LA SED y EL AGUA

De noche iremos, de noche, que para encontrar la fuente,

sólo la sed nos  alumbra. (Luis Rosales)

samaritana

  1. Dame de beber

La samaritana yendo a por agua al pozo simboliza toda nuestra sed, al sed del alma humana. La sed de la samaritana es la misma sed de todo ser humano: es nuestra insatisfacción radical que no puede ser saciada por nada humano.

Jesús también sintió sed: dame de beber le dice a la samaritana. En la cruz Jesús dirá: tengo sed, (Jn 19,28)

         Los humanos tenemos sed de felicidad, de bienestar. La sed más profunda del ser humano es la sed de amar y ser amado.

         El agua no existe porque yo tenga sed, pero lo cierto es que tenemos sed y una sed que no se sacia con cualquier agua. No le daremos el nombre de Dios, pero en el fondo de la sed humana está el deseo, la nostalgia de Dios. La sed humana de felicidad es algo así como una pulsión irrefrenable.

Casi “psicoanalíticamente”, Jesús ayuda a la samaritana a descubrir su -nuestra- insatisfacción radical.

En forma más oracional solemos evocar estas cosas y esa sed con los salmos: “como suspira la cierva, tras las corrientes de agua, así suspira mi alma, por ti, mi Dios.” (Salmo 42,2). “Mi vida tiene “sed del Dios vivo” (Salmo 42,3), danos del agua que brota en nuestra tierra reseca, angostada, sin agua, (Salmo 63,2). El buen Pastor nos lleva hacia fuentes tranquilas, (Salmo 22).

  1. Es natural que busquemos fuentes de agua viva.

Los cinco maridos que se mencionan en el diálogo, no suponen una intromisión en la vida privada de la mujer (los curas y no curas somos demasiado indiscretos y “metetes” en la vida).

La cuestión de los maridos se trata de una alusión a la historia de Samaría, que después de la ocupación por los ejércitos de  Sargón II en el año 721 a. C., fue repoblada por inmigrantes de otras seis regiones  2 R 17,24-41, los cuales importaron sus respectivos cultos idolátricos. Marido: baal, ídolo.

Marido / baal son las diversas realidades en las que una persona piensa encontrar la felicidad: los baales son el dinero, el poder de todo tipo, el placer, etc.

La samaritana no niega que tenga sed, lo que dice es que no ha encontrado el agua que satisfaga su vida.

         Aquella mujer, como todos, se había puesto en manos de cinco o “cincuenta” “baales”: ídolos, dinero, eros, poder, vanidad, templos, etc., pensando que esos “maridos” le iban a aportar la verdadera felicidad. Pero no fue así; seguía teniendo sed. Había bebido de cinco pozos, pero había terminado desengañada y con más sed.

         Samaritana y samaritanos somos todos nosotros. Bebemos y comemos de aguas y panes que no sacian.

  1. La hora y la sed.

         El evangelio de Juan es de una gran elegancia y repite con gran sentido religioso algunos temas. Hoy escuchamos tres claves de lectura muy joánicos: el “yo soy” el agua y la hora.

yo soy

Todo el Evangelio de Juan es un continuo “yo soy”. Esta expresión cristológica aparece cerca de 40 veces en este evangelio: “Yo soy el pan de vida, Yo soy el agua, Yo soy la luz, Yo soy el camino, Yo soy la resurrección y la vida, Yo soy la vida, Yo soy el Buen Pastor, Yo soy la puerta, etc. Y en la agonía de Getsemaní y frente a todos los poderes que le van a detener, Jesús se muestra simplemente: yo soy.

la hora

En el evangelio de Juan hay como un proceso hacia la hora de Jesús, la hora de su crucifixión. Al comienzo del evangelio, en las bodas de Caná, Jesús le dice a su madre: Mujer no ha llegado mi hora, (Jn 2,4). En la última Cena: sabiendo Jesús que había llegado su hora, (Jn 13,1) La hora sexta es la hora de la crucifixión en la que Cristo dice: tengo sed, (Jn 19,28)

El agua

No es casual que Jesús se encuentre con la samaritana a la hora sexta y tiene sed. Es la misma hora y la misma sed de la crucifixión. Lo crucificaron a la hora sexta y Jesús dijo: Tengo sed

Cristo ofrece el agua (y sangre) de su costado, (Jn 19,34).

         De Cristo brota el agua de vida eterna. Él es la fuente de agua.

  1. llegar a la fe.

El diálogo de Jesús con la samaritana y con cualquiera de nosotros transcurre lentamente, en una conversación llena de vericuetos entre esta mujer (o cualquiera de nosotros) y JesuCristo. El diálogo va avanzando quedamente. La vida va progresando hasta llegar al acto de fe en el “yo soy” cristológico que atraviesa todo el evangelio de San Juan: Soy yo, el que habla contigo:

Jn 4,9          Tú, que eres judío, me pides agua a mí ...

4,11.15        Señor (Kyrie)

4,19            Profeta.

4,25            Mesías.

4,26            yo soy, el que habla contigo.

Calma en la vida.

A la fe se llega quedamente y ¡quién sabe por qué caminos! A veces hay que tener mucha paciencia histórica, como en la parábola del trigo y la cizaña. No hay que precipitarse ni agobiar a los demás. A lo mejor estamos todavía con el segundo marido, en el tercer ídolo, ¿quién sabe?

Llegar a Cristo, llegar a la fe puede ser -es- tarea de toda la vida, es  un Éxodo de “40 años”, de toda la vida.  La sed está ahí, en nuestro interior y siempre busca el agua.

 ¡El poeta Luis Rosales lo dijo espléndidamente!:

De noche iremos, de noche,

que para encontrar  la fuente,

sólo la sed nos alumbra.

Para apagar nuestra sed y vivir en buena armonía con Dios (culto) no necesitamos templos, ni Garizim, ni liturgias super ortodoxas, ni músicas, ni masas, necesitamos nobleza y honradez, que eso es ser cristiano.

El agua que calma la sed es Cristo, no las superestructuras eclesiásticas. Decisivo es Cristo, no el andamiaje. El yo soy es Cristo, no lo eclesiástico. Y, en último término, la instancia crítica es el Reino de Dios no el entramado eclesiástico.

¿Son necesarios los Templos? Los templos son necesarios pero como las tuberías, en tanto en cuanto llevan agua. Lo decisivo no es la tubería, sino el agua.

“La sed la ponemos nosotros”, el agua Cristo.

Quien beba de esta agua no pasará sed.

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