Santa Dulce de los Pobres y el Sínodo para la Amazonía Pedir para quien más necesita, un camino para alcanzar la santidad
La hermana Dulce, una vez fue a pedir a alguien que la escupió en la mano, a lo que respondió diciendo que eso era para ella, extendiendo la otra mano para que le diese algo para los pobres
Francisco ha salido a pedir por y para la Amazonía, para los pueblos que la habitan, especialmente para los pueblos originarios
pidamos que Santa Dulce de los pobres interceda por un Planeta cada día más empobrecido, por una Amazonia que está siendo devastada, por unos pueblos que ven en Dios, en la Iglesia, en el Papa Francisco, un signo de esperanza que les proteja contra tantas amenazas de muerte
pidamos que Santa Dulce de los pobres interceda por un Planeta cada día más empobrecido, por una Amazonia que está siendo devastada, por unos pueblos que ven en Dios, en la Iglesia, en el Papa Francisco, un signo de esperanza que les proteja contra tantas amenazas de muerte
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Sínodo
La hermana Dulce fue canonizada por el pueblo bahiano, brasileño, mucho antes que por la Iglesia, el motivo principal es que ella dedicó su vida a aquellos que más la necesitaban. Ella siempre pedía, y siempre lo hacía para sus pobres, a los que cuidaba en sus obras de la periferia de Salvador. Una vez fue a pedir a alguien que la escupió en la mano, a lo que respondió diciendo que eso era para ella, extendiendo la otra mano para que le diese algo para los pobres.
Esa imagen me lleva a relacionarla con este kairós que estamos viviendo, el Sínodo para la Amazonía. El Papa Francisco, en la homilía de la misa de canonización decía que ”la fe requiere un camino, una salida, hace milagros si dejamos nuestras certezas complacientes, si dejamos nuestros puertos tranquilizadores, nuestros nidos confortables”. Eso nos hace sentir la necesidad de ir al encuentro de las necesidades del otro, de no encerrarnos en nuestras comodidades.
El Sínodo para la Amazonía nos lleva a buscar nuevos caminos, lo que supone situarse ante la incerteza del futuro. Si lo hacemos desde la fe, el milagro, la novedad, se hará una realidad plena, un signo de Dios para toda la humanidad. El Sínodo ha supuesto dejar el puerto y adentrarse en un río lleno de peligros, que nos llevan a navegar desde la fe en el Dios que conduce nuestro barco.
Decir esto, pedir que se reconozca y se respeten sus derechos, ha hecho que, como pasó con Santa Dulce de los Pobres, muchos le escupan, le insulten y le acusen de aquello que no es. No podemos olvidar que en sus primeros días de pontificado, dejó claro la Iglesia que le gustaría, “una Iglesia pobre y para los pobres”. Es por eso que él camina al lado de los pequeños, de los descartables, de los que no cuentan para los que mandan, que le respetan y aman, mucho más que quienes de hecho deberían hacerlo, pues en él descubren la presencia del Dios que camina con su pueblo.
Los santos son intercesores ante Dios, a quienes acudimos esperando alcanzar la gracia. En este tiempo de gracia que es el Sínodo para la Amazonía, pidamos que Santa Dulce de los pobres interceda por un Planeta cada día más empobrecido, por una Amazonia que está siendo devastada, por unos pueblos que ven en Dios, en la Iglesia, en el Papa Francisco, un signo de esperanza que les proteja contra tantas amenazas de muerte.