Josep Miquel Bausset Ocho prioridades para la Diócesis

Josep Miquel Bausset
Josep Miquel Bausset

Los cristianos valencianos, a diferencia de los cristianos chinos, de los árabes, de los filipinos o de los latinoamericanos que viven en el País Valenciano, no podemos celebrar nuestra fe en nuestra lengua

Igual que en la película “Ocho apellidos vascos”, en la web del Arzobispado de València del pasado 8 de marzo, el arzobispo  Cañizares exponía en su carta pastoral, las “ocho prioridades para la Diócesis”. Y es que en el marco del jubileo con motivo del VI centenario de la muerte de San Vicent Ferrer, el arzobispo proponía una serie de medidas para ayudar a revitalizar y a reevangelizar la Iglesia Valenciana. Las ocho propuestas son: “Una gran misión, adoración eucarística, evangelizar con las familias, vicariatos en la Amazonía peruana, una Iglesia presente en el mundo, reencuentro sacerdotal, una Iglesia joven” y finalmente, “educación y pastoral educativa”. Estas propuestas del arzobispo Cañizares son importantes, para que la diócesis de València, enraizada en el Evangelio, anuncie y testimonie la Buena Nueva del Reino a la sociedad valenciana.

Lo que pasa es que estas “prioridades”, dirigidas a la Iglesia Valenciana, se podrían aplicar igualmente, tanto a la Iglesia de Burgos como a la de Almería. Es muy triste que en las “Ocho prioridades” no encontremos ninguna mención (ni ninguna referencia) a la lengua y a la cultura de los valencianos. Y eso en la etapa final del VI centenario de la muerte de San Vicent, que estamos celebrando. Que el arzobispo quiera hacer una gran misión y evangelizar con las familias, para hacer presente la Iglesia en la sociedad valenciana y que no tenga ninguna sensibilidad por la lengua de nuestro Pueblo, es incomprensible. Alguien puede pensar que esto es una nimiedad. Pero debería tener en cuenta qué pasaría en Madrid si las celebraciones litúrgicas no fuesen en castellano. Si el castellano en Madrid, o en Toledo, o en León, estuviese prohibido.  

Las lenguas de los pueblos, arrinconadas 

El arzobispo de València, Antonio Cañizares, decía en la homilía de la misa que presidió en la catedral valenciana con motivo de la fiesta del 9 de Octubre de 2018: “La fe cristiana no se ha opuesto al cultivo de los valores culturales de nuestro pueblo”.

Es verdad que la fe no se ha de oponer a las culturas de los pueblos, sobre todo a la lengua. Y por eso después del Vaticano II, las lenguas vernáculas han pasado a formar parte de la liturgia de la Iglesia. Pero también hay que tener en cuenta que muchas veces las lenguas de los pueblos han sido arrinconadas, como en la “conquista” de América, donde los indígenas fueron castellanizados y la religión impuso en aquellas tierras la lengua castellana.

En el País Valenciano, a excepción de la diócesis de Tortosa donde nuestra lengua se utiliza con normalidad en la Iglesia, las otras tres diócesis (València, Sogorb-Castelló y Oriola-Alacant) continúan, después de más de cincuenta años del Concilio (que pedía la utilización de las lenguas vernáculas) excluyendo el valenciano de la Iglesia.

El ejemplo gallego

En pleno siglo XXI, los cristianos valencianos todavía no podemos celebrar nuestra fe en valenciano, ya que nos vemos obligados a dejar nuestra lengua a las puertas de los templos. Y eso que el Plan Diocesano de Pastoral, aprobado en la catedral de València en octubre de 2016, en el número 107, pedía “fomentar l uso del valenciano en la liturgia, como cauce de evangelización enraizado en nuestra cultura, promoviendo la edición de los libros litúrgicos en valenciano”.

Hace un año el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio, expresaba su reconocimiento por el gallego, y decía: “El gallego es una lengua que se ama y se utiliza con normalidad” (Religión Digital, 4 de febrero de 2018). El obispo Barrio reconocía la importancia de esta lengua en la liturgia y en la catequesis, en la Iglesia de Galicia.

Qué diferencia tan grande entre la jerarquía gallega y la del País Valenciano, que es capaz de celebrar la misa en latín, en chino o en filipino (y evidentemente en castellano) pero no en valenciano. Y es que de una parte del mundo a la otra, la Iglesia valora, acoge y utiliza las lenguas de las comunidades cristianas que sirve. En todo el mundo, menos en el País Valenciano.

No excluir ninguna lengua... tampoco el valenciano

Hace un año, los medios de comunicación de València informaban que la comunidad china católica de València (una de las más numerosas en España), con 500 fieles, se reunía para celebrar la fe en la parroquia de San Valero, en el barrio valenciano de Russafa y también en la de Santa Ana, en Mestalla. Es tan importante esta comunidad cristiana de origen chino, que incluso tienen un asistente religioso nombrado por el arzobispo de València. Este presbítero que sirve a estas dos comunidades cristianas, declaraba a Religión Digital, el 12 de junio de 2017, que tenía como objetivo “guardar nuestra identidad, pero también la apertura e integración de los fieles chinos en la vida parroquial y en la Iglesia local”. También la comunidad cristiana de lengua árabe celebra la fe en la iglesia de San Pablo de Benimaclet.

Es muy hermoso que, siguiendo el espíritu de Pentecostés, las comunidades cristianas puedan expresarse en sus lenguas. Pero en todas. Sin excluir ninguna de ellas. Y aquí tenemos la cuestión sobre el valenciano en  la Iglesia, una situación inédita en cualquier cultura a excepción de la de los valencianos,  que nuestros obispos continúan aparcando o congelando. Así los cristianos valencianos, a diferencia de los cristianos chinos, de los árabes, de los filipinos o de los latinoamericanos que viven en el País Valenciano, no podemos celebrar nuestra fe en nuestra lengua.

Si en Galicia se utiliza con toda naturalidad el gallego en la Iglesia, como también se utiliza el vasco en Euskadi y en Navarra, el castellano en las diócesis con esta lengua y el catalán en las diócesis con sede en Cataluña y en las Baleares, ¿porqué el valenciano, que entra en los templos del norte de nuestro País, pertenecientes a la diócesis de Tortosa, no puede entrar en las iglesias y en las ermitas de València, de Alacant o de Borriana? 

Cuando el año 1960, el ministro franquista Manuel Fraga quiso vender las maravillas del turismo español en Europa, se inventó el eslogan: “Spain is different”. Al paso que vamos, los obispos valencianos, por la animadversión que tienen a nuestra lengua, también pondrán en práctica un eslogan infame: El País Valenciano “es diferente”. O no tanto, ya que renunciando a nuestra lengua y marginándola por completo, como está haciendo la jerarquía valenciana, los obispos valencianos están asimilando el País Valenciano “a los usos y costumbres de Castilla”. 

Volver arriba