Bien por Algora, el obispo social

La dignidad de la persona humana es un sacrosanto principio de la doctrina católica, que la Iglesia debe defender en todo tiempo y lugar. Por eso, en España, los obispos suelen poner el grito en el cielo (y con razón), cuando este principio sacro es atacado por leyes civiles que atentan contra la vida no nacida. En cambio, apenas se oye esa misma defensa, cuando lo que atacan las leyes es la vida nacida, la dignidad humana social de los trabajadores. De ahí que el "grito" del obispo de Ciudad Real, Antonio Algora, haya llamado tanto la atención.

Monseñor Algora hizo lo que debía: condenar una reforma laboral que atenta contra los débiles, contra la Doctrina social de la Iglesia y, por lo tanto, contra la dignidad de los trabajadores. Así de simple y sencillo. Pero, en medio de una jerarquía tan alineada con las tesis políticas y los favores de la "derecha", la pastoral del prelado manchego es casi revolucionaria.

Y no lo es, como digo, en sus contenidos, pero sí en el gesto. Porque Algora ha sido el único prelado que se ha atrevido a decir alto y claro lo que otros piensan. El único que se ha atrevido a desafiar la línea marcada por el Cardenal, desde Madrid, al prohibir que ni siquiera se leyese en las parroquias madrileñas el comunicado de la HOAC y de la JOC sobre el mismo tema. UN comunicado igual de ecuánime y basado en la DSI como la pastoral del titular de Ciudad Real.

Y es que a Algora le duele lo social. Es de los pocos obispos "sociales" que quedan, junto con el llamado "clan de Aragón", nacido a la sombra de Elías Yanes. Procedente de las Hermandades del Trabajo, siempre estuvo muy cercano a los movimientos especializados de la Iglesia (HOAC y JOC). Y eso se nota. Y por eso no pudo agunantar más y estalló con una pastoral que no sentará nada bien en Madrid ni en Añastro. Fundamentalmente, porque deja en evidencia a la Conferencia episcopal (incapaz de pronunciarse al respecto) y especialmente a su presidente, el cardenal Rouco.

Pero ni siquiera el todopoderoso cardenal de Madrid consiguió imponer su estrategia a toda la Iglesia española. Primero se le rebelaron los movimientos especializados de Acción Católica. Y después, varios obispos que permitieron a sus delegaciones de pastoral obrera salir a la palestra, para denunciar la reforma laboral del PP.
Desde obispos tan conservadores como Asenjo, el arzobispo de Sevilla, a otros más moderados, como el cardenal Sistach, arzobispo de Barcelona.

Y, ahora, Algora le da la puntilla. Y es que no valen estrategias ni prudencias ni silencios cómplices, cuando está en juego el sacrosanto principio de la dignidad de la persona humana. Enhorabuena, a monseñor Algora. Por su valentía personal y por lo que su gesto significa. Tanto ad intra como ad extra.

José Manuel Vidal
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