Obediencia y autoridad

En el diálogo de la Iglesia con un mundo en cuyo dinamismo histórico ya está presente y activo el Espíritu, hay signos de nuestro tiempo que pueden ser exigencia de renovación en el ejercicio de la autoridad y práctica de la obediencia. El Vaticano II ha reconocido signos y llamadas del Espíritu en algunas características de la mentalidad moderna. Los seres humanos estamos llegando a “la mayoría de edad” con sus reclamos de autonomía y prioridad de la conciencia. Por mucho tiempo en la sociedad vino funcionando un régimen piramidal y feudal que ha ido cayendo con la entrada de las democracias.

Escuchando esta sensibilidad moderna, el Vaticano II presentó a la Iglesia como “pueblo de Dios”, cuyos miembros todos son animados por el único espíritu de Jesucristo. Queda trasnochada por reductora otra visión de la Iglesia que León XIII describía en 1888 en una carta al obispo de Tours: “es claro que hay dos órdenes de hombres en la Iglesia, diversos uno de otro por naturaleza, los pastores y la grey, es decir, los rectores y la multitud. Al primero corresponde el oficio de enseñar, gobernar y regir la disciplina de la vida, dar mandatos. Obligación del otro es someterse, obedecer, cumplir los mandatos, prestar honores”.

Tanto el cambio cultural como la eclesiología del Vaticano II postulan nueva interpretación en la práctica de la obediencia y en el ejercicio de la autoridad. Hay que pasar de la imposición a la escucha y al diálogo. Hay que pasar del servilismo, a una obediencia consciente, responsable y activa. Urge superar la dinámica de sospechas, para respirar un clima de confianza donde los creyentes cristianos entendamos que la práctica de la obediencia y el ejercicio de la autoridad, siguiendo la conducta de Jesucristo, es el camino progresivo para la humanización auténtica de la libertad y de la autoridad.

( Santo Domingo (R.D.) En un encuentro sobre “obediencia y autoridad” en la vida religiosa, 20 de julio, 2010)
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