Uno de sus Presidentes analiza el Sínodo para la Amazonía Cardenal Barreto: “esperamos que la Iglesia descubra un proceso de renovación al estilo de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir”

Cardenal Pedro Barreto, uno de los tres Presidentes del Sínodo para la Amazonía
Cardenal Pedro Barreto, uno de los tres Presidentes del Sínodo para la Amazonía

"Estamos en un momento muy, muy importante, para poder dar gracias a Dios por todo lo que estamos viviendo, en una actitud de servicio, pero una actitud previa también de escucha, de discernimiento"

"Lo que sí nos queda, ya antes del Sínodo como fruto, es la capacidad de escucha"

"Jesús no ha venido para enseñar una doctrina, Jesús ha venido para enseñarnos que desde el amor podemos tener un estilo de vida, un estilo de vida que de alguna manera está presente en los indígenas amazónicos"

"Espero que los medios de comunicación social, sobre todo los de la Iglesia, puedan también incidir en ese cambio de mentalidad, como dice el Papa Francisco, de una vida más sobria, una vida más sencilla"

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El Sínodo para la Amazonía ha ido generando expectativas, “una alegría y esperanza que no podemos defraudar” como expresa uno de sus tres presidentes, el Cardenal Pedro Barreto. Han sido casi dos años de preparación, de muchas reuniones y sobre todo de mucha escucha, una de las grandes aportaciones del Sínodo para la Amazonía, que ha ido creando un clima de consenso en amplios sectores eclesiales, ante los nuevos caminos que se vislumbran, aunque también hayan surgido fuertes críticas que duelen, sobre todo las que vienen de dentro de la Iglesia.  

El cardenal peruano señala que ante el Sínodo “esperamos que la Iglesia descubra un proceso de renovación al estilo de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir”. Esa es una actitud que nos remite al Misterio de la Encarnación de Cristo, según el presidente del Sínodo para la Amazonía, un Cristo “que se encarna en una historia, en un pueblo concreto, en una cultura concreta, y que desde ahí quiere dinamizar en un proceso, yo diría distinto, a lo que humanamente uno puede estar pensando”.

En todo el proceso de escucha destaca el encuentro de Washington, uno de los símbolos del poder económico, donde indígenas de los cinco continentes, “que no se entendían por sus lenguas, pero sin embargo citaban y hablaban desde su experiencia de cosas que son comunes a ellos”, algo que nos remite a Pentecostés y muestra la presencia del Espíritu. Eso se manifiesta en el Pueblo de Dios, que va a hacerse en el Sínodo, y en la sociedad, sobre todo en los más jóvenes, nuevos portadores de una bandera de lucha en favor del Planeta, de la ecología integral.

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Después de casi dos años de proceso sinodal, ¿cómo situaría el momento que estamos viviendo a una semana de la celebración de la asamblea sinodal?

En primer lugar, una creciente esperanza, alegría, no por nosotros solamente, sino por los indígenas amazónicos. Se han levantado todas unas expectativas, que comenzó precisamente en el encuentro del Papa Francisco en Puerto Maldonado, el 19 de enero del año pasado en su visita Pastoral al Perú. Y ahí ha comenzado una alegría y una esperanza que no podemos defraudar.

Y en segundo lugar, al interior de la Iglesia, lo hemos podido experimentar con mucha alegría, en las diferentes reuniones que hemos tenido y en la reunión que tuvimos recientemente en Bogotá, organizada por el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) y la REPAM (Red Eclesial Pan Amazónica), como un consenso muy grande, una armonía desde la diversidad de procedencias de la Amazonía. Yo creo que estamos en un momento muy, muy importante, para poder dar gracias a Dios por todo lo que estamos viviendo, en una actitud de servicio, pero una actitud previa también de escucha, de discernimiento.

¿Podríamos decir que ese viento del Espíritu que va soplando de diferentes formas ayuda a reconocer que las críticas que existen no dejan de ser actitudes marginales que no responden al sentir general de la Iglesia?

Sí, en realidad las críticas son muy fuertes, tanto dentro de la Iglesia como fuera. Las que más podríamos decir que duelen son las de dentro, porque esperamos que la Iglesia descubra un proceso de renovación al estilo de Jesús, que no vino a ser servido sino a servir, y creo que estas dificultades o críticas están señalando un avance, yo diría cualitativo en lo que significa este Sínodo especial sobre la Amazonía. Es el único que se ha preparado de una forma, yo diría de escucha sinodal desde las poblaciones indígenas.

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De hecho, esta nueva actitud es algo que ha venido en cierta medida con el Papa Francisco, alguien a quien le gusta escuchar. ¿Podríamos decir que inclusive antes de la celebración de la asamblea, ya es una de las grandes aportaciones del Sínodo para la Amazonía a la historia y a la práctica pastoral de la Iglesia?

Sí, en realidad yo creo que es importante señalar que el Papa Francisco, con su espiritualidad, está ayudando a la Iglesia a este proceso sinodal, que supone escuchar, supone discernir y supone también actuar. Entonces, lo que sí nos queda, ya antes del Sínodo como fruto, es la capacidad de escucha. No eso solamente oír, no es simplemente estudiar unos temas sociológicos sobre la Amazonía, es el contacto de la persona. Y aquí hay algo que el Papa Francisco evidentemente ha insistido, que es la cultura del encuentro, el salir de uno mismo para encontrarse en la realidad del otro. Y desde esa realidad entrar en un proceso de búsqueda de la voluntad de Dios.

En el fondo estamos hablando de la Encarnación, del Misterio de la Encarnación de Cristo. Es un Cristo que es el enviado del Padre, que se encarna en una historia, en un pueblo concreto, en una cultura concreta, y que desde ahí quiere dinamizar en un proceso, yo diría distinto, a lo que humanamente uno puede estar pensando. Yo creo que el Sínodo ya está produciendo sus frutos en este aspecto, al interior de la Iglesia de una capacidad mayor de escucha.

Usted habla de la Encarnación, que es uno de los misterios fundamentales del cristianismo. Es verdad que desde algunas corrientes eclesiales, por así decirlo, no sé si es el término más apropiado, se ha exagera demasiado el espiritualismo y se ha olvidado esa dimensión de la Encarnación. ¿Podríamos decir que las críticas vienen de esas corrientes más espiritualistas?

Podría ser, pero yo estoy convencido que es más bien una visión teológica, doctrinal, que ha marcado mucho la historia de la Iglesia en los últimos años, décadas, porque la Doctrina de la Fe era la entidad de la Santa Sede que se creía como súper vigilante de las ideas que salir, como una especie de herencia de lo que antiguamente era la Inquisición. Yo creo que lo más valioso en este proceso que estamos viviendo de renovación de la Iglesia, es que la doctrina está al servicio de la evangelización y no la evangelización al servicio de la doctrina. Creo que antes de una doctrina está la persona de Jesús, el Evangelio.

Jesús no ha venido para enseñar una doctrina, Jesús ha venido para enseñarnos que desde el amor podemos tener un estilo de vida, un estilo de vida que de alguna manera está presente en los indígenas amazónicos. El Papa Francisco en Puerto Maldonado lo indicó, tenemos que aprender de ustedes cómo respetar la vida y cómo respetar también el entorno natural.

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Que es una doctrina que viene del propio Vaticano II, que habla de las Semillas del Verbo. Usted ha tenido contacto en muchos encuentros con indígenas de diferentes países, de diferentes pueblos. ¿Cómo se perciben esas Semillas del Verbo en la vida de los pueblos amazónicos?

Bueno, en primer lugar yo quiero decir que hemos tenido infinidad de reuniones en diversos lugares y una especial que se organizó en Washington, en la universidad de Georgetown, que allí se pudo precisar que lo que dice el Papa Francisco, de la periferia al centro, Washington como símbolo del poder económico, y ahí había indígenas de los cinco continentes. Esto fue para mí la mayor riqueza de todo el proceso, porque escuchábamos a un indígena asiático, o de Oceanía, o de África, o de América, y veíamos que no se entendían por sus lenguas, pero sin embargo citaban y hablaban desde su experiencia de cosas que son comunes a ellos.

Y uno se preguntaba, y yo me preguntaba de manera personal, cómo puede haber tantos kilómetros, miles de kilómetros de distancia entre los pueblos originales, pero tienen un respeto a la vida, un respeto a la naturaleza, tienen una sabiduría ancestral, y esto para mí es muy importante de reconocerlo. Ahí estamos hablando de un Misterio de esta sabiduría que está impregnada en la cultura del aborigen.

En sus palabras me viene a la mente la escena que relata el libro de los Hechos de los Apóstoles en Pentecostés. ¿Podríamos decir que este Sínodo para la Amazonía es un nuevo episodio, una nueva manifestación del Espíritu en medio de la realidad actual?

Evidentemente, y yo me alegro que lo indiques porque no lo había pensado, pero si lo había sentido y experimentado. Una cosa es pensar y otra cosa es sentir, no puedes dejar de admirarte como el agua corre por tus manos, no puedes atrapar el agua. Esto creo que es la irrupción del Espíritu, que hay diversidad de lenguas, culturas, pero hay ya una unidad, y aquí hay una enseñanza muy grande para la Iglesia y para la humanidad. En ese sentido, un respeto máximo a la persona, un respeto máximo a las culturas y sobre todo siendo consciente de que no todo es perfecto, pero que ciertamente, nosotros que tenemos una cultura más occidental, y yo me incluyo en eso, tenemos que despojarnos de nuestros criterios para poder, se puede decir así, adentrarnos en este mar inmenso, en estos ríos profundos de las nuevas culturas que nos van a enseñar a encontrar a Dios en todas las cosas.

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Encontrar a Dios primero en la Creación, y eso nos remitiría al tema de la ecología integral, que es un lenguaje que es entendido no sólo dentro de la Iglesia como fuera. Una de los grandes desafíos para la Iglesia hoy es estar próximo, o compartir camino con la juventud. En ese campo de la ecología integral, los jóvenes, sobre todo a partir de la figura de Greta Thunberg, a quien el Papa Francisco animado a seguir con su lucha por el cuidado de la Casa Común, es alguien que está mostrando que se puede caminar junto con la Iglesia, independientemente de la creencia de cada uno. ¿Podríamos decir que entrar en esta dinámica de la ecología integral puede llevar a la Iglesia de vuelta a entrar en ese mundo juvenil y descubrir con esos jóvenes, que cada vez se preocupan más por el cuidado de la Casa Común, un camino para recorrer juntos?

Es un camino de esperanza que la joven Greta nos está diciendo muy claramente que este movimiento, que comenzó como un pequeño, individual, se ha ido extendiendo como pequeños círculos concéntricos respecto a esta propuesta del cuidado de la Casa Común. Sin embargo, creo que el potencial de la juventud ahora, es un potencial que va a exigir a la Iglesia una actitud de escucha también, de los jóvenes, de jóvenes que realmente quieren contribuir al cuidado de la Casa Común. Y la Casa Común entendida no solamente como naturaleza, sino también como personas y la relación interpersonal. Y ahí tengo entendido que, en los primeros meses del próximo año, el Papa Francisco va a convocar a los jóvenes economistas para ir pensando en ese nuevo modelo de desarrollo alternativo al actual, que está sumiendo a la humanidad en una situación casi, casi, sin retorno. Entonces, estamos viviendo este tiempo de emergencia que el Papa Francisco quiere confiar en los jóvenes para, desde ellos, buscar este nuevo modelo de desarrollo.

El Sínodo para la Amazonía es uno de los que más interés mediático ha despertado. De hecho, las últimas semanas, también por situaciones como los incendios en la Amazonía y algunas críticas de algunos gobiernos hacia el Sínodo, ha despertado mucho interés mediático. ¿Ese interés mediático podría ayudar a que las conclusiones del Sínodo sean más visibles para la sociedad actual?

Bueno, yo no puedo prever en este momento cuáles van a ser las consecuencias mediáticas, pero lógicamente, los medios de comunicación social, tienen todo un bagaje de la encíclica Laudato Sí. Lo del cambio climático, por ejemplo, es un hecho fenomenológico a nivel social, que ha ido como sensibilizando en la urgencia sobre cómo poder mitigar, porque es irreversible el cambio climático, cómo mitigar las graves consecuencias que ya están viviéndose en los diversos continentes. Yo espero que los medios de comunicación social, sobre todo los de la Iglesia, puedan también incidir en ese cambio de mentalidad, como dice el Papa Francisco, de una vida más sobria, una vida más sencilla. Una vida que también Mahatma Gandhi llegó a decir, hay que vivir con menos, para poder todos sobrevivir, en unas circunstancias de pobreza que se vive en el mundo.

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Usted es uno de los presidentes del Sínodo para la Amazonía. ¿Cuáles son sus expectativas, cómo cree que se va a desarrollar esta asamblea sinodal?

Bueno, yo tengo la experiencia del Sínodo de 2005, que era sobre el tema de la Eucaristía. Yo desde esa experiencia de 2005 a ahora, 2019, ya han pasado 14 años y yo me imagino un Sínodo muy fraternal. Va a haber muchas presiones de diversos sitios, pero lo voy a ver con un clima espiritual, pero en el sentido más profundo de la palabra, que es lo del Éxodo, por ejemplo. Dios ha visto la aflicción de su pueblo un Dios que ha escuchado el clamor de los pueblos indígenas, un Dios que ha decidido también que la Iglesia en su conjunto, con el Papa Francisco, pueda tomar decisiones respecto a la propuesta que el mismo Papa Francisco nos dio, nuevos caminos para la Iglesia y para la ecología integral.

Cuando hablamos de ecología integral, yo estoy pensando en lo que es la poblaciones originarias hablan en el quechua, el Sumak Kawsay, que es el buen vivir. El buen vivir es ecología integral, es la armonía en sí mismo, la armonía con los demás y la armonía también con la naturaleza, y lógicamente en esa trilogía de armonía Dios está presente.

Sabemos que es un Sínodo de los obispos, pero en este Sínodo la presencia de no obispos es bastante significativa. ¿Cómo cree que eso puede influir en el desarrollo del Sínodo?

Precisamente es una apertura a una realidad eclesial que quiere escuchar a todos los bautizados y bautizadas, incluso no creyentes y de otras creencias religiosas. Y yo creo que aquí, siempre se ha pensado en los obispos como colegialidad episcopal, que ayuda al Papa Francisco. En este caso, para ofrecerle algunas propuestas que él después nos puede orientar. Cuando hablamos de esta apertura a laicos, a indígenas o a religiosas, estamos hablando de una experiencia sinodal, de caminar juntos. Porque lo que se pretende como objetivo, no es solamente caminar juntos los obispos, es caminar juntos todos los bautizados y bautizadas, y todas las personas de buena voluntad. Entonces, en ese aspecto, me parece que se está dando un mensaje muy claro, que la Iglesia es el Pueblo de Dios, y por eso la sinodalidad es esencial al Pueblo de Dios. Es lo que aparece en los Hechos de los Apóstoles en el primer Concilio de Jerusalén. Estaban enfrentados Pedro y Pablo, Pedro creía que solamente el Evangelio era para los judíos y Pablo decía que también era para los gentiles, para que aquellos no judíos. Entonces se reunieron y dijeron el Espíritu Santo y nosotros, hemos decidido tal cosa. Esto es lo que se pretende juntamente con nuestros hermanos y hermanas que no son obispos, pero que son tan bautizados como nosotros.

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