La iglesia de San Antón acoge un homenaje al obispo-profeta de la Amazonía "Si hay algo innegociable para Pedro, es el Evangelio"

(Jesús Bastante).- Desgraciadamente, los homenajes a los grandes hombres y mujeres de nuestra hermana Tierra casi siempre llegan una vez muertos. Por fortuna, en ocasiones, el homenajeado sigue vivito y luchando por un mundo más justo. Es el caso de Pedro Casaldáliga, el obispo-profeta de la Amazonía, que ayer agradeció -desde la distancia, pues ni el Premio Príncipe de Asturias, ni las amenazas de muerte, lograron sacarle de Sao Félix de Araguaia- el acto organizado en la Iglesia de San Antón.

Casi un centenar de personas asistieron al acto, en el que también se presentó un magnífico volumen de fotografías y poesías de Casaldáliga, en los tres idiomas que han marcado su vida: catalán, castellano y brasileño. "Casaldáliga: su gente y sus causas" (+Claret). El moderador de la mesa, el claretiano Fernando Prado, dejó claro desde el principio que el homenaje de ayer "no es un panegírico de alguien que haya muerto. Afortunadamente, aún vive, y nos ilumina", subrayó el editor de Publicaciones Claretianas, quien calificó a Casaldáliga de "un hombre intrépido y adepto al Evangelio. Un español universal".

"Casaldáliga no es un hombre de derechas, pero tampoco lo es de izquierdas del modo que algunos le quieran atribuir. Es, simplemente, un hombre de Dios, un obispo auténtico al que otros, desde la admiración, reconocemos como un profeta. Uno de los grandes místicos aún vivos de la Iglesia y de la humanidad", destacó Prado, quien incidió en que "si hay algo innegociable para Pedro, es el Evangelio".

Por su parte, el poeta, colaborador de RD y amigo de Casaldáliga (autor de un magnífico "Cinco minutos de Pedro Casaldáliga", editado por Claretianas), Miguel Ángel Mesa Bouzas, recordó el viaje en que conoció al obispo en el corazón del Matto Grosso. "Es un místico que ha estado amenazado de muerte hasta hace pocas semanas, pero que muestra un cariño, cercanía y profunda humanidad. Es un hombre profundamente humano". Entre el público, algunos de los que más conocen a Pedro asentían: Benjamín Forcano, Mari Pepa y José María, sus "ojos y voz" en España...

El padre Ángel estuvo rebuscando en la sacristía hasta encontrar una imagen histórica, en la que tres profetas del siglo XX aparecen abrazados, trabajando por un mundo más justo: el sacerdote, junto a Casaldáliga y a Enrique Miret Magdalena. Emocionado, el presidente de Mensajeros de la Paz calificó a dom Pedro como "el obispo de los pobres, el que mucho antes de Francisco decía que es necesario que alcemos la voz por los pobres". En los últimos bancos, y fuera de la parroquia, casi un centenar de personas sin hogar escuchaban sus palabras, mientras alguno comía un bocadillo o bebía un sorbo del caldo que todos los días la fundación reparte desde ese oasis de solidaridad en mitad del ruido de Madrid en que se ha convertido San Antón. Eduardo Lallana, durante la presentación, señaló que la parroquia "es el lugar más parecido a Araguaia que podemos encontrar en Madrid".

"Pedro se convirtió en la voz de la gente silenciosa", destacó el padre Ángel, quien tildó al homenajeado de "santo en vida. Uno de esos profetas a los que puedes tocar y acariciar. Estoy seguro de que si él hubiera podido venir a San Antón, se hubiera sentado a hablar con los sin techo, y sobre todo hubiera escuchado. Porque sobre todo sabe escuchar. Si alguien simboliza la Iglesia de los pobres, la Iglesia que hoy defiende el papa Francisco, es él".

Por su parte, Marcel-lí López, de +Claret, editora del volumen "Casaldáliga, su gente y sus causas", incidió en que "toda persona que ha conocido a Pedro Casaldáliga, ha quedado impregnada de él", porque "ha sido siempre fiel a esa formación misionera claretiana, y a esa tradición del Evangelio, hasta el extremo de poner su vida por delante".

Algo similar subrayó Joan Guerrero, el autor de las fotografías que, junto a los poemas (seleccionados por Eduardo Lallana, fundador de la ONG Tierra sin Males), forman una perfecta simbiosis, única para entender la personalidad del obispo-profeta, del obispo-poeta, del hombre que, a sus 88 años y enfermo de Párkinson, sigue dando lecciones de Humanidad desde el último rincón de las periferias del planeta. Desde su último pulmón: la Amazonía.

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