Marx-Fidel y Cristo-Papa

Dos iconos frente a frente. Dos símbolos vivos, dos encarnaciones de dos judíos universales, que, cada cual a su manera, cambiaron la Historia: Jesús de Nazaret y Carlos Marx. La Historia grande, la que se escribe con mayúsculas. Dos ancianos venerables. De vuelta de casi todo, pero firmes en sus credos respectivos: Benedicto XVI y Fidel Castro. Aunque Dicen que Fidel empieza a dudar y hasta estaría pensando en regresar a la fe de su sabio huésped. O eso dicen algunos. Dos mitos todavía vivos. Dos personajes que han hecho, hacen y harán historia también. Marxismo contra cristianismo. O, como dice Frey Betto, dos formas de plasmar en la sociedad la doctrina revolucionaria del Nazareno. Porque, como suele decirse, Cristo fue el primer comunista...del amor.

Un encuentro de dos buscadores de la Verdad. Dicen las agencias que Fidel le hizo preguntas al Papa. De todo tipo. Media hora de conversación da para mucho. Por ejemplo, "¿qué hace un Papa?". "Servir a la Iglesia", le replicó Benedicto. O preguntas sobre los procesos de canonización de sus "amigos", Juan Pablo II y Madre Teresa de Calcuta. Pero la mayoría de la conversación (según contó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi) giró sobre el presente y el futuro del mundo. Porque ésa es la gran preocupación actual del líder cubano, que se dedica a reflexionar sobre ello. Temas esenciales y preguntas esenciales. A estas alturas, ninguno de los dos está para andarse por las ramas. De hecho, a Benedicto XVI le llaman el Papa de lo esencial.

En cualquier caso, Fidel ha conseguido colocarse en el centro del escenario mediático, a pesar de estar retirado. Su manejo del marketing ha sido, una vez más, proverbial. Desde hace más de un año, que se anunció oficialmente el viaje del Papa a Cuba, comenzó a hablarse de la posibilidad de que se celebrase el encuentro con Fidel. Y el misterio se mantuvo hasta el final, hasta el momento mismo de la foto. Una foto que, como la anterior con Juan Pablo II, pasará a la historia.

De hecho, este periplo de Benedicto XVI por México y Cuba se recordará por dos fotos. La del sombrero charro en México, una etapa de su viaje que pasó con más pena (la sombra de Maciel es alargada) que gloria. Y la del encuentro con Fidel, el broche de oro a una segunda parte del viaje repleta de gloria. Cuba seduce. Es como un imán y tuvo la capacidad de transformar la visita de un Papa anciano (y sin el carisma arrollador de su predecesor) en un éxito.

En Cuba se volvieron a encontrar (seguramente por última vez), las dos máximas encarnaciones de dos formas de entender la vida y de organizar la sociedad. Fidel, el emblema de un marxismo en retirada, tras intentar la igualdad sin libertad. Y Benedicto XVI, el representante de un catolicismo que prima la libertad sin olvidar la fraternidad y que ofrece el humanismo cristiano como tercera vía entre el capitalismo salvaje y el marxismo fracasado.

El futuro del mundo que gravita sobre los hombros de dos ancianos venerables y sabios. Y quizás santos. Cada cual en su religión, pero, al final, hermanos.

Otra consecuencia ad intra del viaje papal es que Benedicto regresa fortalecido. "Soy un anciano, pero todavía puede cumplir con mi deber", le dijo a Fidel, apuntando a los que ya le quieren hacer renunciar. Superado con nota el test del viaje, demuestra que está todavía en condiciones físicas, para seguir al timón de la nave de Pedro. Se retrasan las quinielas sucesorias y las intrigas curiales pierden fuelle.

José Manuel Vidal
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