“Recibir y abrazar la vida como llega a la emergencia del hospital para ser atendida con una piedad especial, que nace del respeto y amor a la dignidad de todos los seres humanos”

“Vuestros esfuerzos y el trabajo de las muchas instituciones que representan son el testimonio vivo del cuidado y la atención que estamos llamados a mostrar a todas las personas, especialmente a los ancianos, a los jóvenes y a los más vulnerables"

"Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo"

El primer encuentro del Papa con la minoría católica tailandesa, y su primer baño de masas en el país, tuvo lugar en el hospital St. Louis, que acaba de cumplir 120 años de su fundación. Al mismo, junto a voluntarios y profesionales del centro, acudieron los de otras obras de la Iglesia en el país, como el hospital de Saint Mary, el hospital Camilliano y el hospital de San Camil

En sus breves palabras antes de visitar a los enfermos y discapacitados “y así acompañarlos, al menos mínimamente, en su dolor”, Francisco agradeció a los presentes “el valioso servicio, especialmente a los necesitados” que allí se realiza. “Ustedes nos permiten contemplar el rostro materno del Señor que se inclina para ungir y levantar a sus hijos: gracias”. 

'Donde hay caridad, allí está Dios', es el principio rector de este hospital, según recordó en su saludo su director, el doctor Tanin Intragumtornchai. El papa tomó el testigo: “Es en el ejercicio de la caridad donde los cristianos somos llamados no sólo a transparentar nuestro ser discípulos misioneros, sino también a confrontar nuestro seguimiento y el de nuestras Instituciones”.

Francisco, en el hospital St. Louis
Francisco, en el hospital St. Louis

"Abiertos a lo imprevisible"

“Ustedes realizan una de las mayores obras de misericordia, puesto que su compromiso sanitario va mucho más allá de un simple y loable ejercicio de la medicina”, subrayó el Papa, quien pidió al personal que “deben ir más allá, abiertos a lo imprevisible”.

“Recibir y abrazar la vida como llega a la emergencia del hospital para ser atendida con una piedad especial, que nace del respeto y amor a la dignidad de todos los seres humanos”, sostuvo Bergoglio, pidiendo “una mirada que dignifica y sostiene” ante la enfermedad y el dolor.

“Todos ustedes, miembros de esta comunidad terapéutica, son discípulos misioneros cuando mirando a un paciente aprenden a llamarlo por su nombre”, recordó el Papa, quien reconoció que “a veces su servicio puede resultar pesado y agotador; conviven con situaciones extremas, lo cual reclama poder ser acompañados y cuidados en su labor”. De ahí, recalcó, la importancia de “desarrollar una pastoral de la salud donde, no sólo los pacientes, sino todos los miembros de esta comunidad puedan sentirse acompañados y sostenidos en su misión”.

“Vuestros esfuerzos y el trabajo de las muchas instituciones que representan son el testimonio vivo del cuidado y la atención que estamos llamados a mostrar a todas las personas, especialmente a los ancianos, a los jóvenes y a los más vulnerables”. 

“Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo. Con la oración queremos unirnos también nosotros al suyo”, subrayó, pidiendo “ojos llenos de misericordia, especialmente en el momento del dolor, la enfermedad y toda forma de vulnerabilidad”.

Saludo del Papa:

Queridos amigos: 

Me alegra tener esta oportunidad de encontrarme con ustedes, personal médico, sanitario y auxiliar del St. Louis Hospital, y de otros hospitales católicos y centros de caridad. Agradezco al señor Director sus amables palabras de presentación. Para mí es una bendición presenciar, de primera mano, este valioso servicio que la Iglesia ofrece al pueblo de Tailandia, especialmente a los más necesitados. Saludo con afecto a las Hermanas de San Pablo de Chartres, así como a las demás religiosas aquí presentes, y les agradezco la dedicación silenciosa y alegre a este apostolado. Ustedes nos permiten contemplar el rostro materno del Señor que se inclina para ungir y levantar a sus hijos: gracias. 

Me alegró escuchar las palabras del Director sobre el principio que anima este Hospital: Ubi caritas, Deus ibi est; donde hay caridad, allí está Dios. Porque precisamente en el ejercicio de la caridad es donde los cristianos somos llamados no sólo a transparentar nuestro ser discípulos misioneros, sino también a confrontar nuestro seguimiento y el de nuestras Instituciones: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40), dice el Señor; discípulos misioneros sanitarios que se abren a «una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano [... ] y buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 92). 

Desde esta perspectiva, ustedes realizan una de las mayores obras de misericordia, puesto que vuestro compromiso sanitario va mucho más allá de un simple y loable ejercicio de la medicina. Tal compromiso no puede reducirse solamente a realizar algunas acciones o programas determinados, sino que deben ir más allá, abiertos a lo imprevisible. Recibir y abrazar la vida como llega a la emergencia del hospital para ser atendida con una piedad especial, que nace del respeto y amor a la dignidad de todos los seres humanos. Los procesos de sanación también requieren y reclaman el poder de una unción capaz de devolver, en todas las situaciones que se tienen que atravesar, una mirada que dignifica y sostiene. Todos ustedes, miembros de esta comunidad terapéutica, son discípulos misioneros cuando mirando a un paciente aprenden a llamarlo por su nombre. Sé que a veces su servicio puede resultar pesado y agotador; conviven con situaciones extremas, lo cual reclama poder ser acompañados y cuidados en su labor. De ahí la importancia de poder desarrollar una pastoral de la salud donde, no sólo los pacientes, sino todos los miembros de esta comunidad puedan sentirse acompañados y sostenidos en su misión. Sepan también que vuestros esfuerzos y el trabajo de las muchas instituciones que representan son el testimonio vivo del cuidado y la atención que estamos llamados a mostrar a todas las personas, especialmente a los ancianos, a los jóvenes y a los más vulnerables. 

Este año, St. Louis Hospital celebra el 120 aniversario de su fundación. ¡Cuántas personas fueron calmadas en su dolor, consoladas en sus agobios e inclusive acompañadas en su soledad! Al dar gracias a Dios por este don de vuestra presencia durante estos años, les pido para que este apostolado, y otros similares sean, cada vez más, señal y emblema de una Iglesia en salida que, queriendo vivir su misión, se anima a llevar el amor sanador de Cristo a los que sufren. 

Al final de este encuentro visitaré a los enfermos y discapacitados, y así podré acompañarlos, al menos mínimamente, en su dolor. 

Todos sabemos que la enfermedad siempre trae consigo grandes interrogantes. Nuestra primera reacción puede ser la de rebelarnos y hasta vivir momentos de desconcierto y desolación. Es el grito de dolor y está bien que así sea: el propio Jesús lo sufrió y lo hizo. Con la oración queremos unirnos también nosotros al suyo. 

Al unirnos a Él en su pasión descubrimos la fuerza de su cercanía a nuestra fragilidad y a nuestras heridas. Se trata de una invitación a aferrarnos fuertemente a su vida y entrega. Si a veces sentimos en el interior “el pan de la adversidad y el agua de la aflicción”, recemos para poder encontrar también, en una mano tendida, la ayuda necesaria para descubrir el consuelo que viene del “Señor que no se esconde” (cf. Is 30,20), y que está cerca acompañándonos. 

Pongamos este encuentro y vuestras vidas bajo la protección de María, precisamente bajo su manto. Que ella vuelva sus ojos llenos de misericordia hacia ustedes, especialmente en el momento del dolor, la enfermedad y toda forma de vulnerabilidad. Que ella les ayude con la gracia de encontrar a su Hijo en la carne herida de las personas a quienes sirven. 

A todos ustedes y a sus familias los bendigo. Y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias. 

Bienvenida del director del hospital
Bienvenida del director del hospital

Palabras de bienvenida del Profesor Doctor Tanin Intragumtornchai, Director del Hospital de San Luis 

Su Santidad Papa Francisco, 

En nombre del hospital de San Luis, el hospital de Saint Mary, el hospital Camilliano y el hospital de San Camilo, tengo el placer de dar la bienvenida a Su Santidad y de saludarlo cordialmente en esta ocasión de su visita a Tailandia. Su presencia entre nosotros tiene un gran significado. Su Santidad representa “El hombre de palabra” que vive lo que predica y tiene siempre sus brazos abiertos para acercarse a todos. Como Vicario de Cristo, su presencia representa una bendición del mismo Cristo. 

La Iglesia quiere testimoniar que nuestros hospitales católicos no tienen como objetivo el hacer negocio. No queremos competir con nadie, solo queremos predicar la Buena Nueva de Jesucristo por medio de nuestro amor y compasión. 

Como su Santidad dijo una vez, el amor es la mejor medicina y remedio para curar no solo el cuerpo, sino también el espíritu. Esta es nuestra misión. Tratamos que todo nuestro personal comparta nuestro valor fundamental: los pacientes son nuestra prioridad, respetamos su dignidad humana, todos somos iguales, pobres o ricos, blancos o negros. Tratamos a todos con el mismo criterio que nos exige el espíritu del hospital de San Luis “Ubi Caritas, Ibi Deus Est”. Creemos en el poder del amor y compasión de Cristo y estamos dispuestos a cualquier sacrificio para poner este amor y esta compasión en acción. Inspirados por las oraciones y las enseñanzas de Su Santidad, nos sentimos fortalecidos y más unidos para anunciar la Buena Nueva de Jesucristo y dar testimonio de su amor y compasión en nuestra diaria misión de traer la salud física y espiritual a nuestros pacientes. 

Aprovechamos esta oportunidad para asegurar a Su Santidad de nuestras oraciones, rogando al Señor que le otorgue fortaleza y buena salud. 

Cordialmente suyos, y unidos en Cristo 

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