Imaginación

La imaginación es la loca de la casa, decía Teresa de Ávila, pero hoy sabemos que hay locos cuerdos y cuerdos muy locos. Los cuerdos más locos son precisamente los que no se acuerdan de la imaginación para vivir, olvidando que el hombre es un animal imaginal o simbólico, significacional. De ahí la importancia radical de la imaginación, constituida en condición antropológica de nuestra vivencia, convivencia y supervivencia. Hasta el punto de que A.Einstein otorgaba más importancia a la imaginación que al propio conocimiento (precisamente porque lo posibilita humanamente bien que mal).

La imaginación es la condición radical de nuestra existencia humana en su abrimiento y proyección. En realidad, la propia realidad es una realidad impropia o imaginada, ya que tenemos que imaginárnoslo todo e imaginar a todos para su entendimiento y comprensión humana. Nos imaginamos los átomos y los ángeles, las cosas y las ideas, las personas y Dios. Precisamente este último pertenece arquetipalmente al ámbito de la imaginación simbólica, ya que Dios es el símbolo del símbolo y el arquetipo del sentido.

Pero también algo tan profano como la crisis que padecemos es una crisis imaginal y un cambio de imaginario. Por una parte, entran en crisis las imágenes que nos habíamos hecho del mundo y del cosmos, de la vida y de la muerte, de la felicidad y la infelicidad. Nos imaginábamos un mundo feliz que se ha venido abajo estrepitosamente, como la Torre de Babel, de modo que nuestra Babelia se ha manifestado como Bobelia. Nos imaginábamos un mundo a medida del hombre (posmoderno), el cual ha entrado en crisis al no asumir una auténtica “intramodernidad” o modernidad ad intra (hacia el interior anímico, llámese alma, corazón o intratrascendencia).

Por otra parte, la ciencia biofísica ha proyectado un cosmos desmesurado, en cuyo contexto el hombre parece una pulga. La conciencia del Dios tradicional se ha quedado estupefacta ante la revisión crítica de una creación que avanza retrocediendo, entrópicamente, en una expansión loca o locoide con innúmeros daños colaterales, simbolizados todos en uno: la muerte.

Pero lo más intrigante es que la presunta/presuntuosa ciencia económica se ha desvelado como ciencia imaginaria, ya que vive de imágenes y sobrevive imaginariamente. La realidad económica es una realidad imaginal, cuyo precipitado es el dinero volátil y espirituoso, una especie de burbuja especulativa que especula con espíritu burlón y se ríe del ingenuo realista. El dinero o capital es la cuenta y recuento de un cuento, una especulación o abstracción, la quimera del oro sublimado y destilado sutilmente por los alambiques mercantiles de Mercurio: el cual ha suplantado a Hermes vergonzantemente.

La imaginación es constitutiva de nuestra realidad y realización humana. Por eso sin imaginación no se puede vivir. Mas con la sola imaginación no se puede sobrevivir. La imaginación es la loca de la casa, una loca cuerda si se acuerda de que está loca, porque así puede hacerse trasparente o trasparentar su locura sin inducirla o proyectarla a los demás; pero se trata de una loca enloquecida si no se acuerda de su enloquecimiento y melopea abstractoide. Y es que el loco que reconoce su locura está cuerdo, mientras que el cuerdo que no reconoce su locura está incuerdo.

(Reflexión religada: si Dios ha creado este cosmos descomunal es un Creador descomunal, en el sentido ambiguo o ambivalente otorgado a la loca de la casa...)
Volver arriba