Se suele decir que el verano da para mucho… viajar, descansar, pasar más tiempo con la familia, con los amigos, hacer otros horarios, etc.… pero para muchas personas es tiempo de trabajo y el periodo estival no será precisamente un tiempo de vacaciones. Ojalá que podamos reconocer la presencia de Dios en el quehacer de nuestras vidas.

Este verano tengo la gracia y la oportunidad de hacer un alto en el camino, de tomar un tiempo de reflexión, silencio y oración, durante una semana en plena naturaleza. Se necesita respirar otro aire, pero no sólo por fuera, a veces, ese es el más fácil de conseguir. Este tiempo que tengo ahora entre mis manos, es un regalo y a la vez una oportunidad para tomar un nuevo aire, para mirarse hacia adentro, para encontrarse con una misma, desde lo que se es, se vive y mirar el camino que se va haciendo desde la brújula de Dios. Un tiempo privilegiado, incalculable por el camino a recorrer durante los ejercicios espirituales, un encuentro con Dios desde la propia existencia. La cobertura exterior es limitada por la ubicación de la casa, en una pequeña montaña. Es tiempo para buscar con más ganas la cobertura de Dios, cargar la batería del corazón.

!Aquí estoy, Señor! Deseando encontrarte, reconocerte más en mi vida, buscarte más y ahora en el silencio de mi ser, quiero que mi alma descanse sólo en ti, que sigas siendo mi esperanza, mi roca y salvación. Abrirte el corazón, en este hoy de mi vida aquí y ahora, continuar conectada a ti, seguir caminando en fidelidad junto a mi Señor.

¨…Descansa solo en Dios, alma mía,
porque El es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilare.
De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio…¨ Salmo 61

Texto: Hna. Ana Pérez