¿ Aún queda oro en las Indias?

El título evoca un breve y substancioso libro del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, “Dios o el oro de las Indias”. Ahí se refiere al metal precioso que para muchos conquistadores era la divinidad a la que sacrificaban la vida de los pobres indígenas ¿ Quedará todavía ese metal precioso en las Idias que ahora llamamos América Latina?
Aquí empleo la palabra “oro” como símbolo de lo que tiene valor, de lo que brilla, de lo que merece la pena. Cotejando lo que vemos en nuestra sociedad española y lo que se aprecia en estos pueblos latinoamericanos, “aún queda oro en las Indias”, algo importante y cotizable hoy para los europeos y más en concreto para los españoles. Apunto dos filones.

Un humanismo pluriforme. Nuestra sociedad española funciona muy agresivamente. La racionalidad instrumental ha provocado una competitividad a muerte; la compasión, la sencillez y la preocupación gratuita por el otro apenas tienen espacio; se ha fabricado un modelo de persona que se mide por la eficacia en la producción y por su capacidad de consumo. Hay demandas de más humanidad, pero el sistema mostrenco es insensible a las mismas.

Desde hace treinta años me ha tocado estar largas temporadas en los pueblos latinoamericanos y en todos, con distintos matices y versiones, encontré y aún encuentro, a pesar del empobrecimiento y dependencia que sufren, sentimientos de compasión, solicitud por el otro, ganas de vivir compartiendo con los demás lo poco que tienen. Lo he visto en los pueblos indígenas de Guatemala, n las favelas del Brasil, en la nada fácil situación de Cuba, y ahora en Republica Dominicana. Es verdad que hoy esta sensibilidad humanista se ve amenazada por la violencia muchas veces provocada desde fuera en un proceso de globalización donde los pobres siguen siendo excluidos. Pero ahí puja todavía ese humanismo como queda ese pulmón amazónico para que siga respirando nuestro mundo contaminado.

Lo blanco par de lo prieto”. Era un dicho empleado con frecuencia en el castellano del siglo de XVI. Lo prieto es lo oscuro. Ahora lo aplico a la realidad española tremendamente compleja y confusa. Se ha desencadenado un proceso de secularización donde cada vez el misterio, la religión y concretamente la Iglesia son silenciados y echados fuera de la organización social. No es lamentable que la Iglesia pierda la presencia pública de poder que tuvo en otro tiempo, pero da que pensar esa especie de rechazo sin distingos.

En contraste con esa situación, veo lo ocurre aquí mismo, en República Dominicana: los obispos son entrevistados en cadenas publicas de televisión para que desde la fe cristiana opinen sobre cuestiones sociales. Sin duda estas intervenciones tienen sus riesgos pues la misión de la Iglesia no es dar directamente soluciones políticas o económicas sino abrir horizonte desde la fe para que políticos y economistas busquen soluciones más humanas. Pero quizás en estos pueblos todavía pueda ir entrando la necesaria emancipación de lo secular manteniendo la religiosidad que debe madurar en una fe personalizada.

Uttimamente han llegado a España muchos inmigrantes de los países latinoamericanos buscando mejores condiciones económicas de vida; su dignidad de personas rebasa el valor de todos los metales preciosos, y deben ser ayudadas para satisfacer sus derechos fundamentales. Pero aquí sigue los pueblos de A,L, entrando en la modernidad y en la postmodernidad, a veces alborotadamente, y manteniendo sin embargo su talante humanista y su religiosidad. “Desde lo prieto” de nuestra situación española debemos volver los ojos a estos pueblos no sólo y tanto para hacer turismo, sino para descubrir con los ojos del corazón el oro que tiene siempre valor aunque también es oxidable.
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