La conversión es responsabilidad nuestra

domingo 3º de Cuaresma

1 Jesús encontró gente religiosa de su pueblo con una visión peculiar de Dios. Algunos judíos piadosos pensaban que desde el cielo la divinidad envía desgracias y provoca fenómenos catastróficos para castigar a los malos. Según ellos, la muerte de revolucionarios judíos dictada por el gobernador romano era un castigo del cielo, y el derrumbe de una torre que mató a dieciocho personas era efecto de una divinidad airada contra los pecadores. Jesús tiene la experiencia de Dios que es amor y no sabe más que amar; no abriga sentimientos de venganza ni envía desgracias para castigar a los seres humanos

 2. Con frecuencia nos dejamos llevar por nuestros instintos primarios, y como aquellos dos discípulos airados porque no les admitieron en un pueblo, deseamos que parta un rayo a quienes nos contradicen; optamos por la venganza y la violencia. Entonces llegan los atropellos de unos contra otros que hacen imposible una convivencia pacífica. Cuando esos instintos primarios chocan con catástrofes naturales o la muerte de un ser querido, nos quedamos desvalidos y caemos en la depresión. Así fácilmente interpretamos las desgracias del otro como castigo por su mala conducta,  o nos plantamos ante el Creador pidiéndole explicaciones por enfermedades que nos aquejan o ante fenómenos naturales que aniquilan a muchos inocentes.

 3. Jesús experimenta que Dios es amor pero un amor inabarcable que ante tantos y terribles males con tanto sufrimiento, recomienda silencio y confianza. En estos domingos de cuaresma la palabra de Dios recuerda el testimonio a figuras como Abrahán y Moisés que confiaron y se fiaron de Dios dejando la tierra conocida y caminando sin saber a dónde iban como si vieran al Invisible. Con esa idea e invitando a la conversión, el evangelista Lucas introduce la pequeña parábola de la higuera que no da fruto. Hay que arrancarla, pero se le concede  otra oportunidad. La misericordia de Dios es llamada y puerta siempre abierta; la decisión de acoger o desoír esa llamada es responsabilidad nuestra.

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