Obispo cuestiona la doctrina sexual

Que un obispo cuestione la doctrina sexual de la Iglesia Católica me ha parecido una noticia, por lo infrecuente, que valía la pena de abordar. Se trata de un obispo jubilado (con los años las personas se hacen más libres) australiano, Geoffrey Robinson, que habló hace unos días en EEUU en un simposio sobre catolicismo y homosexualidad. En sus palabras pidió que se hicieran “nuevos estudios sobre todos los aspectos de la sexualidad humana” ya que podrían tener una gran influencia en la doctrina de la Iglesia.

Las jornadas empezaron por un día de retiro, a un público formado por 400 homosexuales, lesbianas, bisexuales, transexuales, católicos inquietos y ministros de la Iglesia. Precisamente por haberse visto involucrado en la resolución del tema de la pedofilia clerical, Robinson se dio cuenta de la importancia del sexo en la vida del ser humano, algo que niega nuestra sociedad al trivializarlo e impedir que se creen relaciones duraderas y se de lugar al nacimiento de hijos, en provecho de toda la comunidad.

Fundamentó su conferencia en varias ideas básicas:
1 – No hay posibilidad de cambio en la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad,mientras no cambie su concepción de los actos heterosexuales
2 - Que el sexo sea un tema serio no significa que la Iglesia tenga que aceptar, sin críticas, su visión tradicional sobre la moral sexual

3 – Hay una necesidad imperiosa de un cambio en la doctrina oficial de la Iglesia sobre los actos heterosexuales. Una tesis que fundamenta en que considera errónea la actitud de los que niegan la posibilidad de cuestionar las leyes y enseñanzas de la Iglesia (algo que le han echado en cara sus compañeros australianos en el episcopado) porque es el mejor camino para mantenerse acorde con los avances de la ciencia.

4 –Si el cambio se llevara a cabo, tendría efectos en la doctrina sobre la homosexualidad pues, si se piensa como hoy, que todos los actos sexuales tienen que ser a la vez unitivos y procreadores, no hay posibilidad de aprobar los homosexuales.

Siguió diciendo que durante siglos la Iglesia enseñó que toda transgresión sexual era pecado mortal (en mi juventud se hablaba de que no había parvedad de materia, un vocablo que entendíamos mal) y aunque hoy no se repite mucho, nunca se ha abolido una idea que ha dañado a muchas personas. Además bajo esta doctrina, subyace la idea de un Dios iracundo, que condena a la eternidad a una de sus criaturas, por un acto de placer sexual del que no se arrepienta.

¿Por qué no se produce el cambio? Una razón puede ser que aunque la Humanae Vitae no utiliza el lenguaje de la infalibilidad al hablar de la contracepción, los papas posteriores han gastado tanta energía en condenarla, que un cambio sería un golpe a su autoridad. Si se equivocaron en este tema, pensaría la gente ¿no se estarán equivocando en muchos otros, como la ordenación de las mujeres, la homosexualidad o el celibato?

Para Robinson, a Dios no le afectan los actos o los deseos sexuales en si mismos sino el daño en el que puedan incurrir, al que hay que añadir la parte positiva del cristianismo: ama a tu prójimo. Aconseja que la Iglesia deje de apoyarse en la división entre actos naturales o innaturales para colocar su moralidad en personas y relaciones, pues de esta manera, será más fácil entender y vivir la sexualidad como seres sexuados. ¿No serán las circunstancias las que dirán si el acto es moralmente bueno o malo? Será bueno en un matrimonio que busca la reconciliación y malo en una violación

Es consciente de que el cambio no será fácil y exigirá junto al diálogo la confrontación, pero la realidad es que un porcentaje altísimo de católicos del mundo occidental no siguen las directrices eclesiales, lo que tiene que dar que pensar.

Considero que este obispo ha tocado un tema muy importante en nuestra Iglesia actual (para leer más cosas sobre su pensamiento del que yo sólo he esbozado unas líneas www.bishopgeoffrobinson.org). Se ha atrevido a no mantenerse en unión con sus compañeros del episcopado pues su conciencia le pedía pensar de otra manera, más afín con el sentido de los fieles. Siempre me ha producido inquietud (aunque no es mi problema) el juramento de unión de los obispos, (y el cuarto voto de los jesuitas) algo que sería considerado ilegal en cualquier estado de derecho y que achacamos a las sectas que lo practican. Es cierto que el voto refuerza la autoridad del líder pero ¿qué pasa cuando la conciencia les dice que está equivocado? ¿Se deben al papa o a Cristo? ¿Es virtud entregar la conciencia en manos de otros? Una serie de preguntas a las que yo contestaría, probablemente, de forma distinta a la de nuestros prelados por lo que me gustaría conocer otras fundamentaciones distintas de la mía.
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