"Es el mayor cementerio de migrantes del mundo", alerta el arzobispo de Barcelona Cardenal Omella: "El Mediterráneo se ha convertido en una abominable tumba para la conciencia de Europa"

(Cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona).- En el mundo hay 232 millones de personas migradas, de las que 65 millones se han visto forzadas a abandonar su casa por un conflicto armado y 21 millones son refugiadas por motivos políticos. Tampoco podemos olvidarnos de los miles de personas que han perdido la vida en el Mediterráneo, cuando intentaban cruzar la barrera invisible entre el norte y el sur, entre Europa y África.

En estos momentos, el Mediterráneo es el mayor cementerio de migrantes del mundo. Alrededor de 34 mil personas han perdido la vida intentando cruzarlo entre los años 2000 y 2017. Pero, sobre todo, el Mediterráneo se ha convertido en una abominable tumba para la conciencia de Europa. Como cada verano, cientos de personas transitan pendientes de las corrientes marinas, de la incertidumbre y de unas mafias ante las que la Unión Europea parece estar de brazos cruzados.

Este es el día a día del Estrecho de Gibraltar y de la frontera de Ceuta y Melilla, por donde miles de personas quieren entrar en nuestro país. Esta inmigración proviene de una esclavitud moral vergonzante y humillante, que remueve nuestras conciencias. Tenemos un gran roto en el tejido social que hay que remendar con urgencia y, a través de Cáritas Diocesana de Barcelona, nos hemos puesto manos a la obra para zurcirlo. En septiembre de 2015 pusimos en marcha el Servicio de Ayuda a los Refugiados, un programa que atiende actualmente a 104 personas procedentes de países que pueden optar por asilo o refugio. Son acogidas en pisos de Cáritas o por particulares, parroquias u órdenes religiosas.

Acoger, proteger, promover e integrar son los cuatro verbos que el papa Francisco nos propone conjugar para orientar nuestro esfuerzo a favor de estos colectivos. "Los migrantes y los refugiados son una oportunidad que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio". (Mensaje pontificio con motivo del Día Mundial del Migrante y del Refugiado, 2014)

Como expliqué en un acto celebrado recientemente en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, tenemos que esforzarnos más para acoger e integrar las personas migrantes y refugiadas en nuestra diócesis. Pero conviene afrontar el origen de esta cuestión. Desde Europa hay que favorecer el desarrollo económico de África y crear empleo en los países del continente más empobrecido del mundo. Solo así podremos reducir el drama de la migración forzada.

"Fui forastero y me hospedasteis". (Mt 25,35) Hospedar al forastero implica ser receptivo a la llamada del otro. Su necesidad nos debería remover, conmover y empujar a considerarla también como una de nuestras prioridades. Esto no es fácil. A menudo, los prejuicios, el miedo, la desconfianza, la propia comodidad... nos impiden una actitud de acogida.

Queridos hermanos, es bueno recordar que la movilidad humana es una oportunidad para el desarrollo de los pueblos en origen y en destino. Tengámoslo en cuenta.

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