“Durante varios siglos, desde el campo católico se ha anatematizado a Martín Lutero como si fuera poco menos que la encarnación del diablo” (Hilari Raguer), sin embargo es mucho lo que le debemos por su amor a la Sagrada Escritura.

Gracias a Dios, el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática “Dei Verbum”, promulgada hace cincuenta años, reconoció la riqueza de la Palabra de Dios y la puso al alcance del pueblo en lengua vernácula, especialmente en la celebración de la Eucaristía, por otra parte también se ha intensificado su uso en la liturgia de las Horas, la catequesis ha situado un puesto de honor a la Biblia; en las celebraciones la predicación se ha orientado a comentar los textos bíblicos, comenta Armand Puig, rector del Ateneu Universitari Sant Pacià.

Como reza el salmo 119: “Tu palabra es luz para mis pasos”, palabras muy consoladoras. Tienen que ser guía para todo bautizado, el centro de su vida. “La palabra de Dios es viva y eficaz, es más aguda que cualquier espada de dos filos, penetra hasta lo más íntimo de la persona” (Hb 4, 12).Es que la Palabra de Dios si se lee con atención y devoción nos hará ver lo que anda torcido en nuestra vida espiritual, pero también nos dará ánimo para cambiar lo que hay que cambiar. Nos hará cada vez más hambrientos de penetrar su mensaje a ejemplo del profeta Jeremías que dice: “Cuando encontraba tus palabras las devoraba” (15,16).

El próximo Primer Domingo de Adviento en todas las diócesis de Cataluña se llevará a término la entronización solemne del nuevo leccionario del ciclo A. Que este tiempo de Adviento sirva para recibir al Verbo hecho carne como lo recibió María.Texto: Hna. María Nuria Gaza.