"Su epoca tenía categorías distintas a las que empleamos hoy en día" Tiempo prudencial para la causa de monseñor Sheen

El arzobispo estadounidense Fulton Sheen
El arzobispo estadounidense Fulton Sheen

"Este ilustre prelado y predicador encubrió un caso de abuso sexual cometido por un sacerdote, a quien pilló in fraganti y a quien amonestó a que se vistiera y dejara de hacerlo mientras a la víctima la llamó zorra (slut en inglés)"

"Fue tal vez el mejor predicador católico en lengua inglesa de todos los tiempos, a quien muchos habían intentando o siguen intentando desde púlpitos variopintos emular pero sin éxito"

"Su epoca tenía categorías distintas a las que empleamos hoy en día.  Entonces, los sacerdotes eran una estirpe sagrada o la gente buena y las mujeres (y los niños) eran los tentadores o instrumentos del diablo"

"Mons. Sheen se enfrentó con el poderoso Cardenal Spellman de Nueva York, denominado el Cardenal Monedero (Cardinal Moneybags, en inglés)"

"Sheen era un crítico con los poderes imperantes entonces en la iglesia, con su corrupción, con su mundanidad, con su falta de sentido evangélico. Le interesaba la cuestión social más que la cuestión jerárquica"

La noticia reciente y sorprendente de que se retrasará o se aplazará la beatificación de Mons. Fulton Sheen fue como un jarrón de agua fría.  Al menos para mí, pues me había nutrido con sus videos y libros (suplementados por anécdotas personales proporcionadas por personas que conocieron o vieron al ilustre arzobispo estadounidense) durante mi no lejana (aún) juventud caracterizada por el ingenuismo y entusiasmo que no necesariamente garantizaban la elección de las mejores opciones pero que sí me permitían tomar las decisiones con sinceridad, sin doblez, sin titubeos, sin  vacilaciones. Claramente la decisión de aplazar (¿cancelar?) la glorificación del famoso televangelista norteamericano tomada por la Santa Sede contaba con el beneplácito del papa Francisco.   Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán responder, como rezara el refrán. 

Asuntos tan serios como éste necesitan su tiempo. Desde luego, muchas cosas, sobre todo la evaluación del patrimonio de figuras egregias en la iglesia en la humanidad, exigen estudios serios y profundos llevados a cabo con la parsimonia, frialdad y lentitud necesarias con una actitud de desapego y objetividad. Nos apresuramos a glorificar a muchos pero tardamos muchísimo, y esto es de lamentar frente a nuestro encuentro cotidiano e inmanente con el Señor de la Historia, en convertirnos, en corregir errores, en eradicar abusos, sobre todo, en pedir perdón.  

Es evidente, a pesar de las negaciones al respecto, que esta medida fue tomada a raíz de una alegación de que este ilustre prelado y predicador encubrió un caso de abuso sexual cometido por un sacerdote, a quien pilló in fraganti y a quien amonestó a que se vistiera y dejara de hacerlo mientras a la víctima la llamó zorra (slut en inglés). La coartada anunciada a los cuatro vientos por los medios de comunicación decía que ahora la iglesia,-gracias sobre todo a su experiencia reciente-, quiere tomar su tiempo (un tiempo prudencial, diría yo) en reexaminar el patrimonio espiritual, intelectual y moral del hombre que, amén de ser un gran intelectual y filósofo de la tradición tomista (con su formación en Lovaina y un libro importante sobre Dios en la filosofía), es tal vez el mejor predicador católico en lengua inglesa de todos los tiempos -a quien muchos habían intentando o siguen intentando desde púlpitos variopintos emular pero sin éxito- y un autor prolífico cuyos libros han sido o siguen siendo el alimento espiritual de incontables católicos, cristianos y hombres de buena voluntad.

Juan Pablo II y Sheen

Mons. Sheen era un hombre de su tiempo.  Como todos los santos, era víctima de su historicidad con sus limitaciones inevitables.  Su epoca tenía categorías distintas a las que empleamos hoy en día.  Entonces, los sacerdotes eran una estirpe sagrada o la gente buena y las mujeres (y los niños) eran los tentadores o instrumentos del diablo.  Entonces se hacía hincapié en la conservación de la pureza sacerdotal de las maldades y tentaciones mundanales.  Entonces se creía que solo los clérigos y los religiosos podían alcanzar la verdadera santidad mientras que a los laicos solo les era posible llegar a ser salvados.  Entonces la política de la iglesia consistía en conservarse de las manchas del secularismo, laicismo, hasta lavarse las manos y no tenía en consideración el bienestar de las víctimas.  Entonces el humo del incienso interesaba o gustaba mucho más que el olor a sangre, estiércol y quemado de las cuestiones sociales candentes y urgentes. Entonces la iglesia era muy jerárquica, clerical, centrada en sí misma.  Entonces la iglesia era una sociedad perfecta compuesta por la jerarquía. 

El Concilio quería cambiar todo esto.  Pablo VI intentó ejecutar este espíritu conciliar en tiempos posconciliares.  De verdad, sobre todo con el papa Francisco, las cosas han empezado a cambiar hasta el punto de que perdieron los estribos, papeles e incluso cargos los que no son capaces de aceptar estos cambios evangélicos, pues querían que el papa no hablara en parábolas como Jesús.  Las parábolas siempre han sido provocaciones por ser paradójicas hacia la realización de cambios profndos, pues incomodan, sacuden las seguridades y los cimientos, despiertan de letargos prolongados y acumulados.  Y todas las parábolas de Jesús tienen el mismo tema: Misericordia y el Reino de los Cielos.  Se nota que muchos lobbys dentro de la iglesia no quieren que se proclamen la Misericordial y el Reino de los Cielos.

Ahora, cabe hacer esta pregunta:  ¿por qué no retrasaron, para poder examinar su legado espiritual con una lupa histórica, el proceso de Juan Pablo II quien desautorizó un proceso canónico para investigar las alegaciones en contra del sacerdote mexicano Marcial Maciel, gracias a la gente que le rodeaba empezando con Sodano y Dziwisz, ahora felizmente jubilados, las investigaciones que querían llevar a cabo el entonces Cardenal Ratzinger?  Públicamente el pontífice polaco proclamó que el sacerdote mexicano, a quien Benedicto XVI castigó con exilio y vida de penitencia, era un modelo auténtico para la juventud.  Y aún no pocos siguen llorando, aunque sea un poco, cada vez que se proyectan en diversos modos imágenes del papa polaco y del sacerdote mexicano que reflejaban su amistad íntima e intensa, con besos fraternales, acaricias amistosas, ademanes demostrativos.

Sospecho que en aquella ceremonia de canonización, el papa Francisco quería recalcar más la figura del papa Roncalli, quien no era milagrero como el papa Wojytla, a quien ahora los polacos quieren convertir en doctor en la iglesia junto con la elevación a los altares de los progenitores de este.  A la vez, el primer papa de las Américas respetó el proceso canónico, -era lo menos que se le esperaba como Sumo Pontífice-, culminando en el consistorio que aprobó la canonización de dos de sus antecesores.  

Wojtyla y Roncalli, santos

A tenor de todo ello, lo que se pide no es la anulación de su glorificación sino un reexamen de la figura histórico de Juan Pablo II, empezando con su gestión de la crisis de los abusos sexuales de menores.  Una de las supuestas víctimas del excardenal McCarrick, según el Washington Post, afirmó ante los medios ya que había informado al papa Juan Pablo II y a las autoridades eclesiales de los abuses de expurpurado en 1988 pero no le hicieron caso.  La crítica fue suprimida por el papa Wojtyla, con el entonces Cardenal Ratzinger como colaborador y protagonista de primera fila en este empeño en gran parte lamentable por la cantidad de teólogos y docentes afectados.  

La iglesia no perderá nada con una crítica respetuosa, objetiva y pausada que no debería degenerarse en chabacanerías desmedidas, inquisiciones excesivamente escrupulosas y alegaciones infundadas.  Una iglesia, como comunión, saldrá fortalecida con una crítica sana y racional, desde dentro y desde fuera, que será el crisol del cual saldrá más fuerte y purificada, evangelizada a la vez que evangelizante.  La crítica para la Santa Iglesia es oportunidad de ser la iglesia fundada por Jesucristo mientras camina hacia su plena realización escatólogica en Reino de Dios.

Mons. Sheen se enfrentó con el poderoso Cardenal Spellman de Nueva York, denominado el Cardenal Monedero (Cardinal Moneybags, en inglés), quien por cierto recientemente fue objeto de una alegación de protagonizar un caso de abuso o indiscreción sexual. En 1957, el Cardenal Spellman envió leche regalada por el gobierno de los USA a la Sociedad para la Propaganda de la Fe, cuyo presidente era Mons. Sheen, para su uso en las misiones.  Luego el purpurado de nueva York exigió que la Sociedad pagara un millión de dólares USA por la leche.  Naturalmente, rehusó Mons. Sheen.  Spellman denunció a este ante su amigo el papa Pío XII.  El papa pudo verificar por teléfono con el presidente Eisenhower que la leche era una donación y que era gratuita por lo que el papa se puso del lado de Sheen a quien Spellman después prohibió predicar dentro de su Archidiócesis. 

Kennedy, Spellman y Nixon

En este sentido, Sheen era un crítico con los poderes imperantes entonces en la iglesia, con su corrupción, con su mundanidad, con su falta de sentido evangélico.   Le interesaba la cuestión social más que la cuestión jerárquica con sus liturgias barrocas y protocoles incontables.  Se dice que tras la audiencia con el papa Spellman gritó a Sheen:  Me vengaré de usted. A esta amenaza replicó el obispo: la envidia es el tributo de la mediocridad a los genios.  Luego Sheen, que entonces era obispo auxiliar de Spellman, fue trasladado a Rochester, la Siberia Eclesiástica de entonces, en palabras del propio Spellman.  El traslado a Rochester no era una promoción, sino un alejamiento, un exilio, un destierro.  Este episodio demostró que Sheen pudo contar una parábola evangélica con su honradez, con su firmeza, con su valentía frente al poder eclesiástica.   Acabó en el exilio y ahora este aplazamiento es un tipo de exilio para un difunto, tras la disputa larga y dolorosa con el sucesor de Spellman, el Cardenal Timothy Dolan, para la repatriación de los restos de Sheen a su tierra y diócesis de Peoria, Illinois.


Estos exilios (y no solamente uno) de Sheen me hicieron pensar mucho.  Sinceramente entonces yo no entendía por qué canonizó el papa Francisco a Juan Pablo II.  Yo pensé entonces que el papa gaucho, hijo de una tierra que fue escenario de los efectos de los populismos y protagonista dentro del mismo escenario de grandes cambios y revoluciones, se dejó llevar por el populismo imperante entonces cuyo grito era:  Santo Subito!   Incluso entonces yo opiné que era business as usual en el Vaticano que necesitaba los fondos monetarios recaudados por los santos y sus reliquias, tumbas, santuarios.  Era todavía reciente el episodio triste de Vatileaks.  Benedicto XVI, antes de irse a su propio exilio y desde el cual sigue interviniendo con declaraciones a veces desconcertantes, había reconocido que no tenía las fuerzas (ni el coraje) para emprender el tipo de reforma necesaria para la iglesia entonces y que sigue siendo necesaria para nuestros tiempos por lo que el papa merece todo nuestro apoyo.

Pero al final, tras pensarlo largamente, llegué a la conclusión de que Francisco canonizó a su antecesor polaco por ser este milagrero.  Es decir, la causa del papa Wojtyla cumplió los requisitos.  No estoy del todo de acuerdo con dichos requisitos pero había que respetarlos  Sin embargo, se notaba que el papa argentino quería recalcar en esa ceremonia la figura del papa Roncalli, el papa bueno, a la vez que respetaba la conclusión lógica del proceso canónico previo a la canonización que culminó en el consistorio. Es llamativo que Francisco hubiera aprobado la canonicación de Juan XXIII sin ser milagrero este.   Yo creo que esta fue su respuesta creativa e incluso evangélica a los dichosos requisitos.  Lo mismo hizo en el caso del jesuita Pedro Fabro, indiscutible maestro de espiritualidad y el mejor predicador de los ejercicios de san Ignacio. Con este gesto valiente y creativo, el primer papa jesuita en la historia quería impartir un mensaje claro y rotundente que creo que era, en efecto, pero sin ser una declaración frontal, una dura crítica a populismos y fanatismos basados en milagros fáciles,   Y ahora los polacos quieren que su paisano sea declarado Doctor de la Iglesia al mismo tiempo que los progenitores de este sean beatificados.

Pablo VI y Sheen

La reducción al sacerdote laical de prominentes prelados como McCarrick y Wesolowski pone de manifiesto la seriedad y el rigor con que el papa Francisco afronta la crisis del abuso sexual de menores por parte del clero y de personal eclesiástico por lo que se merece mi aplauso.  Nada de una mera vida de penitencia o de exilio como en el caso del Cardenal Groër o en el de D. Marcial Maciel.  Como decimos en inglés, Pope Francis means business!  Este business solo puede llevarse mediante la crítica objetiva, sana y racional.  Y esta solo es posible mediante la coherencia y constancia en la aplicación de criterios, sobre todo en la de la glorificación de personas eminentes dentro del mismo Pueblo de Dios.

Con los muertos ya no es posible la reducción al estado laical ni los exilios y llamadas a la vida penitencial.  Una anulación de la canonización podría ser desastrosa a estas alturas.  ¿Puede que una persona, declarada por la iglesia como alguien que está seguramente gozando de la visión beatífica, en realidad, no lo esté?  O mejor dicho, ¿Puede que esté gozando de la visión beatífica, con los querubines y serafines, pero no merece ser declarada como figura modélica para la iglesia militante en medio de sus luchas cotidianas para ser santos en un mundo de diablos?  ¿Cómo puede equivocarse la iglesia al respecto puesto que lo que declare atado en la gierra será atado en los cielos y lo que desate en la tierra será desatado en los cielos (Mt. 16, 9)?

La única salida disponible es la crítica, el reexamen, el discernimiento tan ignaciano como franciscano, sobre todo a la hora de proponer al Pueblo de Dios modelos en vivir una auténtica espiritualidad cristiana.  Con la crítica siempre recordaremos que todos necesitamos de la Misericordia de Dios que nos aprobará en los exámenes finales pero esta nota de aprobado, en la convocatoria final, no significa que todos podamos ser propuestos como modelos edificantes para la iglesia.   La santidad de una persona se determina, se discierne, se juzga, con la prudencia y sensatez necearias, mediante este criterio: cómo vivió y compartió una persona la Misericordia en su soledad y en compañía de los demás.  ¡No dejemos de aprovechar este tiempo prudencial que es tiempo de misericordia!

Sheen, en Time

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