Conferencia organizada por Amazonía: Casa Común, sobre un mal común en la región La minería, un cáncer que nunca acaba

La minería, un cáncer que nunca acaba
La minería, un cáncer que nunca acaba

"El verdadero oro para mí es el manto verde"

Es necesario llamar a los responsables para que paguen por los daños causados, estados y empresas

“El Sínodo es una oportunidad para discutir temas que deberían haber sido discutidos hace mucho tiempo”

“La resistencia pasa mucho por la espiritualidad”

La minería es “un monstruo cada vez más peligroso”

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Una de las grandes amenazas que enfrenta la Amazonía es la minería, una realidad cada vez más presente y que la Iglesia católica está enfrentando de diferentes formas. El Sínodo para la Amazonía está siendo un buen momento para tomar mayor conciencia de esta problemática que afecta, de manera especial, a los pueblos originarios, como quedó demostrado en la Conferencia titulada, “Minería: mal común en la Amazonía”, una de las muchas actividades de la Amazonía: Casa Común, en este caso organizada por la Red Iglesias y Minería, CIDSE y Manos Unidas.

Esas consecuencias son cada vez más visibles, como todos los presentes pudieron comprobar en una botella de agua recogida en uno de los ríos de la región Madre de Dios, en la Amazonía peruana, donde vive Yesica Patiachi, la indígena del pueblo harakbut, que se hizo famosa por dirigirse al Papa Francisco, en nombre de los pueblos amazónicos, en su visita a Puerto Maldonado. En su testimonio denunciaba al gobierno de su país, cuyas promesas de acabar con la minería en la Amazonía se queda en un discurso bonito, frente a una actividad minera que va comiéndose la selva amazónica. Por eso, ella decía con fuerza que “el verdadero oro para mí es el manto verde”.

Ella vive en la región más devastada del departamento de Madre de Dios, donde un día los ríos fueron cristalinos y llenos de peces, pero que fue destruido por la minería, que “trae división a las comunidades indígenas”, pues estas empresas “compran a la gente”, provocando el caos social y el fin de actividades tradicionales como la caza y la pesca. De hecho, Patiachi define la minería como “un cáncer que nunca acaba”, pues cuenta con el aval del Estado, que hace la vista gorda a la falta de consulta previa. La indígena, que es auditora sinodal, afirma que “el Sínodo para la Amazonía no es sínodo sin la participación de los indígenas”, verdaderos maestros en ecología integral.

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Son problemas comunes a todos los países amazónicos, también a Colombia, de donde procede el Padre Alberto Franco, que destaca la importancia del Sínodo, porque se habla de la Amazonía y ha hecho que los pueblos indígenas hayan llegado a Roma. De hecho, la conferencia contó con una buena participación de los pueblos indígenas, varios de los cuales se manifestaron, denunciando la actividad minera en tierras indígenas, una de las amenazas del gobierno brasileño, lo que conduce la tierra a la muerte, una tierra llena de riquezas por la cuidado que los pueblos originarios han llevado a cabo. Al mismo tiempo que pedían la ayuda del mundo para evitar los planes de un gobierno que no respeta la Constitución.

La minería es un mal común, como afirmaba el padre Franco, una idea que sostiene en razones ambientales, pues si acabamos con el Planeta, acabamos con nosotros, sobre todo como consecuencia de la contaminación; en razones sociales, pues la minería rompe comunidades a partir de mentiras y de la corrupción, y provoca conflictos sociales, alcoholismo y prostitución, entre otras cosas; y razones ético-políticas, corrompiendo a los estados y las legislaciones.

La Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil ha creado este año la Comisión de Ecología Integral y Minería, que sustituye al grupo de trabajo sobre esa temática. Su presidente, Monseñor Sebastião Lima Duarte, uno de los padres sinodales, relataba algunas de sus actividades, como los encuentros con afectados por la minería, las asesorías en las diócesis, el mapeamento de esta actividad en todo Brasil, también la reunión celebrada en los últimos meses con treinta obispos cuyos territorios diocesanos se ven afectados por esta realidad.

Como afirmaba Silvia Obregón, de CIDSE, es necesario llamar a los responsables para que paguen por los daños causados, estados y empresas. Junto con eso, hay que hacer visibles las narrativas ancestrales y rescatar cosmovisiones. En ese sentido, “el Sínodo es una oportunidad para discutir temas que deberían haber sido discutidos hace mucho tiempo”, también de “reflexionar sobre nuestro estilo de vida y recuperar de las comunidades tradicionales distintas formas de relación entre nosotros y con la naturaleza”.

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En Brasil, la amenaza de la minería en la Amazonía supone un riego muy grande, según Jeremías Mura, quien insistía en que “la vida es más importante que el desarrollo”, y la minería mata todo tipo de vida, afirmaba el indígena. Por eso, “queremos desarrollo a nuestro modo”, algo urgente en un país en que “los ojos del gobierno están en la región norte, porque allí está la riqueza, en las tierras indígenas”. Jeremías pedía ayuda para cuidar de la Amazonía, un deber de toda la humanidad. Los indígenas, según él, “vamos a continuar luchando y resistiendo”.

Estas afirmaciones también formaron parte del vicepresidente de la Comisión Pastoral de la Tierra y padre sinodal, Monseñor José Ionilton Lisboa de Oliveira. Él denunciaba el sufrimiento de muchos pequeños agricultores que viven en las orillas de los ríos, como consecuencia de la contaminación producida por la minería, “que representa la fuerza destructiva de la muerte”. Por eso, quien cree en Jesús que es fuente de vida, no puede estar al lado de la minería.

El acto fue conducido por el provincial de los combonianos en Brasil y padre sinodal, Dário Bossi, que insistía en que “la resistencia pasa mucho por la espiritualidad”, y por Moema Miranda, auditora do Sínodo para la Amazonía, que definía la minería como “un monstruo cada vez más peligroso”, ante lo que destacaba la importancia de articularse.

Esta actividad minera tiene en Canadá uno de sus principales impulsores, país al que pertenecen la mayoría de las grandes empresas. Nacida en ese país, la presbítera de la Iglesia anglicana, Emily Smith, señalaba que “estamos haciendo lo posible para frenar este monstruo enorme que sale de mi casa”. La Presidenta de SICSAL (Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina), junto con Monseñor Raúl Vera, afirma que “sigan organizándose y nosotros en ese compromiso de caminar con ustedes”.

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