Rose Bertoldo: “las redes de la Trata de Personas se aprovechan de las necesidades básicas para convertir familias enteras en esclavos”

La mejor forma de combatir la trata de personas es educar a los jóvenes para que pueden conocer las consecuencias de esa lacra social. La Red Un Grito por la Vida, organización vinculada a la Conferencia de los Religiosos de Brasil (CRB) y que este año cumple diez años, está queriendo llevar a cabo este trabajo de prevención en la región amazónica brasileña, especialmente en las zonas de frontera, desarrollando actividades educativas en las comunidades y en los colegios para que quienes en el futuro pueden ser víctimas, pueden evitar caer en las redes del crimen organizado.

La frontera entre Brasil, Colombia y Venezuela, en la región del Alto Río Negro, es una de las zonas donde este problema está muy presente, a pesar de que las autoridades hagan la vista gorda y no quieran atajar un problema que determina la vida del día a día de la gente. Todo el mundo sabe que esta es una de las rutas del tráfico de drogas, que desde Colombia entra en Brasil y de ahí se distribuye al resto del mundo, especialmente a Europa.

Junto con las drogas, el tráfico de armas y la trata de personas son realidades que caminan de la mano, en un círculo vicioso que atrapa cada vez a más gente, especialmente jóvenes, que buscando un futuro mejor entran en un callejón sin salida.

Ante esta realidad, como señala Rose Bertoldo, Articuladora de la Red un Grito por la Vida en la región amazónica, “no podemos continuar impasibles ante tantas situaciones de muerte, manifestadas en las redes bien articuladas de los narcotraficantes, que captan cotidianamente a niños, adolescentes y jóvenes y los introducen en el mundo del crimen organizado a cambio de ínfimas posibilidades de sobre vivencia”. Como la religiosa reconoce, estamos hablando de personas que “en la búsqueda de sueños de una vida mejor, caen en la trampa de estas redes que se aprovechan de necesidades básicas, para convertir familias enteras en esclavos”.

Lo peor de todo, según Rose Bertoldo, es que “la naturalización de la violencia es algo que forma parte de la vida cotidiana de la gente, lo que va dando cada vez mayor poder a las redes criminales, que se presentan como posibilidad de una vida mejor para quien de hecho está cayendo en los engaños de un sistema de explotación y dominación”.

Estamos hablando de situaciones que “someten lo femenino a categorías secundarias, pues son las mujeres las víctimas principales de la trata de personas”, asegura la religiosa. Este abuso sexual es una situación que, en muchos casos, “está presente en la vida de esas mujeres desde la más tierna infancia”, situación que muchos se ve como “algo natural” en la Amazonia, donde “la mercantilización del cuerpo de las mujeres, tratadas como mercancía y objeto de explotación, se ha convertido en un lucrativo negocio que se disemina a través de los ríos y carreteras, hasta llegar a los rincones más remotos de la Amazonia, sin límite de fronteras, y con la omisión y connivencia de las instituciones que deberían garantizar el cuidado de la gente”.

A partir de esta sangrante realidad, que nos muestra la crueldad de este tipo de situaciones, en una región donde las leyes muchas veces no pasan de papel mojado, la Red un Grito por la Vida insiste en denunciar aquello que van descubriendo en los trabajos de formación que llevan a cabo con el objetivo de prevenir la trata de personas.

En este sentido, Rose Bertoldo no duda en afirmar que este tipo de problemáticas es algo que “la gente conoce, sabe que existe, pero no identifican la trata de personas como una realidad presente en su local de residencia, especialmente en las comunidades indígenas y ribereñas, algo que roba los sueños de una juventud fascinada con la búsqueda de una vida mejor en las grandes ciudades, lo que lleva a caer en la trampa del crimen organizado”.

¿Qué hacer como sociedad, como Iglesia, para ayudar a superar este tipo de problemáticas que condicionan negativamente la vida de tanta gente? La primera actitud debe ser unir esfuerzos, llevar a cabo actuaciones comunes, pues según Rose Bertoldo, “garantizar el cuidado de la Vida y promover el Bien Vivir sólo va a ser posible en la medida en que unamos esfuerzos y asumamos las causas de quien lidia día a día con ese propósito”. Todo lo que no sea ese trabajo común hará aumentar “los procesos que pretender disociar las realidades en una tentativa de promover un sistema donde el individualismo provoca la pérdida de vigor de las luchas comunes”.

Este cuidado, que cada vez es más urgente, “será mejor en la medida en que nazca de la realidad local”, asevera Rose Bertoldo, pues en su opinión, “sólo quien tiene los pies y el corazón en este sagrado suelo amazónico es capaz de comprender, en toda su profundidad, la interrelación de los procesos de la vida que se dan, y revelan los muchos modos de entender la vida que aparecen en las diferentes comunidades amazónicas”.

Todo es cuestión de apostar por un futuro mejor, de no dejarse llevar por la cultura de muerte que algunos quieren imponer, de descubrir las tantas fuentes generadoras de vida que están presentes en la Amazonia y sus gentes. Para eso, será necesario, según la Articuladora de la Red un Grito por la Vida en la región amazónica, que “superemos las relaciones de sumisión y explotación, a partir de actitudes que hagan posible una tesitura de aprendizajes, que transformen la vida y recreen nuevas posibilidades generadoras de esperanza”.
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