"Orar entre libros", en Monte Carmelo "Hacer hablar" a la experiencia leída

(Gabriel Mª Otalora).- La oración está condicionada por la dificultad para concentrarnos en medio de mil distracciones y prisas. Los problemas, el ambiente, la jornada especialmente tensa... ¿Cómo lograr un hueco para la presencia de Dios en medio del tumulto de la vida?

Ante el problema, por un lado, para concentrarnos y leer textos de cierta profundidad; y por otro, la cultura de comunicación apresurada (Whatsapp, Facebook, tuits, etc.) que ofrece los textos cortos, me surgió la idea de escribir este libro de reflexiones en oración. La guinda para ponerme manos a la obra, la cuento en la introducción de Orar entre libros:

Buena parte de las reflexiones que me provocan los libros que voy leyendo, acaban perdiéndose en la desmemoria. Muchas de las reflexiones experimentadas con fruto las he perdido dando la espalda a la ley que exhorta a compartir lo que recibes gratis. Afortunadamente, algunas de mis lecturas se han convertido en verdaderas oraciones que permanecen en mi horizonte espiritual; otras, se han transformado en vivencias sentidas. Y algunas relecturas, en fin, han fructificado en este libro a base de "escuchar" páginas en diálogo con sus contenidos. Ahora ha llegado el momento de "hacer hablar" a la experiencia leída, en acertada expresión de Dolores Aleixandre en el prólogo.

Y aunque modificamos esas experiencias más adelante gracias a otras vivencias, con avances y retrocesos en nuestra madurez especialmente en el encuentro con Cristo, compartir las vivencias de fe es algo que puede servir a otras personas.

Por lo tanto, revivo en este libro algunas de mis horas de silencio con un libro entre las manos, y lo hago en pequeñas dosis para facilitar su digestión espiritual. La característica de todas estas reflexiones es que surgieron gracias al chispazo que me produjo la lectura en momentos y estados de ánimo muy diferentes. Experiencias extraídas de libros que me han servido de ayuda para discernir el mejor camino para mi actitud vital. Gracias a sus autores, me he sentido acompañado en los buenos y malos momentos en la presencia de Dios que se ha servido de ellos en mí día a día.

El fruto de todas ellas es que no precisan de grandes sentadas para el encuentro con Dios en medio del apresurado y confuso mundo que nos ha tocado vivir. Todas tienen el hilo conductor común desde la tensión entre la teoría, la escucha y la práctica; entre el saber y el hacer en la presencia reconocible del Dios de la gracia que no se repite nunca. No están todos los autores que son pero a todos ellos los considero referentes.

En cuanto a la extensión, es corta y muy parecida en todos los capítulos porque entiendo que lo que no soy capaz de interesar a la oración en pocas líneas, no merece la consideración de chispazos vitales de encuentro con el Dios liberador de Jesús.

Leídas estas reflexiones una a una, quizá logren provocar chispazos parecidos a los que yo he ido sintiendo pero ahora desde la particular experiencia de cada lector o lectora. Dolores Aleixandre valora la diferencia entre leer y asimilar con transmitir esa experiencia provocada por la lectura, en este caso una a una, pero homogénea en cuanto que parece llevada por una corriente que empuja a todo lo escrito en la misma dirección. Una corriente que me atrevo a resumirla en tres características comunes a todos los textos:

- Esperanza: hay que seguir adelante, con los ojos fijos en Jesús.

- Consuelo: el dolor y el sufrimiento están ahí, pero Cristo es más fuerte que ellos.

- Compromiso: somos agentes de cambio, transformadores de la realidad, cada cual a su nivel.

Leo libros que me van cincelando poco a poco con la sabiduría de sus autores. Los libros te hacen reflexionar y aprender sobre la vida y sobre uno mismo. Y desde ellos van saliendo experiencias, dudas, caminos apenas señalizados, certezas y luces y sombras que cuestionan y conforman la madurez, lentamente, como todo lo que merece la pena, hasta que se convierten en verdaderos signos de vida en torno a los claroscuros de la vida, descubriendo la fuerza de la sonrisa, la fortaleza de la mansedumbre evangélica, la soledad acompañada, el silencio creativo, el valor de lo cotidiano... y así hasta treinta y cuatro chispazos provocados por personas como Simone Weil Salvador Espriu, Etty Hillesum, Joan Chittister, Pedro Casaldáliga, Eugenio Ibarzabal, Óscar A. Romero, Teresa de Calcuta, Gilbert Chesterton, María Zambrano, Francis Collins o Dolores Aleixandre.

Es precioso acercarse a pensadores diferentes pero sabiendo que de una u otra manera andamos todos buscando y anhelando lo mismo, los muy cafeteros bajo la vitola de creyentes en el Dios de Jesús, y los que todavía buscan desnortados pero con ellos, Jesús se aplicó con especial predilección.

Nadie se sustrae a la tensión entre la confianza en los planes de Dios y la duda ante un Dios que no se manifiesta al instante ante mi necesidad dejando espacio a la libertad humana y a las leyes naturales con la promesa o Alianza de que somos escuchados y amados. Siempre.

Termino con una curiosidad: el epílogo lo escribí bastante después de acabar el libro, cuando iba a comenzar el proceso de maquetación en la editorial. Fue el chispazo final, que me sirvió como corolario a todos los chispazos anteriores, y donde hago votos para que los contenidos de este libro se conviertan para los lectores en lo que dijo André Maurois: "Un diálogo incesante en que el libro habla y el alma contesta".

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