La cara de Jesús

Para el sentir común del pueblo,    la cara de la Iglesia no es otra que la de su.    Jerarquía. También lo son    la palabra, la voz     y los comportamientos de modo especial de quienes    son y se sienten    consagrados y revestidos legalmente de ornamentos sagrados.    El elemento clerical –cara de la Iglesia por antonomasia-,    de modo similar al de otros gremios, organizaciones e instituciones, son para el pueblo, lo que cantan,    salmodian y evangelizan    los medios de comunicación social    a los que tienen acceso o frecuentan.

Y para la mayoría de este pueblo,    la Iglesia se decanta hoy    por optar, mantener y aún defender las facciones de su rostro    con los distintivos propios    de los “todopoderosos” representantes de Dios , autoridades supremas en esta y en la otra vida, “impecables”, sabelotodo, vírgenes y mártires , “obras de Dios”, elegidos, vocacionados, religiosos y, en definitiva, superiores y distintos de los demás, de clase alta    y no “de tropa”,    en definitiva,    “clero”, en su acepción fontal    de “selecto, apartado, “lo mejor de lo mejor” y “la flor y nata de la sociedad” sobre todo por aquello del Nacional Catolicismo y sus consecuencias, todavía perdurables.

En este contexto, conocimiento y valoración    clasista, es ciertamente explicable que los medios de comunicación    de cualquier tipo y procedencia    acentúen episodios, situaciones, estados y comportamientos,        en los que abusadores,    pederastas y demás ralea    campeen por su cuenta, escandalizando al personal y dejando degradantes    regueros    de víctimas inocentes. Es comprensible que al pueblo le alcancen de lleno las consecuencias    de hechos tan graves    contrarios a la moral, con lo que los rasgos de la cara –imagen- de Nuestra Santa Madre la Iglesia    aparezca maltratada e irreconocible,    lo mismo para los de dentro que para los de fuera...

Pero gracias sean dadas a Dios, la Iglesia-Iglesia,”pese a todos los pesares” y felizmente, va teniendo otra cara. La propia cara de Jesús,    que refleja    sus sentimientos    y la hacen ser    salvadoramente atractiva, religiosa e inconfundible.

Tales rasgos, descritos con fidelidad por el papa Francisco, pasan por el meridiano de la misericordia,    del amor, de la vida,    libertad, ternura, liberación, Dios-padre y madre a la vez,    verdad, corazón,    paz, hijo, hermano, generosidad, confianza, espiritualidad, alianza, palabra, diálogo    paciencia, respeto, sabiduría, transparencia, placer, gozo, luz,    naturaleza, ecología, agua, ríos, fuentes    y mares, montañas, novedad, “en salida”, sinodalidad, amistad, servicio, coherencia, migraciones, cercanía, encarnación    convivencia, común unión –Comunión-    comunicación    forastero, pan, vino, risas y sonrisas, reforma, resurrección, novia, esposo, música, poesía,    evangelio, libros,    solidaridad, disponibilidad….   

Todas y cada una de estas palabras hacen ser Iglesia a la Iglesia. La falta de alguna de ellas, su malversación    y compra, o venta, aunque sean y se ajusten a tasas canónicas y hasta indulgenciadas, profanan a la Iglesia y tornan irreconocible su cara. No resulta difícil comprobar, padecer o disfrutar, del dato    de que no son precisamente los miembros    de la clericalidad    en sus más altas esferas, títulos y prerrogativas, quienes le confieren a la Iglesia    mayores y más atractivos rasgos y perfiles de    simpatía y de inclinaciones afectiva. Son mayoritariamente los laicos y las laicas quienes le aportan    a la institución    eclesial    dosis más fecundas    de la atracción evangelizadora, que dimanan la doctrina, el ejemplo y las enseñan zas de Jesús …

“Dar la cara” siempre y en todo,    “Caérsele a uno, o a muchos,    la cara de vergüenza”, “Plantar cara” y otras afirmaciones de la ascética popular    facilitarán que    “el santo -los santos- se tengan siempre de cara”, y que en realidad elos nos ayuden a despejar el camino para concluir    que “arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué”. El papa Francisco es doctor que profesorea a    la perfección    en esta tarea, en la que por cierto    la religiosa    doctora Teresa de Jesús se adelantó señalando que “un santo triste es un triste santo”,

Al estudio de los rasgos auténticos    de la cara    de Jesús,    no le falta doctrinalmente un detalle. Les faltan muchos a    sus iconógrafos y a sus imitadores. Tarea tan santa y evangelizadora incluye con presteza la “descaramelización”, o “desdramatización”, según, de la figura, aún externa, del nazareno, devolviéndonoslo,    en el entorno de un vecino más entre familiares, amigos y amigas, siempre, y hasta el sacrificio,    al servicio del pueblo…

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