. «Se debe reconocer que una difundida literatura científica, seria y rigurosa, sobre el pensamiento de Antonio Rosmini, expresada en el campo católico por teólogos y filósofos pertenecientes a varias escuelas de pensamiento, ha demostrado que esas interpretaciones contrarias a la fe y a la doctrina católica no corresponden en realidad a la auténtica posición de Rosmini. La Congregación para la doctrina de la fe, después de un profundo examen de los decretos doctrinales promulgados en el siglo XIX y teniendo en cuenta los resultados obtenidos por la historiografía y la investigación científica y teórica de los últimos decenios, ha llegado a la siguiente conclusión: Actualmente se pueden considerar ya superados los motivos de preocupación y de dificultades doctrinales y prudenciales, que llevaron a la promulgación del decreto Post obitum de condena de las "cuarenta proposiciones" tomadas de las obras de Antonio Rosmini…» (Decreto del 1 de Julio del 2001).

El 18 de noviembre del año 2007, Antonio Rosmini ha sido beatificado por la Iglesia católica

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