"Salvo los inmovilistas, esos tridentinos rezagados, nadie duda de que Francisco domina el tratamiento para curarlo" "El mal de la ICAR tiene diagnóstico: la rigidez de la estructura institucional asfixia la vivencia comunitaria de la fe"

Consejo Cardenalicio
Consejo Cardenalicio

"Las acusaciones al jesuita Bergoglio dan vergüenza ajena: ¿el papa ayuno de formación teológica y hereje?"

"Para despacharlas bastará recordar una obviedad: el ministerio petrino no requiere excelencia en Teología sino pastor probado"

"Se librarían de reproche que pregonaran sus discrepancias de no poner al descubierto el objetivo que persiguen: minar la autoridad del papa para que fracase su programa de reformas"

Una de las señales del predestinado para grandes misiones es que sus enemigos trabajen para él sin quererlo. Tal ocurre con los cardenales portavoces de la oposición interna a Francisco, cuyos destemplados ataques públicos los dejan de incoherentes, desleales e insolventes en doctrina. 

Se librarían de reproche que pregonaran sus discrepancias de no poner al descubierto el objetivo que persiguen: minar la autoridad del papa para que fracase su programa de reformas. Al católico raso la jerarquía le ha reventado los tímpanos con la salmodia de la comunión con el Vicario de Cristo; y, de repente, una parte de ella pretende convencerlo de que con el actual hay que hacer una excepción. Escandalizado, descubre el engaño: están a tope con los papas de su cordada ideológica, contra los papas que les salen ranas. 

Incoherencia que cursa con deslealtad descalificante en miembros del Colegio de Cardenales, cuyas funciones son elegir al Sumo Pontífice y asesorarle en las tareas de gobierno. No parecen merecedores de tan alta dignidad unos purpurados que se dispensan de dimitir cuando, luego de cumplida la primera, se cercioran de que ya no pueden con la segunda sin traicionar su conciencia. (De eméritos tendrían tiempo y vagar para meditar si la serpiente de la soberbia no determinó de perderlos presentándoles como verdad indiscutible su particular visión de las cosas).

Las acusaciones dan vergüenza ajena: ¿el papa ayuno de formación teológica y hereje? Para despacharlas bastará recordar una obviedad: el ministerio petrino no requiere excelencia en Teología sino pastor probado; en todo caso, del jesuita Bergoglio se puede decir lo de la marquesa del cuento sobre los latines del mancebo que le llenaba el ojo para paje: que para lo que la necesita, harta sabe. Le va mal el título de eminencia a quien no tiene presente que Jesús de Nazaret, sin mayores estudios en letras divinas, las explicó tan bien que sus discípulos lo declararon Maestro.

El mal de la ICAR tiene diagnóstico: la rigidez de la estructura institucional asfixia la vivencia comunitaria de la fe. Salvo los inmovilistas, esos tridentinos rezagados, nadie duda de que Francisco domina el tratamiento para curarlo.

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