Conversión a la libetad en el amor (8.12.19)

                Adviento es el tiempo litúrgico donde la Iglesia celebra esa dimensión tan esencial a nuestra existencia humana: la esperanza, la posibilidad de mirar al porvenir confiadamente. El porvenir es personal. Pero nuestro futuro va ligado sin remedio al de nuestra sociedad y, si somos cristianos, también al futuro de la Iglesia. El evangelio de este domingo 2º de Adviento recomienda que demos “frutos de conversión” . Pero ¡conversióm de qué y hacia qué? En los tres ámbitos –personal, social y eclesial- debemos dejar la idolatría y caminar hacia la libertad en el amor.

En el ámbito personal la sensibilidad moderna Está suponiendo un paso adelante en la subida del individuo con valor en sì mismo antes, en y después de las instituciones sociales ¿quién  va a renunciar a esta legítima conquista? Cada uno hemos sido puestos en mans de nuestra propia decisión y no debemos abdicar de este privilegio. Pero quizás porque las instituciones van perdiendo fuerza, la subjetividad se levanta como único criterio de conducta para construir nuestro “yo” cuyo juicio consideramos absoluto. Lo cual es falso. Necesitamos convertirnos, salir de esta “egolatría” para ser libres en el amor. Es decir, procurando también que los otros puedan proceder con libertad

En la organización de nuestra sociedad necesitamps un cambio de ideología, de intereses y de valores. La ideología del sistema vigente que se ha impuesto en el mundo globalizado como una pisonadora, más que atea es idolátrica. Se hace del dinero un falso absoluto, el capital financiero es una divinidad intocable, la economía está degenerando en crematística, y las personas son sacrificadas a esa divinidad que no entiende de compasión. Una sensibilidad humana, no digamos evangélica, no puede pactar con esa idolatría. La autonomía  en la gestión de las realidades seculares es legítima y necesaria. Pero si el ser humano en esa gestión pretende ser absoluto, su aspiración  se pervierte con la mentira. Necesitamos convertirnos , humanizar la lógica de la fría lógica  del mercado con la lógica de la compasión y de la gratuidad.  De lo contrario nuestra sociedad no tendrá ese porvenir que en el fondo todos anhelamos..También aquí el valor es la libertad , sí pero ejercida en el amor solidario.

           Es manifiesto el forcejo dentro de la misma organización eclesiástica. Tras mucho tiempo  identificada por muchos con el poder, hoy la Iglesia quiere ser pobre y servidora. En salida de su poderío mundano y caminando en el seguimiento de Jesús que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida buscando el bien de todos. Si en este forcejeo entre el seguimiento de Cristo y la cómoda instalación no va cundiendo el espíritu evangélico, tmpoco habrá futuro para la Iglesia. También aquí necesitamos avivar la expriencia de libertad en el amor que con tanto brío recmendaba San Pablo.          

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