Cómo procesar los conflictos

En el primer domingo de Cuaresma el evangelio éramos invitados encontrarnos con nosotros mismos en “el desierto”, en la soledad. Pero no podemos ni debemos huir de la vida diaria donde inevitablemente hay conflictos. Para una comunidad cristiana que ya es perseguida en el imperio romano, como un catequesis san Lucas trae el relato de la transfiguración. Jesús decide ir a Jerusalén exponiéndose a que las autoridades judías dicten contra él sentencia de muerte; para procesar el conflicto hace oración y escucha la presencia del “Abba” que nunca le abandna: “Tu eres mi Hijo amado su apoyo es la experiencia del “Abba” que nunca le abandonará: “este es mi Hijo amado”. Con esa experiencia soportará las contradicciones y el sufrimiento de la muerte cruenta e injusta

Significativamente Jesús va acompañado por la comunidad cristiana que ahora tiene que procesar la persecución y el sufrimiento. Pedro, Juan y Santiago, que acompañan a Jesús, son los representantes de esa comunidad cristiana. Aceptan a Jesús como el Mesías esperado, plenitud de la ley representada por Moisés y el anunciado por los profetas cuya figura más significativa es Elías. Incluso han percibido en Jesús la presencia de Dios mismo cuyo símbolo bíblico es la nube. Pero “están dormidos”, lo mismo que en Getsemaní cuando llegó la hora de la prueba, y Jesús “se encontró solo” pues ni sus mismos discípulos le siguen.

En el segundo domingo de Cuaresma el evangelio recuerda que, a la hora de la verdad, somos puestos en manos de nuestra propia decisión. Pero al enfrentarnos con los conflictos no estamos solos. En la oración y abriéndonos a esa Presencia de amor en que habitamos, podemos escuchar: “tu eres mi hijo amado” El amor del “Abba” nos acompaña siempre. Todo sucede en Dios aunque Dios no quiere todo lo que sucede. Su presencia es garantía y la fuerza para procesar los inevitables conflictos de nuestra existencia.

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