Seminaristas del siglo XXI Los “Dos Seminarios” son “una búsqueda sincera y honesta para el bien de la diócesis”

Los “Dos Seminarios” son “una búsqueda sincera y honesta para el bien de la diócesis”
Los “Dos Seminarios” son “una búsqueda sincera y honesta para el bien de la diócesis” VLG

“El Seminario, misión de todos – Seminarioa, guztion egitekoa”.

El obispo presidirá esta tarde una ordenación de diácono en la Catedral

Seminario Vitoria

Desde hace unos ochenta años el 8 de diciembre es la Jornada o Día del Seminario en la Diócesis vascas. Una tradición asentada, pero que en los últimos años tenía poco o nada que celebrar. Este año la Diócesis de Vitoria lo hace con gozo, ya que son 16 las nuevas vocaciones que se preparan en el Seminario ( o Seminarios), 6 corresponden al Seminario Diocesano Conciliar, el de toda la vida, y 10 corresponden a los del Seminario diocesano del Redentoris Mater, un proyecto liderado por el movimiento neocatecumenal y que tiene ya presencia en muchas diócesis de España y el mundo.

En su carta de adviento el obispo de Vitoria se dirige a los jóvenes con una llamada directa y clara: “Te necesito para presidir y cuidar nuestra comunidades cristianas. Te necesito para educar a nuestros niños y para acompañar a nuestros jóvenes. Te necesito para animar y sostener a nuestras familias y a nuestros mayores. Te necesito para ayudar a la gente más vulnerable y necesitada. Te necesito para rejuvenecer el presbiterio. Te necesito para tender puentes en esta sociedad nuestra fragmentada y convulsa. Te lo digo en el nombre del Señor, porque es el Señor el que verdaderamente te necesita. La Diócesis de Vitoria te necesita con extrema urgencia.”

Pero ¿qué le pide la gente a un sacerdote de este siglo XXI?  En un pequeño sondeo se recogieron las siguientes demandas: “En estos tiempos en los que muchos sacerdotes y comunidades están vencidas por el desánimo, pido sacerdotes optimistas y con ímpetu para tirar de la comunidad. Pido sacerdotes que sepan leer con compasión las necesidades de cada persona que se les acerca, especialmente de los más necesitados. Pido sacerdotes que sepan ayudarnos a vivir la experiencia de Dios. Que no sean "funcionarios" de las celebraciones sino que hagan que nuestros corazones ardan al sentir a Dios.” 

De otras aportaciones el resumen podría ser: “humildad, al servicio (con olor a oveja), discípulo (Jesús en el centro de su vida), una persona de su tiempo (sin añoranzas de tiempos pasados).” 

Para algunos un cura del siglo XXI debería ser una persona “comprometida con los problemas actuales, Derechos Humanos, Inmigración, medio ambiente”, que refleje “una iglesia tecnológica, abierta de mente, moderna en las formas, flexible y que sepa enamorar a profesionales (vocaciones) y a clientes (feligreses)”.

Y bastantes voces les piden “ganas de trabajar en equipo, cercanía, coherencia y alegría”.

Con todas estas aportaciones hemos hablado con seminaristas de los dos grupos, el Diocesano y el Redentoris Mater.

Seminario Diocesano Conciliar de Vitoria. 

Hablamos con Iñaki, Antonio José y Xabi.

¿Os sentís identificados con este perfil que se esboza en los comentarios que hemos recogido?

Antonio José reconoce que “es un planteamiento amplio y abarca todos los extremos. Sí que el análisis que se hace es importante. Me reconozco sobre todo en lo que la Iglesia reconoce como santidad. El carácter apostólico y misionero. Para vivir la perfección evangélica hay que vivir en los tiempos que te tocan.” 

Xabi, el benjamín del grupo añade: “Esos son los objetivos a los que hay que llegar. Pero lo importante es que el centro de nuestra vida sea Cristo. Un cura que en su vida sea Cristo el centro de su vida es un buen cura.”

Iñaki también se reconoce en esas demandas, y apunta a su experiencia en la Unidad Pastoral de Sansomendi y el proyecto Betania donde se lleva a cabo la atención a personas en riesgo de exclusión social. 

Iñaki y Xabi

¿Consideras que la formación que recibes es acorde a lo que se pide de un cura para hoy?

Iñaki, tomando como referencia una de las aportaciones del sondeo señala: “El curso de espiritualidad con el obispo de lo que nos habla precisamente es de no ser funcionarios. Y el retiro de este fin de semana ha abordado esas líneas que marcabas tú en los comentarios. El hombre que se entregue a Dios ha de ser un hombre de esperanza”.

“Los perfiles que se trazan en el Seminario tanto en la formación teológica como en los criterios de la convivencia  van por ahí” apunta Antonio.  Y Xabi concluye “La formación la veo adecuada, con textos realistas, que nos sitúan en cada momento.”

Respecto a la “iglesia tecnológica” creen que se mueven por las redes sociales y con las herramientas tecnológicas en un nivel medio aceptable. 

En el Seminario de Vitoria hubo un tiempo donde los planteamientos de una vocación misionera estaban muy presentes. ¿Y hoy?

Xabi ve con buenos ojos dedicar unos años de su vida a una labor pastoral en misiones. Antonio no se lo ha planteado, pero su disponibilidad a lo que pueda pedirle el obispo es total. El que lo tiene más madurado es Iñaki: “Quisiera irme a Kenia un proyecto que la parroquia tiene en Kaiko. Las misioneras marianitas Matilde y Consuelo, que viven allí y han visitado Vitoria en varias ocasiones, han suscitado en mí un deseo de ir. Me sentí interpelado con su testimonio. El tema está pedido. Para mí sería una experiencia, como sacerdote y misionero, en esta diócesis misionera de tradición, lo llevamos en los genes. No descarto que la Diócesis me envíe a misiones.”

La vida de un misionero, un cooperante hoy puede verse envuelta en circunstancias que hagan peligrar su vida. Son muchos los cristianos que en ciertos países han dado su vida por no renegar de su fe. ¿Seríais capaces de dar la vida por no renunciar a la fe?

Xabi e Iñaki participan de un mismo planteamiento: “Nuestra forma de vida es un darla en cada día. El tema de las misiones, si te hace pensar en verte en una tesitura en la que tengas que dar la vida, pero no estamos en zona de persecución religiosa como en otras zonas del mundo. Aquí uno da la vida en el día a día. Los mártires actuales son un ejemplo para nosotros.”

Antonio, como buscando en su interior, aguarda la respuesta de sus compañeros y dice: “cuando he oído noticias de estas si lo he pensado. Si vienen a quitarte la vida, pues tampoco tienes más opción. Lo que no sabes es cómo reaccionarias si tu vida depende de que renuncies o no a tu fe. No tiene que ser fácil. Hace falta tener un valor muy especial. Tienen que pillarte en un estado de convencimiento pleno. Yo no sabría decir sinceramente que haría. Te sale decir que sí, pero…”

Uno de los temas que se encuentran desde hace tiempo en la mesa del debate dentro de la Iglesia es el papel de la mujer.  Hay una demanda de reconocimiento de muchas de las labores que ya hace y su traducción también en la presencia de la mujer en los órganos de decisión de la Iglesia. ¿Cómo lo vive el futuro clero?

Antonio trabaja en las parroquias de la zona de Llodio: “salvo el sacristán y el cura, allí son mujeres las que sacan las parroquias adelante. Puede ser que haya diaconías que hoy hacen y no se les reconoce.” 

Iñaki distingue entre la labor que ya hacen y que se viene haciendo desde hace décadas, como lo hacía su madre, y los temas que aún hay que “orar y hablar”. En todo caso “la realidad de hoy es que la mujer tiene un papel preponderante en la parroquia. Son parte de la Iglesia. Cada vez más tiene que estar en puestos de responsabilidad y donde se toman decisiones. Son Iglesia, forman parte de la comunidad como cualquier otro miembro. Jesús fue rompedor en su tiempo y la Iglesia tiene que serlo hoy.” “Yo recuerdo - añade-  que mi madre estaba muy comprometida en la parroquia y eso es un modelo para mi. He vivido con mucha naturalidad la implicación de la mujer en la Iglesia, con el ejemplo de mi madre.”

Hasta hace dos años Vitoria solo conocía un único Seminario, hoy son dos apuestas paralelas con el mismo objetivo, formar futuros sacerdotes. ¿Cómo viven ellos esta duplicidad de seminarios? La respuesta es compartida: “Estamos en el inicio de esta experiencia y creo que es prematuro emitir juicios. Hay una búsqueda sincera y honesta de buscar el bien para la diócesis. Tienen un carisma particular eso es un hecho. Ellos vienen de un carisma particular, el Camino, y quieren una formación específica para sus sacerdotes, y como requiere vivir el carisma de una manera particular pues tienen que tener espacio propio. La equiparación más cercana sería la de los religiosos. Los religiosos estudian en el seminario pero hacen su vida de comunidad en sus casas.”

Terminamos la entrevista con una invitación a que en el Día del Seminario sean ellos los que hagan una llamada vocacional.

Iñaki: “Abre tu corazón a Jesús. Déjate guiar por Él y arriésgate a dar el paso.”

Antonio José: “Que no duden en preguntar a Jesús que quiere de ellos y Dios les marcará el camino.”

Xabi: “Si alguien tiene inquietud que busque una persona que le oriente y que no tema dar el paso.”

Redentoris Mater

El encuentro con los seminaristas del Redentoris Mater es diferente, están todos y se produce en torno a la mesa mientras comemos juntos. De la conversación se desprende que no tiene cabida en su planteamiento responder o no al perfil de sacerdote que la comunidad diocesana pueda demandar. Ellos se saben bien formados y en un modelo sacerdotal bendecido, no solo por el obispo, sino por el camino neocatecumenal. Las comunidades del Camino son su referencia primera, en cuanto a su modelo de sacerdote. Ahora bien, ellos hicieron un compromiso de ir allí donde les enviaran, y son conscientes que su vida está ligada ahora a la Diócesis de Vitoria.

Redent M

Las tareas pastorales que les han ido encomendando les han permitido tener ya un trato con las comunidades cristianas de la diócesis. Y sí, creen que la disparidad de criterios sobre algunas formas de llevar la pastoral será un tema que tendrán que afrontar. Es decir, aquello que les plantean que “así se ha hecho toda la vida”, si no cuadra con los principios que les han inculcado en el Seminario, ellos piensan que tendrán que ir reorientándolos en su misión pastoral. Este planteamiento se hace más evidente en aquellos que proceden de Latinoamérica, donde han vivido otra realidad eclesial, y, aunque tengan que “renunciar a algunos de sus planteamientos”, lo que tienen claro es su misión de pastores encargados de guiar al pueblo de Dios.

La idea transversal que da sentido y justifica su formación y sus vidas es “el anuncio de Jesucristo”, “yo me estoy formando para anunciar a Jesucristo” es la afirmación lapidaria que reconocía uno de ellos.

Otro se arrancó recordando al Papa Francisco diciendo que uno de los rasgos que ha de identificar al sacerdote es “la misericordia, la mirada misericordiosa al otro. Y desde esa misericordia se puede uno proyectar en sus acciones respecto de otros temas. El rasgo de la misericordia evita que te comportes como un funcionario”, venía a ser su tesis.

La tradición misionera de la Diócesis de Vitoria encaja perfectamente con ese envío misionero que el Camino Neocatecumenal hace a sus miembros, por lo que la vocación misionera, podemos decir, les viene “de fábrica”. Pero además, en la conversación se apuntaba que quizá ya no existe ese concepto misionero de antaño, donde los de aquí iban a misionar a los de allá. Hoy, todo el mundo es territorio de misión, y Vitoria también. En cierto modo se ha globalizado el concepto misionero que ya no distingue, en lo que a la evangelización se refiere “primeros mundos y terceros”.

“Hacer la voluntad de Dios”, ese podría ser el lema que preside sus vidas. Algunos llevaban una vida personal en la que la ausencia de Dios y el vacío existencial estaban presentes, por eso cuando se cruzó en sus vidas la oportunidad de preguntar a Dios que quería de ellos, ahí se descubrieron a sí mismos en un servicio a Dios y a los hombres como sacerdotes. “Estar abierto a la voluntad de Dios es tener ya ese carisma misionero”, así resumía uno las aportaciones que se habían realizado.

Respecto del tema del papel de la mujer en la Iglesia ponen por delante los Evangelios, donde la mujer está presente en los momentos cumbre de la vida de Jesús, y en muchos de ellos o están solo ellas o son las primeras. Por un lado este es un argumento de peso a tener en cuenta por la Iglesia para determinar el papel de la mujer. De ahí que, un papel que adjudican ellos como importante, es el de la evangelización. Uno apuntaba un ejemplo concreto: “yo programaría visitas a las casas del barrio, del pueblo, de la parroquia en las que acompañado de un laico y una laica poder visitar a las familias. Cuando estuve un tiempo en Macedonia pude ver una tradición que la Iglesia realiza allí, la de visitar a las familias para la Navidad y bendecir las casas.”

La sensibilidad femenina es un valor que la Iglesia tiene que aprovechar. Por otro lado la Iglesia es femenina en cuanto al número, al porcentaje dentro de la feligresía. Contaba uno de ellos que si le llaman por algo de alguna de las parroquias que atiende, siempre es una mujer la que está al otro lado del teléfono.

La llegada del Seminario Redentoris Mater no estuvo exenta de críticas dentro de la Diócesis que no entendían cómo habiendo un seminario se “abría” otro. Ellos son conscientes de esas posturas pero también tienen claro que se les llamó, ante la falta de vocaciones, para visibilizar nuevas vocaciones y suscitar un “efecto llamada”.

Fieles a su carisma del Camino ello no quita para que estén abiertos a otras sensibilidades de la Iglesia, y ven como lógico que en las parroquias puedan tener cabida un abanico de carismas y opciones para la pastoral. Y, aunque no les gusta pronunciarse sobre futuribles, a priori aceptan que cuando sean sacerdotes sus parroquias no serán un feudo para el Camino, aunque cuentan cruzarse en el camino con este prejuicio. “El sacerdote no es el dueño de los carismas”. El término medio quizá está en lo que apuntaba uno de ellos: “la clave está en discernir en cada momento qué es lo más conveniente para la comunidad, para la parroquia. Y del discernimiento saldrá dar paso a un carisma o a otro.”

RM

Para concluir se les invitó también a proponer una llamada vocacional, y de las aportaciones se desprende un mismo sentir respecto de que la vocación es una llamada en la que uno tiene que dejarse llevar por Dios y ponerse en manos de personas que puedan acompañarte en el camino del discernimiento. Y esta actitud es válida para cualquier tipo de vocación. Y, en concreto, para la vocación sacerdotal, el mejor sitio para averiguarlo es un seminario. También hacían una llamada a no tener miedo porque “Dios es Vida”.

Seminaristas

Esta es la lista de los seminaristas vinculados a la Diócesis de Vitoria.

En el Seminario Diocesano Redentoris Mater: José Antonio, Adria, Miguel, Andrés, Ariel, Juan Pablo, Elías, Gabriel, Vicente, y Miguel.

En el Seminario Diocesano Conciliar: Xabier, Iñaki, Antonio José, Rafa, José Ignacio y Hugo.

Non solum sed etiam

La reflexión con la que continúo, nace a raíz de sentir la necesidad de decirle a un amigo, a un hermano, a una persona que quiero y aprecio, y que hace mucho que la vida nos empezó a cruzar los caminos, que su condición sacerdotal es el mayor valor, su mayor activo. Que nunca dejará de ser sacerdote, y que por eso nunca deje de ejercer el sacerdocio. Que si no puede ser aquí, que sea allí, que si no puede ser con nosotros que sea con ellos, pero que el don que le fue dado un día para consagrar el pan y el vino y para perdonar los pecados es su mayor tesoro, para él y para cuantos se acerquen a él.

De aquí mi cabeza empezó a pensar en otros amigos sacerdotes, en el problema de las vocaciones, en el tema del celibato, en los seminarios, en la formación de futuros sacerdotes, … y empecé a escribir.

¿Quién es un sacerdote? ¿Qué es lo sustancial, lo básico, para tener un sacerdote? ¿Si fuese una receta cuáles serían los ingredientes básicos? 

Y me salieron estos: un varón que crea en Jesús de Nazaret, desee ser su apóstol, y que haya sido consagrado por un obispo con la fórmula de ordenación del sacramento del orden sacerdotal.  

¡Claro!, antes había ido eliminando aspectos prescindibles: no tiene que ser de ninguna raza en particular, ni de una nacionalidad concreta. Lo de la religión, tuvo su cosa. Me explico: Creer en Jesús y querer ser su testigo cualificado, imagino que sí es requisito fundamental, pero … imagino que se podría acceder al sacerdocio desde cualquiera de las confesiones cristianas. Bueno, no sé si es condición sine qua non lo de estar bautizado, pero todos los sacramentos previos se podrían solucionar. Por lo que a priori, no es requisito fundamental ser católico apostólico y romano. 

La prueba del algodón puede ser la del “comodín” para casos especiales. Es decir si estamos en una situación de extrema necesidad ¿se podría …? si al final la respuesta es: si no hay más ..., si no hay más alternativa, remedio, … pues... sí. Ahí descubres que todos los requisitos anteriores pueden ser prescindibles. 

Evidentemente, y a estas alturas, cuestiones como que lleve o no lleve sotana, pues ya están más claras. En cuestión de vestimentas, definitivamente, un sacerdote en pelotas , sigue siendo sacerdote. 

Lo mismo me pasa con el tema del celibato. Dejando a un lado la cuestión histórica de si antes no, a partir del siglo tal sí, de que en la iglesia ortodoxa sí, en la catolica no, … Al final, el celibato no es un rasgo imprescindible. 

Otra fórmula es ver cuántos “tipos” de sacerdotes hay: el alto, el bajo, el flaco y el gordo, el rubio y el moreno, el célibe y el casado, el secularizado, el suspendido a divinis (este queda alejado de todo ejercicio del sacerdocio, “peeeeeeero” nadie puede privarle de su condición de sacerdote, porque, como se suele decir  “imprime carácter”. Usease, que aquel a quien ordenan de sacerdote lo es de por vida. Entonces ¿qué es lo que tienen en común todos ellos? Pues fundamentalmente ser varones, consagrados por un obispo, y el deseo de ser apóstoles de Cristo. 

Estos podrían ser los elementos básicos de un sacerdote. Luego los puedes aderezar con más o menos formación académica, con más o menos apego  y gusto o disgusto por la ortodoxia, la liturgia, más dados a lo social que a lo sacramental, unos, forofos del gregoriano, y otros del godspell, etc. 

Pero yo añadiría otro elemento que me parece fundamental, y que de hecho no se exige. No sé si aparece en algún código expresado de alguna manera, o si se supone como antiguamente el valor en la mili, pero, en todo caso, lo añado a la primera y básica definición: sacerdote es todo aquel varón que cree en Jesús de Nazaret, desea ser su apóstol, es consagrado por el rito del sacramento del orden sacerdotal, y, aquí viene el pequeño detalle, cree firmemente en la presencia de Cristo en la Eucaristía y en el perdón de los pecados. 

Sí, por eso decía que de hecho este último requisito no afecta a los sacerdotes. Un sacerdote ha podido perder la fe y si le dice a alguien “tus pecados son perdonados”, lo que desata en la Tierra se desata en el Cielo, aunque él no se lo crea. Y si preside una Eucaristía, toma el pan y el vino y pronuncia las frases de la Última Cena, allí está el Cuerpo de Cristo, aunque el sacerdote no se lo crea. 

Que, digo yo, si hasta esto en la Iglesia  no es relevante para el valor de los actos de un sacerdote en la administración de los sacramentos, ¡cómo podemos enzarzarnos con otros temas que sí  son más irrelevantes!

Y, ya puestos, otro tema que sí se exige, pero que se pasa por alto sin mayor problema, es esa sintonía con el obispo y con el Papa, que se expresa con la fórmula de la obediencia. Pero, y todos los sabemos, como mucho al obispo hoy se le concede ser primus inter pares, y no solo por parte del clero, sino por parte de muchos fieles. Pero luego, lo que diga va a misa, pero no a todas.

Y si bien es cierto que la jerarquía en la Iglesia es, en teoría, una pirámide invertida, eso no quita para saber que esa escala afecta a la obediencia y al servicio en el sentido inverso, usease, el que quiera ser el primero que sea vuestro servidor, pero ese servicio se escala jerárquicamente. Es decir el Papa marca el estilo de servicio que los obispos han de transmitir a los sacerdotes de su diócesis, para que estos a su vez trasladen a los agentes de pastoral y a toda la comunidad para que todos nos identifiquemos con esa Iglesia en  salida y nos pongamos al servicio de los más pobres, o para que la ecología se viva en las parroquias, se enseñe en las catequesis. 

El problema es que “la casta” sacerdotal a veces adolece de los vicios de este mundo y se erige en intérprete válido de los deseos de Dios, del Papa, de los ángeles, del “sursum corda” o de la “comunidad”. Y eso se refleja muchas veces en el ejercicio de su sacerdocio impartiendo doctrina, sentando cátedra de sus ideas, erigiéndose en juez del bien y del mal, de lo correcto y de lo incorrecto.  Y estas actitudes en ocasiones afectan a las relaciones entre compañeros. Creo que la agresividad entre curas les aleja mucho de un buen ejercicio del sacerdocio en muchas ocasiones. 

Me parece más importante en un sacerdote su capacidad de misericordia con todos, empezando por sus prójimos,, que su condición de célibe, ¡así de claro!

Lo añado a la definición. Sacerdote igual a: varón que cree en Jesús de Nazaret, desea ser su apóstol, es consagrado por el rito del sacramento del orden sacerdotal , y cree firmemente en la presencia de Cristo en la Eucaristía y en el perdón de los pecados, y lo demuestra desde su capacidad de misericordia para con el prójimo. 

¿Qué más le pediría a un sacerdote, como mínimo? No es preciso que sea un gran teólogo, ni que tenga cinco carreras. Ni siquiera que se sepa los textos de la liturgia ni de la Biblia de memoria. Pero sí creo que es innegociable que sea un lector diario de la Palabra de Dios. Si esa característica es buena y deseable para cualquier cristiano, para un sacerdote, mucho más. La Eucaristía y la Palabra son el alimento básico, y en la dieta de un sacerdote no puede faltar. ¡ Lo añadimos!

Así, ahora la definición nos queda como sigue: 

Sacerdote es el varón que cree en Jesús de Nazaret, desea ser su apóstol, es consagrado por el rito del sacramento del orden sacerdotal , y cree firmemente en la presencia de Cristo en la Eucaristía y en el perdón de los pecados, y lo demuestra desde su capacidad de misericordia para con el prójimo. Por ello se alimenta a diario del Pan de la Eucaristía y de la Palabra de Dios. 

Bueno, he eliminado como prescindible el aspecto externo del sacerdote, su nivel cultural-intelectual, su condición de célibe o no célibe, su mayor o menor empatía con sus superiores jerárquicos. ¿Y su condición sexual?  Pues, podrá ser mejor o peor vista, pero una vez ordenados, nadie les ha vetado su sacerdocio por mor de su condición sexual. Las pegas se han puesto en el proceso vocacional, pero, una vez ordenados nada que hacer. El hecho es que hay sacerdotes que han declarado su condición de homosexual y no se les ha expulsado, y ni aún en ese caso ellos perderían su condición sacerdotal. Por lo tanto, la condición sexual no forma parte de los requisitos mínimos exigibles. 

Al principio, decía que con todo esto, también, he pensado en el tema de las vocaciones, de los seminarios, de la formación, … Yo viví diez años en el Seminario Diocesano de Vitoria. Y estoy agradecido de la formación que tuve. Ha sido más tarde cuando he pensado en la importancia de la presencia de la mujer en la formación del clero. En el equipo de formadores del Seminario, siempre, deberían estar presentes varias mujeres, las que tienen vocaciones de vida contemplativa, las que tienen vocaciones de servicio en la diócesis, las madres y esposas, alguna teóloga y una abuela, que aporte perspectiva en la visión femenina de todas las anteriores en el proceso de formación.

Sí, ya sé, alguno se preguntará, y del sacerdocio femenino ¿qué? ¿no vas a decir nada?

Sí. que la iglesia católica hoy solo admite como candidatos al sacerdocio a los varones. Y, yo lo respeto. Y solo estaba haciendo un ejercicio de simplificar al máximo lo que a mi me parece exigible para un sacerdote hoy, y que por que creo que mi amigo y hermano sacerdote cumple esos mínimos, creo que he de decirle que destierre la idea de dejar el sacerdocio, porque, él es sacerdote de por vida, y porque, si vamos a lo sustancial, a mi modo de ver, el cumple o puede cumplir esos requisitos.

Ahora bien, también he hecho el ejercicio de preguntarme ¿puede una mujer creer en Jesús de Nazaret, desear ser su apóstol/ testigo, creer firmemente en la presencia de Cristo en la Eucaristía y en el perdón de los pecados, mostrarse misericordiosa con el prójimo, y alimentarse cada día con el Pan de Vida y la Palabra de Dios? la respuesta es un SÍ, evidentemente. Conozco unas cuantas que eso ya lo cumplen. Solo falta que un día se decida que los obispos pueden consagrar a la mujer con el rito del orden sacerdotal. En este caso la condición del acceso de la mujer al sacerdocio no es un problema de requisitos mínimos sino de criterios históricos sustentados en una tradición que puede seguirse o decidir cambiarse. Mientras el Papa apueste por mantener la tradición en este punto yo lo respetaré, y si un día decide cambiarlo,  lo celebraré. 

Hasta entonces, prefiero ocuparme de mis hermanos sacerdotes que hoy, por múltiples causas y circunstancias flaquean en su decisión de seguir sirviendo al mundo y a Dios desde esa Gracia que un día les fue dada con el Sacramento del orden sacerdotal. Hoy me urge más plantear la posibilidad de recuperar a curas que un día recibieron la dispensa por la incompatibilidad del sacerdocio y el matrimonio; me urge más abrir las puertas a la opción de ordenar sacerdotes a hombres casados; la promoción del diaconado permanente y del diaconado femenino, dar mayor cobertura a esas vocaciones de servicio en la Iglesia. 

En definitiva recuperar la palabra vocación con fuerza y ofrecer a las nuevas generaciones un abanico de opciones de ser feliz en el marco de la Iglesia. Un abanico en el que se encontraría la vocación  sacerdotal que tendría que reunir estos mínimos requisitos: creer en Jesús de Nazaret, desear ser su apóstol, ser consagrado por el rito del sacramento del orden sacerdotal , creer firmemente en la presencia de Cristo en la Eucaristía y en el perdón de los pecados, y demostrarlo desde la capacidad de misericordia para con el prójimo. Y tener el hábito de alimentarse a diario del Pan de la Eucaristía y de la Palabra de Dios. 

A partir de ahí, sobre gustos y colores que escriban otros.

Y sobre la crisis de vocaciones se ha culpado mucho al secularismo, y creo que dejarlo ahí es no ser fiel a la verdad. La responsabilidad en las crisis vocacionales la tenemos la Iglesia, todos un poco y en mayor medida el clero, curas y obispos. La falta de vocaciones ha tenido entre sus causas la falta de sacerdotes como modelo de vida para la juventud, y los escándalos que se han ido destapando pues ha sido más leña al fuego; por otro lado muchas de las secularizaciones no han sido tanto por faltar al celibato, ni por enamoramientos “inoportunos”, estas han sido consecuencias. La causa primigenia de muchas de las secularizaciones hay que encontrarlas en la soledad a la que han sido condenados muchos sacerdotes. A veces los obispos pecan de no saber acompañar a sus sacerdotes. Enfrascados en agendas cargadas de actividades no tienen tiempo para sus curas, o absortos por atender demandas terrenales se olvidan de las necesidades espirituales de su clero. Y no por mala intención ni premeditadamente, sino por falta de una sana comunicación. Y para paliar esa soledad en el mejor de los casos otro ser humano ha sido la solución, y cuando no, el alcohol, los antidepresivos, o cualquier otro tipo de huída hacia adelante. 

Este 8 de diciembre en las diócesis vascas celebraremos otro Día del Seminario, con la esperanza renovada de un repunte de las vocaciones diocesanas y de la llegada del camino neocatecumenal. El cierre del Año Jubilar contará con una ordenación de diácono, futuro presbítero. Y todo será fiesta, y merecida, porque motivos hay para dar gracias a Dios. Pero, non solum sed etiam,  en esas plegarias habrá que hacer un hueco para tanto sacerdote desencantado, cansado, desilusionado, rendido, que le cuesta cada día más hablar del Resucitado. A ellos les digo: no eres tú, es Cristo quien vive en tí. Así que ¡anda! coge tu camilla y empieza a caminar. 

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