Cambio de presidente en Ucrania

Zelensky asumiendo la presidencia de Ucrania

El satírico actor televisivo Volodymyr Zelensky ganó el 21 de abril de 2019, en segunda vuelta, las elecciones presidenciales de Ucrania con un 73,22% de los votos, derrotando así a su predecesor Poroshenko, que no pasó del 25,3%. Sexto presidente del país, Zelensky obtuvo el mejor resultado en las elecciones más abiertas de la historia de Ucrania desde su independencia.Las cancillerías occidentales, no obstante, hartas de actores televisivos en el escarpado camino de la integración europea y de los préstamos del FMI, están con la mosca detrás de la oreja, por lo menos hasta las elecciones que de verdad importan, las parlamentarias de noviembre.

Con 41 años, casado y con dos hijos, su entrada en el Gobierno ha empezado recortando privilegios por arriba, o sea toreando por alto: se acabó la inmunidad de diputados, jueces y la del propio presidente. También quiere instaurar un sistema de consultas 'online' para tomar decisiones, lo que no deja de preocupar ahora con la guerra informática que se traen EE.UU. y China.

Poroshenko, que ya ha felicitado al sucesor, tenía en realidad perdida la partida hace ya un año, cuando las encuestas le daban por detrás de la ex primera ministra Yulia Timoshenko y del propio Zelensky. Su popularidad no dejó de caer durante un mandato en el que plantó cara a la insurgencia prorrusa y acercó Ucrania a Europa, pero sin conseguir que su lucha contra la corrupción diera frutos perceptibles.

Serguei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, ya le ha instado a dialogar con los separatistas prorrusos en las regiones del este de Donbass. «No hay alternativa al diálogo directo con las personas que forman parte de un amplio sector de tu propio pueblo, si es que les sigues considerando parte de tu pueblo», soltó Lavrov en una entrevista difundida por la cadena 'Zvezda'.

En Kiev consideran a Rusia un Estado agresor por la anexión ilegal en 2014 de la península de Crimea, su intervención en la guerra al este del país y el incidente naval de noviembre de 2018 en el mar Negro. Zelensky ha criticado la injerencia rusa, pero a la vez ha defendido un diálogo con Moscú para «poner fin a la guerra de una vez» y ha calificado a los combatientes de «rebeldes» en vez de simplemente «rusos», admitiendo que el conflicto tiene pinta de guerra civil.

El presidente Poroshenko habla con el todavía candidato Zelensky

«¡Ze!» -su alias durante la campaña-, es todavía una incógnita. La mayor certeza es que fue un buen presidente en su serie de televisión. Algunos periodistas refieren que los ucranianos, al ser preguntados en los colegios electorales por las razones de su apoyo a Zelensky, se encogían de hombros. Ucrania se ha abrazado a la ficción, porque la realidad les estaba pareciendo insoportable.

Asumida su aplastante derrota, considerada por los analistas como duro golpe y clara señal de la ciudadanía a sus cinco años de gestión en Kiev, Poroshenko ha pagado el precio de la aguda crisis económica, la galopante e incontrolable corrupción y el enquistamiento del conflicto al este del país. Zelensky, en cambio, no para con el puedo prometer y prometo que «no les fallaré». Porque su única experiencia política deriva del programa televisivo donde interpretaba al presidente del país. Ahora le tocará jugar este papel en un escenario real, cuyo plató televiso va a ser la entera Ucrania, y donde sus promesas (encaminar el país hacia Occidente, plebiscitar el ingreso a la OTAN) deberán enfrentarse a un Parlamento que seguramente se lo pondrá difícil. No todo van a ser días de vino y rosas.

Minutos después de tomar posesión de su cargo, anunció la disolución del Parlamento e invitó al Gobierno a dimitir en pleno. Los comicios legislativos en Ucrania estaban previstos para el 27 de octubre. El partido de Zelensky aún no tiene representación en la Rada, encargada de designar al primer ministro. Zelensky, sin embargo, ha encargado a los actuales diputados que utilicen estos meses hasta las próximas elecciones para adoptar una serie de leyes urgentes y destituir a varios altos cargos mediante la aprobación de una ley que elimine la actual inmunidad de la que gozan y otra para prohibir expresamente que los altos cargos puedan enriquecerse de forma ilegal: ¡ni que hubiese visto en ellos a Luis Bárcenas!

Su «primerísima tarea» es el alto el fuego en Donbass, para cuyo logro está dispuesto a adoptar «decisiones complejas», incluso «perder mi popularidad y, si es necesario, mi cargo con tal de que se establezca la paz». Hay políticos a quienes se les va la fuerza por la boca. Porque el objetivo este debe alcanzarse «sin pérdida de territorios». «Nosotros -ha puntualizado- no empezamos esta guerra, pero nosotros tendremos que terminarla. Estamos dispuestos al diálogo, y estoy convencido de que el primer paso para el comienzo de ese diálogo será el retorno de todos los prisioneros ucranianos».

Tampoco se ha mordido la lengua precisando que Crimea, anexionada por Rusia en 2014, y la región de Donbass, escenario de un conflicto armado que estalló ese mismo año y se ha cobrado más de 10.000 muertos, son territorio ucraniano. No le parece muy correcto, pues, hablar de la recuperación de territorios perdidos, porque «no se puede perder lo que a uno le pertenece por derecho», ha matizado.

El Kremlin descarta contactos inminentes con Ucrania. Y Putin, por ahora, ni se ha puesto al teléfono. Quien sí le ha cursado la felicitación protocolaria es el patriarca ruso Kirill. De ahí la pregunta: ¿Qué rumbo tomará Zelensky en el cisma ortodoxo ruso-ucraniano? Cuesta admitir que, por muy actor que sea, iguale a Poroshenko en emoción. Por de pronto hay indicios de lo contrario. Uno de ellos, que el Patriarcado ruso haya preferido siempre su candidatura. «Si gana una persona que no tiene relación alguna con la Iglesia y que se mofó del Tomos (decreto sobre la autocefalía de la Iglesia ucraniana) en uno de sus programas (humorísticos), cabe esperar que acabará la persecución contra la Iglesia (ucraniana leal al Patriarcado de Moscú)», opinó con sibilino gesto el metropolita Hilarión, jefe de relaciones exteriores de la Iglesia ortodoxa rusa, por el canal Rossiya 24. Claro que para mofa del Tomos, las de Kirill e Hilarión. A Zelensky aquel humor televisivo le puede salir muy caro.

Bien sabido es que su santidad Bartolomé I, Patriarca Ecuménico, rubricó el Tomos de autocefalía de la Iglesia ortodoxa de Ucrania en presencia del Metropolita de Kiev y toda Ucrania Epifanio (Yepifany) y del presidente de Ucrania Petró Poroshenko, concediendo así la independencia autocéfala a la Iglesia ucraniana tras más de tres siglos dependiendo del Patriarcado de Moscú.

Epifanio (nacido como Serhii Dumenko) oficiando como Metropolita de Kiev

Al día siguiente, el Tomos fue entregado al líder de la nueva Iglesia, Epifanio, durante una solemne ceremonia tenida en Estambul, sede del Patriarcado de Constantinopla, y a la que también asistió Poroshenko, defensor acérrimo del cisma con Moscú por motivos «geopolíticos». La noticia fue duramente criticada por la Iglesia ortodoxa rusa, que denunció además el inicio de una campaña de persecución de los sacerdotes alineados con Moscú en Ucrania.

Pero las estadísticas recientes no tienen vuelta de hoja: En 2018, el 42,7% de los creyentes ortodoxos de Ucrania se declaraban feligreses de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev (el de Filaret). En enero de 2019, en una investigación llevada a cabo conjuntamente por tres centros de estudios sociológicos de Ucrania, el 70,7 % de los 11.000 encuestados se declaraba cristiano ortodoxo y, de estos, el 43,9 % dijo ser feligrés de la unificada Iglesia ortodoxa de Ucrania, el 38,4 % afirmó ser simplemente ortodoxo y el 15,2 % se declaró seguidor de la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Moscú

No faltan expertos achacando la derrota de Poroshenko mayormente al nuevo cristianismo autocéfalo. Eso es pasarse siete pueblos. Aseguran que la entrega del Tomos que marcó la autonomía en relación a Moscú, concedido por Constantinopla a costa de un grave cisma en la Ortodoxia, fue usado por Poroshenko como un arma electoral, esgrimida en todos los rincones del país donde se presentó solemnemente acompañado por el metropolita Epifanio (Dumenko), que ahora tendrá que vérselas con su coetáneo Zelensky.

Lo malo es que, en el show televisivo, el cómico Zelensky no tuvo mejor ocurrencia que ridiculizar la operación, llamando al Tomos «thermos», para luego excusarse por el desliz de un modo bastante ambiguo y, en definitiva, insatisfactorio. Esta metedura de pata puede costarle a Zelensky muchos disgustos.

Los ucranianos son un pueblo muy religioso, que ha asistido a un gran renacimiento de la fe tras el comunismo, en todas las variantes del cristianismo ortodoxo, católico e incluso protestante. El intento de unificar las variadas ramas eclesiásticas, sin embargo, no ha tenido, hasta la fecha, el resultado apetecido, provocando nuevos desgarramientos.

Persisten de todos modos las dudas sobre la efectiva consistencia del nuevo presidente, convertido de la noche a la mañana en político, y al que se le acusa ya de ser «la marioneta de Kolomojko», un oligarca ucraniano metido desde siempre en política hasta las cejas, y dueño del canal televisivo que lanzó al cómico a la fama.

La esperanza de los ucranianos es poder retornar al «espíritu de Maidán», y su particular inspiración de la «democracia directa», en la que el pueblo es protagonista de las decisiones políticas que atañen a la nación. La única frase realmente significativa de Zelensky tras ser elegido, ha llegado así al espíritu nacional: «Como simple ciudadano puedo decir a todos los países del área post-soviética: miren, ¡todo es posible!». ¡Y tanto, señor presidente, y tanto!

Bartolomé I, Patriarca Ecuménico

Esto último ha provocado en Ucrania que muchos estén sobre aviso de la que se les puede venir encima. Y que otros digan de Zelensky que nunca se ha visto en otra. La Magdalena en Moscú no está para tafetanes. Y tampoco las cosas de Kiev andan como para tirar cohetes, maniobra, por cierto, que Putin se conoce a la perfección, sin necesidad de acudir a ningún plató televisivo. Pero cohetes, lo que se dice tirar cohetes, sabe cantidad…

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