Cumplir años... ¡Gracias!

¡Gracias!
¡Gracias!

La inercia nos puede llevar a catalogar nuestros años si han sido “más buenos o menos buenos” pero lo que podemos perder de vista fácilmente es que cada día que vemos la luz, que podemos ver el amanecer y el atardecer, ahí Dios nos muestra sus maravillas y en ellas contempla siempre lo que somos, cuenta con nosotros.

“Escúchame esto, Job. Detente y fíjate en las maravillas de Dios” (Job 37,14) A pocas horas de despedir un año y darle la bienvenida a un nuevo número en mi vida, éstas palabras “…Detente y fíjate….”, son una invitación a agradecer a Dios la gracia de cumplir un año más de vida. Es bueno detenerse y hacer una mirada a lo que vamos viviendo, y no necesariamente porque cumplas años, aunque ese día también nos recuerda el año que se deja atrás, el camino recorrido. Por otro lado, me lleva a agradecer lo vivido mirando hacia adelante en las manos de Dios que siempre nos irá mostrando nuevas pisadas en el caminar, otros horizontes, tantas cosas que formarán parte de nuestra existencia.

La inercia nos puede llevar a catalogar nuestros años si han sido “más buenos o menos buenos” pero lo que podemos perder de vista fácilmente es que cada día que vemos la luz, que podemos ver el amanecer y el atardecer, ahí Dios nos muestra sus maravillas y en ellas contempla siempre lo que somos, cuenta con nosotros. Nos pasan los días, los años, incluso en ocasiones decimos que demasiado rápidos pero que no se nos pase nunca rápidamente las ocasiones para entregarnos, amar, dar en todo momento lo mejor de nosotros mismos, porque es el hoy el que está en nuestras manos, el hoy que Dios nos muestra para vivirlo en plenitud sin que nos pase desapercibido. Es hoy donde podemos amar y ser amados. Que nuestra vida sea vivida sin más, desde lo que somos, ofreciendo con sencillez lo mejor de nosotros mismos.

En este día de cumpleaños, de celebrar la vida, siempre es especial, la gente que te quiere se hace más presente, en la cercanía o lejanía geográfica, habrá personas a las que agradeceré cada día formar parte de mi vida y ése verdaderamente es el mejor regalo, porque no caduca, permanece en el corazón.

¡Gracias Señor por el don de la vida, por la luz de cada amanecer que regalas gratuitamente. Gracias por el hoy, por el camino recorrido y por lo que solo tú sabes lo que queda por andar!

“Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares….

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias…

Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno.” (Salmo 139)

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