El periodista publica 'Con la Biblia y la Parabellum. Cuando la Iglesia vasca ponía una vela a Dios y otra al diablo", de Península Atalaya Pedro Ontoso: "La Iglesia vasca carga con una cruz importante: el haber llegado tarde y mal al dolor de las víctimas. Eso es lo más sangrante"

El periodista y escritor Pedro Ontoso
El periodista y escritor Pedro Ontoso

"Las condenas de los obispos vascos han sido inequívocas; su acción pastoral en favor de la paz es sincera. Lo que pasa es que ellos, de alguna forma, siempre han bendecido la teoría del conflicto político ¿no?... Hay un filtro político. Una raíz política"

"Setién fue el gran ideólogo de la Iglesia vasca: lo que decía Setién iba a misa y, al mismo tiempo, era una referencia del propio nacionalismo"

"Si en esos primeros años la Iglesia se hubiera revelado de una forma más contundente haciendo de cortafuegos contra ETA, creo que la violencia terrorista hubiera sido menor y el sufrimiento más corto"

"Yo creo que el lugar de la Iglesia es trabajar por la reconciliación". Con esta mirada al futuro cierra Pedro Ontoso esta entrevista, en la que el veterano periodista, uno de los grandes conocedores de la Iglesia vasca, presenta su último libro, 'Con la Biblia y la Parabellum. Cuando la Iglesia vasca ponía una vela a Dios y otra al diablo", de Península Atalaya. Hablamos con él.

¿Por qué ahora este libro?

R.- En realidad, este libro es una asignatura pendiente que yo tenía; tú has dicho una tesis doctoral. En efecto, es su origen. Es una tesis doctoral que puse en marcha antes de los años 80, cuando terminé periodismo, aquí en Madrid, y Sociología, en la Universidad de Deusto.

Me puse a trabajar en este tema a través de un maestro sociólogo, que es Víctor Urrutia y que fue director general de Asuntos Religiosos en el Gobierno socialista. Es un católico comprometido. Una persona amenazada por ETA y muy implicada con los grupos católicos de Euskadi.

Luego, a causa de mis deberes en el periódico, El Correo, donde he estado 42 años y por temas familiares, la dejé un poco en stand-by.

P.- Parece que no pero, es muy complicando compaginar el trabajo con otras investigaciones fuera de las puramente periodísticas.

R.- Efectivamente. Y además, como tú bien sabes, el mundo de la Iglesia es un mundo muy opaco, donde cuesta mucho penetrar o abrir una grieta por donde puedas meterte, que te den información y que la puedas contrastar. Es una labor de años entre que buscas tus fuentes, esas fuentes se fían de ti y puedes ir avanzando. Además, en el periódico también llevaba un blog, que era “El arca de Noé”, donde escribía sobre religión, de política y sobre todo del tema de la violencia en la religión y en la Iglesia. De cómo en el País Vasco, un territorio que había exportado misioneros, que llenaba las iglesias...

P.- Y donde antes llegó la secularización, también.

R.- Efectivamente. Allí la religión siempre ha estado en el sustrato cultural del pueblo vasco. Cómo pudo germinar una ideología tan anti-totalitaria y fanática como la de ETA me atraía mucho.

P.- Y, germinar, si no directamente en la Iglesia en sectores muy próximos a ella. Porque ETA no surge de un mundo laico o ateo, aunque después abandone la parte creyente. Pero, ¿dónde surge?

R.- No nace, como se ha dicho tantas veces, en un seminario. Aunque sí que es verdad que la gente que sigue a ETA, e incluso coge las armas, sostienen la asambleas en el monasterio de Belloc en Francia, o en casas parroquiales.

Pero yo creo que hay un sustrato religioso en el grupo que les lleva, un poco, a pasar a la acción, a la equintza, que llaman ellos. Hay una influencia de hombres de Iglesia en esta sacralización del pueblo vasco, en la mistificación de la patria. En esos primeros etarras, por así decirlo.

Me viene a la memoria el grupo de acción rural católica vasca, Herri gaztedi, donde hay monitores que, de alguna forma, alientan a esta gente a pasar del compromiso a la acción. Para algunos de ellos pasar a la acción significa coger las armas y secuestrar personas, como fue el secuestro de Berazadi, en el 76, cuando ya había muerto Franco. Los pistoleros que le asesinan en Itziar, un pueblecito al lado de Eibar, eran miembros de Herri gaztedi, de la acción católica rural vasca. La compañera de “Pakito” Arriaran, que se fue a combatir al Salvador con las guerrillas, era monitora de Herri gaztedi.

Hay un sustrato cristiano. Y, luego, hay una tremenda secularización de clérigos y sacerdotes que también, aunque pocos, están en la propia infraestructura y logística cuando ETA ya está asesinando.

Con la Biblia y la Parabellum

P.- Pero, sí que, más allá de la presencia directa en la banda terrorista, la Iglesia, que en una sociedad como la vasca ha sido y es muy potente, actuó como debía en los años de plomo. Durante los años más duros. ¿O todavía no ha hecho ese análisis de cómo actuó y si debió hacerlo de otra manera?

R.- La iglesia arrastraba, además, una relación muy profunda con el pueblo vasco que venía de la Guerra Civil; era la Iglesia perdedora y, ahí, coincidía con un grupo importante del pueblo que también eran los perdedores de la guerra. Se produce una relación muy estrecha con la identidad patria porque, además, la iglesia trabaja en favor de la cultura vasca.

P.- Es el único organismo donde se puede.

R.- La Iglesia vasca forma parte de la estructura que se opone a Franco, por eso esta relación es muy importante. Cuando muere Franco, son los obispos los que van a Madrid entrevistarse con Suárez para arrancarle la amnistía. Y es a partir de ahí que ETA decide seguir matando.

Yo creo que es verdad que las condenas de los obispos vascos han sido inequívocas; su acción pastoral en favor de la paz es sincera. Lo que pasa es que ellos, de alguna forma, siempre han bendecido la teoría del conflicto político ¿no?... Hay un filtro político. Una raíz política.

P.- Que, si no justifica, sirve para que algunos puedan justificar.

R.- Eso es. De manera indirecta, sirve para que algunos puedan justificar. Porque los pistoleros de ETA no son malhechoras que buscan un beneficio propio, sino que luchan por unos objetivos que coinciden con los de una mayoría del pueblo vasco. Por eso estos gestos de los obispos son tan elípticos, buscan tanta matización y tantas explicaciones.

P.- En eso Setién fue un maestro. Era un hombre extremadamente inteligente y es verdad que tenía el mal del intelectual; no quería que le pillaran en ningún renuncio. Por eso todos sus discursos son con mucho matiz.

R.- Siempre iba a rizar el rizo. Tenía un nivel intelectual muy alto y su concepto de la ética era superriguroso. Pero, es verdad, también, que fue el gran ideólogo de la Iglesia vasca: lo que decía Setién iba a misa y, al mismo tiempo, era una referencia del propio nacionalismo. Muchas de sus actuaciones bendecían o instigaban iniciativas con un sesgo nacionalista.

Hay que recordar que cuando existía el Club Siglo XXI - la plataforma y el escaparate de los grandes hombres de Iglesia, de política, de la sociedad civil, de la magistratura, etc- ahí estaba Setién, y fue el primero que teorizó sobre la muerte del estatuto. Luego vino el sindicato ELA con el rupturismo pero, el primero que lo dijo fue Setien.

Pedro Ontoso, en Religión Digital

P.- Incluso con el plan Ibarretxe él está...

R.- Hay algunas personas que no entienden el Plan Ibarretxe sin su relación con Setién. De hecho, Setién era también consejero del propio Ibarretxe.

Pero, sí que es verdad que su discurso traspasaba los límites eclesiásticos e invadía la esfera sociopolítica en un época, además, donde el discurso político se solapaba con el eclesiástico. Y también, en el País Vasco Iglesia, religión, patria y política siempre han ido muy a la par.

P.- Durante mucho tiempo, Setién fue la voz de la Iglesia vasca pero, aquí, en Madrid, tampoco se le respondía mucho. Y hasta la llegada de Rouco Varela, yo creo que lo que decía Setién también iba a misa en el episcopado.

R.- Tienes razón. Creo que Setién tenía predicamento. Dentro, también, de una parte importante de la Conferencia Episcopal, estaba todo el sector taranconiano. Ellos consideraban que correspondía a los obispos vascos hablar sobre el terrorismo en el País Vasco, porque ellos eran los que tenían la autoridad moral y el conocimiento. Además, ellos mismos decían a los otros: “vosotros no podéis hablar de esto porque no lo entendéis. Porque no vivís allí”.

Eso por un lado. Pero, a la vez, era muy difícil rebatir a Setién; él hablaba en una plenaria y a ver quién se le oponía. Y a ver quién mantenía ese discurso tan alambicado. La gente prefería no meterse en líos.

Luego estaba el concierto de la comunión y de la unidad para no dar la impresión de estar divididos. Todo eso dura años.

P.- ¿Cuándo se produce la ruptura entre la Iglesia vasca y ETA, definitivamente? Y no solo con ETA porque las víctimas, aún hoy, siguen achacando a Setién y a otros pastores no haber sido contundentes. ¿Cuándo se produce esa ruptura? Y, si la Iglesia vasca hubiera sido más contundente, ¿ETA se habría acabado antes?

R.- Yo pienso que sí.

Pienso que la contienda ha sido rotunda e inequívoca. Pero, la Iglesia vasca no solo son los obispos; son los obispos, unos y otros, el clero, los religiosos, las instituciones y también el pueblo de Dios. No se puede hacer un juicio absoluto, ni en bloque, sobre la Iglesia vasca como categoría. Habría que hablar sobre casos concretos o sobre personas concretas.

La Iglesia vasca carga con una cruz importante: el haber llegado tarde y mal al dolor de las víctimas. Eso es lo más sangrante. Y aunque los obispos sí se reunían con víctimas de ETA, lo hacía siempre sin publicidad.

P.- Pasa un poco como ahora con la pederastia, que muchos obispos se han reunido con víctimas pero no es público. Hay muchas víctimas invisibles.

R.- Y se sentían desamparadas. Alguna vez hablando sobre este libro con algún amigo teólogo de Bilbao, él me decía: “los obispos actuaban como lo hacía Nicodemo, -el fariseo del Sanedrín en Jerusalén- que él quería hablar con Jesús y lo hacía, pero lo hacía por la noche; iba a su casa a escondidas para no ver afectada su reputación ni sus intereses.”

Y, sin embargo, en ese momento lo que necesitaban las víctimas era el apoyo público de la Iglesia y, sobre todo, de los obispos. Que les vieran con ellos. Que tuvieran gestos públicos. Y que la Iglesia vasca le han faltado gestos públicos con las víctimas, es evidente.

P.- Pero, ¿esos gestos públicos hubieran servido para que ETA y el pueblo se dieran cuenta de que una pata importante de la sociedad vasca, como es la Iglesia, no estaba con ellos? Pese a que las condenas sí que fueron inequívocas, el tema de los funerales, del acompañamiento...

R.- Yo creo que no se puede decir que la Iglesia ha estado con ETA; sería una exageración. Pero, había comportamientos que no ayudaban a que la gente entendiera que estaban absolutamente en contra.

Tú has hablado del tema de los funerales. Había una praxis, sobre todo en Vizcaya y Guipúzcoa, en la que si había una víctima de ETA le correspondía oficiarlo al párroco del lugar de donde fuera la víctima. Nunca iban los obispos porque tenían miedo de ser instrumentalizados políticamente o manipulados.

El otro día, por ejemplo, este 2 de mayo, algunos periódicos sacaron una fotografía de Casado, el líder del PP, estrechando la mano al arzobispo Osoro. ¿Eso quería decir que Osoro apoya la estrategia ideológica de Casado? Pues no, pero desde algunos flancos podría interesar que pareciera así.

Los obispos, entonces, pensaban lo mismo y tenían mucho cuidado. Pero si no iban a los funerales quitaban la visibilidad pública a las víctimas, y estas necesitaban que los obispos estuvieran con ellos allí.

Han faltado gestos. ¿Por qué no se han colocado lazos azules cuando secuestraron a Aldaya, por ejemplo, en campanarios de iglesia vascas? ¿Por qué no el día de Jueves Santo, como el Papa, (a quien no se le caen ls anillos por lavar los pies a prostitutas, a enfermos de SIDA, a los presos) no se juntaron los obispos vascos en Navarra, en una catedral, y lavaron los pies a doce víctimas? Eso hubiera tenido una repercusión tremenda.

En aquellos años la Iglesia -que ahora ya no es tanto- sí que tenía mucha fuerza social, y mucho predicamento social. Tenía influencia; era un discurso potente.

Si en esos primeros años la Iglesia se hubiera revelado de una forma más contundente haciendo de cortafuegos contra ETA, creo que la violencia terrorista hubiera sido menor y el sufrimiento más corto.

El libro de Pedro Ontoso

P.- La Iglesia, alguno obispos y representantes de la misma, también participó en sucesivos intentos de tregua y para conseguir el final de ETA. ¿Se le ha reconocido? Y, si es así, ¿qué personaje de la Iglesia crees tú que ha sido fundamental en esa época?

R.- Hay una persona importantísima que es monseñor Uriarte, y que era obispo de Zamora. El gobierno de Aznar y la ETA de “Antza” le reclaman, por ambas partes, para que haga de mediador, en Suiza. Aquello acaba en fracaso pero se establecen unos puentes y unos contactos que luego se van a reactivar en los años sucesivos. Aquello fue a finales de los años 90, casi en el 2000.

En 2001 relevan a Setién y nombran a Uriarte. Uriarte todavía tiene ese capital que ha ganado en las conversaciones de Suiza y que va a utilizar a lo largo de los años. Y cuenta con una ayuda muy importante y muy brillante, que es la del obispo auxiliar de Bilbao. Uriarte no se movía sin tener cerca -o al tanto- a Joseba Segura; una persona que siempre estaba en la cocina. En esas negociaciones en Suiza no estuvo, pero sí en los preliminares, en algunas reuniones que se hicieron.

A partir de ese momento y hasta 2006 hay distintos intentos de mediar, de tender puentes y siempre está Joseba Segura. Va a Irlanda, está con Alec Reid, - el redentorista irlandés que jugó un importante papel en el conflicto con el IRA-. Le pasea por el país vasco durante varios años con el beneplácito de monseñor Blázquez, que en ese momento era el obispo titular de Bilbao, y que siempre le dejó hacer.

Incluso, esto es inédito, monseñor Segura viaja a EE.UU. con Alec Reid para buscar el apoyo del clan de los Kennedy, que habían tenido mucha influencia en la resolución del conflicto de Irlanda. Y también va a la fundación Carter: Alec Reid va con un mensaje de ETA para la fundación que, en ese momento, no interviene.

Joseba Segura tiene un papel muy importante, pero siempre en la sombra. Siempre, desde el punto de vista de actuar desde la misericordia -como ellos dicen- porque hay que acabar con la sangría que está padeciendo el pueblo vasco Y cualquier de intento de mediación si se lo piden lo van a hacer.

Eso dura hasta 2006 cuando ETA rompe la tregua famosa y se produce el atentado de la T4, aquí, en Madrid, provocando la muerte de dos ciudadanos ecuatorianos. Es, también, cuando el mundo de la izquierda arbertzale se da cuenta de que que con ETA van al precipicio y al naufragio.

P.- Que ya se ha acabado.

R.- Sí. Empieza, además, el volantazo hacia posiciones de no-violencia. Y siempre hay hombres de Iglesia, en segunda y tercera línea, cada vez que vienen los mediadores internacionales. Incluso, hay un vicario general, Unzueta, -el número dos del obispado de Bilbao- que es el que está habitualmente. También está Delclaux, que es de la comisión de Paz y Reconciliación, y algún vicario de San Sebastián que reciben información puntual de todo lo que se está desarrollando hasta donde les pueden contar, porque hay cosas que son secretas y todavía no han avanzado; información puntual que también la recibe el Vaticano.

P.- Justo dos años después la Iglesia vasca da también un volantazo y sale Uriarte. Pero no entra Segura que, además, acaba largándose a Ecuador no sé si porque quiere o porque no le queda más remedio. Y nombran a Munilla, un personaje completamente diferente, referente para las víctimas en el sentido de que era un declarado antinacionalista y que no sé yo si casaba mucho con lo que se necesitaba en ese momento.

R.- No. Efectivamente, cuando todo el mundo daba por hecho que el obispo natural era Uriarte, (en ese momento era administrador de la sede de Bilbao) lo trasladan a Zamora y aquello se entiende como un destierro. Como un alejamiento. Hay intentos de protesta y y él los para; lo acepta humildemente y se va a Zamora.

Más tarde, en 2001, va a San Sebastián como obispo sucediendo a Setién. Como si hubiera una operación del Vaticano siempre a largo-medio plazo, de forma muy paulatina pero muy de insistencia. Una operación...

P.- Además, a Setién le aceptan la renuncia con 72 años.

R.- Efectivamente, hay negociación con el Vaticano. Él pretendía, yo creo, poner a Pagola, que era su vicario general. Pero, lógicamente, Pagola estaba ya contaminado por el discurso de su socio político. En el Vaticano no le llegan a aceptar y negocian que sea Uriarte, un nacionalista de cuña, muy vasquista, pero que tiene otra forma de ser. Yo creo que los estrategas del Vaticano hacen su cuenta de resultados y consideran que ahí empieza a haber una secularización galopante, que hay una sangría. Setién es, desde su punto de vista, un factor de división y, a partir de ahí, tienen que actuar. Y luego, se dan más pasos.

P.- Pero, Munilla da más la sensación -corrígeme si me equivoco- de un intento ideológico desde el punto de vista de un modo de entender el cristianismo, y no tanto de la cuestión de ETA.

R.- Lo de Munilla fue un tsunami.

Primero vino Blázquez a Bilbao en el 95 pero no pudo hacer mucho. Aunque sí que es verdad que templó el nacionalismo e impulsó todo el tema de los funerales con su presencia haciendo más visibles a las víctimas, que empiezan a aparecer de forma más clara en los discursos del magisterio episcopal.

La labor de Blázquez ahí es tremenda pero deja de hacer la segunda parte, que es la de que si hay que tender puentes, se tienden, y si hay que hablar, se habla. La de que negocien otros, pero nosotros juntamos a la dos orillas, etc.

Es entonces cuando se coloca a Iceta, que es la pieza que va a relevar a Blázquez y que va a convertirse en obispo.

P.- Iceta, Munilla y Pérez forman parte de la misma estrategia.

R.- Anteriormente a todo esto, el arzobispo castrense va a Pamplona. Esto significa que antes de que Iceta sea obispo, ya hay un movimiento estratégico para colocar a Munilla en San Sebastián, también como obispo. Se hace enviándole a Palencia, donde consigue los galones, y tras dos años y pico vuelve a San Sebastián ya como obispo. Aquello fue un terremoto en la Iglesia vasca.

P.- Y todavía lo sigue siendo.

R.- Es colocar un outsider en la Iglesia vasca como obispo. Algo que se ve como una desautorización a una línea de Iglesia y que no ha gustado, por lo que parece. Además, yo creo que es una humillación del propio Uriarte. Él estaba haciendo gestiones en Roma para conseguir otra persona, y no Munilla, hasta el último segundo y, sin embargo, se lo tuvo que comer.

P.- Y estaba prácticamente hecho, o eso pensaba.

R.- Y, de repente, colocan a Munilla... Aquello fue tremendo.

Al mismo tiempo, -esto era una operación más amplia- en el territorio vasco-francés donde estaba Pierre Mollers desde hace muchísimos años, una persona muy cercana también al nacionalismo que dedicó muchos días de su vida a aprender euskera, colocan a Marc Aiyé que, también, es de un conservadurismo muy integrista.

En resumen, hay un doble vuelco: por un lado quitan el discurso político en la Iglesia vasca, porque se entiende que han estado muy distraídos de la evangelización. Y por otro lado se completa con Elizalde en Vitoria.

P.- Una restauración.

R.- Y así hasta monseñor Segura, que ahora también es obispo. Ahora, con la nueva línea de Francisco parece que hay un intento de rehabilitar a esa Iglesia, que era muy abierta, de después del Concilio Vaticano II.

P.- Da la sensación de que a la Iglesia vasca, proclive al nacionalismo, se la asimiló a la Teología de la liberación; a una Iglesia progresista. Y eso se invalidó por ETA.

Pero ETA ya no está y, afortunadamente, a las víctimas se les va reconociendo su estatus. Pero el modelo de Iglesia sin violencia que representa este tipo de teología es perfectamente válido, y se enfrenta al modelo que representa Munilla, Iceta, Elizalde.

R.- Como ya sabes, siempre depende también de quién mande. Entonces, no es lo mismo Francisco, que Benedicto XVI o Juan Pablo II.

Juan Pablo II dejaba hacer a la Iglesia española y el que ha tenido aquí mucho mando en plaza y decisión ha sido el cardenal Rouco: Rouco es arzobispo de Madrid. Le hacen miembro del dicasterio que nombra a los obispos; tiene mucha cancha. La secretaría de Estado. En Madrid manda mucho: varios trienios seguidos de secretario hasta que se produce el paréntesis con Blázquez, y vuelve a recuperar el poder. Está muy metido en los dicasterios romanos, en la maquinaria romana.

P.- Hay muchos obispos que le deben la mitra; eso está claro.

R.- Es fundamental. Y, lógicamente, la Iglesia le deja hacer. Hay una estrategia personal de una persona carismática en esos días y otro modelo de Iglesia.

P.- Hay dos momentos que a mí me interesan mucho, que son el del ahora y el del futuro. Estamos ya, afortunadamente, en una sociedad sin violencia. ETA ha desaparecido pero hay una sociedad que hay que restaurar. Hay que colocar a las víctimas en su sitio. Hay que explicar a las nuevas generaciones qué fue ETA y la Iglesia debe tener un papel en este sentido. ¿Cuál crees tú que es ese papel?

R.- Yo creo que el trabajo de la Iglesia vasca no ha acabado. Hoy han detenido en Francia a Josu Ternera, uno de los líderes carismáticos de ETA. Esto va a reavivar el debate de lo que fue la banda terrorista, sobre todo en aspectos políticos, porque estamos en momentos de cambio de Gobierno, de elecciones, tanto en España como en el País Vasco. Sigue habiendo recibimientos a miembros de ETA. Hay una ponencia en el Parlamento Vasco que habla de la memoria; hay mucho movimiento.

Yo creo que el lugar de la Iglesia es trabajar por la reconciliación.

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