"El catolicismo, principio superior a todas las divisiones y cortes" Manuel Mandianes: "Dios no tiene partido"

¿Existe un "voto católico"?
¿Existe un "voto católico"?

"Para el ser cristiano es indiferente la condición y situación social y humana en que se encuentre porque el cristiano está libre de toda atadura"

La vocación cristiana es un movimiento inmanente, una zona indiscernible entre inmanencia y trascendencia, entre este mundo y el futuro, una tensión en si misma por medio de la fórmula como no, hos me: los llorantes como no llorantes. La condición fáctica se pone en relación consigo misma.  Es hacer “uso de”, kresis, de tu condición de socialista, de comunista, de conservador, de judío, d esclavo. No poseer ninguna de las condiciones sino hacer uso de la que se tiene, no hacer nunca de ella una propiedad, un dominium sino conformarse con el usum.

La vocación cristiana es una potencia genérica de la que se usa sin llegar a ser nunca titular de ella. El “hombre nuevo” es el que hace uso cristiano de su vieja vocación que no es sustituida por otra sino que permanece abierta a su verdadero uso. Ser cristiano es como “la expropiación de toda propiedad jurídico-fáctica”, dice Agamben.

“Cada cual camine conforme le ha asignado en suerte el Señor, como le ha llamado Dios… ¿Que fue uno llamado como circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Qué fue llamado como incircunciso? No se circuncide”. [Que fue llamado siendo del PP, del PSOE, de Podemos, de Vox] “Que siga cada cual en la llamada en la que fue llamado” (1 Cor 7, 17-22).

La llamada atendida, klesis, transforma y cambia íntimamente la condición humana al ponerla en relación con el acontecimiento cristiano. La llamada, klesis, de Cristo pone a cada unidad en tensión consigo misma sin procurarle una identidad posterior: judío como no judío, griego como no griego, español como no español, labriego como no labriego, ingeniero como no ingeniero. El que recibe la llamada está muerto para el mundo (Rom. 6, 6) para resucitar a una nueva vida (Rom 8, 11). “La circuncisión es nada y el prepucio es nada”.

La llamada es una nulificación; lo que hacía de alguien un judío, un esclavo, un libre, un socialista, un conservador, un de izquierdas, ese algo que los hace diferentes, sigue siendo lo que es, pero queda anulado por la vocación. Ser cristiano puede unirse a cualquier condición. Que los que tienen mujer vivan como no teniéndola y los que lloran como no llorando y los que están alegres como no estándolo, los que compran como no poseyendo y los que disfrutan del mundo como no usando de él” (1 Cor 7, 29-32).

Diversidad del Pueblo de Dios
Diversidad del Pueblo de Dios

La vocación es como una urgencia que urge desde el interior. La pérdida total del hombre coincide con su rescate integral, así como la liberación del proletariado coincide con su auto supresión. Para su ser cristiano es indiferente la condición y situación social y humana en que se encuentre porque el cristiano está libre de toda atadura. El libre en cuanto cristiano es esclavo de Dios, de Cristo. “La vocación mesiánica [cristiana] es la revocación de toda vocación “, escribe Agamben. “Las relaciones con respecto al mundo, la profesión y lo que cada uno es no determina en modo alguno la facticidad del cristiano”, escribió Heidegger.

Este es el profundo significado del catolicismo, universalismo que se distingue del moderno universalismo o globalización en que el catolicismo de Pablo no elimina las diferencia sino es como una especie de benevolencia o indiferencia con todas las diferencias.  Un universalismo que hace inoperantes las diferencias sin hacer un único último.

El universalismo cristiano, catolicismo, es un principio superior a todas las divisiones y cortes. A mucha gente le cuesta creer esto porque su dios es un dios de partido, un dios de derechas o de centro, pero Dios no tiene partido. W. Bénjamin piensa: Lo que dice Marx de la sociedad sin clases es la secularización del universalismo cristiano según San Pablo. La sociedad sin clases representa la disolución de todos los ordenes y de la emergencia de la fractura entre el individuo y su condición social así como la vocación cristiana significa el vaciamiento, la nulificación de todas las divisiones jurídico-fácticas. Los muros se han derrumbado, ya no hay más divisiones entre los hombres.

El resto, lo cristiano de los cristianos, es algo que supera por si mismo todas las diferencias, que escinde la partición binaria judío/no-judio, progresista/conservador. “Me hizo con los judío como judíos, para ganar a los judíos; con los que están bajo  ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están bajo ley; con los que están sin ley , como quien está sin ley, no estando sin ley de Dios, sino con la ley de Cristo, para ganar a los que están sin ley; me hice con los débiles débil, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para de todos modos salvar a algunos de Cristo” (1 Cor 9, 20-22).

En resumen, como sin ley, no sin ley de Dios, sino en la ley de Cristo. El hombre, el cristiano es ese resto. El resto no es una parte del todo o de una parte sino la imposibilidad para el todo y la parte de coincidir consigo mismo o entre ellos, lo que impide a las divisiones ser exhaustivas, un excedente de la parte respecto al todo y del todo respecto a la parte.

Es desde esta perspectiva que San Pablo habla de la ley que, en la medida que separa y divide, la venida del Redentor la deja sin sentido. Pero también desde este punto de vista, el Mesías es un conflicto con la ley y del hombre consigo mismo. Hago lo que no quiero y lo que quiero no lo hago, carne/espíritu, sarx/pneuma (Rom7, 23). La separación, aphorismos, del que habla Pablo no supone una nueva división sino la división de la división que ha sido superada.

Cuando Pablo habla de carne, sarx, se refiere “al hombre, que falto de la gracia por la ausencia del Espíritu Santo, ha caído en el pecado y en a ira de Dios” concepto puramente religioso y no filosófico, piensa K. Rahner. A veces el otro es opaco para el yo, como yo para el otro. A veces solo detecto al otro en forma de agujero negro, como un antagonista fundamental, como un problema que no se cómo abordar porque lo miro solo a través de sus defectos. Lo mismo que puede pasarse a él conmigo. Peor y más difícil es aún cuando la persona se ve a sí mismo como algo inaccesible.

“Toda la discordia y todo error proceden de que los hombres buscan lo común en ellos mismos, en lugar de buscarlo en las cosas que están detrás”, dijo Rilke. Leiniz escribió: Todo lo que es posible tiene la exigencia de existir pero lo valido es no de posse ad ese sino de ese ad posse. Creerse lo que uno no es es la esencia del animal que no tiene esencia y del nihilismo total y ontológico. La venida del Mesías supone que todas las cosas existentes están sometidas al cómo no, ho me, llamadas y revocadas en el mismo gesto. La creación entera esta sometida a la caducidad, mateiotes, por eso gime en espera de la redención (Rom 8, 20-22).

La venida del Mesías nulifica principalmente al sujeto: “No soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20). El que se mantiene fiel a lo que se pierde no puede crecer en identidad alguna. La Iglesia, Ekklesia, es la comunidad, el conjunto de los llamados. La vocación mesiánica no tiene ningún contenido especifico, es la asunción de las mismas condiciones fácticas jurídicas en las cuales se es llamado. El resto cristiano es lo que une a todos por encima de todas las divisiones, profesiones, identidades y a uno mismo por encima de todas sus contradicciones.

Uno en Jesucristo
Uno en Jesucristo

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