La salud es muy importante, por eso no podemos dejarla únicamente en manos de la ciencia Salud y Salvación

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  1. ¿Pascua del enfermo?

        Parece un cierto contrasentido celebrar la Pascua del enfermo. Si algo no es vida, es la enfermedad.

Pero tal vez JesuCristo deja ver sus heridas en los enfermos, cuando nos encontramos en o con la enfermedad. La Resurrección no borra las señales del sufrimiento.

        Alguna respuesta y salida hemos de hallar al dolor, al sufrimiento, a la vida.

  1. La enfermedad.

        Cuando nos encontramos sanos vivimos en una cierta armonía, un cierto bienestar, equilibrio, algo de confianza y seguridad.

La enfermedad es un ataque a la vida, que nos puede sobrevenir de mil formas, por muchos caminos y nos puede herir en la parte física, en la psicológica (espiritual) o en las dos.

La enfermedad (seria / grave) nos embarga de una gran debilidad, el sufrimiento y el dolor hacen su tarea, disminuyen las capacidades, y ello nos puede sumir en una incertidumbre y preocupación. ¿Qué será de mí?

  1. Afrontar la enfermedad.

03.1         Nuestra respuesta más normal y habitual ante la enfermedad suele ser la médica. Acudimos al Ambulatorio, al médico, al hospital. El diálogo, la entrevista entre el médico y el paciente es una conversación científica: síntomas, diagnóstico, pronóstico, pauta a seguir, etc. Es así, es lo que hay que hacer.

  • 2 Pero no todo en la enfermedad es dolor físico. Ciertamente hay que aliviar el dolor, (el “dolorismo” que propugnaba alguna ascética no es ni humano ni cristiano).

Pero la enfermedad va a estar siempre presente en nuestra vida y en muchas ocasiones la enfermedad va envuelta en incertidumbre, seria preocupación, desesperanza, miedo, angustia. Tal vez nos agobia el presentimiento de que, quizás, sea la última enfermedad. La vida es una enfermedad mortal.

  • 3 Siempre, pero en muchas ocasiones más, el tratamiento de la enfermedad es humanista y tiene una dimensión espiritual.

Una cosa es la libertad religiosa y otra -muy distinta- es que el ser humano tiene una dimensión espiritual que hay que cuidar y enseñar a cuidar. Uno puede ser ateo o increyente, pero ha de cuidar el fondo espiritual de su persona. (No porque uno sea ateo deja de ser espiritual y ha de cultivar su dimensión espiritual)

Romano Guardini, gran teólogo de la primera mitad del siglo XX (1885-1968), -siendo él mismo depresivo- escribía: La melancolía (depresión) es algo demasiado doloroso y que penetra con demasiada profundidad en las raíces de nuestra existencia humana como para que podamos abandonarla sólo en manos de los psiquiatras.

La enfermedad tiene un tratamiento médico, pero no únicamente científico, sino también espiritual.

Algo de esto decía también el neurólogo donostiarra,  Félix Martí Massó en los cursos de verano de la UPV: la curación y la salida de estas enfermedades “del alma” se asienta en tres piedras angulares: la medicina (química), la logoterapia (grupo, familia, amigos, etc.) y en la dimensión espiritual.

  1. Salud: Salvación.

        La expresión “salud” es la misma que “salvación”.

        Cuando estamos enfermos necesitamos, añoramos la salud y la salvación. La salud es un asunto médico, pero es más que eso, porque se trata de aliviar la desesperanza, la conciencia, sembrar paz en el hundimiento personal.

        Hablamos de “calidad de vida”, pero tal calidad la reducimos el buen ejercicio de unas funciones fisiológicas. Pero la salud y la vida humanas son más que la mera funcionalidad orgánica: la serenidad, la paz, la felicidad, la justicia, el sentido de la vida, hacer el bien, no se venden en la farmacia.

        Jesús pasó su vida entre nosotros haciendo el bien, curando enfermos: fue un “buen samaritano”. Jesús es la cercanía de Dios a los débiles, a pobres, a los enfermos.

        Sentirnos acogidos por el Buen Samaritano alivia mucho en la enfermedad.

        Ser buenos samaritanos es noble tarea.

Anda y haz tú lo mismo.

BUEN SAMA

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