"La Iglesia es, para mí, un lugar habitable. Si fuese perfecta, no sería mi hogar" Pablo d'Ors: "Me siento un sacerdote y un hombre de Francisco. Siento una gran comunión ideológica y vital con él"

(José Manuel Vidal).- Lleva 25 años de cura (ayer mismo, día 11 de mayo, cumplía sus bodas de plata sacerdotales) y otro tanto de escritor. A sus 52 años cumplidos, el sacerdote y escritor Pablo d'Ors puede presumir, aunque no lo hace, de haber conseguido casar sus dos amores: la escritura y el seguimiento de Jesús. Con notable éxito. Son muy pocos los escritores que a sus años tienen un editor para sus obras completas. Y todavía menos, los curas consagrados como escritores de reconocido prestigio.

Pero él no se lo cree y contagia humildad, en la presentación de sus obras completas (Galaxia Gutenberg), con la reedición "revisitada" de 'El estreno', el primer libro de su primera trilogía, 'La del fracaso'. Lo suyo le costó. Porque, como el propio escritor reconoce, no es fácil casar en la vida el sacerdocio y la escritura.

"Son dos vocaciones tan voraces, que piden toda la carne en el asador y, por eso, tuve que sacrificarme en ambos altares". En un proceso largo y complicado. Y de hecho, d'Ors no consiguió compatibilizar del todo sus dos amores y "encontrar la armonía" hasta hace unos años. Sólo ahora puede decir que lo vive "sin conflictos y con una gran armonía".

Quizás porque, a diferencia de otros escritores, juega con la ventaja de que entiende su oficio como "un ejercicio espiritual". Algo que se plasma en toda su obra y, por lo tanto, también en el libro que presenta, 'El Estreno', que es "un homenaje a la fiesta de la literatura, un exorcismo al acto de escribir y a la literatura".

Y el escritor se lanza a una explicación breve pero profunda de su tarea literaria. Dice que, para él, "la escritura no es un trabajo mental, sino manual. No tengo una idea y la escribo, sino que escribo y encuentro la idea. Me fío más de mis manos que de mi cabeza. Voy donde me lleva la mano, no la cabeza".

Además, "la escritura es, para mí una vocación, un oficio, un estilo de vida". Por eso, d'Ors siente "una voz interior" que le pide escribir y se pone al oficio de escribir un par de horas diarias desde hace 25 años. Así y tras muchos años de aprendizaje se llega a ser escritor.

"Un escritor es alguien que ha soportado mucho su propia estupidez, porque la imagen que la escritura te devuelve de ti mismo suele ser mala. Porque de cada cien páginas sólo una es buena. Por eso, escribir es un acto de humildad profunda. Sólo si persistes, llegas a ser escritor".

Pero hay más. Porque, según d'Ors, "la escritura es un asunto artístico, una pureza de corazón, que consiste en la entrega de lo que eres a la causa de la escritura. Lo difícil no es escribir, sino entregarse uno mismo en lo que escribes. Sólo entonces se produce el milagro de conectar con otro ser humano. Porque lo más personal es lo más universal y llegamos a muchos cuando llegamos a nosotros mismos".

Hoy, el sacerdote se siente humildemente orgulloso de su obra, a la que define como "espléndida, fresca, profunda pero ligera". Y, en contra de la lógica habitual en los escritores, no aspira a la fama, "que nunca tiene meta ni término", sino a la "fecundidad" literaria. "Aspiro a meterme en la cama de mis lectores y lectoras", dice quizás provocativamente. Y, al instante añade: "No tituléis por ahí, que me buscáis la ruina".

"Soy un escritor compasivo"

En su oficio de ser escritor también influyeron, y mucho, sus maestros. Desde Kafka a Kundera, pasando por Pessoa o Dickens. "Siempre tuve actitud discipular con mente de principiante". Pero con su propia personalidad. "Me distingo de mis maestros en que soy un escritor compasivo". Por eso, en las presentaciones de sus novelas nunca figura la frase 'visión lúcida y despiadada de la realidad', sino 'visión lúcida y compasiva del ser humano'.

Compasión, lo sagrado entendido como "confortar y consolar" o el silencio son otras tantas claves literarias y vitales que casan en Pablo d'Ors la literatura con la Iglesia, su "casa", en la que se siente a gusto. Quizás porque la acepta tal y como es. Consciente, por ejemplo, de que en ella "no ha entrado la ficción y se sigue moviendo demasiado en el plano de la filosofía".

Una Iglesia "llena de defectos, algunos muy gordos, igual que yo. Si la Iglesia fuese perfecta, no sería mi hogar. La Iglesia es, para mí, un lugar habitable, en el que nunca he sentido la disciplina de partido".

Eso no significa que el escritor encaje bien con todos los católicos. De hecho, los sectores más 'talibanes' de la Iglesia española, encabezados por los obispos José Ignacio Munilla y José Rico Pavés, le tacharon de 'hereje', hace unos meses, porque se atrevió a defender públicamente la necesidad de poner al día los sacramentos y acercar su celebración a la mentalidad actual.

"Hay gente de Iglesia a la que incomodo, pero procuro no gastar mis energías con ellos. Lo que me interesa es hacer el bien y dejar algo que alimente el alma de los que me leen". Eso sí, le resulta penoso que le condenasen sin hablar con él y con "descalificaciones infundadas". Amén de que lo de 'hereje' "suena a otros tiempos" y, además, "soy una persona eclesialmente ortodoxa".

Por otro lado, del episodio inquisitorial que sufrió, el escritor quiere sacar consecuencias positivas. "Esto esconde una buena noticia: En la casa de la Iglesia hay una gran pluralidad. De lo contrario, no cabríamos estas personas y yo. En la Iglesia, hay conflictos y jaleos, pero cabemos personas muy distintas".

Una pluralidad acentuada en tiempos de Francisco. "Me siento un sacerdote y un hombre de Francisco. Siento una gran comunión ideológica y vital por él. Es un líder religioso y político muy valorado. Un regalo para la Iglesia y el mundo, con una energía que, a sus años, resulta increíble". Y Pablo cuenta que estuvo con él recientemente y que, en las fotos, parece que "el que está más contento es él".

Pablo d'Ors siempre se ha considerado un novelista cristiano y no le disgusta que lo califiquen como tal, aunque precisa que sus libros "no son una traducción narrativa de un ideario religioso, porque el arte no es propaganda".

Precisamente sobre la religión, el escritor cree que, en estos momentos, "hay un hambre espiritual muy notable, quizás porque el materialismo y el hedonismo están llegando a un callejón sin salida y no sacian las aspiraciones más profundas del ser humano".

A su juicio, "crece el interés por lo espiritual, pero el prestigio de lo espiritual se está construyendo sobre el desprestigio de la religión". Todo un reto para las grandes religiones, para la Iglesia católica y para el propio Papa Francisco.

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