Salmo 86 Sonrisas

Sonrisas
Sonrisas

Es la invitación a dar un vistazo a nuestra propia vida y cuántos momentos, cuántos rostros forman parte de nosotros y con los que hemos vivido tantas cosas. Sin duda, que algunos destacarán más, nos habrán marcado de una manera especial…

En una conferencia, el sacerdote nos invitaba a revivir momentos de plenitud de vida. Aquellos que encienden algo dentro de nosotros y que nos ayudan, nos dan vida.

En ese instante, conforme hablaba rápidamente venían a mi mente etapas vividas que hacen brotar sonrisas en mí. Es la invitación a dar un vistazo a nuestra propia vida y cuántos momentos, cuántos rostros forman parte de nosotros y con los que hemos vivido tantas cosas. Sin duda, que algunos destacarán más, nos habrán marcado de una manera especial… Así me adentré en mi propia historia y repasé esos momentos de plenitud de vida, que los tenemos, que están bien anclados en el corazón y al recordarlos algo nuevo vuelve a vibrar en el interior, la sonrisa de decir, así fue, pero no desde la nostalgia sino más bien desde el agradecimiento a Dios por haberme regalado tanto, por estar presente a lo largo de la propia existencia.

Esa sonrisa que ilumina el rostro es la de una alegría profunda, es ese el tesoro que permanece dentro y lo es para siempre. También hubo sus momentos menos fáciles pero todo forma parte de la riqueza que llevamos dentro, regalos del Señor que sigo gustando, saboreando porque cierro los ojos y lo vuelvo a revivir, porque si paso por alguna dificultad busco aquél lugar donde tan presente y cerca en mi vida estuvo, donde tanto me dio, con sus rostros, vivencias… donde gocé y fui muy dichosa. Acción de gracias por un pasado ya vivido, por este presente que ofrece y la esperanza del futuro que en sus manos está. Sigamos el sendero de la vida con los ojos bien abiertos y el corazón disponible a acoger esos momentos de plenitud de vida que Dios nos ofrece.

Salmo 86 (adaptación) 

Presta oído, Señor,

respóndeme si me siento desamparado.

Guarda mi vida, que te soy fiel,

 ayúdame, que confío en ti.

Tú eres mi Dios,

ten piedad que te llamo todo el día.

Alégrame cuando me vuelvo a ti,

tú que eres bueno

y misericordioso con quienes te invocan.

Escucha, Señor, mi súplica,

haz caso a mi ruego,

que en el peligro y la dificultad te llamo

porque tú solo eres mi Dios.

Enséñame, Señor, tu camino

para que lo siga con fidelidad.

Tranquiliza mi corazón

al pronunciar tu nombre

¡Ay, Dios! cuando me asedian incertidumbres,

vacíos, problemas, tristezas o decepción,

lléname tú de vida,

da fuerzas a tu hijo,

alienta mi pequeñez

tú que siempre me auxilias.

Volver arriba