La autora denuncia a su hermano, numerario del Opus, por el homicidio de su padre "En cuatro días morirás"... y Juan Hurtado falleció el día de la beatificación de Escrivá

Juan Hurtado Sánchez, y su esposa
Juan Hurtado Sánchez, y su esposa Josefina Hurtado

La autora relata el contenido de su acusación particular contra su hermano, sacerdote numerario del Opus Dei, por el homicidio de su padre (Miembro Supernumerario) presuntamente realizado a través de una sedación forzada, para que coincidiera con el aniversario de la beatificación del fundador de la Obra

"El día 17 de Mayo del 2015, día de la Ascensión del Señor y aniversario de la beatificación de Escrivá de Balaguer murió mi padre. Le fue anunciada su muerte el Miércoles día 13 de Mayo cuando subió de la cafetería donde habitualmente todas las mañanas tomaba su café"

Esta es la narración de lo que declaré en el juzgado de instrucción número 2 de Murcia el 1 de Diciembre del 2016. Durante casi cinco horas estuve sometida a los interrogatorios de la juez y de los abogados, en relación a mi acusación particular contra mi hermano, sacerdote numerario del Opus Dei, por el homicidio de mi padre (Miembro Supernumerario) presuntamente realizado a través de una sedación forzada. Este juzgado aceptó mi denuncia y lo declaró imputado por homicidio. Actualmente se están llevando a cabo las investigaciones pertinentes del periodo de instrucción.

Narración de los hechos

El día 17 de Mayo del 2015, día de la Ascensión del Señor y aniversario de la beatificación de Escrivá de Balaguer murió mi padre. Le fue anunciada su muerte el Miércoles día 13 de Mayo cuando subió de la cafetería donde habitualmente todas las mañanas tomaba su café.

Tres semanas antes de su muerte se le inflamaron las piernas, y a pesar de que tenía prohibido contactar conmigo, estuvo cogiendo las llamadas que le hacía por la mañana y por la tarde. El Jueves día 14 de Mayo me comunicó que mi hermano le había dicho que moriría en unos días. Me quedé sin respiración, no me podía creer aquello. Contacté con el 112 de Murcia y, como antigua coordinadora de emergencias del 061, solicité una ambulancia para que reconocieran a mi padre. Mandaron una UME, una unidad especializada y, a través de la emisora, pude explicarle al doctor lo que le pasaba y lo que le habían dicho a mi padre. ‘Cuando salga, en media hora me llamas, te explicaré como está’ me respondió mi compañero. Y así fue. Lo llamé a través de la emisora cuando terminó la visita. Me comentó que lo había reconocido, que estaba bien, que a pesar de su cáncer de pulmón tenia buena masa muscular y que nada de ‘unos días’ que le quedaban meses. Así se lo comuniqué a mi padre que se quedó más tranquilo.

La noticia de que moriría en cuatro días se la comunicó también a mi hermano menor el mismo día que la recibió, el fatídico día de la noticia, Miércoles. Ese mismo día no pude contactar con él por más que llamé, le debieron quitar la clavija del teléfono fijo y el móvil porque no fue hasta la hora de la comida que me lo cogió. No obstante, y a pesar de sus controles, el Jueves y con voz sedada como la presentaba con frecuencia en los últimos días, me lo dijo. Mi hermano, el imputado, me mandó inmediatamente un mensaje diciéndome que su espía M, la asistenta durante los días de semana, le había dicho que mi padre me había alarmado, que lo que le había dicho era lo que el oncólogo le había comunicado a él, y es ‘que difícilmente llegaría al verano’.

Las víctimas del Opus Dei buscan claridad
Las víctimas del Opus Dei buscan claridad

"Ha venido un hombre de la organización"

El viernes por la noche, dos días antes de su muerte y a través de mi teléfono pudo despedirse de mi hija, su única nieta. Llorando le dijo que le habían dado cuatro días de vida, que llevaba dos, que a lo mejor al día siguiente estaría muerto. Mi hija lo calmaba diciéndole que no, que no moriría, que vería su graduación al mes siguiente. Esa misma noche, se despidió de mi hermano menor que tenia que salir y que volvería el Domingo, le preguntó que a qué hora regresaría, y al decirle la hora, tarde noche, le dijo ‘Dame dos besos, porque a esa hora yo ya estaré muerto’.

No solo fuimos nosotros a quienes nos lo dijo, también se lo comunicó a más personas, unas identificadas y otras por identificar, entre ellas varios miembros del Opus Dei.

El Sábado día 16, víspera de su muerte, lo llamé por la mañana. Estaba sentado en el salón y se había tomado un jugo, su voz era normal, y no mostraba el habla disartrica, borracha, de la noche anterior y de otras veces. Me dijo que le habían sacado la silla de ruedas de mi madre para desplazarse por la casa, que sus piernas estaban mejor, que incluso se las podía pellizcar. Fue entonces cuando tras un silencio, y en voz baja, susurrándome me dijo:‘Ha venido un hombre de la Organización’.

No dije nada, pero los pelos se me pusieron de punta. Mi padre nombrando a alguien de la obra como yo usualmente los llamaba, y que siempre me corregía. ¡Qué estaba pasando allí!

Lo volví a llamar por la tarde. Lo cogió la otra asistenta, la madre de la primera, la que estaba en la casa los fines de semana. Ésta además, era miembro supernumeraria del Opus Dei. Me dijo que mi padre estaba durmiendo, pero ante mi insistencia lo llamó con un grito, ‘¡Juan coge el teléfono!’ sin decirle quien lo llamaba. Cogió mi padre el teléfono en la habitación, me dijo que estaba incómodo y pensando en los calores de Murcia, le pregunté si estaba tomado agua. Me respondió que le habían dejado un Aquarius encima de la mesilla. No te preocupes papá, voy a recoger a Ángela y nos vamos a Murcia a cuidarte, le dije, «y si no me dejan entrar -pensé- ‘llamaré a la policía’».

Ante aquello que estaba sucediendo contacté con uno de nuestros familiares de un pueblo cercano, contándole lo que estaba sucediendo en la casa de mi padre. Era muy difícil de creer, pero quedándose con la duda se presentaron al día siguiente, el día de su muerte.

Domingo, día 17 de mayo. Su último día de vida

La noche aquella no podía dormir, estaba intranquila. Esperé a que se hiciera una hora decente para poder llamarlo. Aún así, adelanté mi llamada una hora y a las ocho menos cinco de Inglaterra, mi lugar de residencia, nueve menos cinco de España, lo llamé.

Cogió el teléfono al primer tono, le pregunté cómo había pasado la noche. Me dijo que estaba nervioso, que no había podido dormir bien, su voz sonaba preocupada pero no sedada como otras veces. Le dije que iba con Miguel, mi marido, a misa. Y que cuando saliera lo volvería a llamar. No me respondió, me había quedado sola hablando, el teléfono se había quedado mudo. Tiempo después caí en la cuenta que no le habían quitado el teléfono como en un principio pensé, sino que le habían cortado la línea, despegando la clavija de su conexión. Puedo imaginar la desesperación de mi padre cuando iba a pedirme ayuda. Con el teléfono cogido en la mano estaba una hora antes de la que yo habitualmente llamaba, su última oportunidad era yo y le habían cortado la comunicación.

Eutanasia
Eutanasia

Volví a llamar y a llamar, a su móvil, a su fijo, a su fijo y a su móvil. Pensando que los cansaría y que cogerían el teléfono, seguí llamando y llamando, pero la línea estaba cortada y yo no lo sabía. A las once y cuarto de España, dos horas después de hablar con mi padre, la asistenta del Opus Dei, la que había cogido el teléfono el Sábado, contestó a mi llamada, y con mucha urgencia me dijo que tenia que dejarme, que el enfermero estaba allí. ¿Qué enfermero era ese? ¿Que hacia allí?.

"En ese momento supe que mi padre ya estaba muerto"

El día anterior, sábado, ella misma me había dicho también que el oncólogo de mi padre (también en relación con el Opus) iría el domingo. ¿Qué hacia el oncólogo visitando en un Domingo a mi padre? Le dije que le comunicara a mi hermano que tenia que hablar con él, que no se fuera de casa. Ahí se terminó la conversación con ella.

A las doce y media hora inglesa, una y media hora española, volví a llamar. Otra vez llamadas interminables al móvil y al fijo de mi padre, nadie lo cogía, así que llame al móvil de mi hermano. Me respondió y me dijo, que no llamase más, que mi padre se estaba muriendo y que cada vez que llamaba abría los ojos. En ese momento supe que mi padre ya estaba muerto. A las once y cuarto, a esa hora, casi seguro ya habrían acabado su labor. No le respondí, me sumí en el silencio y cuando dos horas después recibí su llamada, no la cogí.

Mi prima, a la que había llamado el sábado, me lo comunicó, le dije que ya lo sabia. Ellos habían estado allí y no los habían dejado entrar a la habitación, les dijo que mi padre se estaba muriendo. Eso me comentó tiempo después cuando volví a hablar con ella.

"Eso es una muerte programada"

Pasaron horas, días, y saliendo del shock en el que me había sumido, comencé mi camino en la búsqueda de pruebas. Entonces, y lo primero que hice, fue ir y denunciarlo a la policía de Murcia.

Salí desde Inglaterra para Murcia una mañana del mes de julio. Llevaba conmigo una carpeta con la narración escrita de los hechos para que la policía los leyese. Esas habían sido las recomendaciones de una abogada, amiga mía de la infancia. En el avión iba rememorizando lo que había hecho y buscado desde la muerte de mi padre, hasta ese momento.

La búsqueda de las respuestas a mis dudas la hacia entre las personas de mi alrededor. Preguntaba a enfermeras, amigas, etc. Alguien me daría una clave. Y así fue. Una de ellas me abrió los ojos. Eso es una muerte programada, y si es así, es con una sedación terminal, no lo dudes, me dijo.

Llamé entonces a mi hermano menor, él vio a mi padre en su habitación cuando se despidió de él dos días antes de morir éste. Cuando le pregunté si había notado algo raro en ella, no dudó en su respuesta; la lámpara… la lámpara pequeña y blanca de luz tenue y que había sustituido la lámpara de mesilla que tenia mi padre. Siguió respondiendo a mis preguntas. ¿Cuando lo viste, después de morir, ya en el tanatorio, notaste algo raro en su cara? No dudó al responder. Su labio inferior estaba hinchado y amoratado. ‘No solo debí de darme cuenta yo’ me dijo, ‘porque aquello era muy evidente’.

Llegué a Murcia a eso del mediodía. Había reservado una habitación en el hotel cercano a la comisaría, pero no sería esa a la que por la tarde acudiría a poner la denuncia, sino a una cercana a la casa de mi padre. Ya entrada la tarde y con el extremo calor de Murcia, me dirigí a la comisaría. En la puerta estaban dos policías y allí mismo me preguntaron a qué iba. Su sorpresa fue mayúscula, pero me desearon suerte.

Esperé sobre una media hora para hablar con el oficial de policía que me tocó. Saqué la declaración escrita que ya tenía hecha para que solo tuviera que leerla. Al primer párrafo y como posteriormente denunciaría mi abogado, comenzó a gritarme: ‘los abogados son muy listos y esto no es Scotland Yard’. Ante aquel maltrato policial decidí marcharme.

Salí de aquella comisaria confundida, enojada, y decidí ir a casa de mi padre. No pensaba hacerlo confiando en que la policía lo haría, así que llamé a mi hermano menor.

—‘¿Llevas las llaves de la casa de papá?— él me respondió que sí— ‘¡Pues tráetelas que vamos a entrar!’. Mi hermano mayor, el que actualmente está siendo investigado, se las había dado a la fuerza.

"Esforzados en entrar por la puerta estrecha"
"Esforzados en entrar por la puerta estrecha"

Esperamos en una cafetería a que se hiciera noche cerrada para acudir a la casa. No debía de verme nadie que se lo pudiese decir y fue como de esta forma entramos en la casa. Todo permanecía igual. Sus gafas estaban al lado del ordenador junto a las pequeñas notas que tomaba... Se habían llevado sus ordenadoresportátiles. Allí estaba toda la información de sus cuentas bancarias, entre otras cosas.

"Nos habían despojado de todo"

Me senté en el sillón en el que se sentaba mi madre, mirando al sillón en el que se sentaba él. Nos habían despojado de todo, nos habían arrancado de ellos como estorbos del Opus Dei para hacer con ellos su obra.

Me levanté y recorrimos habitación por habitación. Todo aparentemente estaba igual. En la cocina había una caja con la medicación que tomaba mi padre preparada para llevar. Allí tenia su cajón de las medicinas desde donde cogía la medicación crónica que tomaba todos los días después de su desayuno. Cogí el resguardo de su medicación crónica y seguimos revisando las habitaciones, hasta que llegamos a la suya. Mi hermano menor dijo —‘¡mira, ya no está la lámpara!’— ya había cumplido su función y se la habían llevado. Miramos en el armario. Su ropa estaba perfectamente ordenada. Revisamos la coqueta y en el primer cajón encontramos el libro de familia, los carnets de identidad de mis padres y una foto dedicada a mi padre por mi madre de cuando eran novios. ¡Quién nos iba a decir que esos serían los únicos recuerdos que nos llevaríamos de mis padres!

Dos cajas de sedantes vacías

Ya nos íbamos. No habíamos encontrado nada relevante, pero al salir por el pasillo me volví para atrás y le pregunté a mi hermano —¿dónde está la lámpara de mesilla de papá?—. Volvimos a la habitación, buscamos y encontramos. La lámpara estaba escondida detrás de un pequeño televisor que mi padre tenía encima de la coqueta y enfrente de su cama. Al fotografiar la lámpara, vi reflejada la mesilla de noche en el espejo. ¡La mesilla la había dejado olvidada! Me dirigí corriendo a ella y encontré parte de lo que iba buscando. Dos cajas de sedantes, una de Valium 5, de las que un blíster estaba vacío fuera, y otro del que solo quedaban cuatro pastillas. La caja era de prescripción privada, perfectamente nueva y con el prospecto sin abrir. La otra era de Stilnox 10. De está se habían consumido un blíster de 15 pastillas. El prospecto del Stilnox me llamó mucho la atención. Los bordes estaban pegados a nivel superior para que no se pudieran leer los efectos secundarios y mostrándoselo a la juez le dije: ‘Esta caja viene de un centro del Opus Dei’.

El Papa, con los médicos católicos
El Papa, con los médicos católicos

Salimos de la habitación, cogí la copia de la historia que el médico del 061 había dejado el viernes 15, dos días antes de la muerte de mi padre. Nunca imaginé la importancia de haberme encontrado aquella historia allí.

Salimos y nos despedimos de nuestra casa, la casa que no encontraríamos igual, cuando volvimos tres meses después.

Regresamos a la casa tres meses después. Esta vez mi hija nos acompañaba. Entramos en la casa, y nos conducimos por ella con las lámparas de los móviles. La electricidad ya había sido cortada. Quería echarle una foto a las cajas de sedantes en el lugar en el que las había encontrado, aunque legalmente no sirviera para nada.

Se lo habían llevado todo

Aquello era siniestro. Era una tarde noche de octubre, así que no había luz interior ni exterior. Las puertas estaban todas cerradas. Nos fuimos directamente a la habitación de mi padre, abrimos la puerta y entramos en ella.

Mi hermano miró en el armario. Se lo habían llevado todo, todas las ropas de mi padre, sus piezas más íntimas, su pequeña caja donde guardaba sus tesoros.

Mi hija y yo nos dispusimos a tomar las fotos por las que habíamos ido. Colocamos las cajas en el cajón de la mesilla de noche de mi padre, donde las habíamos encontrado tres meses antes. Mi hija me enfocaba desde arriba con la linterna del móvil, mientras yo tomaba la foto. ‘¡Mamá mira en el suelo!’ —me dijo alarmada— ‘¿Qué pasa?’ —le respondí— ‘¡Mira las pastillas del suelo!’. Enfocamos las linternas de los móviles a aquel suelo de terrazo que no habría dejado verlas si no hubiera sido con la luz que las enfocara directamente. En total encontramos cuatro medias pastillas de Valium 5 y el polvo de otras dos o tres, pisadas, probablemente por nosotros.

Seguimos enfocando debajo de la cama. Alrededor de la pata de ésta, habían múltiples fracciones de cristalcompatibles con el gotero de un suero. También encontramos entre los restos de las pastilla de Valium 5, un pequeño sello de calidad correspondiente a otro fármaco sedante (Rivotril).

Vida, cruz, muerte y resurrección
Vida, cruz, muerte y resurrección

Como del suero solo quedaban los restos pequeños de alrededor de la pata de la cama, supusimos que debió de ser lo primero que usaron. Por las circunstancias que fueran, se rompería, y al quedarse sin suero, usarían las medias pastillas del Valium 5.

Cogimos los restos grandes de cristales y los de las pastillas y revisamosla casa.

En el salón ya no estaba el enorme ordenador Apple de pantalla gigante que mi padre tenía. Ya la semana antes de morir me había dado una clave de quién se lo llevaría. ‘Ha venido alguien del Opus, a quien le gustan mucho los ordenadores y lo ha estado revisando’. ‘¿Entiendes?’ —Esta era la palabra clave que usaba cuando quería comunicarme algo que solo sabíamos los dos—. Las fotos de mi hija que adornaban sus mesas se las habían llevado también. Las joyas de mi madre, las mantelerías bordadas a mano por ella, todos los  recuerdos de familia y hasta el enorme calentador habían desaparecido.

Vaciaron la casa, se lo habían llevado todo, todo menos las fotos de Escrivá y Álvaro del Portillo. ¡Eso para que supiésemos quién mandaba allí! Cogimos las fotos, las tiramos al contenedor de la basura y nos fuimos.

La muerte de mi padre, el saqueo de sus cosas, de su intimidad y de la nuestra me llenó de coraje e impotencia. Ya en el hotel me agarré la cabeza con las manos, me llené de fuerza y planeé la estrategia que llevaría a cabo. Respiré profundo, me armé de todo el valor moral y físico que tenía, e inicié mi camino hacia el infierno...

Comienzan las declaraciones 

Yo fui la última en declarar. Antes me precedieron cinco médicos, las empleadas de mi padre, mi hermano menor y el investigado que, con las artimañas que emplearon, no declaró. Yo no había sido citada entre ellos pero, una semana después de finalizar las declaraciones de los anteriores, la jueza me llamó para que declarara a la semana siguiente. Ésta quería que declarase yo antes que mi hermano el investigado y él lo haría después a través de Skype para que no se trasladase otra vez desde Madrid a Murcia.

Me repasé una y otra vez todas las investigaciones que había realizado y me preparé para volar hacia Murcia. Al día siguiente de llegar declararía, así que ultimé todos los detalles con mi abogado y me fui al hotel.

De carpeta en carpeta, repasé todo lo que había encontrado en aquel año y medio de búsqueda de pruebas. Aquel infierno de falsificaciones de documentos públicos y privados, historias médicas trucadas, desaparecidas, cuentas abiertas a mi nombre y al de mis padres desconocidas por mí y que solo veían los directores, desaparición de cuentas bancarias de mi padre, encontradas hoy y desaparecidas mañana, y que los propios empleados del banco no digerían.

Repasé aquello en mi cabeza: los días, las horas, las fechas de cualquier evento sucedido. En esto habían machacado a mi hermano menor, el único de mis testigos llamado y al que mi padre le había comunicado también su muerte.

El día de mi declaración salí temprano del hotel, a las siete de la mañana. La jueza de forma inusual me había llamado a declarar a las ocho y media. En la cafetería de en frente del juzgado había quedado con mi abogado. Volví otra vez a repasarlo todo, sabíendo que querían darme ya el finiquito. Cogí todos mi documentos, y esperando en la puerta de la sala, me llamaron a declarar.

eutanasia
eutanasia

Centros terminales de los numerarios

La jueza, después de haber contestado a las preguntas que he ido relatando aquí, me lanzó una de sopetón:

—¿Puede decirme el nombre de algún miembro del Opus Dei que haya muerto en una fiesta solemne como le ocurrió a su padre?—

—Sí— le dije.

Cuando mi padre murió en esa fecha tan señalada sabía que había una conexión especial y seguro regular en la actuación del Opus, así que busqué en esta página Opuslibros, la página que en los últimos diez años me había ayudado a encontrar una respuesta para lo que les estaba ocurriendo a mis padres. Y allí encontré el escrito del apodado ‘Sarnoso’. Él hablaba sobre los Centros Terminales de los numerarios y la ceremonia de la muerte de Escrivá.

En estos centros celebraban todos los años dos ceremonias y allí acudían de todos los centros vecinos, llevaban el viático y al final iba el médico a por la inyección. Él describe como se le pusieron los pelos de punta. ¡Y a mi también!. Ese documento de laceremonia de la muerte de Escrivá, desconocido para la inmensa mayoría de los miembros del Opus Dei, lo tiene ahora la jueza.

Y, volviendo a la pregunta, le respondí:

De entre los que conozco están;

  • Francisco Botella. Era de los primeros sacerdotes que estaban con Escrivá. Murió el día solemne 29 de Septiembre, Día de los Santos Arcángeles, San Miguel, San Gabriel y San Rafael.
  • Pedro Casciaro, sacerdote también de los primeros tiempos de Escrivá. Había leído sobre su muerte en un día solemne pero no me acordaba bien.
  • Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, murió de forma repentina después de volver de Jerusalén y decir su última cena en el Cenáculo. Hay una grandiosa obra que se construyó allí y que lleva el nombre de ‘Saxum’, como Escrivá lo llamaba a él.
  • Como la suerte me acompañaba, doce días después de mi declaración, el día 12 de Diciembre del 2016, moría en Roma, Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, y lo hacia en un día solemne, la Virgen de Guadalupe, a la que le tenia gran devoción. Inmediatamente le mandamos a la juez la noticia que salió a bombo y platillo en el periódico El Mundo.
  • Para colofón, Javier Fesser, el director de la película Camino, había señalado en ésta que el día de la muerte de la niña era el mismo que el del aniversario de la muerte de Escrivá. Él refiere que la película está completamente basada en hechos reales.

¿Muchas coincidencias no?

Después de mi declaración, la juez auxiliar, la que me había tomado declaración, dio fecha para la exhumación del cadáver de mi padre y en éste hacer un análisis toxicológico del pelo a los que ellos habían apelado para que no se hiciera.

En el pelo apareció la AMISULPRIDA, un potente antipsicótico, cardiotóxico y de uso exclusivo en esquizofrénicos, algo que por supuesto mi padre no era. Durante dos meses se lo habían estado suministrando junto a una dosis de caballo del quimioterapéutico Topotecán, y le habían suprimido diez días antes de su muerte los parches que llevaba de nitroglicerina para el corazón. Así lo habían preparado para llegar al final, su día señalado.

Los forenses de Murcia ocultaron el informe de Amisulprida del Instituto de Toxicológia de Madrid, informando a la juez que no había nada.

El 20 de Noviembre de este año la jueza titular Miriam Marín, ordenó 13 diligencias, entre ellas, los interrogatorios de mi hermano el investigado, el de los forenses, además de otros testigos. Pidió también documentos a varios estamentos públicos. El fiscal se unió por primera vez al caso y se aprobó como ‘caso complejo’.

Sala juicio
Sala juicio

En todas las diligencias ordenadas, están implicados numerosos miembros del Opus Dei.

Ese día 1 de Diciembre del 2016, y al terminar mi declaración, el abogado de mi hermano se fue, el mío salió de la sala y yo me quedé dentro con la jueza y la calígrafa firmando la declaración.

‘Señoría’ —le dije— ‘no le puedo decir que ha sido un placer el conocerla porque esto ha sido para mi una tortura pero, por favor, infórmese sobre el Opus Dei’. Ella, mirándome con una sonrisa, me contestó: 'no lo dude que lo haré’.

Cogí mis carpetas, mis mil folios, mis memorias y salí de la sala.

Nota Final

Para el que desee verificar sus firmas, o de los familiares de los que son herederos en sus testamentos, puede recurrir al Artículo 282 del Código Notarial. A través de éste, el notario tiene la obligación legal de mostrarle las firmas de los protocolos originales. ¡Muchos se llevarán una sorpresa!

Y de mi parte, hasta luego.

Seguiré en la página informando, conforme el caso vaya evolucionando.

El nuevo titular del juzgado número 2 de Murcia, archiva el caso de mi padre

Aquí le he enviado a Agustina, para que lo publique, el Auto de Archivo y la Apelación. 

Juzguen por ustedes mismos.

JDO. INSTRUCCION N. 2 MURCIA

 CIUDAD DE LA JUSTICIA, AVDA. DE LA JUSTICIA S/N, FASE 2 - MODULO 1, 3ª PLANTA; C.P 30011 Teléfono: 968229160-968229262 Fax: 968229256

Equipo/usuario: MGM
Modelo: 425000
DPA DILIGENCIAS PREVIAS PROC. ABREVIADO 0000913 /2016
N.I.G: 
30030 43 2 2016 0010735
Delito/Delito Leve: HOMICIDIO

Denunciante/Querellante:   JOSEFA HURTADO MARTINEZ, MINISTERIO FISCAL,    INSTITUTO    DE MEDICINA  

AUTO

En Murcia, a 21 de noviembre de 2018.

HECHOS

PRIMERO: En el marco de las presentesdiligencias previas se ha presentado escrito por la representación procesal del investigado, D. Fernando Hurtado Martínez, solicitado el sobreseimiento libre de las actuaciones con respecto de su patrocinado

LEER SENTENCIA COMPLETA

APELACIÓN SOBRE EL DESESTIMIENTO 

AL JUZGADO  DE  INSTRUCCION N. 2

PREVIAS 913 /2016

MARÍA TERESA CRUZ FERNÁNDEZ, Procuradora de DOÑA JOSEFINA HURTADO MARTÍNEZ, bajo asistencia de abogado, ante el juzgado comparece y dice:

Que contra auto de 23.11.18 por el que decreta sobreseimiento “libre” FORMULO RECURSO DE APELACION

A MODO INTRODUCTORIO

Carpetazo [1] a un posible parricidio

1.-El auto le constriñe el método del razonamiento lógico o humano para mutarlo en un evidente voluntarismo donde cada cosa no es ni tiene la dimensión de lo que dicta el sentido común de la humanidad, obligatorio para los jueces a tenor del 218.2 LEC, y cuya infracción en el futuro dejará a jueces sin cargo, por ahora sale gratis su quebranto, sino lo que conviene o favorece a un propósito determinado de la resolución. Vulneración en consecuencia del deber de motivación racional e imparcial.

LEER RECURSO DE APELACIÓN

Escrivá de Balaguer

"Muerte por sedación programada"

Eran las cuatro de la mañana cuando salí de casa. Aquel aire frio de la Inglaterra gélida golpeaba con toda su fuerza mi cara. 

En aquella carpeta llevaba parte de los cuarenta folios que había escrito en la apelación hecha contra el archivo del caso de mi padre. Como añadidura, más documentación.

Aquellos folios y yo íbamos camino de los juzgados de Murcia.

Tanta mentira, tanto ocultamiento de la verdad.

Llevaba los nombres de aquellos serviles, falseadores de la verdad, como aquel médico del SUAP 2 Infante, aquel médico de urgencias que declaró que había atendido a mi padre y le había puesto oxígeno. Curiosamente nadie, ni siquiera las que estaban permanentemente en la casa lo habían visto. Llevaba los nombres de aquellos médicos forenses del Instituto Anatómico de Murcia, que exhumaron el cadáver de mi padre. La jueza les había ordenado tomar una muestra de pelo. Allí se investigaría la presencia de los sedantes que presuntamente habrían causado la muerte de mi padre. Eso era lo que habíamos denunciado: ‘Muerte por sedación programada’. Ese era el origen de mi denuncia y por la cual se había abierto la causa e iniciado la instrucción.

Aquellos forenses, y presuntamente a conciencia, solo cogieron muestras de cuero cabelludo o piel de la cabeza. La risa sarcástica de uno de ellos al abrir el féretro de mi padre lo mostraba todo.

Mi hermano menor, testigo de la exhumación pidió ver su cuerpo. La procuradora, que estaba también como testigo, inmortalizó el momento  fotografiándolo.

En el Instituto de Toxicología forense de Madrid y según me confirmaron después en la conversación grabada, habían cometido un “error” con la plantilla de los resultados y quedó en el certificado “Segmentos en Cuero Cabelludo” que solo son utilizados como medida en pelo o cabello. “Los forenses nunca nos  mandaron muestra alguna de pelo” y a mi, me dijo la técnica, se me pasó corregir el “Error”. Cuando los forenses fueron llamados a declarar por la jueza Miriam Marín, utilizaron ese presunto error de toxicología para engañarla y hablar sobre una muestra de pelo que nunca habían tomado.

El pelo era la prueba clave. Material inerte donde se fijan los fármacos y tóxicos permite determinar en los cadáveres enterrados por años y hasta por siglos si murieron envenenados. En la piel, los fármacos se desintegran fácilmente. En el caso de mi padre, los restos del potente antipsicótico Amisulprida, quedaron allí.

Se lo acababan de dar cuando murió— me reconoció la técnica del Instituto de toxicología forense de Madrid.

¡Cuántas mentiras, cuánta indignidad ¡Más de media plantilla de médicos coordinadores del 061/112 de Murcia se habían presentado como testigos! ¿Testigos de qué? ¿Quién coordinaba todo aquello? No es difícil de imaginar, ¿verdad?.

El último juez instructor que nos había cerrado el caso, no conocía bien estos hechos. Ahora sí los conoce. Los jueces de la Audiencia provincial de Murcia, también.

Salí de los juzgados y meditabunda recorrí las calles de Murcia.

La familia

"Tu padre lo sabía" 

Ya entrada la noche me reuniría con alguien. Descansé en el hotel y esperé. Aquella persona me confirmaría parte de lo que yo ya sabia .“Tu padre —me dijo— fue diciéndole a todo el mundo que moriría el Día de la Ascensión de Señor”.

Desde el Miércoles, día en el que mi hermano el investigado le dio la noticia de que moriría en cuatro días, fue diciéndoselo a todo el mundo. No solo fue diciendo que moriría en cuatro días, fue diciéndole a todos que moriría el Día de la Ascensión del Señor. Lo dijo en la cafetería, en las tiendas donde compraba, en la iglesia. Fue vecino por vecino diciéndoselo a todos. 

El miércoles cuando recibió la noticia se acercó a su centro, al centro del Opus Dei al que pertenecía. Fue a buscar consuelo en sus directores. Fue a que le dijeran que aquello no era verdad, que aquello no podía ser verdad. Habló con su confesor y cuando éste le dijo que no le diera importancia a lo que le había dicho su hijo, la mente se le iluminó y vio claramente la verdad. 

"¡Maldito sea el día en el que conocí el Opus Dei!"

Salió del centro del Opus Dei y anduvo por la calle salón. A pocos metros estaba el Tontódromo. Allí se sentó en un banco, miró a su alrededor y, por dentro y con fuerza, gritó: “¡Maldito sea el día en el que conocí el Opus Dei!”

El sábado, víspera de su muerte, fue visto por la calle. Por la dirección que llevaba vendría de oír la misa temprana que daban en la Iglesia del Carmen. Por última vez aspiraría el perfume de las rosas del Jardín de Floridablanca; aspiraría aquel perfume único que solo dan las flores del mes de mayo de Murcia. Caminando despacio y con el alma desgarrada regresó a su casa.

Por la tarde noche llegaron a verle varias personas. Eran todas miembros del Opus Dei. Poco después, bajaron las persianas. 

El domingo, 17 de mayo, día de la Ascensión del Señor y Aniversario de la Beatificación de Escrivá de Balaguer, estaba sentado en el sillón de la sala de estar de su casa. A las nueve de la mañana y con el teléfono fijo escondido en el bolsillo del pijama, esperaba ansioso mi llamada. Cortaron la línea cuando  hablando conmigo, iba a pedirme auxilio.

Una hora más tarde y de pie, su hijo, el sacerdote numerario del Opus Dei le dio la comunión…. Estaba tan asustado que apenas podía tragar…. Momentos después, comenzó a rezar. A continuación le dijeron:  “Vamos, ha llegado la hora”.  Y lo llevaron a la habitación…

El día 18 de junio se reunirán a puerta cerrada cuatro magistrados de la sala de lo penal de la Audiencia provincial de Murcia. Ellos decidirán sobre nuestra apelación al archivo que hizo el juez instructor del juzgado número 2 de Murcia el 21 de Noviembre del 2018. Aproximadamente un mes después se hará pública la  sentencia.

El juez último, el que cerró el caso, tomó la decisión basándose solo en las declaraciones de los tres oncólogos que habían tratado a mi padre: del médico de urgencias que certificó su fallecimiento, del médico de urgencias enviado a través mío dos días antes de su muerte, de los forenses del juzgado y de un médico directivo, coordinador de emergencias del 061.

También tomó en cuenta la declaración de la hija de una prima de mi padre que estuvo en la casa el día de su fallecimiento.

A los demás testigos que declaramos incluida yo simplemente nos ignoró.

Análisis de la sentencia

Analizaré de forma simple y sintetizada las declaraciones de los testigos que fueron utilizados por el juez del archivo tal y como consta en la apelación hecha pública.

Comenzaré en primer lugar con las declaraciones de los oncólogos.

El primer oncólogo explicó en su declaración el tiempo que normalmente duran los pacientes, con y sin tratamiento. Declaró que mi padre había durado mucho. Pero lo que no dijo fue que él le había suspendido el tratamiento a los dos meses de comenzado y cuando mejor iba.

Durante este tiempo el tumor se le había reducido a la mitad de su tamaño y su tolerancia a la quimioterapia era excelente según constaba en la historia médica.

Escrivá de Balaguer

Este acto aberrante ordenado y enfocado a que el paciente muera lógicamente no lo escribió en la historia pero una sustituta de la médico de cabecera de mi padre sí lo hizo.

La sustituta dejó esta constancia escrita cuando lo refirió al Hospital Reina Sofía para que fuese tratado de un problema en un ojo. En la historia de la médico de cabecera, la anotación de este hecho habíadesaparecido tanto cuando la solicité yo como cuando lo hizo el juzgado.

El segundo oncólogo citado, declaró meses después de que se hubiera hecho la exhumación del cadáver de mi padre. En el cuero cabelludo, que fue una de las muestras tomadas, se había encontrado el antipsicótico Amisulprida.

Este oncólogo declaró sin ninguna vergüenza que este fármaco se utilizaba para tratar los vértigos que suelen darse como efecto secundario en los tratamientos de la quimioterapia.

Es decir, que no solo mintió, sino que como lo que quería era favorecer al investigado declaró sobre un fármaco que además de no emplearse para tratar el vértigo puede afectar al corazón.

Este es el motivo por el que se tiene que suministrar con sumo cuidado en pacientes ancianos o con patología cardíaca como era el caso de mi padre. Pero es que además ese fármaco no aparecía prescrito por ningún médico ni reflejado en ninguna historia médica, es decir se lo habían suministrado clandestinamente.

El tercer oncólogofue el que le dio la puntilla con la dosis de caballo que le suministró (palabras textuales de mi padre). Ante la petición de mi hermano el investigado y como consta en la historia médica de que le diese una dosis más activa a su padre, este oncólogo le hizo caso y le suministró una sobredosis.

Como probablemente ninguna enfermera quiso ponérsela, se la dio a mi padre para que él mismo se la inyectase. Mi padre se lo inyectaba en las piernas sin saber que era quimioterapia lo que se ponía. Mi hermano menor declaró, al igual que otros testigos, que el se las inyectaba en las piernas y que no supo para lo que eran hasta el miércoles del anuncio de su muerte cuando el investigado se lo dijo.

El destrozo de las venas que se produjo con el auto inyectado de la quimioterapia le causó una trombosis venosa profunda en ambas piernas. Con ellas echando sangre, como me dijo el sábado, día anterior a su muerte, había ido a su médico de cabecera cuatro veces.

De la misma forma lo vio el médico de urgencias de la UME 14 que había sido enviado a través mío. Ninguno hizo nada.

Historial médico

Este último ni lo escribió en la historia. No sabemos si la primera lo escribió porque parte de esa historia está desaparecida del OMI, el sistema informático donde se mantienen las historias médicas de atención primaria.

Desafortunadamente para ella, esas visitas aparecieron reflejadas en el sistema informático Selene. El causante del desastre, el oncólogo del hospital Morales Meseguer, vio lo que había hecho y redactó un informe para paliativos, aunque mi padre no estaba para ser llevado por ellos, como el propio investigado declaró. 

En este informe, que el oncólogo realizó, escribió a las nueve y cuarto de la mañana los resultados de una ecografía que no se realizaría hasta dos horas después. En este informe presentó los resultados como normales, pero en la historia de urgencias del Morales Meseguer consta cómo, después de realizada la ecografía y haberse marchado mi padre, lo estuvieron llamando insistentemente. "No contesta", escribieron en la historia en letras grandes.

No contestó porque ya le habían quitado su teléfono móvil.

Quiero señalar aquí que la quimioterapia se debió de derramar por las piernas de mi padre. Que los residuos probablemente se tirarían al contenedor de la basura y que veremos las consecuencias que esto traerá a las personas que estaban con él.

En la Apelación colocamos un Link del Ministerio de medio ambiente en donde se muestran las indicaciones precisas para el manejo de estos fármacos.

He de anotar aquí que a raíz de esto la jueza Mirian Marínsolicitó al Morales Meseguer el nombre de la persona que sacó el fármaco de la farmacia del hospital. La directora contestó que el fármaco no salía del hospital. Cuando solicitamos que nos diesen el nombre de la enfermera y el día en el que había sido aplicado el fármaco, la jueza sustituta que nos bombardeó el caso impidió que se ejecutara esta petición.

Siguiendo con otra de las declaraciones utilizadas para el archivo tenemos la realizada por el médico de urgencias del SUAP 2 que certificó la muerte de mi padre. Este simplemente contó una historia increíble. Entre tantas mentiras declaró que le había puesto oxigeno ese día o días anteriores.

Nadie llamó a urgencias

Las empleadas que estaban con mi padre todos los días de la semana declararon que nadie había llamado a urgencias y que solo había ido al domicilio el médico de la UME que había llamado yo. Si el juez del archivo se hubiera leído todas las declaraciones se hubiera dado cuenta que este testigo mentía. Y además yo me pregunto, ¿Cómo se puede aceptar este tipo de declaraciones sin que exista una historia médica que certifique lo que declara?

La siguiente declaración utilizada fue la del médico directivo/coordinador del 112/061. Este simplemente era un falso testigo, uno de los seis coordinadores médicos presentados como falsos testigos.

La jueza Raquel Flores, una de las primeras juezas ayudantes en el juzgado número 2 se daría cuenta de esto. Ella ya les había tomado declaración a todos los testigos que vivían y estaban con mi padre a diario. Ellas habían declarado que no habían llamado a urgencias.

Entonces, ¿Cómo es que presentaban ahora a seis coordinadores médicos como testigos que estaban de guardia los días Lunes, Miércoles y Domingo de la semana que murió mi padre? Sin dudarlo lo hablaría con la jueza titular Miriam Marín y ésta los citó a declarar. Solo lo hizo uno.

Los otros los retiró corriendo el abogado de mi hermano al darse cuenta que yo también había sido médico directiva y que los iba a pillar en sus declaraciones.

Las siguientes declaraciones utilizadas para el archivo fueron las de los forenses.

Cuando el Dr. Frontela, nuestro perito forense vio el informe de Toxicología escribió en el suyo que allí no había longitud de pelo alguna, por lo tanto no se podían determinar el tiempo de suministro del fármaco.

Que el informe de toxicología solo se refería a cuero cabelludo (piel de la cabeza) no a pelo. 

En el informe de toxicología ponía segmentos como si hubiera habido pelo, pero en las muestras tomadas no lo había.

Hablé por teléfono con la jefa de fármacos del Instituto Nacional de Toxicología forense de Madrid y le dije lo que había en el informe. Ella se sorprendió de esto y me dijo que le pidiera al juez que los llamara y les pidiera que aclarasen el informe. Así lo hicimos y la jueza Miriam Marín emitió un auto pidiendo explicaciones a Toxicología sobre el informe toxicológico.

Este auto nunca se llegó a ejecutar. Lo encontramos nosotros cuando nos mandaron el sumario. El juez del archivo no debió de ver el auto que había dictado su predecesora.

En Agosto y antes del archivo del caso envié una carta mediante fax al Instituto de Toxicología dirigida a la jefa de fármacos. En ella les enviaba el informe elaborado por ellos. Les pedía que investigaran lo que había pasado. La técnica de Toxicología con la que hablé en el mes del archivo del caso me confirmó que había sido un error de ella y que no se lo había comunicado a los jueces porque ellos solo comunicaban con los forenses. La conversación grabada y transcrita la tienen los jueces de la Audiencia.

El fármaco en el cuero cabelludo

Ella además me confirmó algo muy interesante. Como en el cuero cabelludo o piel de la cabeza lugar donde apareció el antipsicótico Amisulprida está muy irrigado esto indicaba que el fármaco se lo acababan de dar cuando murió mi padre. Por fortuna para nosotros el fármaco no se desintegró.

Los forenses llamados a declarar por la jueza Miriam Marín la engañaron intentando proteger al cura del Opus Dei. Declararon que el fármaco se le había dado dos meses antes y esto lo explicaban tomando como base una muestra de pelo ficticia. Ellos jamás habían tomado muestra de pelo alguna y engañaron a la jueza declarando sobre un pelo inexistente. Pero hubo una cosa muy curiosa.

Cuando a la técnica de toxicología le dije que se podrían estudiar las uñas ya que no haba pelo, se sorprendió. Ella se sorprendió porque las uñas eran la única muestra mandada al instituto que no había sido analizada, o si la habían analizado se habían guardado los resultados. En la apelación a la Audiencia pedimos que además de la declaración de la técnica se investigara debajo de las uñas.

Como todo demuestra por lo que yo encontré en la habitación después de la muerte de mi padre que hubo lucha, quizás debajo de los lechos ungueales podrían encontrarse restos de sabana, piel o cualquier elemento de los que mi padre pudo arrancar al defenderse. Pero pedimos aún más, que se investigase el  ADN de los restos que se encontrasen. Con esa muestra de ADN se podría conocer quien presuntamente lo remató.

El labio inferior amoratado e hinchado que mi padre presentaba y que mi hermano menor describió, muestra la lucha desigual que tuvo que haber.

Los restos de cristales de suero alrededor de la pata de la cama, pastillas enteras y polvo de otras pisadas en el suelo que yo encontré demostraban esa lucha. La cancelación de la declaración de nuestro principal testigo el forense Dr. Frontela demuestra lo que intentaron ocultar a toda costa.

Incluyo como última declaración en la que se basó el juez para cerrar el caso la que hizo la hija de una prima de mi padre que estuvo en la casa el día de su muerte. El día anterior por la tarde la llamé. Entre lagrimas le supliqué que fuera a ver a mi padre, que no me gustaba lo que estaba pasando allí. Le conté que mi hermano le había dicho que moriría en cuatro días.

Le conté que entre susurros me había dicho que esa mañana había ido un hombre de la organización (Opus Dei). Ella me escuchó en silencio y un poco después me respondió con evasivas. Ante esa respuesta y llena de impotencia le colgué el teléfono. Cuando declaró lo hizo ocultando toda la verdad. Negó todo lo que yo le había dicho cuando la llamé ese Sábado tarde traicionando así la  memoria de mi padre.

Estas fueron las declaraciones de los testigos que utilizó el juez para archivarnos el caso. No utilizó ni mi declaración, ni la de mi hermano menor ni las de otros testigos. Archivó la causa dejando autos importantes sin ejecutar y cancelando sin argumentación alguna la declaración de nuestro principal testigo el Dr. Frontela.

La penúltima jueza, la sustituta puesta por el Presidente del tribunal superior de justicia de Murcia bombardeó toda la investigación realizada por las anteriores juezas incluyendo la titular. Realizó un interrogatorio light al investigado después de  estar más de año y medio escabulléndose sin declarar ante la jueza titular Mirian Marín. Posteriormente dicha jueza sustituta aprovechando el mes de Agosto y cuando ya Miriam Marín se había trasladado a Madrid nos canceló todo incluida la petición de prisión sin fianza que tenia el investigado. 

El lapsus que cometió al declarar diciendo que había dejado a mi padre sin darle agua el fin de semana en el que murió, le gastó una mala pasada. El oncólogo me lo aconsejó, dijo. Había escrito tanto sobre la eutanasia y la suspensión de la alimentación e hidratación en los enfermos terminales, que mostraba ser un experto. El escribía que hacer eso con los enfermos era un asesinato. Él mismo se acusó de haberle aplicado a su padre lo que calificaba como homicidio. 

La petición de cárcel fue rechazada sin argumentación. Pasó en apelación a la Audiencia y ésta la devolvió al juzgado de instrucción para que fuera argumentada la suspensión de prisión para el investigado. El nuevo juez titular y nuevo instructor del caso como respuesta lo archivó todo.

El juez del archivo no dijo nada

Señalar por último que el juez del archivo no dijo ni una palabra, ni escribió una sola frase en referencia al motivo principal por el cual se había abierto la causa. El anuncio de mi padre de que mi hermano, el sacerdote numerario del Opus Dei le había dicho que moriría en cuatro días como así mismo sucedió.

En la apelación a la Audiencia Provincial de Murcia adjuntamos el Documento de la Ceremonia de la Muerte deEscrivá. El documento aceptado por el juzgado como prueba y no rechazado por la otra parte, es una obra inédita, y no publicada de Escrivá de uso exclusivamente interno entre los miembros del Opus Dei.

Tanto a la Fiscalía General del Estado como al Papa Francisco como al Presidente de la Conferencia Episcopal Española D. Ricardo Blázquez le mandamos el documento. Este último me dirigió una escueta carta respondiendo a la mía

Adjunto aquí la parte principal del documento de la ceremonia de la muerte de Escrivá exactamente como consta en la Apelación al auto de archivo.

Han venido a decirnos que es la hora, y llega unsacerdote de Casa para atendernos. ¡Qué consueloabrir una vez más el alma a un hermano tuyo —yo aun hijo mío— con quien has sido siempre sincero! Hacemosuna confesión clara, entrecortada y breve. Concaridad sacerdotal nos van ayudando, para prepararnosmejor al abrazo de Dios: ¿y esto?, ¿y esto?, ¿y esto?—Sí, sí, también. Luego nos imponen una pequeña penitencia: di conmigo: Ave María Purísima, sin pecadoconcebida. A continuación, nos imparten la indulgencia plenaria in articulo mortis.EL MÉDICO DICE QUE NOS VAMOS, Y SALE A BUSCAR UNA INYECCIÓN... Tus hermanos vienen desde el oratorio, donde están rezando, con velas. Han llegado desde el Centro donde se guardan los Santos Óleos, para que nos administren la Extremaunción. Y recibimos también el Viático. ¡Qué alegría!

Como escribí en el capitulo anterior la sala de lo penal de la Audiencia Provincial de Murcia se reunió el día 18 de Junio para dictar sentencia. Mucho trabajo tuvieron que tener allí para que decidieran postergar su decisión en otra nueva reunión fijada para el día 24 de Septiembre.

Como expliqué en el capitulo anterior y tras el carpetazo que el nuevo juez titular del juzgado de instrucción número 2 de Murcia le dio al caso, éste pasó a la Audiencia Provincial en fase de apelación.

El día 17 de Mayo  del 2015, día de la Ascensión del Señor a los Cielos y aniversario de la beatificación de Escrivá de Balaguer murió mi padre.

Murió como ya todos saben después de que fuera avisado de que moriría en cuatro días por su hijo F. H. sacerdote numerario del Opus Dei y ahora investigado por su presunto homicidio.

La fecha de su muerte se la comunicó el Miércoles 13 de Mayo fechas en las que todavía salía a tomar café e iba a Misa andando y por su pie el solito, como el propio investigado declaró. 

No solo declaró esto, también declaró y sin que se le moviera un músculo, que diez días antes su padre caminaba una hora diaria y era por eso y porque se le veía tan bien que nadie se creía lo mal que estaba. Hasta la jueza que  lo interrogaba y que nos bombardeó el caso se le escapó un ¡Vaya!.

Finalmente llegó el Domingo 17 de Mayo, día del señalamiento de la muerte de mi padre. El investigado en su declaración y con la frialdad de un trastornado declaró que no le dio de beber entre el Sábado y el Domingo y que el Domingo y  mientras su padre se moría se sentó a comer a diez metros. Siguió así mismo declarando que iba a verlo cada diez minutos para ver si se había muerto,  y que en una de esas visitas se acercó y vio que no respiraba. Llamó entonces a M la cuidadora  de entre semana y comprobaron entre los dos, que si, que había fallecido.

Eso no se lo cree nadie, escribí yo en la apelación, bueno excepto lo de que se sentó a comer pero eso si después de que mi padre muriera. Eso si es cierto, porque la servilleta me la encontré yo un mes después en el mismo sitio en el que él siempre la dejaba después de comer. La jueza en el interrogatorio no le preguntó ni cómo murió, ni si tenia dolor, o asfixia, ni porque no le dio de beber, nada, ¡Absolutamente nada!.

A los cuantos días de su declaración, el investigado solicitó el sobreseimiento libre, es decir, que se archivara el caso. A esa petición se le unió el fiscal.

Pidieron el archivo quedando diligencias importantes sin realizar y sin todavía haber declarado nuestro principal testigo el forense Dr. Frontela que tenia fecha de declaración asignada.

Después de que hicieran esto, al investigado se le solicitó prisión sin fianza y a ella la denunciamos a la comisión permanente de los jueces y pedimos además su recusación. Al fiscal lo denunciamos también a la fiscalía general del estado. Al final, la jueza sustituta abandonó el caso no sin antes arrasarlo todo, bueno o casi todo, porque el que completó el trabajo fue el siguiente juez que llegó, el nuevo juez titular y al que en la apelación advertimos con denunciarlo  por la vía penal si no reabrían el caso. A los forenses, a los falsos testigos y a los que hicieron falso testimonio ya los he denunciado también.

Y continuo repasando la apelación. 

Los que la hayan leído habrán podido comprobar cómo resalto el argumento al que se agarraron parte de los médicos que declararon. Este argumento era el  que mi padre había sido derivado ya a Cuidados Paliativos por el último oncólogo que lo trató o mejor dicho el que le dio la puntilla como mi padre lo calificó.

Fue el propio investigado el que declaró que solo se pusieron en contacto con ellos, aunque todavía no eran necesarios. La historia médica de paliativos que  fue solicitada por el juzgado estaba escrita a mano y no firmada por médico alguno, es decir, el juzgado aceptó como buena una historia médica sin nombre y sin firma. Como yo al final y por los datos que me había dado mi padre conseguí localizar al médico fantasma de paliativos, se que estuvieron en su casa un día (Me imagino que para hacer el paripé). El susodicho médico de paliativos vio las trombosis de las piernas de mi padre y no hizo nada, al igual que la médico de cabecera y el médico de la UME 14 enviado a través mío.

Otro de los argumentos señalados en la apelación y que había dejado para otro capitulo fue sobre lo que dijo el juez del archivo sobre las pastillas que yo encontré en la casa de mi padre. En mi declaración (si la hubiera leído detenidamente) se hubiera dado cuenta de como Raquel Flores la jueza que me tomó declaración escribió lo siguiente:

‘En este acto la declarante entrega dos cajas, una de Stilnox 10 con un blíster de quince pastillas (en una caja de 30) y otra caja de Valium 5 con un blíster vacío de quince pastillas y otro con cuatro’.

Aquellas cajas eran una prueba importantísima y que el juez del archivo ni nombró. Las habría visto o ya no estarían en el juzgado? Yo le expliqué a la jueza instructora en mi declaración, como a través del código de barras se podía localizar la farmacia que las expidieron. Allí podría encontrarse también la receta del médico que las prescribió y por ser fármacos controlados se podría descubrir la persona que las retiró a través del D.N.I.

Cuando en mi declaración saqué las cajas y le mostré el prospecto del sedante Stilnox 10, le dije a la jueza:

‘Fíjese su señoría en el prospecto’.

Ella cogiéndolo me preguntó

‘¿Qué es lo que quiere señalarme?’ 

‘Fíjese’ le dije:

‘El prospecto está pegado en los márgenes superior e inferior, pegado con pegamento’ .

Y le expliqué lo que significaba aquello. Por los ojos que abrió, no debía de dar crédito a lo que estaba oyendo. Al final, cinco horas dan para mucho y aquel mundo increíble narrado en mi declaración, probablemente no lo olvidará nunca.

El Opus Dei volverá a ser nombrado

Finalmente, cuando los magistrados de la Audiencia Provincial de Murcia vuelvan a reunirse otra vez, el Opus Dei volverá a ser nombrado. El Opus Dei volverá a ser nombrado a pesar de la prohibición expresa de la jueza sustituta que dinamitó el caso.

Esta jueza puesta Ad Hoc por el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia dejó por sentado desde que llegó, que el nombre Opus Dei no volvería a mencionarse en aquella sala. Y así quedó escrito ante la protesta formal que mi abogado realizó. Aquella jueza lo impidió a pesar de que las otras juezas incluida la titular Mirian Marín lo primero que preguntaban a los testigos era sobre su pertenencia al Opus Dei. 

Las preguntas al comienzo de cada interrogatorio eran siempre las mismas: ‘¿Pertenece usted al Opus Dei?’

‘¿Tiene usted alguna relación con el Opus Dei?’

‘¿Lleva usted a sus hijos a algún colegio del Opus Dei?’

Estas preguntas se las hizo la titular Miriam Marín incluso a los forenses del  Instituto Anatómico Forense del juzgado de Murcia cuando los llamó a declarar. En un juicio oral y público estas preguntas volverían a ser hechas a los testigos, se leería en voz alta el documento de la ceremonia de la muerte de Escrivá, y el público y la prensa hasta ahora mayoritariamente muda, estarían presentes.

El Opus Dei saldría de la oscuridad y le seria enfocada la linterna.

Así mismo, los miembros del Opus Dei que quisieran podrían estar en el juicio, y como no dudo de que todavía quedan miembros honestos dentro del Obra de Dios, éstos abrirían los ojos.

Además, tengo la seguridad de que después de lo que puedan escuchar allí ya no querrán pertenecer más a esa Organización, a esa Organización como entre susurros la llamó mi padre el día anterior al de su muerte.

Cuando inicié el camino de la búsqueda de pruebas para denunciar la muerte de mi padre llevaba aquellas señales y contraseñas que en su lenguaje de signos  continuamente el  me enviaba. Vigilado como estaba por las que servían en su casa, madre e hija, miembro supernumeraria del Opus Dei la madre, me llamaba  desde las cabinas de teléfono para que ellas no escuchasen lo que me contaba.

Varias palabras bastaban. ‘¿Comprendes?’ me decía siempre al finalizar la conversación. No quería asustarme. Pero el hecho de que sus directores y mi hermano, sacerdote numerario del Opus Dei le hubiesen prohibido hablar conmigo, le hacia sospechar que no había nada bueno detrás de todo aquello.

Si su hija  que era algo suyo, si todo lo que pasase entre ella y el, entre el y ella eran cosa de ellos. ¿Por qué no le permitían que se relacionase con ella?. 

¿Qué es lo que temían?. Estaba con aquella gente de la que además le era imposible escapar. Ellos lo controlaban todo, estaban en todos sitios, no lo dejaban ni respirar. No podría escapar por más que quisiera. No te dejan en paz ni aunque estés enfermo, me decía en sus últimas conversaciones.

En sus dos últimas semanas de vida y como denuncié en la apelación al archivo  de la causa le quitaron su teléfono móvil y todas las libretas donde estaba escrito mi  nombre y mi número de teléfono. Así no podría acudir a mi, ni llamarme, ni pedirme ayuda.

Ya hacía dos meses del fallecimiento de mi padre y en aquella mañana calurosa, como lo son las del verano de Murcia me preparé para ir a la notaria.

Aquella notaria que por muchos años antes había sido llevada por un miembro supernumerario del Opus Dei. Hacia poco que había levantado el vuelo y su lugar  había sido ocupado por otro notario que había adquirido la plaza.

Llevaba conmigo toda la documentación para que me mostrasen los protocolos de los documentos firmados por mis padres. El código 282 del reglamento notarial español me daba ese derecho y así me lo admitió el nuevo notario.

Éste sin ningún tipo de relación con el Opus Dei me citó al día siguiente.

Eran necesarios dos testigos, que además los tenia que poner el.

Al siguiente día allí estábamos, el notario, los dos testigos, y  yo.

Sacó todos los protocolos y uno a uno pude leerlos y ver las firmas de mis padres. Allí estaba el poder notarial que había esclavizado a mi padre desde el momento en el que falleció mi madre. También estaba uno de los testamentos, el penúltimo testamento que habían hecho los dos. Y es de estos testamentos de los que voy a hablar ahora. 

En ellos se podía leer lo siguiente:

‘De los tres hijos que éramos, a mi hermano menor y a mi nos habían dejado la legitima estricta y a mi hermano mayor, el sacerdote numerario del Opus Dei, lo habían declarado, heredero universal. De subsidiario o sustituyente, aparecía el  Opus Dei’.

En los siguientes testamentos ya no aparecía la Obra de Dios, sino que lo hacia, la fundación EDYDE. Ya por lo visto habían aprendido que con las fundaciones  pagarían menos impuestos.

Observé la firma de mi madre de aquel penúltimo testamento.

Era una firma perfecta y clara. Con la misma escritura caligráfica con la que escribían las antiguas maestras de escuela estaba firmado aquel testamento. Firmaba como siempre lo hacia, con su nombre y primer apellido: Fuensanta Martínez.

Pensando, probablemente, que nadie los descubriría falsificaron la firma de mi madre sin tener en cuenta que por esas fechas ella ya estaba prácticamente ciega. Mi madre, con una degeneración macular asociada a la edad, hacia ya bastante tiempo que no podía leer y firmaba con un simple garabato.

‘Mire’, le dije al notario, mire la firma del carnet de identidad de mi madre. Estaba hecho por las mismas fechas que las del testamento. El notario cogió el carnet de identidad y comparó la firma con la del protocolo. ‘Pues si’ , dijo el,  ‘estas firmas no se parecen en nada’. Los dos testigos se miraron entre si.

Cuando me iba, y ya despidiéndome en la puerta me dijo. ‘Por favor manténgame informado de como va todo. ¡El Opus Dei hace un proselitismo feroz!’.

‘Y ahora con los protocolos que usted tiene, pues muchísimo más’, pensé  yo. 

Hace apenas un año, volví a llamarlo. Solo había un empleado en la notaria que estaba terminando de recogerlo todo. El notario se había marchado de Murcia a un lugar más tranquilo, me dijo el asistente. La notaria la habían cerrado sin que la volviese a ocupar nadie.

Los protocolos notariales habían pasado al colegio de notarios.

En la querella presentada contra mi hermano (sacerdote numerario del Opus Dei) por la muerte de mi padre, también denuncié al notario por las falsificaciones.

A la jueza que me tomaba declaración le mostré el certificado de la Clínica  oftalmológica de Barcelona, clínica que personalmente había buscado yo cuando todavía no me habían quitado de en medio. Allí mi madre fue tratada de su degeneración macular y fue en esa época en la que se firmó el testamento.

La jueza comprobó que mi madre no podía haber firmado ni ese testamento ni ningún otro tipo de documento.

Al final, la denuncia al notario fue archivada porque por el tiempo en el que se realizó la falsificación, el delito ya había prescrito.

Después de ver aquellos testamentos falsificados salí a la calle: cabizbaja y pensativa recorrí las calles de Murcia, y entonces lo vi claro.

Pero si uno de ellos hubiera muerto antes que el otro, ¿El que hubiera quedado vivo se habría dado cuenta de que aquellos testamentos no los habían hecho ellos, no?

Aquellos testamentos habían sido falsificados por el mismo tiempo en el que mi madre enfermó de cáncer de pulmón. Duró con el proceso tres años.

Nadie se enteró que lo tenia, incluidos ella y mi padre.

Tres años después de morir e investigando en su historial médico encontré que el tumor le había sido diagnosticado en estados muy iniciales casi tres años antes de que muriera.

El diagnóstico se lo había hecho un especialista de pulmón.

Fui entonces a visitarlo y me contó que después de diagnosticarla y antes de explicarle lo que tenia dejó de ir a la consulta. Vino, cuando ya estaba en estado terminal y seis meses antes de morir, me dijo. Invadida por las metástasis la volvió a ver dos años y medio después cuando ya no tenia ni tratamiento, ni solución.

Preguntándole a mi padre porque no habían vuelto con el especialista la primera vez que la vio, me dijo, que una de las doctoras que le llevaba la revisión de un antiguo problema de sangre era la que se encargaba de llevar sus revisiones del pulmón.

Esta doctora era otra miembro supernumeraria del Opus Dei.

Mi hermano, el sacerdote numerario del Opus Dei confesó después a alguien, que el era el único que sabia que su madre tenia cáncer. Y así fue como la dejaron morir  asfixiándose por las calles y sin prestarle la más mínima atención. Murió un día en tan extrañas circunstancias como posteriormente lo haría mi padre.

Su muerte merece un capitulo especial.

Nunca le dije a mi padre nada de lo que había descubierto en la historias médicas de mi madre, nunca se lo dije porque habría muerto de dolor.

Dos años después, harían lo mismo con el.

Quiero acabar este capitulo con una reflexión.

Yo siempre me había preguntado porque el Opus Dei tenia tanto interés en controlar a jueces, fiscales, notarios, abogados, políticos, banqueros. etc. pero a médicos, no lo llegaba totalmente a comprender. Ahora ya lo entiendo, lo entiendo perfectamente.

A la doctora, miembro supernumeraria del Opus Dei la denuncié también en la misma querella que denuncié la muerte de mi padre, en la misma que denuncié al notario del Opus Dei y a otros más.

La denuncia al notario se archivó por  prescripción del delito, la de mi madre ni se tocó.

¡Un día, cualquier día, resucitará!

PD Lucia, aquí tienes una de las posibles respuestas a tu pregunta.

Ya estamos en de Septiembre y el 24 de este mes la Audiencia Provincial de Murcia dictará sentencia sobre el caso de mi padre. El último juez que llegó al juzgado de instrucción número 2 de Murcia le dio el CARPETAZO al caso. Le dio el carpetazo a la investigación que se llevaba realizando por más de tres años.

Archivó el caso después que desconvocaran la declaración de uno de nuestros principales testigos, el prestigioso forense sevillano Dr. Frontela.

El Dr. Frontela iba a desenmascarar a los forenses de Murcia que habían engañado a la jueza Mirian Marín no solo no tomando las muestras ordenadas del cadáver exhumado de mi padre ,  sino también cuando los citó a declarar.

Sin cárcel ni fianza

También se suspendió la petición de cárcel sin fianza para el investigado e igualmente , sin ninguna argumentación. Así mismo se dejaron sin ejecutar diligencias importantes ordenadas  tales como  la petición al Instituto Nacional de Toxicología forense de Madrid para que explicaran claramente el informe toxicológico emitido.

El auto de ordenación no se llevó a cabo, no se ejecutó porque hubiera dejado al descubierto las patrañas de los forenses de Murcia para salvarle el pellejo al cura del Opus Dei. Tampoco se completó la diligencia ordenada al  061/112 para que  le enviaran un informe con todas las visitas realizadas a mi padre en los tres últimos años de su vida. El caso se archivó sin que se llevaran a cabo estas y otras diligencias importantes. Así se vulneraron todos todos nuestros derechos a tener una tutela judicial efectiva. 

Esto será otra cosa, pero JUSTICIA ¡NO!

Ahora y años después vuelvo al comienzo de mi relato, a mi primer capítulo, a mi primer escrito en el que relaté mi declaración ante la jueza Raquel Flores. 

Ahora puedo añadir detalles que conservé para este momento y que entonces no conté.

Ante una de las preguntas que me hizo  la jueza saqué aquel documento y se lo mostré.

Era el informe de los avisos realizados por el 061 a mi padre en los tres últimos años. Lo había solicitado yo días antes apelando a mis derechos como hija. Con aquel certificado demostraba que el médico que certificó la muerte de mi padre  y al que ya le habían tomado declaración, era simplemente un presunto cómplice de mi hermano el investigado y que nunca antes había asistido a mi padre vivo como el declaró.

La jueza cogió el certificado. Rápida en reflejos se dio cuenta inmediatamente que no estaba registrada la visita del Dr.  G . F, médico de la UME 14 unidad que había sido enviada a través mío el día 15, dos días antes de la muerte de mi padre. 

El aviso no estaba, ni el aviso, ni la historia médica.

En los archivos del 061 no quedaba rastro de esta visita.

¿Lo habían borrado del sistema?

Probablemente si, y probablemente con ayuda de los informáticos que tienen.

Aquella mañana del  día 15 de Mayo del 2015 solicité al 061 que enviasen una unidad para ver a mi padre. Hablé con una de las médicos directivos de los tres que estaban de guardia.

Le dije la noticia de la muerte que mi hermano el investigado el sacerdote numerario del Opus Dei le había dado a mi padre. Al decirle esto me dijo en voz baja, ‘¡Calla!’ 

Allí en el equipo de los tres había un miembro supernumerario del Opus Dei.   

Yo ya lo sabia, porque un tiempo antes había sido directiva yo también.

Aquella historia médica encontrada por mi en la casa de mi padre los delató.

Si yo no la hubiera cogido antes de que se la llevara mi hermano, no habría quedado ni rastro de la visita del Dr.  G F. Este doctor declaró que el investigado lo llamó por teléfono para preguntar que hacían allí. Sin embargo el propio investigado lo dejó por embustero y fue el que declaró que fue a la casa, que los encontró allí con mi padre, sacándole sangre y tomándole la tensión. Fue entonces cuando les preguntó que hacían allí, a lo que el Dr. F respondió que los había mandado el 112.

El Dr. F no solo mintió en eso tampoco dijo que el investigado lo echó de la casa como otro testigo declaró. Esto lo debió de comunicar al centro directivo y probablemente le dirían que no escribiese nada, que todo se taparía eliminando el aviso. No se esperaban que yo encontraría la historia médica y lo llamarían a declarar.

El Dr. F también dijo a la jueza que no había carpeta alguna de Paliativos y que mi padre ya no llevaba  la medicación del corazón como dejó constancia en la historia médica. El Dr. F abandonó a mi padre con sus piernas trombosadas sin prestarle la más mínima ayuda como dejo claro en la apelación al archivo. De la misma forma lo hicieron la médica de cabecera, (a la que mi padre visito varias veces), el médico fantasma de paliativos y lógicamente el último oncólogo del Hospital Morales Meseguer que lo remató dándole una sobredosis de quimioterapia que mi propio padre se auto inyectaba en las piernas. El investigado y como maniobra de despiste presentó a seis médicos coordinadores del 061 que se prestaron a declarar como falsos testigos.

Como la jueza que nos tomó declaración se dio cuenta de la maniobra no solo los llamó a declarar sino que pidió al 061/112 el listado de todas las visitas realzadas a mi padre en los tres últimos años. Esta diligencia numerada con el 9 nunca se llegó a ejecutar. El juez último lo impidió al archivar el caso.

En la apelación a la Audiencia solicitamos se completase dicha diligencia ordenada por la jueza Mirian Marín. Nueve médicos coordinadores del 061, es decir más de la mitad de los que hay en la plantilla participaron en los hechos como actores y falsos testigos.

Yo trabajé allí y solo siento vergüenza e indignación por ver lo que son capaces de hacer unos mal llamados profesionales de la medicina por salvarle el pellejo al  cura del Opus Dei.

Los Médicos del 112, la médico de cabecera, los oncólogos, el médico fantasma de paliativos, el enfermero que estuvo el Domingo por la mañana y que nadie investigó quien era, el hombre de la organización, los forenses, el Instituto Nacional de Toxicología forense de Madrid, todos ellos  dejaron sus huellas  aquel Domingo 17 de Mayo del 2015 día de la muerte de mi padre.

La chica que servía en la casa, hija de la supernumeraria del Opus Dei, M.C  declaró ante la jueza Raquel Flores que fue ella fue quien cortó la llamada   cuando aquel Domingo a las nueve menos cinco de la mañana estaba yo hablando con mi padre.

Despegó la clavija cuando mi padre iba a pedirme auxilio.

Ellos habían oído la conversación que había tenido yo con el del día anterior, sábado por la noche.

El Domingo iba a decirle la hora en la que llegaba a España cuando cortaron el teléfono. Una hora después lo volvieron a enchufar y lo cogió la madre. Ya sabían  lo que yo iba hacer. ¡Así que tenían que correr!

En su declaración la hija de la supernumeraria del Opus Dei dijo el nombre de una de las personas que conocía lo que en secreto yo le había dicho a mi padre.

‘No digas nada, no hagas ningún comentario de mi visita. Confírmamelo con tu silencio’.

Y con su silencio me lo confirmó.

Esa persona era una de las que el Domingo debía de estar allí.

El 22 de Mayo del 2018, año y medio después de que declaráramos  tanto yo como  el resto de los testigos lo hizo el investigado. Emplearon todas las argucias legales para que fuera el último. Así era la forma en la que podía enterarse de todo los que habíamos declarado todos.

En mi argumentación en la apelación al archivo resalté este hecho.

Como antecedentes puse el ejemplo de lo que el  juez que instruyó el caso Asunta dijo a un periodista en referencia al padre de la niña asesinada. Este juez dijo en la entrevista,  que lo que más le llamó la atención del padre de la niña fue que no hubiera manera de que declarara. Que fue el último y que estuvo esperando a que lo hiciesen todos  los testigos. Eso fue lo que más le hizo sospechar de que el era culpable. Exactamente igual a lo que hizo el investigado F. H señalé yo en la apelación.

Después de su declaración y con la jueza sustituta puesta AD HOC por el presidente del TSJ de Murcia, pidieron tanto el como el fiscal que se archivara el  caso. Lo hicieron a pesar de que quedaba todavía un testigo nuestro por declarar, el Dr. Frontela.

Como denunciamos tanto a la jueza como al fiscal fue el nuevo juez que llegó al juzgado número 2 (juez progresista de jueces para la democracia) el que le dio el carpetazo al caso.

En estos juzgados de Murcia se han vulnerado todos nuestros derechos!

No hemos tenido ni una justicia justa ni efectiva como está ordenado en la Constitución Española. Este es un derecho que tenemos todos los ciudadanos y aún más cuando lo que se está investigando es la muerte de una persona.

Sin esto, sin una justicia justa e imparcial estamos perdidos.

Por último señalaré todas las denuncias adjuntas que hice junto al homicidio de mi padre archivadas y no archivadas.

Denuncié la falsificación de mi firma por el investigado en el IMAS (Instituto Murciano de Acción Social). Los documentos fueron compulsados por una funcionaria conocida por sus compañeros como miembro del Opus Dei.

Cuenta en el Santander

Denuncié también la apertura de una cuenta en el BANCO SANTANDER y que solo veían y ven los directivos del banco. La denuncia la expliqué con todo lujo de detalles a la jueza Raquel Flores que me tomó declaración. Le mostré el documento que acreditaba la apertura de esa cuenta y que demostraba que tenían todos mis datos.

Esta cuenta de la que no quisieron enseñadme ni los movimientos ni cerrarla, la habían abierto hacia veinte años. Para quitarme de encima y viendo que no me iba me entregaron ese documento que presenté en el juzgado. Nadie, ningún empleado podía ni puede ver esa cuenta, excepto los directivos.

Un amigo, empleado de otro banco, me lo explicó. Hay cuentas generalmente millonarias que se nos ocultan a los empleados y no las controla nadie ni siquiera hacienda.

‘¿Entonces?’ le pregunté yo.

‘Probablemente serás una de las muchas mujeres y hombres de paja que puedan estar siendo utilizados/as para desviar fondos’ .   

La cuenta abierta veinte años antes había sido incluso renovada con mis propios  documentos en el 2015. Pero. ¿Cuántos habremos en esta situación? ¿Cuántos seremos personas de paja, accionistas de paja o lo que sea? ¿Quiénes están detrás de todo esto? ¿Se lo pueden imaginar, verdad?  

La joven jueza que escuchaba la declaración había quedado tan absorta con lo que yo decía que se le fue la funcionaria que escribía y ni se dio cuenta. Estoy completamente segura que nunca olvidará mi declaración.

Tampoco se investigó aquel sobre abierto y devuelto por correos.

En el estaba mi pasaporte y mi firma compulsados. Se lo envié a mi padre en carta certificada para que realizase unas diligencias. Me lo devolvieron abierto y como no recogido. El investigado dejó una copia de los documentos que iban dentro en el IMAS como me mostraron los empleados del Instituto. Ellos mismos comprobaron también la falsificación de mi firma.

Igualmente se archivó la denuncia de estafa y saqueo de las cuentas bancarias de mis padres. La jueza lo argumentó diciendo que éste le había dado un poder notarial general al investigado, poder presentado por el en el juzgado.    

La jueza no comprobó si la firma del poder había sido falsificada.

El poder se había realizado con el mismo notario con el que se habían falsificado  los testamentos. Por esto es por lo que mi padre siempre me decía que mi hermano tenía un poder.

Y esto era  también por lo que siempre tenia en la boca:

‘¡Menudo falsificador!’

‘¡Menuda escuela tiene!’

La denuncia del IMAS, la estafa, la falsificación de los testamentos entre otras se archivaron sin investigar. La muerte de mi madre, la cuenta abierta en el Santander, lo de correos y otras más se dejaron sin archivar pero sin investigar. Los jueces se debieron de olvidar de que en el número 408 del código penal se dice que es un delito el no perseguir delitos.

Mi padre, la víctima

Terminaré este escrito con unas palabras sobre mi padre, la víctima.

Se llamaba Juan Hurtado Sánchez y era natural de una pedanía de Mula llamada La Puebla de Mula. Había sido jefe de personal de la famosa empresa de conservas ‘La Molinera’ en Molina de Segura (Murcia, España) y aunque trabajó toda su vida en ella su  dos grandes pasiones eran  volar y la medicina.

Por la primera se hizo piloto, por la segunda aprendió todo lo que en enfermería alguien puede aprender. Después me lo enseñaría a mi.

Y además y lo que pocos conocen de él es que tocaba perfectamente el órgano y el clarinete.

Era además un gran técnico que construyó el mismo la primera radio que tuvimos en mi casa. Manejaba la fotografía como nadie y en los últimos años de  su vida aprendió la informática que controlaba con todos los ordenadores que tenía por su casa. 

A veces de genio explosivo, a veces un sensiblón como lo llamaba mi madre. Un sensiblón que lloraba con las películas románticas y que no comió ni durmió en varios días cuando tuvimos que sacrificar a nuestro perro. Y sobre todo y ante todo, una buena persona.

Falleció el día 17 de Mayo del 2015 día de la Ascensión del Señor y Aniversario de la beatificación de Escrivá de Balaguer. Antes de morir y de pie, mi hermano el investigado le dio la comunión como el mismo declaró. Después comenzó a rezar mientras todos lo miraban.

La ceremonia de la muerte de Escrivá (Prueba admitida por el juzgado) la leerían en voz alta.

Y una vez más vuelvo a poner la parte principal del documento tal como se muestra en la apelación al archivo que ahora está en la Audiencia Provincial de Murcia. Como pueden ver en el OPUS DEI se llevan a cabo ceremonias de la muerte con sus propios miembros, secretas y no conocidas por la mayoría de ellos. Realizan un ritual establecido por Escrivá de Balaguer y en el que al acabar el médico sale a buscar una  inyección.

Han venido a decirnos que es la hora, y llega unsacerdote de Casa para atendernos. ¡Qué consueloabrir una vez más el alma a un hermano tuyo —yo aun hijo mío— con quien has sido siempre sincero! Hacemosuna confesión clara, entrecortada y breve. Concaridad sacerdotal nos van ayudando, para prepararnosmejor al abrazo de Dios: ¿y esto?, ¿y esto?, ¿y esto?—Sí, sí, también. Luego nos imponen una pequeña penitencia: di conmigo: Ave María Purísima, sin pecadoconcebida. A continuación, nos imparten la indulgencia plenaria in articulo mortis.EL MÉDICO DICE QUE NOS VAMOS, Y SALE A BUSCAR UNA INYECCIÓN... Tus hermanos vienen desde el oratorio, donde están rezando, con velas. Han llegado desde el Centro donde se guardan los Santos Óleos, para que nos administren la Extremaunción. Y recibimos también el Viático. ¡Qué alegría!

Este documento fue enviado además de al Papa Francisco, al Presidente de la conferencia episcopal española D. R. Blázquez y a la Fiscalía General del Estado Español. 

Nunca podrán decir que no se enteraron.

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