150 Aniversario de la Diócesis de Vitoria. Con la palabra VIDA

La Segunda parte de la Carta Pastoral de monseñor Asurmendi con motivo de la celebración del 150 Aniversario de la Diócesis de Vitoria se hace desde una clave introspectiva, “mirar hacia dentro”: comprender qué es una diócesis.

Comienza exponiendo lo que sería el principal objetivo de este Año Jubilar: “REAVIVAR nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, asumiendo gozosa y libremente la eclesialidad de nuestra fe; y ello mediante el conocimiento y la implicación en la VIDA y las tareas de nuestra concreta Iglesia local.”
La urgencia de REAVIVAR ese sentimiento de identidad cristiana y eclesial viene planteado desde los siguientes parámetros, según Asurmendi: “Las condiciones de nuestra sociedad actual, caracterizada tanto por la secularización como por el pluralismo religioso, nos exigen más que en otras épocas subrayar el sentido de nuestra pertenencia eclesial, unida a la afirmación sin complejos de nuestra identidad cristiana. Y hay que decirlo claramente: si esta conciencia identitaria es hoy especialmente necesaria, no lo es para marcar distancias con los que, entre nosotros, no comparten nuestra fe, ni para pretender ninguna exclusividad elitista.”

Asurmendi entiende que la “hoja de ruta” está marcada desde hace casi 50 años con el Concilio Vaticano II, al que, citando a Juan Pablo II, califica como “la “brújula segura” orientadora de la Iglesia en sus itinerarios difíciles durante el tercer milenio.”

Si bien el obispo es consciente de que parte de la imagen de la Diócesis es la que queda reflejada en los diversos medios de comunicación, propios y ajenos, también afirma que “los que mejor la conocen (independientemente de su imagen pública) son los que la VIVEN “desde dentro”, participando de su tradición y de su VIDA y compartiendo los momentos de alegría y los problemas que afectan a todos y cada uno de sus miembros.”

Por eso, aunque el término “diócesis” una de sus acepciones es la puramente administrativa y territorial, Asurmendi recuerda en esta Carta que detrás de la palabra Diócesis hay otra realidad, teológica, espiritual, y de la que también se ocupó el Concilio Vaticano II: “lo esencial de la comprensión del Concilio sobre “lo que es una diócesis” se compendia en un discurso teológico tan conciso como denso, del que pueden destacarse las tres líneas de fuerza siguientes: en primer lugar, que cada diócesis es la expresión y manifestación, en cada lugar, de la única Iglesia del Dios trinitario; luego que, al igual que la Iglesia indivisible extendida por toda la tierra, así cada Iglesia particular es el resultado de la actuación del Dios trinitario en medio de su pueblo: de ahí que sean “realidades de gracia” las decisivas y “definitorias” de lo que es una diócesis; y, finalmente, que para su misión concreta y para el bien de la Iglesia universal, cada diócesis existe y VIVE su propia experiencia eclesial “en la comunión de las Iglesias”: de ahí que la relación que entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal deba ser asumida por cada diócesis, como test y garantía de su identidad católica.”

Asurmendi se refiere a continuación a esa representatividad en cascada que une a los fieles a través de las parroquias y de los sacerdotes a la comunidad diocesana, al obispo, al Papa y a la Iglesia Universal. Mención especial hace a la figura del obispo tomando como texto de referencia unas palabras de S. Cipriano: “¿Qué es la Iglesia? El pueblo unido a su obispo y la grey adherida a su pastor. Grabad, pues, bien en la cabeza este principio: el obispo está en la Iglesia, y la Iglesia en el obispo, y si alguno no está con el obispo tampoco está con la Iglesia.” Y también de Juan Pablo II: “todos los Obispos, residiendo en sus Iglesias particulares repartidas por el mundo, pero manteniendo siempre la comunión jerárquica con la Cabeza del Colegio episcopal y con el mismo Colegio, dan consistencia y expresan la catolicidad de la Iglesia, al mismo tiempo que dan a su Iglesia particular ese carácter de catolicidad.” (Exhortación postsinodal Pastores gregis)

También hace una primera referencia al papel, que en el caso de Vitoria, jugará la, casi definitivamente restaurada, Catedral de Santa María, conocida como Catedral Vieja (frente a la inaugurada en el siglo XX, catedral Nueva de María Inmaculada).

Otra de las identidades que definen a una diócesis se encuentra en la dimensión celebrativa de la comunidad y más específicamente en la Eucaristía con toda la simbología que este Sacramento encierra: “Él es quien, por el “sacramento de su cuerpo y sangre”, construye su “cuerpo eclesial” bajo el signo de la unidad y la caridad.” “en la celebración de la Eucaristía cada fiel se encuentra en su Iglesia, es decir, en la Iglesia de Cristo. En esta perspectiva eucarística, comprendida adecuadamente, la comunión eclesial se revela una realidad por su propia naturaleza católica.”

Son varios los textos conciliares que incluye Asurmendi en la Carta Pastoral, entre ellos este que encierra una completa definición de lo que la Iglesia entiende por diócesis: ““La diócesis es una porción del pueblo de Dios, que se confía al Obispo para ser apacentada con la cooperación del colegio de los presbíteros, de suerte que, adherida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo, por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica” (CD 11).”

Posteriormente desgrana algunos de los términos de esta definición, particularmente los que subrayan el carácter de pertenecía a una misma Iglesia en las que las “partes” se identifican con el “todo” plenamente. Recuerda así mismo el importante papel que juega en todo esto el Espíritu Santo, esto lo argumenta con las siguientes citas: ““el Espíritu Santo, que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia” es quien “realiza esa admirable unión de los fieles y tan estrechamente une a todos en Cristo, que es el Principio de unidad de la Iglesia” (UR 2). Como señala Benedicto XVI en su primera encíclica, “el Espíritu es (…) la fuerza que transforma el corazón de la comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia.”(Deus Caritas est).

Otro elemento a tener en cuenta en la identidad diocesana es el Evangelio, “en la medida en que el Evangelio es comunicado, acogido, compartido y VIVIDO, se construye como una expresión concreta de la familia de Dios”, dice Asurmendi.

Otro punto que aborda la carta en esta segunda parte es la misión evangelizadora de la iglesia y la importancia en esta tarea de las “iglesias locales” de las diócesis. En esta ocasión toma las palabras de Pablo VI en la Encíclica Evangelii Nuntiandi: ““cuanto más ligada está una Iglesia particular por vínculos sólidos a la Iglesia universal – en la caridad y la lealtad, en la apertura al Magisterio de Pedro, en la unidad de la lex credendi, en el deseo de unidad con todas las demás Iglesias que componen la universalidad – tanto más esta Iglesia será capaz de traducir el tesoro de la fe en la legítima variedad de expresiones de la profesión de fe, de la oración y del culto, de la VIDA y del comportamiento cristianos, del esplendor del pueblo en que ella se inserta. Tanto más será también evangelizadora de verdad, es decir, capaz de beber en el patrimonio universal para lograr que el pueblo se aproveche de él, así como de comunicar a la Iglesia universal la experiencia y la vida de su pueblo, en beneficio de todos” (n.64).”

Las últimas referencias se basan en un texto del Misal, que reproduce íntegramente, y del último Directorio para el ministerio pastoral de los Obispos, titulado Apostolorum sucesores (2004).

Texto del Misal:
“Oh Dios, que en cada una de las Iglesias diseminadas por el mundo manifiestas el misterio de la Iglesia universal, una, santa, católica y apostólica, haz que tu familia se una a su pastor y, por el Evangelio y la Eucaristía, se congregue en el Espíritu Santo, para que manifieste dignamente la universalidad de tu pueblo y sea signo e instrumento de la presencia de Cristo en el mundo”.

Texto del directorio Apostolorum sucesores
“La Iglesia particular es:
- una comunidad de fe que necesita alimentarse de la Palabra de Dios;
-una comunidad de gracia, en la que se celebra el sacrificio eucarístico, se administran los sacramentos y se dirige a Dios una oración constante;
- una comunidad de caridad (espiritual y material) que bebe de la Eucaristía como de su fuente;
- una comunidad de apostolado, en la que todos están llamados a difundir las insondables riquezas de Cristo”.


La segunda parte termina con el siguiente párrafo: “En las páginas que siguen, y mirando “hacia delante”, me pregunto por lo que estamos llamados a hacer “entre todos”, en este momento de nuestra sociedad y de la Iglesia, para que nuestra diócesis se construya realmente como “una comunidad de fe, de gracia, de caridad y de apostolado”; y ello, con el talante que alentó al mismo Concilio Vaticano II en sus trabajos para la renovación de la Iglesia. Apoyándome en el exitoso eslogan, de todos conocido y que anuncia y acompaña a las profundas reformas de la catedral de Santa María, me atrevería a caracterizar el talante de la “construcción” de nuestra diócesis como el propio de “una Iglesia abierta por obras”. Es lo que quiero tratar a continuación.” Y que seguiremos en la próxima entrega.

Non solum sed etiam.
Para esta segunda parte hemos usado menos espacio en su resumen, y usaremos algo más en el comentario.
No cabe duda que el papel lo soporta todo y en esta síntesis que hace monseñor Asurmendi de lo que la doctrina de la Iglesia entiende por diócesis genera en un servidor varias sensaciones. Evidentemente los planteamientos teóricos siempre se refieren a ideales de perfección, pero en lo que se refiere a la descripción de lo que es o debe ser una diócesis hay cuestiones que o bien hay que reconocer que no se cumplen, que no se exigen en la práctica, que no son tan definitorias, o que hay que revisarlas porque no responden a la realidad. Me refiero sobre todo a esa supuesta comunión en el seno diocesano entre el obispo y el resto de su grey, desde presbíteros hasta bautizados de “cumpli-miento”.
Sin duda que Evangelio puro es:
• que la Iglesia está llamada a ser UNA (y no solo la Iglesia sino “Padre que TODOS sean UNO”)
• Que el alimento de las comunidades cristianas está en La Palabra y en la Eucaristía
• Que una de las razones de ser de la Iglesia está en su dimensión caritativa, de palabra y de obra.

Pero la realidad que nos circunda no refleja esto: laicos que pasan de los curas, curas que pasan de su obispo, obispos que pasan de sus curas y de sus laicos, Sacramentos olvidados y rebajados, templos cerrados, … Sin duda esta es una Iglesia que está en obras y a la que le hace falta algo más que el márqueting de la Fundación Catedral Santa María para recobrar, no solo gente que se acerque de visita, sino que se acabe quedando.
Un buen reto para una sencilla efeméride: la del 150 Aniversario de la Creación de la Diócesis de Vitoria
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