En la misma fe de los primeros cristianos (28.4.19)

Vivir la experiencia de la resurrección

Los otros discípulos le decían: “hemos visto al Señor”, Pero Tomás respondió: “si no veo en sus manos la señal de los clavos, no lo creo”. Al final él mismo tuvo la experiencia y acabó confesando “Señor mío y Dios mío” (Evangelio

Hemos visto al Señor. La fe no es ver con los ojos de la cara, es más bina brise a una presencia que se da, consentir y entregarse confiadamente. Los apóstoles y los primeros cristianos “vieron con los ojos de la fe y creyeron”; son los primeros creyentes; experimentaron la presencia de Jesucristo resucitado. San Pablo lo dice muy bien: “Cristo vive en mí”. Los primeros cristianos fueron los primeros creyentes. Y su fe se manifestó en alegría, paz, perdón, entusiasmo por anunciar el Evangelio de Jesús. Si nosotros hoy participamos la misma fe de Mª Magdalena, Pedro, Juan, Pablo…, respiraremos sus mismos sentimientos.

La fe o experiencia cristiana no se opone  la razón ; es sencillamente otra ventana distinta de la razón para conocer la realidad. La fe religiosa, como la sensibilidad artística y el amor pueden ser cauce de conocimiento que no alcanzan el racionalismo cartesiano ni nuestra sofisticada investigación científica. La fe cristiana no va contra la razón, gracias a la razón se purifica de posibles supersticiones, y abre un horizonte nuevo que por sí sola no alcanza la razón.

El apóstol Tomás es el típico racionalista que comete varios errores. Primero, la pretensión de controlar todo racionalmente. Segundo no aceptar que las cosas pueden cambiar más allá de su control; ha visto a Jesús muriendo en la cruz y no es posible que ahora esté vivo; esa novedad rompe sus esquemas. Tercer error, no dar crédito a la experiencia que tienen sus compañeros. El evangelista Juan escribe ya para la segunda generación cristiana, donde algunos decían: “los Apóstoles como vivieron con Jesús, fácilmente creyeron en la resurrección; pero nosotros que no le conocimos, encontramos más dificultad para creer”. Y el Evangelista responde con el caso de Tomás; a él también le costó creer. Pero Jesús vencedor de la muerte le habla: no seas racionalista, “se creyente”, no te cierres a la presencia del Resucitado. Y Tomás se abrió a esa presencia confesando; “¡Señor mío y Dios mío!”

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